LA POESÍA DE LUIS
GARCÍA MONTERO. Temas, expresión e ideología
Por Fulgencio Martínez
Este trabajo se
propone analizar aspectos de la obra del poeta granadino, que constituyó en
gran medida el paradigma de la “poesía de la experiencia” en los años 80 y 90
del siglo XX.
1. El tema amoroso en Luis García
Montero
Luis García Montero
parte, en su manifestaciones teóricas, de la “poesía como género de ficción” [1] . La ficcionalidad o
convencionalismo del tratamiento del tema no disminuye literariamente el valor
de los sonetos amorosos de Góngora, pero lo ficticio tampoco era un valor que
conectara el amor con la esencia poética, para el poeta barroco. Aunque la
poesía pudiera entenderse como ingenioso artefacto, el amor había de dar la
pátina de un sentimiento natural en el poema.
Hay que entender la
ficcionalidad en el tratamiento poético del amor, en Luis García Montero, como
el montaje que realiza el poema de una escena y un escenario donde se
representan, a través de la expresión del yo poético de su experiencia amorosa,
los usos y maneras de la sentimentalidad de su tiempo.
Tristia, publicado antes de El
jardín extranjero, contiene ya el tono meditativo-elegíaco que caracteriza
grande parte de los poemas de amor de García Montero. “Homenaje”, “El lugar del
crimen”, “Canción de aniversario” tratan (con cierta mezcla de romanticismo a
tenor de la poesía de Gil de Biedma y un uso de imágenes de cine y giros
coloquiales del lenguaje juvenil), la huella en el yo poético de un historia de amor que se funde con el
melancólico paso del tiempo.
En Jardín extranjero, en los primeros versos del poema “Para ponernos
nombre” –“Sólo más tarde se darían cuenta / de que los dos buscaban una
historia / no demasiado cerca del amor”) se constata que el amor era, en
realidad, una de las asignaturas de la vida -de la construcción de la propia
identidad; solo en la vejez, la pareja se da cuenta de que “era hermoso
atardecer unidos, /abrazarse debajo de todas sus banderas”. No se puede
expresar mejor esa experiencia retrospectiva del amor, que descubre su
significado y su peso en el fluir de la vida, mientras la pareja está dedicada
a otra cosas, a la vida, precisamente.
En “Como cada mañana” y
en otros poemas, el tranvía, la ciudad, la soledad, las otras gentes, se intuye
ya que no son solo figuras de decorado sino la misma representación del amor,
cuya experiencia se encuadra a través de esas metonimias, sinécdoques y
personificaciones que, a la postre, conforman su misma esencia como
representación (ficción) en el poema: “la gente andaba triste / con una soledad
definitiva / llena de abrigos largos y paraguas”[2]
El libro Diario cómplice es la representación más completa del amor en la
poesía de García Montero, y donde esas “figuras” que acompañan al amor se
revelan como su representación esencial. El amor incorpora incluso otras
figuras más, como es la experiencia literaria del amor: “Ojos míos cargados
/que me miráis con ira / al terminar la fiesta”. (Libro primero, XVI). Las
experiencias de la ciudad, la nocturnidad, el rock, el lenguaje coloquial, en
particular, de la tribu juvenil y urbana, se unen con la alusión literaria
traída con suave ironía y oportunidad al asunto. Incluso la alusión social se
funde naturalmente con el asunto y con las otras figuras, como aquí la alusión
al paro y al tráfico: “con mis ojos en paro, /mi corazón sin tráfico” (Libro
segundo IX). De modo que el conjunto manifiesta la historia de un corazón junto
a la historia de amor de una pareja cualquiera de su tiempo, que se sabe
viviendo “en una intimidad provisional,”, bajo “paredes que no hacen compañía/
y objetos como búhos en la sombra” (Libro segundo, XXVI).
García Montero funde la reflexión
con la narrativa de esa experiencia de compañía, provisional, que es el amor. No
nos da una historia extraordinaria de amor, como es más usual en la poesía
amorosa; sino una historia corriente de parejas que viven su sentimiento rodeados
de un mundo que es neutro a ese amor (el mundo no le hace compañía). Sin
embargo, la “ficción” del amor logra elegir figuras, términos, luces, símbolos
casi siempre cotidianos que suelen ser testigos de ese amor y que se erigen en
su compañía y representación. Además, García Montero acierta en presentar con
realismo esa vivencia amorosa como provisional, sin drama ni lamento, como
corresponde a la época actual, donde la experiencia amorosa no “pide
eternidades” (parafraseando a Pedro Salinas), sino “realidades” (citando ahora
al poeta de Razón de amor); incluso
es mérito de esta poesía presentarnos, reflexivamente, el lugar del amor en la
identidad personal, no como un bloque y ocupando todo el ámbito de la vida. Habitaciones separadas, título de otro
libro de García Montero, expresa bien esa condición, -que no hace menos valiosa
al amor,sino al contrario- de formar una parte del conjunto de las inquietudes
humanas modernas. El amor, la política, la historia, la literatura, el arte, la
vida corriente, son temas que se entrelazan en los poemas de ese libro.
“Ciudad”, “El lector”, “El insomnio de Jovellanos” reúnen muchos de esos temas
conformando el dibujo de la identidad de un hombre moderno; la reflexión sobre
el amor se une también a la inquietud filosófica, a la meditación sobre el
tiempo y la historia, la memoria personal, la lectura…
2. Las flores del frío
y Habitaciones separadas
Las
flores del frío,
publicado en 1991, avanza sobre Diario
cómplice, de 1987. Si en este se decantaba más la ficción de una
experiencia imaginaria, en Las flores
del frío observamos, como en un zoom, el paso de “un furtivo
individuo”, en expresión de Antonio Muñoz Molina. El libro se caracteriza por
la novedad del recurso a la canción. La canción parece elegida aquí como el
medio para expresar la experiencia de deconstrucción de la identidad de un
individuo moderno, afectado por la primera crisis de madurez. Recoge García
Montero esa forma clásica para renovarla con el lenguaje posmoderno y el
pastiche. “Canción multada” es un título representativo de este libro. La
furtividad del amor buscado en los aparcamientos subterráneos, en los
descampados donde la ciudad termina, cerca de los puentes de las autopista:
“Sigue / en la ciudad sin calles /asombrado y tal vez desasombrado, / como los
puentes de las autopistas, / detrás de aquella casa y esta casa”.[3]
El realismo, el lenguaje coloquial,
incluso cierto costumbrismo madrileño (y en un poema, bonaerense), se
evidencian en poemas como “Barriada del Pilar”, “Tienda de muebles”. “Larra”.
La expresión del sentimiento personal, de la soledad y de la búsqueda de la
identidad y del amor se evidencia en un poema como “Intento, sin compañía, de
rehabitar una ciudad”, siempre bajo la perspectiva de una historia situada en
el presente del hombre urbano. “La poesía no es un arma cargada de futuro, sino
de presente”, dirá Luis García Montero. Esta poesía logra la reconciliación con
su tiempo, en la forma renovada de la experiencia humana que encuentra bajo
“ese resumen ancho de todas las ciudades” que aquí en este poema es una plaza
de Buenos de Aires, la célebre Plaza de Mayo, de las madres y abuelas de los
“desaparecidos” durante la dictadura en Argentina, pero que también representa
el corazón del poeta, la misma poesía como cauce de expresión –también
reivindicativa en lo social y político- del sentimiento humano de todos las
épocas y de esta época. Solo es necesaria una operación de “rehabitación”
(paranomásicamente, también de rehabilitación) de la poesía a los nuevos usos y
hábitos humanos.
De nuevo, comentamos el libro Habitaciones separadas, de 1994. Este
fue considerado como el libro más maduro de García Montero, “cierra un ciclo”
en su poesía[4],
según Miguel Ángel García. Sobresale en este libro la reflexión madura, sin
melancolía, sobre el paso del tiempo, la ciudad, la poesía, el amor, cuatro
temas de la poesía de García Montero, que ahora son tratados de nuevo en unos
poemas de ritmo largo y lento, en silvas de versos libres que siguen el curso
de una reflexión fluida. “Garcilaso 1991”, trata sobre la poesía, buscando su
esencia en esta época nuestra; “Aunque tú no lo sepas”, la comunicación amorosa
de la intimidad, “Life vest under your seat”, el desconcierto caótico de la
memoria, incapaz de retener las imágenes de un viaje y las claves del
sentimiento bajo un confuso proyector de mensajes de fuera del yo poético y de
su interior, con el recurso moderno a la situación de un viajero en su asiento
de avión). La identidad amenazada por el
tiempo y solo accesible a través de la memoria del tiempo, en un poema como
“Primer día de vacaciones”. El asombro, en el verso final, que le produce al yo
leer en el periódico la noticia de un ahogado que no es él, le produce cierto
alivio, aun siendo esa fortuna inquietante. Lo cotidiano, “el ruido de una
moto”, “el mercado”, el lenguaje afectivo, inocente, “primer día de
vacaciones”, se mezclan con la ambientación onírica, creando una metaforización
de la identidad difusa que emerge del yo poético.
3. Ironía, parodias
intertextuales y metapoesía en la poesía de Luis García Montero
Indagamos ahora por recursos usados
ya por la poesía de generaciones anteriores a la de García Montero. La ironía
es usada por García Montero junto a la paradoja y a otros recursos literarios. La
ironía se puede advertir en forma suave en solo un adjetivo, como por ejemplo: el tierno amor (del poema I, Libro
Primero, de Diario cómplice), o “la desmedida realidad” (de los versos
del poema V de ese misma referencia): “cruzo la desmedida realidad / de febrero
para verte”. La hipérbole, en este último adjetivo, y la intertextualidad
literaria, evocación de suave parodia, se unen a la ironía, pues en ambos
poemas el resto del significado desmiente el adjetivo (en el segundo poema, los
taxis aproximan, los medios de comunicación urbanos e interurbanos acortan la
distancia espacial; pero no la temporal, de los meses, del recuerdo (“febrero”)
de la última cita, tras la que no se sabe si el amor seguirá igual de vivo o
habrá cambiado. La ironía se resuelve en paradoja en el sentido del poema.
“Nueva salutación al optimista”,
del libro Las flores del frío, es uno de los muchos ejemplos de parodia e
intertextualidad. Aquí de un título de Rubén Darío. “Intento, sin compañía, de
rehabitar una ciudad” es un guiño a algunos títulos de poemas de Jaime Gil de
Biedma.
Quizá el texto metapoético con más
intención de manifiesto es “Garcilaso 1991”. (del libro Habitaciones separadas). Donde aparece el célebre verso que ha
quedado como icono de la poesía de la experiencia: la poesía vestida con
vaqueros. “Ya sé que no es eterna la poesía,/ pero sabe cambiar junto a
nosotros,/ aparecer vestida con vaqueros (…)”. La referencia, ya en el título,
al año 1991, es un signo de la poesía comprometida con su contexto social e
histórico, y la referencia a Garcilaso,
también presente en el título, al sello de oficio literario, de experiencia
íntima y elaborada, ficcionalizada,
característica de esta poesía.
4. Compromiso e ideología poética de Luis García Montero
García Montero, en 1993, en su
ensayo Confesiones poéticas tercia
respecto a la poesía social de Celaya, “la poesía no es un arma carga de
futuro, sino de presente”; testimonio que recogemos de Juan Cano Ballesta en la
introducción al libro Poesía española
reciente.[5]
La actitud de compromiso con el
hombre, la historia y el tiempo presente está en García Montero expresada en
uno de sus poemas emblemáticos, “El insomnio de Jovellanos”, de Habitaciones separadas. El compromiso
social de esta poesía es diferente a los tonos e ideario de la poesía social;
hay una renuncia, desde el escepticismo, a la utopía, también al tono de
mesianismo –en el fondo, traslado del mesianismo religioso a lo poético: no, la
poesía no puede salvar al hombre, ni al mundo, ni se proyecta hacia una utopía.
Es el aquí y el ahora del presente histórico lo que importan. La escritura son
huellas en la arena (“Allí, /rozadas por el agua,/ escribiré mis huellas en la
arena”[6].
En este monólogo dramático interior, el Jovellanos del poema –trasunto del yo
poético- defiende sin embargo una utilidad,
un sentido de esos signos –no en un mañana ni desde un mañana- pues el mar los
cubre y no los devuelve- sino una utilidad en el momento presente en que se
escribe –pues son índices de un resto de dignidad, de victoria moral y
reafirmación de la identidad y los valores en que el yo ha creído, pese a su
derrota. “El mar nos cubrirá/, pero han de ser las huellas /de un hombre más
feliz /en un país más libre”. La poesía es un arte útil para Luis García
Montero si en el presente se compromete con un testimonio desalienante del ser
humano de esta época. Ante los mensajes derrotistas, nihilistas o falsamente
optimistas, la poesía mantiene un compromiso actual con el valor de lo humano,
y, por supuesto, con esas aspiraciones modestas a la felicidad y a la libertad
(“un hombre más feliz/ en un país más libre”), lejos de la utopía y la euforia.
Compromiso humano y social, por tanto, en versión postmoderna y anti-retromoderna,
que casi es excepción en su momento.
[1]
Las referencias a los poemas se encuentra en el libro Antología poética, de Luis García Montero. Edición de Miguel Ángel
García. Madrid, Castalia, 2012.
[2]
(p. 94. op. cit)
[3] p. 160. op. cit.
[4] p. 54. op. cit.
[5]
Juan Cano Ballesta, Poesía española
reciente, 6ª edición 2001, Madrid, Cátedra, col. Letras hispánicas. p.49
[6]
p. 199. op. cit. Antología poética.
L. García Montero, Castalia.
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