Kant y la censura
"La vida retirada y laboriosa de Kant sufrió una ruda perturbación a
consecuencia de un conflicto con el Gobierno. En octubre de 1794 recibió
Kant una orden, refrendada por el ministro Wöllner. En ella se decía "La
más alta personalidad del Estado ha visto, desde hace mucho tiempo, con
gran desagrado, el mal uso que hacéis de vuestra filosofía,
desfigurando y menospreciando algunas doctrinas fundamentales de las
Sagradas Escrituras y del Cristianismo, como lo habéis hecho
principalmente en vuestra obra Religion innerhalb er Grenzen der blossen
Vernunft ("La Religión en los límites de la razón pura"), y en otros
folletos. No dudamos que vos mismo comprenderéis que de este modo
procedéis impunemente contra vuestro deber, como maestro de la juventud,
y contra nuestros paternales deseos. Apelamos al testimonio de vuestra
conciencia y esperamos que en adelante evitaréis nuestro desagrado, y
que, en cumplimiento de vuestro deber, pondréis vuestro prestigio y
vuestros talentos al servicio de los altos intereses de la patria, como
es nuestro paternal deseo. En caso contrario, nos veríamos precisados
inevitablemente a adoptar medidas desagradables". Todos los
profesores y docentes de Filosofía y de Teología de la Universidad de
Königsberg tuvieron que firmar, además, una declaración, según la cual,
se abstendrían de dar lecciones sobre la doctrina religiosa de Kant.
La rudeza del ataque a la libertad docente conmovió
profundamente a Kant. Tal atropello no hubiera sido posible sin un
cambio radical de criterio en el Gobierno. El ministro von Zedlitz, el
gran colaborador de Federico II, había sido uno de los más fervorosos
admiradores de Kant y de su filosofía. Estudiaba los extractos de sus
lecciones, que con gran celo se proporcionaba, y escribió a Kant cartas
sumamente cariñosas, que demostraban su respeto y admiración. Kant
mostróse tan agradecido a estas deferencias, que le dedicó con nobles y
sentidas palabras su "Crítica de la razón pura". Al morir Federico el
Grande, en 1786, le sucedió en el trono su sobrino Federico Guillermo
II, príncipe afeminado, mojigato, dado a los placeres y débil de cuerpo y
de espíritu. Ya en 1788 había desaparecido Zedlitz y fue sustituido por
el predicador Wöllner, que muy pronto impuso un dogmatismo cerril e
intransigente a párrocos, estudiantes y maestros de Teología.
En relación con estos asuntos se estableció una mezquina
censura. Una de las principales causas fué el recelo con que se veía el
interés que en Alemania despertaba la Revolución francesa. Todos los
espíritus avanzados la consideraban como un acontecimiento trascendental
para el progreso y para la humanidad. El mismo Kant veía
originariamente en ella un testimonio del poder incontrastable de las
ideas morales. La lucha de la libertad contra la fuerza, de la autonomía
contra la heteronomía y la autoridad, de la igualdad ante la ley contra
la injusticia y el capricho al uso en aquella época, se reputaba como
empresa digna de todo esfuerzo. Pero precisamente este interés público
por la Revolución francesa pareció sospechoso y lleno de peligros a los
gobernantes prusianos
Estas reprensiones a Kant fueron motivadas porque su obra sobre
la Religión apareció en su primera edición, a pesar de la prohibición
de la censura de Berlín, por intervención de la Facultad de Jena el año
1794; y ya en el año siguiente se hizo de ella una segunda edición. Ya
en marzo de 1794 escribía Federico Guillermo II a Wöllner: "No debe consentirse por más tiempo la publicación de los funestos escritos de Kant".
Wöllner prefería un procedimiento más suave, pero el Rey mismo le
obligó a proceder con más energía. Si no se hizo así ya en el mismo año
1793, fue debido a la guerra con Francia. A ello contribuyó también un
artículo de Kant sobre el Fin de todas las cosas.
Kant conocía perfectamente lo que en contra suya se tramaba en
Berlín. Aunque preveía su destitución de la cátedra, publicó el folleto,
en el cual protestaba enérgicamente contra el nuevo régimen de la
Iglesia. Entre otras cosas, dice: dondequiera que, una autoridad
arbitraria trata de imponer violentamente el Cristianismo, pierde éste
completamente su fecundidad y simpatía. El Fundador del Cristianismo no
se dirigió a los hombres a título de tirano, sino de amigo del hombre.
Este folleto se publicó en el verano de 1794, y el rescripto del
Gobierno en octubre del mismo año.
Kant contestó clara y noblemente a los reproches que se le
dirigían. Como maestro de la juventud no se había permitido jamás
juicios sobre las Sagradas Escrituras y sobre el Cristianismo. En sus
lecciones se atenía a los manuales y textos aprobados. Tampoco como
maestro del pueblo, es decir, como escritor, se había propasado a decir
nada contra las órdenes y escritos de las autoridades, porque su libro
sobre la Religión era incomprensible para el gran público y sólo iba
dirigido a los profesores y sabios. Que las Facultades eran libres para
juzgarlo, según su leal saber y entender, y que ni aun por su contenido
merecía el libro semejantes censuras. La armonía que en él se establecía
entre el Cristianismo y las más puras y racionales creencias morales
era precisamente su mejor y más irrefragable apología, ya que tantas
veces se había desfigurado el Cristianismo y se continuaría
desfigurándolo en el porvenir. Agregaba, además, que se abstendría en
delante de hacer manifestaciones públicas sobre Religión. Me parece lo
más seguro, decía, afirmar solemnemente como fidelísimo súbdito de la
eterna majestad real, que en adelante me abstendré de hablar
públicamente de Religión natural o revelada, ni en la cátedra ni fuera
de ella en mis escritos. Más adelante confesaba Kant que había empleado
deliberadamente la expresión "eterna majestad real" para no renunciar a
la libertad de pensamiento definitivamente, sino sólo durante la vida de
este rey."
(O. Külpe, "Kant", ed. Labor, Barcelona, 1925)
"Curiosidades y anécdotas sobre Kant"; extaído de la página
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