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miércoles, 29 de junio de 2022

GÉNESIS DE UNA COSMOLOGÍA EN "TODOS LOS DÍAS", DE PACO CARREÑO. Comentario de Fulgencio Martínez. Estudios de poesía española/ Avance de Ágora N. 12

 Portada de Todos los días

 Todos los días

Paco Carreño

Ed. Casus Belli (Madrid, 2021)   (1)

https://www.agapea.com/Paco-Carreno/Todos-los-dias-9788412205015-i.htm

 

(1) El libro se presenta el viernes 1 de julio de 2022 en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Bullas (Murcia), intenvendrán el poeta y autor del libro, la editora Carmen Abad, el filósofo Ignacio Castro y Fulgencio Martínez, editor de Ágora

 

A continuación, reproducimos íntegro el estudio de Fulgencio Martínez, en que se basará su presentación del libro.


 Paco Carreño – ALT autores editorial

 Paco Carreño, autor de Todos los días. Fuente: Alt autores

 

 

GÉNESIS DE UNA COSMOLOGÍA EN TODOS LOS DÍAS, DE PACO CARREÑO

 

Voy a hablar del libro Todos los días de Paco Carreño exponiendo mi propio proceso de lectura y experiencia de la lectura (tratando de que esta pudiera ser, no ejemplar, sino un término de comparación para que otro lector construya la suya...; y repara que acaba de salir la palabra construir, importante en este libro de Paco Carreño, como veremos). Habría otro método a seguir: podría elegir los poemas que más me han gustado y profundizar en ellos por medio del análisis. Ambos métodos me gustan, uno más genético y comprehensivo y el otro más analítico y concentrado. Podría incluso intentar una mezcla de ambos. En cualquier caso, se trata de encontrar con vosotros algo en común, que nos permita discrepar o incluso coincidir.

Encontrar, otra palabra a tener en cuenta. Poeta es que el encuentra, no el que inventa, ni siquiera el que busca; poeta es el que encuentra: ya veremos qué quiere decir esto, fuera de los tópicos.

Paco Carreño me envió un ejemplar de Todos los días a finales de diciembre de 2021, con esta dedicatoria personal que, con su permiso, comparto, porque veréis, dice: "Espero que encuentres en estos poemas algo de lo que yo he creído encontrar".

Comprenderéis que después de esa dedicatoria tan inteligente uno arda en deseos de leer el libro. Lo que el poeta y autor ha creído encontrar anuncia algo, cuya posesión sabemos del poeta, por la confesión o confidencia que nos hace, y anuncia algo más, que se deja entrever en el “he creído” que antepone a "encontrar", quizá una fe o convicción. Pero, además, un tercer elemento: esa posesión, y a lo mejor esa convicción, puede ser también hallada en, encontrada con, compartida por los lectores. (Aquí, "Hasta las preposiciones saben a vocativo", como diría Carreño).

Si se tratase de un tesoro, el creer haber encontrado del autor nos confirma indirectamente en su existencia y nos invita a encontrarlo nosotros, y, otro matiz, quizá nos necesita como testigos, peritos o cómplices del encuentro.

Hábilmente el poeta implica al lector, lo lleva y le previene, le da una activa participación en el poemario, hábilmente también, desde el espero que encuentres del inicio de la frase le pone en alerta y le llama a usar sus capacidades. No ha de flotar su lectura como sobre una cáscara vacía.

 

Principio de opinión crítica

Mi primera impresión de Todos los días es que es una colección de poemas,

una colección poética sorprendente (como dije ya en una nota publicada en el blog de Ágora). Junto a extraordinarios poemas de la angustia cotidiana, el autor en otra mayoría de poemas fuera de tiempo muestra su conexión con la naturaleza. Versos límpidos, con un pulso misterioso, sencillo, tras el que se adivina la luz recién nacida y el aire del Noroeste murciano, íbero y mediterráneo.

 

En comunicación personal le escribí al autor estas palabras, que ratifico públicamente:

te felicito por tu libro... Me ha sorprendido... Me ha gustado en su totalidad, tanto los poemas en ritmo más largo, de inquietud, rebeldía o introspección donde el yo se expresa, como en aquellos otros, breves y en metro  corto, donde el yo es testigo. Me reafirmo en mi gusto por ese grupo de poemas, amplio, que conectan de una forma clara, como bien presenta la cita de Nietzsche, con el orden bello, necesario, de la naturaleza. Hay algo que sugieren y que el lector percibe, y eso  es una poesía muy honda. Me gustan también los poemas finales donde evocas a tu hermano. Hay poemas como “Día de la tierra cuadrada”, que no me canso de leer. Eso es poesía. Enhorabuena, por esta obra de gran maestría y aliento.

    

El libro es una colección, dije antes. Mejor diré (en términos de música) una suite de poemas. Pero, una colección, no es nada peyorativo; en mi primera lectura reconocía ya tres capas o hilos. Un tapiz está formado por muchos hilos, y es una colección, incluso un cúmulo de figuras.

En mi primera lectura me fijé en esto y en las dos o tres figuras o grupos de figuras, y en varios hilos que me parecían más importantes.

Pero no capté el sentido, la intención o al menos la pulsión de la obra, de la construcción, la colección en progreso: eso es lo que brevemente quiero exponer ahora. Y para ello empiezo sentando hipótesis y revisando el libro da capo y hasta el rabo o final. Espero no aburrir, y no ser todo el tiempo aburridopedante.

Al libro hay que preguntarle. Encontrar es lo que queremos, ¿pero, qué?, lo que el poeta ha encontrado es lo que más interesa, es nuestro norte hermenéutico, no dar una lectura inventada y ajena al autor.

 

Ab initio

Creo que podemos ver en el libro dos juegos de tensiones, que nos ayudan a abrir su compresión; es como si leemos en la infancia lo que será la persona madura, estas tensiones están en el premundo del libro y nos sirven para ver cómo, luego, se funden y crean otras figuras, y nos llevarán a las puertas de ver cómo poeta y libro alcanzan su palabra, su tono:  1) La primera, afecta a crear el espacio y perspectiva del libro. Es la tensión que va del Comienzo, del mirar Desde Arriba, del impulso al espacio de movimiento y dirección, al hondo, a la oscuridad, al pozo, a la profundidad (como el día, por cierto, que va desde la aurora al crepúsculo). Como todos los días. Además del título del libro de Carreño, nos recuerda aquí esta tensión, que empieza desde arriba y cae y se reinicia, el verso magnífico de Claudio Rodríguez "Siempre la claridad viene del cielo", de su libro Don de la ebriedad

Podríamos ejemplificar esta tensión (que no genera una verdadera antítesis, ni síntesis, sino que paradógicamente está condenada a reproducirse para superarse) con meras citas de términos poemáticos esenciales en el inicio del libro: "águilas" (del poema "Alto día" (p. 31)), nubes, vuelo, pájaros; frente a profundidad, fondo, pozo, peso, "...fondo / lleno/ de estrellas deshechas" (dice el poema "Un día de peso"). (p. 28).  (1)

 

2) La segunda afecta a la voz; es la forma de dirigirse el poeta a sí mismo (hasta llegar al poema "El Día de los brindis", en que comparece un hermano, y por contraste la forma yo). Pero eso será más adelante. En los inicios del libro una voz impersonal o el "nosotros" aún impersonal, es lo frecuente, pero poco a poco el poeta se perfila y distingue dirigiéndose a sí mismo como a un tú. (Dejando aparte los dos textos de presentación, que no llevan título ni mención a la palabra "Día", en el primer poema, titulado "Un día antes" se lee: "La noche, funda de tu sombra" (...) ) (p. 14)   (2)

 

Esos dos juegos de tensiones (que afectan al espacio y a la voz en los tanteos del libro…, que son como el inicio de un mundo, de una cosmología personal) dan pronto cancha a un tercer juego de tensiones que marcan ya dos temáticas esenciales del libro: la naturaleza y lo humano.

3)  Por un lado, el poeta encuentra la corriente neutra de la naturaleza, lo eterno, sin angustias, lo divino, lo completo, aunque quizá no aún, a falta de la palabra que lo pinte o lo hermosee. Y por otro lado, el mundo humano, el mundo de la vida: das Leben ist eine Baustelle, se lee en el enigmático poema "Día del callejón" (p. 18). La frase en alemán quiere decir: La vida es una lugar en construcción, una obra. Obra no en sentido de arte, ni algo construido ya, sino en el sentido cotidiano cuando decimos "He visitado una obra, o hay una obra junto a mi casa". Un lugar en obras, en el tránsito a ser una casa, un castillo o una iglesia o una oficina. No es aún eso que llaman los alemanes Gestalt, figura. Pero sabemos que es algo que está levantándose como morada (Baus). Dice José Luis López Aranguren que ethos, para los griegos, significaba, en su primer sentido, morada, hábitat o refugio, antes ser el término del que derivaría ética. Un poeta al que admiro, Luis Bagué Quílez, dio a uno de sus libros este hermoso título Página en construcción.

De ethos como morada, hábitat, se pasó a ethos como morada interior, yo moral o conciencia, carácter, personalidad, que se va construyendo con nuestros actos (como dijo Aristóteles en su Ética a Nicómaco). Igual que la vida y la escritura literaria, poética, el yo se construye; más aún, no deja de construirse; y visto desde fuera, como si dijésemos desde el espacio, objetivamente, es un lugar de construcción, una obra. Mi abuelo me llevó a ver una obra siendo yo muy pequeño. Cada acción ahí tenía un sentido, cada cual hacía su faena propia... y ninguno (salvo uno ausente, el arquitecto, tenía el plano y la finalidad de la obra en construcción). Algo así pasa en la vida, como nos viene a sugerir el libro de Paco Carreño, y este poema en concreto, de forma enigmática: como salidos de una cárcel hemos de construirnos una nueva vida cada vida, cada día quiero decir.

Sin embargo, no hemos de perder de vista lo necesario, el orden divino, lo que está abierto y en lo que moramos, básicamente.  Eso divino, la naturaleza, también puede unirse con la construcción, por medio de la palabra. Es la tarea del poeta construir "perspectivas", lugares, paisajes, modos de morar y habitar en lo abierto. Carreño llegará, en su libro, "Día de nuevo" (p. 62) a incorporar esta nueva relación. De modo que la tensión entre la naturaleza y lo humano se puede decir que llega a resolverse y produce, a mi entender, los más singulares poemas a partir de la mitad del libro.  

Sugerida ya la génesis de la cosmología en Todos los días, voy ahora más de prisa anotando algunas consideraciones sobre el libro, sometido a esta especie de escáner o disección que quiero compartir con vosotros. Mi valoración del libro de Paco Carreño ya está expuesta arriba. El libro se abre con la dedicatoria textual, donde basta la sola mención de los nombres: 

           Belindo, Alfonso, Carlos, in memoriam

y con la cita de Nietzsche:

Quiero aprender cada día a considerar como belleza lo que tienen las cosas de necesario”  (Cita de La gaya ciencia, que sigue a otro título del mismo filósofo en su periodo optimista: Aurora).

Y un paratexto lo cierra: con estas palabras del filósofo Ignacio Castro: “Carreño nos recuerda que lo divino es al fin y al cabo el pulso de un día cualquiera”.

 

a modo de preludio

Le siguen dos textos presentación sin título ni mención a días:  el primero, un poema breve en prosa, anuncia en lo formal este tipo de poemas en prosa, en los que Paco Carreño demuestra una soberana maestría. Es uno de los mejores del libro. En su brevedad, se insinúa la temática de la muerte frente a inauguración, comienzo /llamada, vocación en definitiva de dar la palabra a la vida: el siguiente texto, también sin título, es un poema en verso libre, en metros cortos, que prefigura la poesía concisa ajustada, contemplativa de la naturaleza. Pero en ambos poemas se nos preanuncia un trasfondo del libro, resultado de una angustia vívida. “Hasta las preposiciones saben a vocativo”, dice en el primer texto. (p. 11)  (3) Y en el segundo: “aquí están las heridas/ toda profundidad/ una sabiduría que no deja de sangrar. (p. 13)   

 

Tres secuencias o pulsos

Distingo en el libro tres secuencias: Una primera secuencia:  desde el poema “Día de todos” a “Días de sed” (pp. 25-42). Dejando aparte el enigmático poema al que he hecho ya mención,”Día del callejón”, el libro comienza a tener entidad con el poema “Día de todos” (p. 25). “Formamos parte / de una obra inacabada”, se nos dice, implicándonos. Otro poema “Más día que nunca” (p. 30) nos advierte que “el temblor está fuera” donde “canta la ceniza su dispersión”. El poeta ha hecho ya su voz. Y ya puede decirnos, en el poema “Recíproco día” (p. 32) que: “Cada rostro es el fondo del universo”. Hasta llegar ahí recordemos las tensiones que el poeta ha de afrontar para generar su palabra, su cosmovisión.

Un mundo se ha prefigurado pero en él aún falta la solidez de un yo. Dice el poeta, en esta especie de confesión de fracaso en que concluye esta primera secuencia y propiamente la génesis de su cosmología, dice, en el poema “Este día no se parece a nada (p. 36): “No consigo ver mi rostro reflejado en las aguas”. La duda viene a turbarle, en el poema “El día de los juramentos” (p. 38.):”¿Y ahora, qué palabra poner?

La segunda secuencia o corte se inicia con “Días de sed” (p. 42), este es uno de los poemas que yo destacaría más en el libro. Junto con el siguiente: “Un día en Colonia” (p. 43), que termina así con este impresionante verso: “al final de la tierra, veremos, sin añoranza, el principio de la tierra

Esta secuencia es redonda, la palabra del poeta asume el riesgo y acierta a dar voz a lo humano escindido y a la muda naturaleza.

Otros poemas excelentes: “Exactamente un día” (p. 51) donde el árbol y el viento conciertan.

El poema “Día de nuevo”, (p. 62), como anuncia en la cita de Gide antepuesta al poema, trata de cómo el paisaje se hace al paso que avanzamos.

Como el camino del poema de A. Machado: “Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar”.  El país no existe más que a medida en que nos aproximamos y el paisaje se va mostrando delante de nuestra marcha.    (A su modo, también la naturaleza es Obra en construcción, en este poema se barrunta una síntesis entre naturaleza y hombre).

Y llegamos a dos poemas cumbre del libro, los siguientes que quiero destacar: “El día de los brindis” (p. 64): “Por ese río que no termina de pasar…/ por las piernas convertidas en tijeras de podar caminos, ….   por las casas que están a punto de caer / y se apoyan en una común debilidad… por una mujer, / por un jardín cerrado / por mi hermano, /por mi copa llena de admiración.”. Ya indiqué que es este poema donde se hace presente el poeta en primera persona, a través de un yo seguro, que no queda ya en segundo plano, y que dialoga con el tú de las múltiples realidades que le convocan. /Mi hermano, mi copa llena de admiración/ estos mi, posesivos cariñosos, profundamente afectivos, son marcadores de exposición mayor, plena, del que habla. Qué curioso el lenguaje: los adjetivos posesivos cuando expresan cariño dicen lo más puro y desnudo, como cuando decimos mi hijo, mi profesor, mi pueblo, mi hombre, mi mujer, mi nación: el matiz de la prosodia, de la entonación, dice mucho a los que oímos la lengua, no solo la comprendemos. 

“Día de las señales” (p. 70) es un maravilloso poema en prosa, erótico, de amor y gozo, donde el poeta celebra a la amada, ”las maravillosas señales de tu existencia: un lunar en la pantorrilla, orejas de duende, ojos de almendra, pelo de ciruela”, y se congratula de que está “hecha con el pan de los pájaros, con el carbón de los cielos, con las flores desconchadas

 La tercera secuencia comienza con el poema “Otro día” (p. 111) y discurre hasta el final del libro. En esta secuencia o tiempo la tensión que domina los poemas es la del amor-celebración frente a la elegía, el sentimiento de dolor y la constatación de la muerte. En lo formal, es curioso que en todos estos poemas, que surgen para completar la creación ya alcanzada al final de la segunda secuencia, aparecen espacios en blanco, grandes, llamativos, entre los versos, en el mismo desarrollo del poema. Parecen silencios largos, cansancios, caídas, pausas de la respiración, pero el lector intuye que son también parte del significado del poema, unos golpes en la establecida cosmología. Entre los poemas de esta última serie magnífica se hace difícil elegir uno. La reflexión sobre la muerte, la elegía al hermano generan versos entrañables. “Día de las derrotas” (p. 106), un poema complejo, constata el fracaso ante la muerte si esta la asumimos como derrota puntual que se lo lleva todo y no la vemos como un compañero de lucha que hemos afrontado en largo historial de victorias unas veces y derrotas otras, vicisitudes, luchas y superaciones que es precisamente el vivir. Si tuviera que elegir un poema, destacaría “Día de la tierra cuadrada”, (p. 112) uno de mis tres favoritos del libro Todos los días, poema que tiene este inefable final

Y yo cada mañana

por la aurora pierdo

la batalla de la aurora.

 

Este poema escapa a la comprensión lógica, creo, como todo gran poema que es expresión máxima de una emoción que supera al poeta. Tiene un aire clásico, horaciano, como lo tienen muchos poemas del libro, y no puedo evitar acordarme, por él, del célebre “carpe diem” de la Oda 11 del poeta latino Horacio. Mientras hablamos, huye la edad envidiada. Coge el día y no estimes nada del mañana.

“Sé prudente, bebe buen vino y reduce las largas esperanzas
al espacio breve de la existencia. Mientras hablamos,
huye la hora envidiada. Aprovecha el día, no confíes en el mañana” (tr. Germán Salinas. He tomado prestado este fragmento más amplio de la oda horaciana. Aunque yo donde dice hora envidiada, traduciría la edad (aetas) envidiada, o directamente, la juventud. De ahí la derivada al "collige virgo rosas", de Ausonio, Garcilaso, Ronsard y de tantos poetas).

Y Pessoa escribió “coge el día, porque eres él”.

Somos el día, Todos los días, esa sucesión de días y vida y victorias y derrotas.

Eso es, Paco Carreño, lo que yo he visto en tu libro, lo que he encontrado. Y sobre todo, por supuesto, he encontrado a un poeta. Decir poeta es decirlo todo, lo máximo. “Poeta y... "  ¡no!. Poeta es lo que Cervantes, Goethe, Nietzsche, García Lorca quisieron ser y por lo que quisieron ser recordados. “Solo soy un poeta”, Blas de Otero) En este oficio, como a veces en la vida, uno avanza quitando y despojándose de esas “Y” adherentes, accidentales.

No es fácil, y todos somos muchas cosas hasta llegar a ser lo que somos. Paco Carreño tiene ya un gran camino avanzando con este libro para ese atributo desnudo de ser poeta.

 

Aventurando

 Voy terminando. Os he invitado a acompañar mi lectura: por un lado a ver la génesis de una cosmología personal en Todos los días y por otro, a seguir cómo ese poemario-mundo se desarrolla a través de lo que he llamado tres secuencias o pulsos. La colección o suite de poemas encierra, como creo haber señalado, una progresión, una serie de secuencias que llevan las tensiones preliminares a una síntesis personal, a encontrar el poeta la palabra propia. Los poemas por mí elegidos como centrales serían “Días de sed”, "Día de las señales” y “Días de la tierra cuadrada”. A estos tres, que representan también, en mi gusto, lo mejor poéticamente del libro, añado otros tres: “Día de todos”, “Día de los brindis”, y “Un día en Colonia”.

No puedo despedirme sin compartir con vosotros mi curiosidad. ¿Qué es lo que ha encontrado Paco Carreño en este libro? 

Creo que ha encontrado a sí mismo, sus raíces, su identidad, su pueblo, su gente. Como poeta ha encontrado su justificación, su encaje, la pieza que le completa la vida en ese encuentro o mejor reencuentro emocional con aquellas cosas que le han llegado al alma o, como diría Machado de Soria, acaso ya estaban en el fondo de ella, del alma.

Encontrar es encajar… requiere que lo encontrado (A) encaje con el que encuentra (B). Cada encontrar-encajar es, por tanto, único y distinto según la persona y el modo en que ha vivido todos sus días. No puede encontrar de igual manera una persona que otra. Cada uno encuentra desde su background, su fondo, su carrera vivida (Me gusta este término clásico de carrera de la vida, más que aquel otro). Paco Carreño que ha hecho gran parte de su carrera fuera de su pueblo, Bullas, ha vuelto con este libro para quedarse o, lo que es lo mismo, para que Bullas, incluso si mañana desapareciera, existiera en este libro. Cuidemos a este poeta.

 

FULGENCIO MARTÍNEZ

 

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NOTAS (ALGUNOS POEMAS DE TODOS LOS DÍAS, DE PACO CARREÑO, DESTACADOS EN EL COMENTARIO) 


 (1)

UN DÍA DE PESO

 

La conciencia de los pasos

estriba

en ir alargando la caída

tanto como pueda ser profundo

el pozo

donde las piedras esperan

que alguien

las arroje aún al fondo

lleno

de estrellas deshechas.

 

(2)

 UN DÍA ANTES


La noche, funda de tu sombra, esconde

letras de un alfabeto que no termina de aparecer.

Suenan sílabas que rodaron como miembros

de un cuerpo inminente.

Con ojos que no son ojos ni lo serán 

bebes palabras sedientas de forma.

 

  (3)

Condenado a unir la muerte con la inesperada ceremonia de inauguración, en la triste fiesta de lo que empieza, ahora que todo se ha convertido en llamada y hasta las preposiciones saben a vocativo, cuando me duelen los pájaros y mi martes de nacimiento detiene las semanas. 

 


ÁGORA DIGITAL JUNIO 2022 / ESTUDIOS DE POESÍA ESPAÑOLA

lunes, 27 de junio de 2022

"La tierra baldía" y sus cien años en la poesía española. Por Natalia Carbajosa. Centenario de la publicación de "La tierra baldía" de T. S. Eliot / Avance Ágora-Papeles de Arte Gramático N. 12 / junio 2022

El escritor británico T.S. Eliot. 

 



                         Celebración del centenario de la publicación de La tierra baldía, de T. S. Eliot

LA TIERRA BALDÍA Y SUS CIEN AÑOS EN LA POESÍA ESPAÑOLA

                                                                                                           

                                                            por Natalia Carbajosa

 

 

En 1922, un joven poeta americano afincado en Europa revoluciona la ya de por sí agitada escena de la poesía de vanguardia gracias a un poema-collage con el que, en tan solo 433 versos, condensaba la fragmentación y el malestar del mundo occidental después de la Primera Guerra Mundial. Ocho años después aparecían las primeras traducciones al español, La tierra baldía, del profesor portorriqueño Ángel Flores, y El páramo de T.S. Eliot, a cargo del abogado mexicano Enrique Munguía. Desde ese momento, se suceden sin cesar versiones y traducciones a ambos lados del océano, y la influencia poética de Eliot, reforzada por sus ensayos críticos, es reconocible en sucesivas generaciones de poetas hispanos.

Entre los primeros poetas que se acogen el magisterio de Eliot destacan Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda. El tono seco y meditativo del angloamericano, la objetividad de la voz poética y la concepción del poema como un espacio para el pensamiento filosófico seducen a ambos autores españoles: el mundo de la abstracción intelectual resulta de pronto más atractivo en verso que la efusiva retórica del subjetivismo mayoritariamente practicado en su país, a pesar de las innovaciones introducidas por el modernismo. Jiménez, cuyas traducciones de poetas en diversas lenguas (ayudado siempre por Zenobia Camprubí) aparecieron en 2006 en un volumen titulado Música de otros: traducciones y paráfrasis, da cuenta en sus libros tardíos Espacio y Tiempo del cambio de referencias poéticas en la poesía española que van del simbolismo francés (referente tradicional) a la dicción demótica y urbana de los anglosajones Whitman, Pound y Eliot. Por su parte, Cernuda, que en el exilio impartió clases en universidades de Inglaterra y Estados Unidos y plasmó su profundo conocimiento de la literatura inglesa en el ensayo Pensamiento poético en la lírica inglesa del siglo XIX, pronto se sintió atraído por esa posibilidad de meditar y reflexionar, con desnudez y sin escudarse en un registro pretendidamente poético, desde el centro mismo del poema.

Ya en la España de posguerra, la colección Adonáis publica constantemente a los poetas de la vanguardia europea y va modelando, de este modo, un gusto poético más abierto y cosmopolita de lo que se podía deducir por el contexto social. En 1946 aparece la antología Poemas de T. S. Eliot en edición de Dámaso Alonso y Leopoldo Panero y traducción de varios autores. De nuevo, La tierra baldía resuena en el recién estrenado contexto poético, esta vez por su existencialismo, tan afín a la mentalidad colectiva de un país desgarrado y también, sin duda, por su religiosidad o, si se quiere, espiritualidad. Aunque no se ha indagado excesivamente en la relación del pensamiento de Eliot con el misticismo español, tenemos al menos el estudio de Pablo Zambrano, La mística de la noche oscura (1996), que establece la relación entre este y San Juan de la Cruz. A la antología de Alonso y Panero se van añadiendo traducciones nuevas como las de Agustí Bartra (1952), José María Aguirre (1965) y, posteriormente, la colección completa de poemas elaborada por José María Valverde (1978). Por su parte, Marià Manent publica en catalán fragmentos del poema entre las décadas de los 40 y los 50.

En la generación de los 50 siempre se suele nombrar a dos poetas eliotianos confesos: Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente. Ambos escribieron sobre Eliot y, además, existen artículos atestiguando estas influencias evidentes, destacando los del profesor Santiago Rodríguez-Guerrero Strachan. Su atención a “La tierra baldía” en particular y al resto de la obra eliotiana en general se funda, sin embargo, en razones distintas de las de sus predecesores; les llama la atención sobre todo el estilo anti-retórico y la yuxtaposición de voces de distinta procedencia, así como la mezcla entre lo cotidiano e incluso sórdido y lo metafísico y visionario, a veces en un solo verso de múltiples resonancias.

Una influencia poco explorada en otro poeta de la generación de los 50, y de cariz muy diferente a la entusiasta entrega de Gil de Biedma y Valente, es la que Eliot ejerció sobre Claudio Rodríguez. En 1965, el por entonces autor de Don de la ebriedad y Conjuros, gran lector de poesía inglesa tras sus estancias como lector en el Reino Unido (lo mismo que Francisco Brines), recibió el encargo de traducir toda la obra en verso de Eliot, salvo los Cuatro cuartetos. Sin embargo, sus traducciones nunca llegaron a ver la luz, a excepción de una selección de poemas entre los que se encuentra la primera sección de “El yermo” (título que él le dio al poema), “El entierro de los muertos”, la cual apareció en la sección cultural de ABC en 1988. El “fracaso” del encargo, al margen de la ambivalencia con la que el propio Rodríguez se expresó en varias entrevistas con respecto a su consideración de la poesía de Eliot, no han impedido, no obstante, que diversos autores (Dionisio Cañas, Jordi Doce, Luis Ingelmo, Miguel Casaseca, Antonio Rivero Taravillo) hayan explorado las particularidades, de mucho mayor alcance de lo que pueda parecer a primera vista, en esta relación poética entre ambos.

Ya en los setenta, la llamada generación de los Novísimos sigue teniendo presente a Eliot, sobre todo en su poema más representativo. De nuevo, las razones difieren respecto a las de poetas anteriores. Pere Gimferrer, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena toman de Eliot sobre todo la fusión de la cultura popular y la elitista y la apropiación de fragmentos extraídos de las más variadas fuentes (una conversación de taberna, versos de Shakespeare y Spencer, una canción de vodevil, el sermón de Buda y los Salmos de la Biblia) en polifónica y caótica amalgama. En 1987, José María Álvarez publica en la revista Barcarola su versión con el título de “El yermo”. Por su parte, Jaime Siles es, con su ensayo de 2021 Un Eliot para españoles, el poeta que más recientemente ha indagado en esta influencia tan fructífera y duradera del angloamericano en España.

En 2005, la colección Letras Universales de Cátedra publica una edición anotada de La tierra baldía, a cargo de José Luis Palomares y Viorica Patea, que viene en cierta medida a relevar la hasta entonces considerada canónica de Valverde, incluida en el volumen Poesías reunidas y publicada en Alianza en 1978. Por el camino, merece mención la de Juan Eslava Galán, de 1991. Pero ya en el siglo XIX, aparte de la de Cátedra, se siguen sucediendo nuevas traducciones: en 2009 se reedita la del colombiano Jaime Tello, La tierra estéril, publicada por primera vez en Caracas en 1962, y aparecen las de Andreu Jaume en 2015, La tierra baldía (y Prufrock y otras observaciones), la de José Luis Rey de 2017 (La tierra baldía) y la de Luis Sanz Irles en 2020, también titulada La tierra baldía. Destaca también la traducción de Jordi Doce de “El entierro de los muertos”, incluida en la recopilación de traducciones Libro de los otros en 2018. Por el camino hemos dejado otras muchas, algunas de mayor peso académico que poético y todas ellas complementarias en sus matices a la hora de aproximarse a esta obra imposible de descifrar del todo.

La característica principal de La tierra baldía en el contexto hispano, por tanto, es que apela por igual a poetas de distintas generaciones, a veces con intereses y visiones poéticas opuestas, que sin embargo encuentran en los versos del poema ecos de su propio Zeitgeist: las palabras de su tribu, la anti-épica de la contemporaneidad, hoy igual que hace cien años. Por eso, no es de extrañar que se siga traduciendo obsesivamente y sin tregua. La cualidad “ventrílocua” o dramática del poema impide que una sola traducción pueda aportar toda la resonancia que cada verso guarda, o que algún lector llegue algún día a una conclusión interpretativa definitiva. Esa es, sin duda, la razón de la fascinación que ha ejercido y sigue ejerciendo en nuestra lengua. 

 

 La poesía es un idioma en sí mismo» | La Verdad

 Natalia Carbajosa. Fuente: La Verdad.es

 

 

NATALIA CARBAJOSA (El Puerto de Santa María, 1971). Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, con una tesis sobre la comedia de Shakespeare. Desde 1999 vive en Cartagena y enseña inglés en su Universidad. Se ha especializado en poesía angloamericana de mujeres del siglo XX; entre otras, ha publicado ediciones de la obra de H.D., y Kathleen Raine. Es autora de cuentos infantiles, traductora del inglés, y cotraductora, junto con Viorica Patea, de la poesía de la rumana Ana Blandiana. Como poeta ha publicado los libros Pronóstico (2005), Desde una estrella enana (2009), Tu suerte está en Ispahán (2012) y Lugar (2019.)  Más información en su web: http://nataliacarbajosa.es

 

    REVISTA ÁGORA DIGITAL JUNIO 2022/ CELEBRACIÓN CENTENARIO DE "LA TIERRA BALDÍA" DE T.S. ElIOT