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lunes, 27 de junio de 2022

"La tierra baldía" y sus cien años en la poesía española. Por Natalia Carbajosa. Centenario de la publicación de "La tierra baldía" de T. S. Eliot / Avance Ágora-Papeles de Arte Gramático N. 12 / junio 2022

El escritor británico T.S. Eliot. 

 



                         Celebración del centenario de la publicación de La tierra baldía, de T. S. Eliot

LA TIERRA BALDÍA Y SUS CIEN AÑOS EN LA POESÍA ESPAÑOLA

                                                                                                           

                                                            por Natalia Carbajosa

 

 

En 1922, un joven poeta americano afincado en Europa revoluciona la ya de por sí agitada escena de la poesía de vanguardia gracias a un poema-collage con el que, en tan solo 433 versos, condensaba la fragmentación y el malestar del mundo occidental después de la Primera Guerra Mundial. Ocho años después aparecían las primeras traducciones al español, La tierra baldía, del profesor portorriqueño Ángel Flores, y El páramo de T.S. Eliot, a cargo del abogado mexicano Enrique Munguía. Desde ese momento, se suceden sin cesar versiones y traducciones a ambos lados del océano, y la influencia poética de Eliot, reforzada por sus ensayos críticos, es reconocible en sucesivas generaciones de poetas hispanos.

Entre los primeros poetas que se acogen el magisterio de Eliot destacan Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda. El tono seco y meditativo del angloamericano, la objetividad de la voz poética y la concepción del poema como un espacio para el pensamiento filosófico seducen a ambos autores españoles: el mundo de la abstracción intelectual resulta de pronto más atractivo en verso que la efusiva retórica del subjetivismo mayoritariamente practicado en su país, a pesar de las innovaciones introducidas por el modernismo. Jiménez, cuyas traducciones de poetas en diversas lenguas (ayudado siempre por Zenobia Camprubí) aparecieron en 2006 en un volumen titulado Música de otros: traducciones y paráfrasis, da cuenta en sus libros tardíos Espacio y Tiempo del cambio de referencias poéticas en la poesía española que van del simbolismo francés (referente tradicional) a la dicción demótica y urbana de los anglosajones Whitman, Pound y Eliot. Por su parte, Cernuda, que en el exilio impartió clases en universidades de Inglaterra y Estados Unidos y plasmó su profundo conocimiento de la literatura inglesa en el ensayo Pensamiento poético en la lírica inglesa del siglo XIX, pronto se sintió atraído por esa posibilidad de meditar y reflexionar, con desnudez y sin escudarse en un registro pretendidamente poético, desde el centro mismo del poema.

Ya en la España de posguerra, la colección Adonáis publica constantemente a los poetas de la vanguardia europea y va modelando, de este modo, un gusto poético más abierto y cosmopolita de lo que se podía deducir por el contexto social. En 1946 aparece la antología Poemas de T. S. Eliot en edición de Dámaso Alonso y Leopoldo Panero y traducción de varios autores. De nuevo, La tierra baldía resuena en el recién estrenado contexto poético, esta vez por su existencialismo, tan afín a la mentalidad colectiva de un país desgarrado y también, sin duda, por su religiosidad o, si se quiere, espiritualidad. Aunque no se ha indagado excesivamente en la relación del pensamiento de Eliot con el misticismo español, tenemos al menos el estudio de Pablo Zambrano, La mística de la noche oscura (1996), que establece la relación entre este y San Juan de la Cruz. A la antología de Alonso y Panero se van añadiendo traducciones nuevas como las de Agustí Bartra (1952), José María Aguirre (1965) y, posteriormente, la colección completa de poemas elaborada por José María Valverde (1978). Por su parte, Marià Manent publica en catalán fragmentos del poema entre las décadas de los 40 y los 50.

En la generación de los 50 siempre se suele nombrar a dos poetas eliotianos confesos: Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente. Ambos escribieron sobre Eliot y, además, existen artículos atestiguando estas influencias evidentes, destacando los del profesor Santiago Rodríguez-Guerrero Strachan. Su atención a “La tierra baldía” en particular y al resto de la obra eliotiana en general se funda, sin embargo, en razones distintas de las de sus predecesores; les llama la atención sobre todo el estilo anti-retórico y la yuxtaposición de voces de distinta procedencia, así como la mezcla entre lo cotidiano e incluso sórdido y lo metafísico y visionario, a veces en un solo verso de múltiples resonancias.

Una influencia poco explorada en otro poeta de la generación de los 50, y de cariz muy diferente a la entusiasta entrega de Gil de Biedma y Valente, es la que Eliot ejerció sobre Claudio Rodríguez. En 1965, el por entonces autor de Don de la ebriedad y Conjuros, gran lector de poesía inglesa tras sus estancias como lector en el Reino Unido (lo mismo que Francisco Brines), recibió el encargo de traducir toda la obra en verso de Eliot, salvo los Cuatro cuartetos. Sin embargo, sus traducciones nunca llegaron a ver la luz, a excepción de una selección de poemas entre los que se encuentra la primera sección de “El yermo” (título que él le dio al poema), “El entierro de los muertos”, la cual apareció en la sección cultural de ABC en 1988. El “fracaso” del encargo, al margen de la ambivalencia con la que el propio Rodríguez se expresó en varias entrevistas con respecto a su consideración de la poesía de Eliot, no han impedido, no obstante, que diversos autores (Dionisio Cañas, Jordi Doce, Luis Ingelmo, Miguel Casaseca, Antonio Rivero Taravillo) hayan explorado las particularidades, de mucho mayor alcance de lo que pueda parecer a primera vista, en esta relación poética entre ambos.

Ya en los setenta, la llamada generación de los Novísimos sigue teniendo presente a Eliot, sobre todo en su poema más representativo. De nuevo, las razones difieren respecto a las de poetas anteriores. Pere Gimferrer, Antonio Colinas, Luis Alberto de Cuenca o Luis Antonio de Villena toman de Eliot sobre todo la fusión de la cultura popular y la elitista y la apropiación de fragmentos extraídos de las más variadas fuentes (una conversación de taberna, versos de Shakespeare y Spencer, una canción de vodevil, el sermón de Buda y los Salmos de la Biblia) en polifónica y caótica amalgama. En 1987, José María Álvarez publica en la revista Barcarola su versión con el título de “El yermo”. Por su parte, Jaime Siles es, con su ensayo de 2021 Un Eliot para españoles, el poeta que más recientemente ha indagado en esta influencia tan fructífera y duradera del angloamericano en España.

En 2005, la colección Letras Universales de Cátedra publica una edición anotada de La tierra baldía, a cargo de José Luis Palomares y Viorica Patea, que viene en cierta medida a relevar la hasta entonces considerada canónica de Valverde, incluida en el volumen Poesías reunidas y publicada en Alianza en 1978. Por el camino, merece mención la de Juan Eslava Galán, de 1991. Pero ya en el siglo XIX, aparte de la de Cátedra, se siguen sucediendo nuevas traducciones: en 2009 se reedita la del colombiano Jaime Tello, La tierra estéril, publicada por primera vez en Caracas en 1962, y aparecen las de Andreu Jaume en 2015, La tierra baldía (y Prufrock y otras observaciones), la de José Luis Rey de 2017 (La tierra baldía) y la de Luis Sanz Irles en 2020, también titulada La tierra baldía. Destaca también la traducción de Jordi Doce de “El entierro de los muertos”, incluida en la recopilación de traducciones Libro de los otros en 2018. Por el camino hemos dejado otras muchas, algunas de mayor peso académico que poético y todas ellas complementarias en sus matices a la hora de aproximarse a esta obra imposible de descifrar del todo.

La característica principal de La tierra baldía en el contexto hispano, por tanto, es que apela por igual a poetas de distintas generaciones, a veces con intereses y visiones poéticas opuestas, que sin embargo encuentran en los versos del poema ecos de su propio Zeitgeist: las palabras de su tribu, la anti-épica de la contemporaneidad, hoy igual que hace cien años. Por eso, no es de extrañar que se siga traduciendo obsesivamente y sin tregua. La cualidad “ventrílocua” o dramática del poema impide que una sola traducción pueda aportar toda la resonancia que cada verso guarda, o que algún lector llegue algún día a una conclusión interpretativa definitiva. Esa es, sin duda, la razón de la fascinación que ha ejercido y sigue ejerciendo en nuestra lengua. 

 

 La poesía es un idioma en sí mismo» | La Verdad

 Natalia Carbajosa. Fuente: La Verdad.es

 

 

NATALIA CARBAJOSA (El Puerto de Santa María, 1971). Doctora en Filología Inglesa por la Universidad de Salamanca, con una tesis sobre la comedia de Shakespeare. Desde 1999 vive en Cartagena y enseña inglés en su Universidad. Se ha especializado en poesía angloamericana de mujeres del siglo XX; entre otras, ha publicado ediciones de la obra de H.D., y Kathleen Raine. Es autora de cuentos infantiles, traductora del inglés, y cotraductora, junto con Viorica Patea, de la poesía de la rumana Ana Blandiana. Como poeta ha publicado los libros Pronóstico (2005), Desde una estrella enana (2009), Tu suerte está en Ispahán (2012) y Lugar (2019.)  Más información en su web: http://nataliacarbajosa.es

 

    REVISTA ÁGORA DIGITAL JUNIO 2022/ CELEBRACIÓN CENTENARIO DE "LA TIERRA BALDÍA" DE T.S. ElIOT

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