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domingo, 30 de octubre de 2022

El verbo se hizo Miguel Hernández. En recuerdo del poeta oriolano en el 112 aniversario de su nacimiento/ Revista Ágora digital/ Octubre 2022

 Biografia de Miguel Hernández

EL VERBO SE HIZO MIGUEL HERNÁNDEZ

 

Un 30 de octubre de 1910 nació Miguel Hernández Gilabert. Me alegra recordar al poeta, a los 112 años de su nacimiento. Yo, como un lector más de Miguel Hernández, tengo un trozo de mi corazón lleno de la luz que desprende la lectura de su obra. Confieso que, tratándose de un poeta que me ha formado, me envuelve un sentimiento de amor y fascinación hacia la persona de Miguel. No ha decrecido mi devoción con los años, mi alma puede estar llena de dudas y sentirse aspirada por la niebla, pero sigo amando, desde el fondo de mi ser, la belleza, la buena poesía, el bien, la valentía, el aliento evolutivo del espíritu humano. 

Miguel representa, en grado máximo, ese espíritu humano, que no hace falta divinizar, con Hegel, mas ante el que nos volvemos a rendirle tributo cuando leemos un gran poema (el texto eminente, le llamó a la poesía uno de los mayores filósofos del siglo XX: me refiero a Gadamer; ilustrativo leer Verdad y Método, donde en su primera parte anuncia Gadamer la primacía del texto poético sobre el religioso, ¡nada menos!, lo mismo que hicieran, en los siglos XIII y XIV, Dante y sobre todo Francesco Petrarca, los dos fundadores de la poesía tal como hoy la reconocemos en su estatus literario y ontológico).

Hay grandes poetas y hay grandes poemas, en mi opinión. Es bueno distinguir y a la vez unir las dos cosas. Un gran poeta es autor de algunos o muchos grandes poemas; el autor de un gran poema es un gran poeta, aunque hay grandes autores que solo han escrito uno o dos grandes poemas. Me refiero a poemas absolutos (claro es que en la sensibilidad del lector asiduo de poesía, que puede comparar y elegir entre un número amplio de textos poéticos, que ha leído y vivido como lecturas significativas). Para mí, por ejemplo, Gerardo Diego es el autor de un gran poema inolvidable: el soneto al ciprés de Silos: "Enhiesto surtidor de sombra y sueño..." (también del romance -soriano- "Río Duero, río Duero, / nadie a acompañarte baja".

Manuel Machado es otro gran poeta de varios poemas señeros: baste citar el poema "Castilla", dedicado a Myo Cid: "Por la terrible estepa castellana, / al destierro, con doce de los suyos / -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga". 

Y qué decir de Blas de Otero (y con este aludo a toda la nómina de mis poetas favoritos, y de aquellos poemas que conservo en la memoria y espero seguir no olvidando....). Del poeta vizcaíno (o vizcaino, que casi suena mejor esto último), me quedo con este poemita, pues tengo debilidad por el arte breve, la canción lírica, el romance y la palabra sutil de este poeta:

Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.

No por el puente de hierro,
el de piedra es el que amaba.

A ratos miraba al cielo,
a ratos miraba al agua.

Por los puentes de Zamora,
lenta y sola, iba mi alma.

 

¿Es Miguel Hernández de la estirpe de estos grandes poetas? Pienso que no solo lo es, sino que ha dejado grandes poemas absolutos en cada una de las etapas de su evolución poética (por desgracia, nos falta el Miguel maduro y aun el Miguel mayor y el de senectud, pues una estúpida guerra nos privó de estos Migueles, posiblemente tan geniales como los que conocemos).

Miguel nos da este poema en 1937:

"Las abarcas desiertas"

 

Por el cinco de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero

a la ventana fría.

 

   Y encontraban los días,

que derriban las puertas,

mis abarcas vacías,

mis abarcas desiertas.

 

   Nunca tuve zapatos,

ni trajes, ni palabras:

siempre tuve regatos, 

siempre penas y cabras.

 

   Me vistió la pobreza,

me lamió el cuerpo el río,

y del pie a la cabeza

pasto fui del rocío.

 

   Por el cinco de enero,

para el seis, yo quería

que fuera el mundo entero

una juguetería.

 

   Y al andar la alborada

removiendo las huertas,

mis abarcas sin nada,

mis abarcas desiertas.

 

   Ningún rey coronado

tuvo pie, tuvo gana

para ver el calzado

de mi pobre ventana.

 

   Toda gente de trono,

toda gente de botas

se rió con encono

de mis abarcas rotas.

 

   Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,

por un mundo de pasta

y unos hombres de miel.

 

   Por el cinco de enero,

de la majada mía

mi calzado cabrero

a la escarcha salía.

 

   Y hacia el seis, mis miradas

hallaban en sus puertas

mis abarcas heladas,

mis abarcas desiertas.

 

 
Me ha asombrado siempre un detalle en la técnica de Miguel Hernández. Su uso sustantivo de los verbos, tanto en los sonetos de El rayo que no cesa ("merodea sin destino", "sostiene un vuelo y un brillo"), como en sus obras testimonales posteriores, y también, por supuesto, en este poema, del 37, cuando compone Viento del pueblo, donde Miguel está cambiando su voz poética y desde la vida consciente ya de las injusticias sociales vuelve a la candidez de su alma de niño. No se puede tener mejor acierto con el verbo elegido, como núcleo poético y fuente de sentido y sentidos. No es un término rebuscado, sino un verbo corriente que al incluirse en el poema lo imanta de claridad y verdad, al mismo tiempo que el mismo nos llama la atención con su modesta presencia y su pujanza lingüística. Recuerdo ahora que Antonio Machado, el poeta del tiempo, ponía el verbo como núcleo también del sentir lírico. (1)
 
Fue en El rayo que no cesa donde reparé en ese fulgor expresivo del verbo en la poesía del oriolano. Pero lo podría confirmar en poemas de cualquiera de sus etapas. Elige tú, lector, el poema o los poemas que quieras.
 
 
 Fulgencio Martínez
 
 ____________
Notas
(1)
 El adjetivo y el nombre,
remansos del agua limpia,
son accidentes del verbo
en la gramática lírica,
del Hoy que será Mañana,
y el Ayer que es Todavía.
 
Antonio Machado, Nuevas canciones
 

jueves, 27 de octubre de 2022

Los Salzillos y el templo de Poseidón. Diario político y literario de FM/ Ágora digital /octubre 2022


 


LOS SALZILLOS Y EL TEMPLO DE POSEIDÓN

 UNA REFLEXIÓN SOBRE EL ARTE COMO CREADOR DE ESPACIO DE TOLERANCIA.

 

                  a Francisco Javier Díez de Revenga, por su libro Salzillo, la procesión y los escritores

 


 


 

Debería ser obligatorio visitar al menos una vez en la vida el templo de Poseidón (o lo que queda de él), en el cabo Sunion. Elevado junto a la costa, salido momentáneamente del mar, como no queriendo perder su condición de isla, respira sobre el azul hacia Atenas, guardando la entrada a su puerto. De esta construcción dijo el filósofo Heidegger que era la esencia de lo sagrado del arte. Aún hoy, un observador atento puede captar, ante su imagen, la simbiosis ideal entre el lugar, el aire y la arquitectura, de modo que hasta en las ruinas actuales (quedan unas columnas y poco más) se nos hace presente la huella de los dioses olímpicos.

Hay una conexión siempre asombrosa entre las grandes obras de arte y el espacio. Se diría que es el arte quien inaugura el espacio, como morada de los hombres o, en su más alto sentido, como morada de los dioses. Entre el templo del dios del mar y las esculturas de Francisco Salzillo hay precisamente eso en común: la genialidad de inventar el espacio. Me llama la atención que yo mismo relacione el Ángel de Salzillo con el paso de la Oración en el huerto, y llame a ese Ángel perteneciente al paso... como si la escultura en sí fuera solo parte del paso (y no solo de este, sino del cielo de Murcia, azul, o un poco más gris, según el día, según la luz y hasta la hora de la procesión). Pero, en fin, es que es arte (el de Salzillo y el del templo griego) cuadrimensional y, mejor aún, casi efímero y dependiente del instante eterno y sucesivo. Uno, es algo más que escultura, por mucho que lo sea. Y es algo más que arquitectura, el otro. Es lo que me recordó a Heidegger y a su reflexión sobre el arte clásico.

 


 

A las dos chicas que echaron sopa de tomate sobre los Girasoles, no se les puede culpar de ignorancia. A otros, sí. Ellas al menos no han destruido nada, y sin que ellas lo sepan, son malas copias de Platón. Bueno, han dejado una pregunta, heideggeriana o nietzcheana, ¿para qué el arte en tiempos de miseria? (eso es casi lo que dijo Hölderlin, ¿para qué poetas en tiempos de miseria?). Así a bote pronto, las imágenes del templo de Neptuno o del ángel de Salzillo no son imágenes triviales (habría que decirles), sí son imágenes que pueden grabarse en la cabeza como recordatorio de algo que no puede morir en el ser humano, algo valioso en sí mismo, que da sentido a la misma naturaleza (para qué querríamos un mundo limpio y puro sin el ser humano o sin lo que hay de valioso en lo humano y ha creado la cultura). El mismo Platón, que comenzó renegando del arte por ser meras imágenes, acabaría endiosándolo, cuando el arte es capaz de estimular hacia lo ideal.

Hace unos días fue presentado el libro de Francisco Javier Díez de Revenga Salzillo, la procesión y los escritores, que recoge más de una veintena de artículos donde el profesor y polígrafo murciano trae a lección de hoy lo que han dejado escrito sobre Salzillo insignes literatos y algunos políticos. Asistí a la presentación, que tuvo lugar en la Iglesia de Jesús, sede de los Salzillos murcianos. Con encantadora ironía contó el profesor la visita de la condesa de Pardo Bazán a Murcia, para ver las esculturas de nuestro imaginero barroco. Recordó también el sabio murciano los textos juveniles de Mariano Ruiz-Funes, ministro de la República, y de Fernando Piñuela, quien fue alcalde republicano de Murcia, fusilado por Alonso Vega tras tomar este la ciudad en nombre de Franco. Dos nombres de profesores y políticos de la izquierda española cuyo ejemplo de saber y tolerancia no debemos dejar caer en olvido. Fernando Piñuela fue fusilado ante las tapias del cementerio de Nuestro Padre Jesús de Murcia. El ministro y catedrático Mariano Ruiz-Funes marchó al exilio de México. Sin embargo, quedaron aquí sus textos sobre Salzillo, que junto a los de otra pléyade de escritores (como Gabriel Miró) recupera el libro de Díez de Revenga publicado por la Real Academia Alfonso X el Sabio. Oyendo la evocación emocionada que hizo Díez de Revenga de aquellas dos figuras mencionadas, pensé en otra España posible, tolerante, distinta a la de aquel ayer y a la de hoy, en que se vuelve a la memoria envenenada y en vez de fomentarse el encuentro se abona la venganza de una u otra parte. Le comenté a mi mujer, cartagenera de cuna, que quizá había Salzillos en Cartagena. Vimos por internet que casi todos los originales se destruyeron por la violencia de quienes amparándose en el nombre de la República cometían extremismos y asesinatos tan bárbaros como sus adversarios. Cuánta tristeza, la historia de España, cuántos desmanes por unos y otros y qué vergüenza de todos.

 

Fulgencio Martínez

Murcia, 27 de octubre 2022



   Ágora/ DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FM / OCTUBRE 2022