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sábado, 30 de noviembre de 2019

Las dictaduras amigas. Diario político y literario de FM. agora digital

Póquer de dictadores y corruptores de la democracia en Latinoamerica


LAS DICTADURAS AMIGAS


La situación de inestabilidad que prende en países latinos como Chile o Colombia nos lleva a reflexionar sobre la responsabilidad ante las dictaduras “amigas” que encuentran en ese río revuelto un apoyo populista. Las crisis atraen a los cuervos, a los dictadores y corruptores de la democracia.


A los dictadores como Maduro, en Venezuela, Daniel Ortega, en Nicaragua, o Raúl Castro en Cuba, siempre hay una pseudoizquierda dispuesta a justificarlos. Hay aquí tantas y tan distintas responsabilidades; no es igual la de quienes apoyaron y apoyan de forma cínica o vergonzante a estos tiranos, que la de aquellos simples comparsas que compraron la tóxica mercancía moral del comunismo populista. Los primeros, en nómina del tirano, deberían ser juzgados por aquellos que han sido víctimas de la tiranía y por los tribunales internacionales. Los segundos posiblemente fueron reos de un chantaje aunque en algún momento debieron abrir los ojos.
El nazismo tuvo su juicio de Núremberg pero el comunismo soviético, no. Después de que los valores fundamentales de la democracia y de los derechos humanos alcanzaran casi un consenso global, los regímenes que se basan en ideologías totalitarias han aprendido que no les es necesario el discurso moral para su supervivencia. Son los crasos éxitos en el terreno económico o su posición de fuerza en la geopolítica sus únicos bastiones. El franquismo, el comunismo estalinista, el nazismo intentaron hacerse fuertes jugando también esas bazas, al igual que hoy hacen el comunismo chino, el coreano del Norte o el nacionalismo ruso de Putin; con la diferencia de que aquellos viejos regímenes totalitarios del siglo XX pretendieron una legitimación moral y buscaron el espejuelo de una fuerza moral para hacer brillar su propaganda, mientras que los actuales no lo necesitan.

Durante los últimos tiempos algunos han vendido como reserva moral el espejismo de las dictaduras amigables en Latinoamérica. A medida que los regímenes totalitarios más triunfantes se acercaban al capitalismo, estas dictaduras en degradante situación de desarrollo humano se presentaron como una fuerza moral para la democracia. Me interesa analizar este punto de absurdo teórico, mostrando al lector el caso “ejemplar” de un filósofo como Gianni Vattimo. Hacia el final de su libro Ecce comu (Paidós, Barcelona, 2009), Vattimo dedica un capítulo, titulado “El fantasma marxista”, a exponer su teoría sobre el comunismo como ideal regulativo de la democracia avanzada. Es bueno esgrimir aún ese “fantasma”, ya que se trata de abrir un frente de posibilidad, un espejo crítico, en el compacto discurso único de la legitimación del poder. Se trata, en suma, de recuperar las energías democráticas, de acuerdo con la idea de Unger de una “democracia de alta energía”. Piensa Vattimo que ante la falta de proyectos, la desmoralización y desmovilización democrática de nuestras sociedades, es necesario recuperar una energía moral y ello solo es posible mirando hacia adelante, hacia una democracia de alta energía (para este pensamiento mágico, querer es poder, y no hay tampoco trampa en argumentar en círculo). Esta propuesta de Unger, concluye Vattimo, es otra variante del ideal comunista. Así pues, queda rehabilitado el comunismo moral y teórico, y veremos aún adónde nos llevan las restantes conclusiones que extrae el filósofo italiano en el campo de la praxis y la teoría comunistas.

Ciertamente, hay que repensar de nuevo ese ideal desde esta propuesta para ver su posibilidad. Vattimo reconoce que existe, ante todo intento de cambio, un cortafuegos pequeño-burgués, un miedo, fomentado por el poder, que favorece la vuelta a opciones conservadores de seguridad; también ocurre que las iniciativas subversivas recaen pronto en lo práctico-inerte de Sartre. Todos estos razonamientos hacen que no vea Vattimo clara una evolución interna de la democracia hacia una democracia a lo Unger, de alta energía. Su propuesta de sociedad comunista, pues, la mantiene y le sigue pareciendo válida como acercamiento de un horizonte utópico con el que contrastar el presente alienado, cosificado y sin salida, que presenta la violencia del sistema como una violencia necesaria.

Y he aquí donde Vattimo dedica todo un capítulo titulado sin complejos “El ejemplo latinoamericano” a reflexionar sobre la mejor herencia comunista en el día de hoy. Este capítulo es quizá el menos feliz de Vattimo. Pese a su simpatía por los revolucionarios sinceros de Cuba, menos por el chavismo, Vattimo no advierte que esa “herencia” es negativa para la esperanza comunista. Deberían haberle hecho sonar alguna alarma los casos de pena de muerte, o de presos políticos (o de disidentes en huelga de hambre a los que se deja morir en una cárcel de Cuba).

Se olvida Vattimo de citar al régimen sandinista del comandante Ortega. El clientelismo, la corrupción de la familia de Ortega, el caciquismo en nombre de la revolución, es allí tan normal como el agua. En un reportaje sobre Nicaragua emitido por televisión española decía un campesino entrevistado: aquí no hay otro palo donde ahorcarse. Resignación. Estos regímenes se aprovechan de la misma dialéctica del Poder “imperialista” que oprime a los pueblos, para oprimir a su pueblo; además son toscos regímenes de nepotismo, caciquismo aldeano, corrupción, que ni siquiera, como en España, puede ser cuestionada, menos llevada a tribunales. En fin, quien nunca ha sido comunista (como dice Vattimo) y ahora lo es, no debería sentirse heredero de tal situación, de esos regímenes que corrompen y usan el comunismo para adecentar una dictadura personal: no hay diferencia entre el Tirano Banderas, que ya analizó Valle-Inclán, el tirano a veces simpático, personalista, pero sanguinario, y el tirano ahora con chancletas e ideas comunistas: los tiranos de ahora, como Maduro u Ortega.

            Pero, ¿hay en las ideas comunistas algo valioso traicionado por los dictadores revolucionarios?  Frente a los dictadores comunistas, ¿es posible también la subversión? Con cierto riesgo aventura Vattimo que si hay algo valioso en el “ejemplo” de las dictaduras latinoamericanas hay que encontrarlo en que, aunque sea solo como eslogan, han mantenido las palabras vivas del sentimiento comunista: el espíritu de rebeldía moral contra  la esclavitud, y el sentimiento de decencia moral que es sinónimo, para él, de un comunismo vivo.

            Tras preguntarse Vattimo si se puede hablar de "Democracia de alta energía" en la Venezuela de Chávez o la Cuba de Castro, concluye con esta advertencia: "Agitando el fantasma de las dictaduras y el populismo, los reformistas europeos liquidan estos ejemplos latinoamericanos. El comunismo reformulado debe tenerlos en cuenta, pues no son menos los peligros para la libertad en las democracias neocapitalistas". Si en algo hubiera que tomarlos en cuenta debería ser para aprender la lección y no caer en el chantaje de las dictaduras amigables.


                                               Fulgencio Martínez
                                          Profesor de filosofía y escritor

lunes, 18 de noviembre de 2019

Velad. El valor de la poesía, según Antonio Machado. Por Fulgencio Martínez




VELAD. EL VALOR DE LA POESIA, SEGÚN ANTONIO MACHADO




LA POESÍA ES, PARA MACHADO, FUENTE DE VALORES Y DE CONCIENCIA. Poesía como fuente de conciencia, desde la cual es posible mantener el sentido del ser humano. Poesía como fuente de valores intersubjetivos. Y poesía como crítica de las ideologías deshumanizadoras.

Este artículo reproduce un capítulo  del ensayo LOS VALORES ÉTICOS EN LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO (ETOPEYA EN EL TIEMPO) de FULGENCIO MARTÍNEZ TRABAJO FIN DE MÁSTER presentado en la UNED (febrero 2016) y dirigido por el catedrático Vicente Granados Palomares.



Cap. 7. Recapitulando I. (El valor de la poesía y el de la misma, unitaria y “valiosa” mano que la escribió)




Los poemas de Machado se nos van presentando como un juicio final, o en el sentido de la figura literaria, un retrato que puede variar en otras figuras análogas. También, se refuerza la intuición de que puede concebirse la unidad de cada libro de Machado, y cada de etapa de su poesía, desde la mirada a los poemas como un “juicio final” abierto, en el sentido bergsoniano de una “moral abierta” (sobre la que, luego, volveremos) que trata de responder de raíz a las preguntas de la ética universal y de seguir lo que Aranguren denomina el principio antropológico y psicológico de la “moral como estructura” en la que se fundamentan los valores.

Es posible, además, que toda la obra de Machado –como intuía Ángel González– sea un diálogo con la misma fuente unitaria. De modo que, aunque no debamos incurrir en la falacia cronológica a la hora de la interpretación de un texto concreto del poeta, debamos, ante todo, considerar la unidad originaria.

De acuerdo, también, con el dinamismo de toda conciencia humana y de una obra en progreso como es la obra poética de Machado, el modelo de interpretación ético que ensayamos debería tener un cierto sentido dinámico, es decir, presentar un acceso a la obra una y en desarrollo y proponer las posibles líneas de variación.

La figura hermenéutica del juicio, y la literaria del retrato junto con la presencia de la fuente estructural de los valores éticos en el poema y en la misma poesía como género de texto para la comunicación y transmisión, nos parecen unos instrumentos válidos para una modesta aportación al estudio de Machado.

En este punto, es preciso abordar el significado mismo de la poesía como valor y fuente de conciencia para Machado. Lo vemos con una afinidad con las ideas de Gadamer, principal discípulo de Martin Heidegger.

En Verdad y Método (1), Gadamer se refiere a la poesía como el texto eminente; de algún modo es la poesía, para el maestro de la hermenéutica, la explicación del hombre ante el juicio final.

La poesía es el idioma de la conciencia vigilante, para Machado. En los tres sentidos en que se vierte la Conciencia humana: consciencia de sí, comunicación (cordial), y testigo de lo valioso y constitutivo del hombre.

El poema no es solo un lenguaje sintomático del juicio; a diferencia de los sueños, en su interpretación sintomática freudiana, y a pesar de la importancia del sueño en la poesía de Machado, contra la que el propio Machado reacciona finalmente. “De toda la memoria, sólo vale / el don preclaro de evocar los sueños”, dice el poeta en la rima LXXXIX.

Evocación, no interpretación de los sueños es lo que propone el poeta. La evocación de los sueños no puede detener la búsqueda de la verdad de la conciencia mediante una fórmula interpretativa mágica y cerrada que pretenda abrir toda la riqueza de contenidos de la conciencia. Machado encontrará una fórmula, repetida en sus proverbios: “Velad”, mantener abierta la conciencia a las conciencias exógenas, fuera de mi mundo-mónada; más importante que el dormir y el soñar, el despertar. Incluso, si tuviera Jesús que resumir su enseñanza ética en un mandamiento concreto, apuesta Machado por que su palabra sería: “Velad” (poema CXXXVI, Proverbios y cantares, XXXIV, en Campos de Castilla).

Yo amo a Jesús, que nos dijo:
cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad.

El poema es algo más: es el mismo juicio, como cualquier cosa en contacto con el camino es sagrado y más que índice de orientación contiene, como símbolo, la propia meta.

Es desde el rememorar la eminencia de la poesía como texto sagrado –testimonio siempre abierto de la conciencia humana en juicio de sí– desde donde contactamos con la materia oscura de los poemas de Machado. Poesía como fuente de conciencia, desde la cual es posible mantener el sentido del ser humano. Poesía como fuente de valores intersubjetivos. Y poesía como crítica de las ideologías deshumanizadoras, del hombre que sabe su doctrina y se cierra a la aspiración a la verdad que mantiene abierta la conciencia y la buena utopía de la comunidad humana. Las tres fuentes de la poesía son solidarias.




Fulgencio Martínez

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(1)    Hans-Georg Gadamer, Verdad y Método, I. Ed. Sígueme. 2007, Salamanca.


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