EL ALMA DE LOS LIBROS. LA LITERATURA COMO REFUGIO
(Pregón de la Feria del Libro, octubre, Murcia)
Texto de Francisco Javier Díez de Revenga
Hoy es el día para pregonar la Feria del Libro de Murcia 2025 y me voy a permitir hablar en esta ocasión sobre todo del alma de los libros. Hemos recorrido en nuestra ya larga trayectoria muchos géneros literarios, desde la poesía al relato breve y a la novela, desde la investigación literaria al ensayo crítico. Y una muy buena prueba de ello es que nos hemos dedicado al alma de los libros, a la literatura como refugio, lo cual es mucho decir y muy complejo el demostrarlo. Aportamos para confirmar esta reflexión el análisis de autores y de textos preferidos, leídos, meditados y cultivados por este ensayista en mi larga, veterana y también venturosa carrera como estudioso e investigador de la literatura y como profesor desde hace muchos años.
Quiero ofrecer una perspectiva múltiple que refleje mis consideraciones, mis meditaciones y mis juicios, y de hecho la literatura recibe impulsos de todas las ramas de las humanidades, las más ricas entre todas, y también las más enriquecedoras. Amante implacable de la sabiduría y amante decidido de la lengua, de la palabra: filólogo; de la razón, del pensamiento, de la controversia y de la conclusión. Y fiel servidor de la palabra, de la lengua, de la literatura y de la historia de ambas, tan rica en nuestro idioma, el español, tan inabarcable, pero tan completa a lo largo de los siglos desde aquellas jarchas mozárabes que constituyeron los primeros balbuceos del idioma común.
Quiero pensar ahora en un libro jubilar, alegre, sí, pero entrevisto desde el arrabal manriqueño de la senectud, es decir viendo la realidad desde la barojiana última vuelta del camino. Desde ahí se ven las cosas de diferente forma. Y, desde aquí, confieso que estoy alarmado porque el mundo va como va y la cultura decrece, y la literatura va desapareciendo de la sociedad incluso debido (parece mentira) a los planes educativos de los estudios secundarios y de bachillerato. Y con la literatura se va también la lengua y su historia. Y desaparece del mismo modo el hábito de la lectura, tan consustancial al mundo de la lengua y de la literatura. Me alerto de los peligros que representa tanto desprecio y tanto caos en nuestro cotidiano vivir de hoy. La sociedad del presente está seriamente amenazada. La falsedad, los engaños, las falacias, y sobre todo la impostura, nos acecha. El siglo xx ha fenecido, con sus cuatro jinetes del apocalipsis, entre llamas y naufragios; y el xxi ha nacido entre escombros y ruinas, epidemias y genocidios, sin capacidad para reaccionar ante las exigencias de una civilización culta y sabia. Todo conectado con las demandas obligatorias del presente, con la pasión por el enriquecimiento ilícito, por los beneficios de una sociedad economicista que ha difundido el principio del ocio y el provecho por encima de cualquier otro.
La propia sociedad, angustiada por el dominio de la tecnología, que no ha hecho sino provocar la alienación del ser humano, vive un palmario empobrecimiento psicológico y mental, fomentando la miseria cultural a la que ha conducido a esta sociedad que camina como ganado sin pastor con destino a no se sabe dónde.
Pienso ahora, recreando nuestra mejor tradición literaria, en los pícaros y en la picaresca. En esta España nuestra, en donde ahora vemos como se destruyen valores y se corrompen los ciudadanos, no nos puede extrañar que la impostura domine ciertos comportamientos. Una sociedad que en su literatura tiene, en su haber, el inmenso honor cultural y literario de haber inventado la picaresca y el esperpento, no debería extrañarse de los comportamientos del presente. Pero lo cierto es que de la ficción hemos trascendido a la realidad, y la picaresca y el esperpento se han hecho habituales y comunes en la realidad del presente en este país.
Todos llevamos dentro un defensor del libro y de lo que significa y ha significado en nuestras vidas; y, como bagaje para lograr la victoria en esa lucha sin cuartel, nos refugiamos en los libros, en la lectura, actividad tan confinada hoy en nuestra sociedad, tan limitada y ceñida a ciertos fragmentos de edad. Para eso este amplio y complejo propósito se nos ofrecen cientos de posibilidades de recuperar cultura, de revivir literatura y de regenerar la historia de nuestra propia lengua. No hay mejor defensa de nuestra cultura occidental y europea que mostrar y manifestar, proclamar podríamos decir, las cualidades, los logros y los prodigios de aquellos escritores que consiguieron ser hitos en nuestra historia intelectual.
Lo conseguiremos partiendo de las raíces de nuestra literatura nacional, y nos refugiaremos en el primer libro en castellano del amor por encima de todo, el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita, recuperado con algunos de sus textos más eternos, demostrando que ese gran olvidado, nuestro Arcipreste, todavía tiene mucho que decir a la sociedad del siglo xxi y del futuro. Un refrigerio intelectual con materiales de la más pura y estricta tradición literaria española, tan viva y tan ejemplar siempre. Y, en definitiva, un libro, y de buen amor…
Nos podemos refugiar también, a través del libro y del alma de los libros, en la lírica popular releyendo las recopilaciones de Francisco Rodríguez Marín y de Julio Cejador y Frauca. Sin duda es uno de los mayores tesoros de la literatura española que iniciaron los románticos. Y es muy cierto que la poesía popular está en los mismos orígenes de nuestras letras, desde aquellas cancioncillas mozárabes que recibieron el nombre de jarchas y han perdurado en nuestro mundo patrimonial hasta el presente. Múltiples han sido los estudiosos de aquellas canciones y los recopiladores de colecciones que pasaron a la historia e influyeron en muchos escritores de generación en generación.
Fue en el romanticismo europeo, cuando las pesquisas e indagaciones de los escritores hacia la lírica popular descubrieron textos que se mantenían en el acervo popular durante siglos. Un hispanista temprano, el cónsul alemán en Cádiz Nicolás Böhl de Faber, romántico convencido, inició en Andalucía, en pleno fervor recuperador de antigüedades populares, la recopilación de canciones y relatos tradicionales, labor pionera que continuó su hija Cecilia, la gran novelista Fernán Caballero. Agustín Durán y Antonio Machado Álvarez (Demófilo), el padre de los Machado, continuarían la tradición de recoger canciones y letras populares, que los hijos Manuel y Antonio, incorporaron a su propio mundo literario y poético. Este año conmemoramos el 150 aniversario de su nacimiento. Otras corrientes de investigación descubrieron diferentes caudales, y desde don Juan Valera, Manuel Milá y Fontanals, Marcelino Menéndez Pelayo y, desde luego, Ramón Menéndez Pidal y su Centro de Estudios Históricos, recorrieron campos y tierras de España recuperando textos populares, labor que continuaron Rodríguez Marín, Cejador, Dámaso Alonso, José Manuel Blecua, José María Alín o Eduardo M. Torner.
Portada del libro De los trovadores en España, de Manuel Milá y Fontanals. Barcelona 1861.
No olvidamos en este momento al más grande entre los grandes, Miguel de Cervantes. Cervantes, que era muy buen poeta, un gran poeta, a pesar de que su propia ironía hizo que muchos no lo considerasen poeta de calidad, cuando escribió aquello de que «Yo, que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo». Y, sin embargo, la poesía siempre estuvo presente en su vida y en su obra. Presencia de la poesía y concepto que de la poesía tenía Cervantes, y que se advierte en unas palabras que coinciden con otras reflexiones sobre poética que nuestro escritor incluyó en alguna de sus novelas.
Escribe en su Quijote (II, XVI), cuando habla con don Diego de Miranda, aquello de que «La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de poca edad, y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella ha de servir a todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar, la volverá oro purísimo de inestimable precio». Altísima consideración cervantina de la poesía que podemos hallar también en El Licenciado Vidriera, de quien dice: «admiraba y reverenciaba la ciencia de la poesía, porque encerraba en sí todas las demás ciencias: porque de todas se sirve, de todas se adorna, y pule y saca a la luz maravillosas obras, con que llena al mundo de provecho, de deleite y de maravilla». Y del mismo modo, se dice en La Gitanilla que era murciana: «La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta, discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta. Es amiga de la soledad, las fuentes la entretienen, los prados la consuelan, los árboles la desenojan, las flores la alegran y, finalmente, deleita y enseña a cuantos con ella comunican».
Quien así opinaba, siguiendo las más clásicas corrientes de la preceptiva de su tiempo, no podía, en manera alguna, ser un mal poeta, tal como una buena parte y muy favorable de la crítica contemporánea a Cervantes y posterior ha sostenido durante mucho tiempo. Emociona oír las palabras del viejo escritor, ya con sesenta y ocho años, aceptado su fracaso como el poeta que quiso ser y no pudo ser, y verlo elaborar, con las más hermosas palabras que se han escrito en español sobre la poesía, una definición tan lozana, tan limpia, tan sabia y tan justa, y tan llena de admiración, frente a la realidad triste y prosaica de la vida cotidiana de entonces y de ahora. Era 1615 y don Quijote recorría sus últimos caminos.
No vamos a olvidar en esta búsqueda entre nuestros libros preferidos a los románticos… Quintana, Marchena, Lord Byron, Larra, Espronceda, Edgar Alan Poe, George Sand, Gérard de Nerval y Víctor Hugo y nuestro inolvidable Gustavo Adolfo Bécquer, que vuelve una y otra vez con sus golondrinas. En sus libros visitamos una vez más los espacios de la rebeldía, la revolución y la libertad y nos integramos en un mundo de cambio que afectó a toda la literatura occidental.
Por eso la presencia de los maestros del romanticismo internacional otorga a esta literatura como refugio un espacio de recreo y gozo especial. La presencia de Baudelaire y su infierno del paraíso constituirá el pórtico de la literatura de la modernidad, en la que entrarán con todo derecho y por la puerta grande los nombres de Verlaine, Rimbaud, Paul Valéry, y, desde aquí, Galdós, Clarín, Baroja, Azorín y Gabriel Miró, Valle-Inclán, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García Lorca y Vicente Aleixandre. Nueva presencia y una nueva forma de entender la literatura como habitación para gozar de la lectura y disfrutar, insistiendo en el concepto de refugio que el libro proclama, refugio y también salvación, refugio y también consolación, en estos tiempos oscuros en que nos asaltan tantas adversidades, en estos años de tormentas que convierten nuestra existencia en un cúmulo de sinsabores, de inseguridades y de falta de honestidad ética y social. La literatura es sin duda unos de los pilares de nuestra civilización y conocerla y gozarla, por medio de la lectura, una de las posibilidades más prodigiosas que tiene el ser humano en los tiempos presentes para superar contrariedades. Y el libro en definitiva será la llave imprescindible para alcanzar tantos beneficios y tantos gozos.
Muchas gracias.
Francisco Javier Díez de Revenga
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El texto fue leído por su autor el 2 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Murcia.
Francisco Javier Díez de Revenga. Fuente: La Verdad.
Francisco Javier Díez de Revenga (Murcia, 1946) es catedrático de Literatura y profesor emérito de la Universidad de Murcia. Entre su extensa bibliografía destacan libros como Carmen Conde desde su edén, o el más reciente, Carmen Conde, en la luz de sus palabras: estudios sobre la poeta cartagenera del 27 y primera mujer que fue miembro de la Real Academia de la Lengua; o Miguel Hernández: en las lunas del perito (publicado por la Fundación Miguel Hernández) que, junto con otros estudios de referencia sobre el poeta oriolano y su contexto, Los poetas del 27: clásicos y modernos (Ed. Tres Fronteras) o Panorama crítico de la Generación del 27 (Ed. Castalia) constituyen hitos en la historia de la crítica literaria.



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