TRES BATALLITAS (Comentario sobre "Una batalla tras otra")
Me gusta renovar de vez en cuando el carné de espectador de sala de cine. He ido el pasado miércoles a ver Una batalla tras otra; y escribo esta crónica al día siguiente, jueves, para conjurar la mala sombra que me dejó tal engendro de película. No entiendo ya nada de críticas de cine (veo que un tocayo mío de apellido, Luis Martínez, anunciado como crítico "profesional" del diario El Mundo, le da un notable en su comentario extractado en una página de novedades cinematográficas bastante visitada por los usuarios de internet. La califica de "oportuna, divertida y comprometida", y candidata a "la película del año").
El problema es que yo creo que esas y otras críticas no versan sobre la película A battle..after...another .. A la mejor, se han escrito antes de ver la película, apoyando la ceja en la novela de Thomas Pynchon en la que "libremente" se basa. Ya estamos hartos de versiones "libres" de novelas, casi tanto como de músicas "adaptadas"; en este caso, la versión o adaptación la ha hecho el propio director de la película, y no se nombra en los carteles la novela de Pynchon (tampoco yo voy a nombrar al tal sujeto director), y si consta el dato literario en los créditos del film, será en letra menor y como algo anecdótico. Vivimos en una época donde, ojo, novelistas y autores literarios, cualquier obra, clásica o actual, con permiso o compra de licencia, puede ser tergiversada, versionada libremente a capricho y modo del director o guionista.
La película del director X pone ante el espectador todos los clisés manoseados de la "lucha" revolucionaria, marginal, por terroristas aficionados, en nombre de causas "nobles". La asociación de terrorismo con revolución y lucha de liberación social es sencillamente infame ( y sí: comprometida con la infamia). También presenta una galería de monstruos estereotipados (la mujer odiadora del hombre, el malote machista, militar por supuesto; los nazis aun peores, aunque no lleven ya el uniforme hitleriano; los blancos contra los negros, los hispanos y algún amerindio que pasaba por allí). Toca el tema de la sexualidad (degradando el mismo impulso sexual, la física del deseo; ¡hasta aquí hemos llegado desde el Mayo del 68!). Toca, de fondo, dos temas serios: el sentimiento de la maternidad, en la mujer actual, y el de la paternidad, en el hombre. Sin embargo, el cómic barato se lleva esos temas que podrían haber resultado interesantes en su desarrollo. De hecho, en la tercera parte del desarrollo, el guionista-director se nos pierde (igual que los protagonistas principales) y la película gira sobre una carretera serpenteante en tobogán en el desierto del Oeste, cuatro o cinco persecuciones de coches, y una chica, la hija de una líder del movimiento terrorista "el 75 francés" (¡vaya!), motivo central y desencadenante de los temas aludidos. Una adolescente interpretada por una actriz inexpresiva, sin ningún enganche con nada de lo que se terciaba en la película, y cuya suerte y salud emocional considera el director que deben interesarnos lo suficiente para cerrar la película con su ridículo mimetismo de la madre (después de darnos tres escenas finales distintas, una tras otra, una tras otra). La chica representaría al común adolescente de hoy en día, según el guion de la peli.
Los que dudan si les ha gustado "Una batalla tras otra" citan a Steven Spielberg, quien la ha visto tres veces. En realidad, creo que lo que quiere decir S. S. es que ha visto tres películas en una.
Este tipo de película chicle, sin estructura, siempre tiene un fin, por el que podemos "apostar" antes o después de perdernos. El final será a favor de obra, es decir, bueno para los protas. Aquí, el director da tres finales "buenos", y por supuesto, salva -y lo subraya la música "ambiental" de las escenas, absolutamente chiclosa- también a la mujer más mala que el sieso. No sabemos cómo, no se dice, recuperó el instinto maternal, para complicarse en el final de la peli (en uno de los finales, digo), sin venir a cuento, y desaparecer ídem. (Por cierto, su familia y entorno contemplan su conducta asesina y desalmada con su hija, pero no les parece nada).
Siento que la segunda película (que dura una media hora larga) me mantuviera en la butaca atento y disfrutando, eso sí, de la interpretación de DiCaprio y sobre todo, de Sean Penn. Están soberbios ambos actores en su papel, algo distorsionado el último. Pero los actores se pierden como los mismos personajes, como si se les hubiera acabado el guion y no diera más de sí el desarrollo del tipo, lo contrario de la bata-camisa del personaje interpretado por DiCaprio, que sigue y sigue planchada en escena: lo tengo medido: a partir de la hora y veinte aproximadamente (la película dura dos horas y media), y lo sé porque miré la hora en el móvil cuando noté que hacía algún rato que me había desconectado de las peripecias nuevas... Ojalá (no estoy seguro de los fallos intuidos) el director hubiera medido también el tiempo (y el tempo) de las intervenciones de los personajes para no parecer la concurrencia en algunas escenas falsa y "ad hoc". Se saca de la chistera el momento en que le conviene al director que aparezcan.
La primera "película" o parte de la tríada dura demasiado, es redundante de una violencia (verbal y en imágenes) innecesaria. La segunda me interesó, por dos motivos: uno, el de la paternidad especialmente (también, claro, el de la maternidad) vivida en nuestra época; y el otro motivo, más importante para mí, la presentación de un mundo distópico en nuestro tiempo (lo que llamaría endo-distopía), compuesto de grupúsculos radicales de extrema izquierda y de extrema derecha que actúan con el sacrosanto nombre de revolucionarios o de señores o señoras de la limpieza (en el peor sentido esto último, no trabajadores de un respetable como útil oficio). Esos grupos distópicos, intolerantes, se acomodan a la situación (¿de qué viven?), y tienen por delante la supuesta empatía de unos supuestos espectadores ingenuos o sentimentales, porque, al final, lo que al director le interesa es el sentimentalismo vacío. (Así deja, en la tercera película, el tema central y los dos motivos anunciados, que darían para una película adulta, sin maniqueísmos y cuyo final, posiblemente, no fuera neflix-feliz).
En fin, media hora larga buena. Pero qué cine más malo están vendiendo los de Hollywood, "teniéndolo to", porque con actores como Penn, DiCaprio y el "gran" Benicio del Toro, un poco ridículo con modales de Japón, y en algunos momentos Regina Hall, ya es difícil hacer malas películas; ay, si el guion y la dirección al menos se aproximaran a la altura de estos grandes de la interpretación.
Fulgencio Martínez
16-10-2025

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