SEÑOR MONTERO, GO HOME!
1. ¿Para qué sirve el Instituto Cervantes?
Tuve la suerte de ser invitado por el Instituto Cervantes de Bucarest cuando lo dirigía don Joaquín Garrigós Bueno (quien nos dejó hace más de un año). Fui invitado como poeta y supongo que también como director de una revista de literatura, Ágora-Papeles de Arte Gramático. No lo fui como lingüista, ni siquiera como filólogo (por aquel entonces, 2009, aún no había terminado yo mi segunda carrera, la de Filología Hispánica, ni conseguido un Máster en la especialidad de Formación e Investigación Literaria y Teatral).
Aquella experiencia en 2009 fue maravillosa, y la he descrito en un artículo que se publicó en el periódico La Verdad de Murcia. Entre lo mejor, el contacto con poetas rumanos, con las bellísimas ciudades y las doctas y vivas Universidades rumanas que visité (Brasov, Timisoara), y por supuesto, con la capital misma, Bucarest, a la sazón plena de una energía que apuntaba a un nuevo esplendor de la cultura y la civilización de la antigua Dacia, una vez recuperado el país su libertad política y civil.
Recuerdo que en mi viaje estuve acompañado de la poeta española, de origen chino, Berta Wang, y la charla con ella y con nuestro anfitrión, Joaquín (apeado el "don", pues a poco de conocernos aquel sabio nos trató como amigos) fue tan interesante como los mismos recitales y encuentros entre autores.
En una de aquellas conversaciones, mientras aquel gran espíritu inquieto que era Joaquín Garrigós hablaba, y por sus palabras notaba yo que se identificaba en muy alto grado con la cultura y la literatura rumanas, con los grandes autores del llamado periodo de entreguerras y con los más actuales; quedé embobado. Cuando pude recuperarme, le pregunté respecto a los de España. De nuestros autores vivos consagrados Joaquín comentaba menos (le recuerdo solo mencionar a uno, Eduardo Mendoza, que le había dado largas para finalmente no acudir a las Lecturas en el Cervantes de Bucarest).
Lo mismo ocurrió, en otros términos, con artistas plásticos, grupos de teatro, no solo los escritores españoles éramos en ocasiones perezosos de viajar a Rumanía con una magra dieta, sino que parecía más bien que les hacíamos un favor a los rumanos o al mismo Instituto Cervantes, si viajábamos. Faltos, como españoles, de cualquier sentido de promoción de la cultura nuestra y de nuestras lenguas. En caso de asistir, parecía que solo importaba la promoción literaria personal, el afirmar y el extender el resplandor del halo propio, como escritor del momento.
El Instituto Cervantes, entonces (y ahora por desgracia también), dependía del Ministerio de Asuntos Exteriores; de manera que los políticos y sus extensiones en el extranjero imponían muchas veces criterios distintos a los que tenía Joaquín Garrigós en punto las actividades culturales de promoción de la cultura española en Rumanía y de intercambio entre las letras o el arte de ambos países, Rumanía y España. Aquellos autores o artistas que venían de la mano (o del dedo) del Gobierno, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, esos sí estaban contentos de viajar, pues solían recibir un enjundioso viático. Por supuesto, su interés por la cultura rumana y aún menos por la difusión y promoción de la española era perfectamente descriptible, se limitaba meramente al interés propio, como habrá el lector adivinado.
Pero esos no eran los objetivos fundacionales del Instituto Cervantes. Aun así, a pesar de gastar mucho dinero en hacer de agentes de autores y artistas, el Instituto ha servido (y sirve) para un cometido básico: promocionar la lengua del país, principalmente la española por ser la de mayor difusión y de más largo alcance civilizador y cultural, entre las surgidas en esta parte de la Península ibérica.
2. La charlotada del mes
Últimamente, está en los medios la charlotada del actual Director del Cervantes nacional, el expoeta Luis G. Montero (conocido escribevano recaudador del óbolo de Chus Visor por concejalías y otras premiaturas). El espectáculo de Montero fue en Perú, durante un encuentro en torno a la lengua española. Entre los barbarismos que ha usado para desprestigiar a la persona del Director de la Academia de la Lengua, el peor ha sido el llamarle Catedrático ¡y de Derecho Mercantil! al señor Santiago Muñoz Machado cuando debería limitarse este señor, como Director de la Real Academia, a ser un filólogo de prestigio, según G. Montero). Ni más ni menos que Vicente Aleixandre o Miguel Delibes, egregios académicos, estudiaron Derecho Mercantil. Lo que a este Montero pequeño, pero ambicioso de más grande cotos de caza, se le ha pasado.
No hay cultura en libertad y tolerancia si no se cuida el respeto, en la forma y en el fondo, entre instituciones públicas. Aunque sepamos de antemano el eco escaso que puede tener nuestra voz: exigimos la dimisión de Luis Montero, por usar su larga lengua para desprestigiar, a propósito del director de la Real Academia, a la misma institución independiente, y, como hace su padrino político con los jueces, para controlarla en el presente y en el futuro.
Cuánto le habrá chinchado al Gobierno la exposición que pudimos visitar en el casón de la Real Academia: Los Machado. Retrato de familia. ¡Organizada, además, por el famoso derechista Alfonso Guerra! No hubiera sido posible tal acontecimiento cultural y la misma simbólica entrada de Antonio Machado en la Casa del español, si allí hubiera estado el guardián Montero al frente.
Por todo lo expuesto (y por mucho más):
Señor Montero, go home!
Fulgencio Martínez
21 de octubre 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario