EL VERSO HUMANO DE ANTONIO MARÍN ALBALATE
En 2023, en la colección Ad libitum, dirigida por el escritor Pascual García, de la editorial MurciaLibro, publicó Antonio Marín Albalate Hombre despatriado. La portada luce una preciosa ilustración de Carmen Cantabella ("En la nieve").
Quizá no ha tenido este poemario la atención que merece. Hay sin embargo un artículo de José Luis Martínez Valero publicado en el número 31 de Ágora -disponible también en este blog: https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2025/02/hombre-despatriado-de-antonio-marin.html
Recojo del artículo de Martínez Valero unas frases que definen mejor que un largo comentario el libro de Marín Albalate y ponen de entrada en su justo norte la brújula del sentir y de la intención del poeta:
"Antonio Marín Albalate, describe el mundo de su niñez en un campo de secano, en el que se siente desterrado, despatriado, donde la imagen del espejo y el objeto reflejado por mucho que se miren nunca volverán a encontrarse.
Se trata de uno de esos libros que hay que leer poema tras poema, hasta completar el texto. Cada conjunto supone una mirada, un relato de aquel mundo no tan lejano, donde las familias marcadas por la guerra y la larga posguerra sufrían sus consecuencias, la separación, el alejamiento, y sobre todo la privación de un mínimo de las confortables ventajas de que disfrutamos desde hace años que nos han hecho olvidar aquellas carencias."
Antonio Marín Albalate (Cartagena, España, 1955) tiene, entre otros dones, el de elegir con acierto los títulos de sus obras, bien traten estas sobre músicos amigos (Sisa / Serrat y la calle que los cruzó, German Coppini, colecciono moscas, Ramoncín, el corazón de la ciudad; Serrat, fe de vida); o sobre poetas: por ejemplo, Sobre la tumba del poema. Antología esencial de Leopoldo María Panero (en editorial Huerga y Fierro). Su trayectoria comienza en 1985 cuando obtiene el Premio de Poesía Joven de Murcia. Como poeta es autor de (entre otros libros) El lamento de la bestia (2020, Luna de abajo Poesía), Caligrafía de la nieve (Tres Fronteras, Murcia, 2009), y Bajo whisky (Diputación de Córdoba), que obtuvo el Premio Juan Bernier en 2002.
Hombre despatriado es un ajuste de cuentas con la memoria, cuando el poeta ya tiene a sus espaldas el oro y la escoria de los años vividos. Dividido en tres partes, introducidas con citas precisas, de Rilke y del pueblo, en la primera parte titulada "Niño en desinfancia"; de Miguel Hernández, en la segunda ("Desperté de ser niño"), la más breve; y de Borges y de Brines, en la tercera y última, titulada con un verso de este poeta valenciano. "Un frío demente".
En las palabras de justificación de la obra, que antepone el autor a los poemas, nos confiesa que hubiera querido escribir un libro de memorias, pero eso le suponía "hurgar en la herida" y ese propósito consciente se le fue haciendo difícil, hasta abandonarlo. Aparentemente; pues, por fortuna para el buen lector de poesía, la memoria inconsciente, emotiva, a traición, a golpes, liberadores y dolorosos a la vez, le obligó a Antonio a hacer lo que mejor sabe: escribir en verso.
La poesía de Antonio Marín Albalate se caracteriza, a primeras, por su musicalidad, armonía, y el uso de una sabia mezcla de palabras cultas y populares (algunas propias de la Región de Murcia y más específicamente: del ámbito de Cartagena, del mar y el campo de esta ciudad luminosa y legendaria). A esos méritos, que agradece el lector, hay que añadir otra característica de esta poesía: el dominio magistral de la estrofa, que da cadencia y silencios, pausas de lectura al poema. Antonio es aquí un maestro del uso de la estrofa, que pocos ya saben emplear. Como también poco se atiende ya al verso que comunica con el lector con un doble tiempo, musical, sensual, por un lado, y conceptual por otro. Si bien en Marín Albalate, en este libro en concreto, lo conceptual está al servicio de una emoción liberada en cada poema y presentada ante el lector para que la haga suya y desde ahí reflexione, piense, se refleje en el pozo del verso. Pues no es desdeñable esta última intención del autor, que no es otra sino la de despertarle al lector la conciencia conmoviéndole, como en cierto modo dan a entender las palabras de Martínez Valero arriba citadas.
Marín Albalate no está lejos de la poesía testimonial, crítica (poesía social, poesía de la conciencia, son marbetes hoy ya periclitados; así como ese otro comodín, ya vacío, de "poesía de la experiencia"; los buenos poetas transforman los moldes y rompen todas las hechuras).
Como lector, me ha gustado especialmente un grupo de poemas que apuntan, desde varios matices, a la melancólica sabiduría del libro.
De la primera parte, destacaría, por su lirismo nostálgico, el poema "Verano y casa":
"El sol sin sombrero allá en lo azul,
con su pequeño incendio
de flor abierta (...)"
Un mar verde de higueras,
oferente ante el paso de mi madre,
le mostraba la más fresca de todas.
Y allí ponía su pequeña silla (...)"
Y por su vena de denuncia y justicia poética, el poema: "Bullyng". Este poema afronta con una voz "objetiva", a partir de un suceso narrado, que ocurrió en Estados Unidos, la condición frágil de la infancia.
Mientras el poema anterior, y otros, tan bellos como ese ("Tiempo infeliz", "No fue todo tristeza", "El segador de estrellas", por ejemplo) ensaya una expresión de confidencia íntima.
El poema único que ocupa la segunda parte -"Poema de cuatro ruedas"- está dedicado al hijo pequeño del poeta, y es un desdoblamiento de la voz -"Ahora yo es otro- Rimbaud lo dijo-". Quizá uno de los mejores del libro, entrañable, optimista a su modo, con una pizca de humor. El humor, por cierto, está presente en otros pasajes del libro, pero casi siempre tirando a autoironía o a dardo contra los personajes oscuros o negativos de la infancia.
La tercera parte es la más compleja. En una primera sección continúa la memoria narrando líricamente un trozo roto de espejo. Ahora, a través de la evocación de las figuras entrañables del padre, de los abuelos y abuelas en su ancianidad casi mítica. Son poemas increíblemente positivos, vitales, pues nos imponen, frente a la visión trivial, consumista, un tempo lento, una hora o edad tercera, y cuarta (la cuarta edad en la que ya somos reliquias vivientes, y tan "dementes", o incluso peor, conscientes de nuestra condición, como diría Vallejo, de esta mayoría inválida de hombre). (1)
Poco a poco el libro delinea una reflexión sobre la muerte y la vida, y sobre la condición humana. "Resignado paisaje":
"Sentado sobre la sal de un mar muerto
-envuelta en lodo el alma-,
tirada ya la toalla en su combate
contra el tiempo, resignado paisaje
es el hombre en soledad".
Un nuevo registro, el impersonal, la tercera vez de Eliot, se ensaya en este punto del libro. Aunque el poeta no renuncia en otros poemas de este jaez reflexivo a introducir personajes, recuerdos; como en el magnífico: "Morir es un estado permanente".
Dejo para el final traer a este rápido bosquejo del libro de Antonio Marín Albalate uno de los poemas que más me han gustado, y que el poeta dedica a su padre.
"Padre Antonio".
"Ahora me duele la lluvia en martes.
La lluvia diecienueve de esta tarde
seriamente vegetal y huesuda,
como tu mano apretando la vida, (...)"
Creo que el dolor de escribir tiene a veces para el poeta una compensación en ese afecto que puede compartir el lector; y a la vez en la belleza que crea, como la que nos repizca el corazón al leer esos versos humanos, mágicos, de Antonio Marín Albalate.
Fulgencio Martínez
Huesca, 25 de marzo 2025
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Nota 1. Trilce, XVIII.
Más información sobre Hombre despatriado, de Antonio Marín Albalate:
https://www.murcialibro.com/detalles.php?id=13208
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