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martes, 18 de marzo de 2025

"Un poema de Jorge Guillén: "Salvación de la Primavera" (1931-1934). Discurso de Francisco Javier Díez de Revenga en la apertura del Curso Académico 2025 de la Real Academia Alfonso X El Sabio. Glosa de la glosa por Fulgencio Martínez



"UN POEMA DE JORGE GUILLÉN: "SALVACIÓN DE LA PRIMAVERA", GLOSADO POR FRANCISCO JAVIER DÍEZ DE REVENGA, COMENTARIO A LA GLOSA POR FULGENCIO MARTÍNEZ

 

1. Pistis

Hay una hermosa palabra en el griego de Platón: pistis. Pistis es el conocimiento sensible directo de las cosas, no por signos o signatura. Se traduce al español por confianza o fe (sensible); fe no en el sentido que tendría este término a partir del cristianismo. Aunque esa fe en lo que "no se ve" tiene un algo que ver con la pistis sensible. Pues la fe sensible es algo más que el conocer por los sentidos, más que un proceso neurofisiológico de aprenhender algo fuera de nosotros. La fe sensible implica, por así decir, algo no sensible: un asentimiento, una "fe" en que aquello visto o sentido es real y no solo real sino que es "aquello" que decimos o esperamos que sea. 

    Hoy en día, diríamos que confiamos en que no es un "fake": en el doble sentido, de que no es una imagen engañosa (si en lugar del elefante es una imagen del elefante lo que nos dan) y de que no es un caballo cuando esperamos que sea un elefante y le llamamos elefante. El pueblo diría: tener pistis es tener la certeza de que no te dan gato por liebre, que no te engatusan con la pseudosemántica, como hacen los políticos y hacían los sofistas, llamando a su antojo y conveniencia a las cosas que tienen su nombre.

     Hay un poema de uno de los apócrifos de Antonio Machado, Andrés Santallana, que expresa muy bien ese profundo misterio de la pistis: le parecía a este que era un acto de fe cada mirada. (1)

     Ese asombro, poético, filosófico, surge cuando volvemos de un mundo donde han revuelto los nombres de las cosas y descubrimos que 

            "esto es cal, esto es mimbre."   (2)

descubrimiento que ocurre a la vez gracias al intelecto que asiente y al conocimiento sensorial sin intermediarios, que presenta, que hace presente el objeto aquí y ahora (aunque el objeto esté fuera de campo). Platón, en el conocido pasaje de República (en el llamado mito o símil de la línea dividida), compara el conocer con una línea graduada: en el nivel más bajo, icónico, está la eikasía (traducción al español: conocimiento conjetural, por imágenes; aquí entra todo lo que no he conocido por mí mismo, "con mis ojos"; o sea, el 99, 9 de los supuestos conocimientos que tengo; se incluyen las cosas aprendidas, en libros por ejemplo, de oídas o por fórmulas o indicios; del Imperio Romano tengo eikasía, no pistis; de Oceanía o Nueva York, donde nunca estuve, tan solo eikasía. Puede que sea todo un cuento chino. Puede que tú, lector, también lo seas).

        Pistis es entonces esa modesta porción de conocimiento-fe de la cual puedo dar testimonio directo. Tengo pistis de mi madre, luego de mi padre, y quizá de algunas personas más, y por ende también de unas pocas cosas más, conocidas a lo largo de mi más de medio siglo de biografía. (Aquí me salió el coqueto). Incluso, aunque la memoria temporal se deteriore, en algún sentido permanece la pistis: el asentimiento a lo que hemos vivido en carne y hueso propios. Todo lo demás nos importa, sí; pero para entendernos a nosotros mismos, es contexto de nuestra pistis personal. La novela filosófica, a lo Proust, es la mejor escuela de sabiduría en este asunto de conservar la pistis por medio de la memoria y el lenguaje escrito. Pero también un humilde diario, un dibujo, una conversación, con un amigo, o íntima... Somos una sucesión de testimonios que -si no importan a nadie más- nos revelan las piezas de nuestro puzzle, porque son -esas piezas, esos recuerdos- como cápsulas de pistis.

    Por encima, los dos grados de conocimiento inteligible: la dianoia (conocimiento metamatemático, pensamiento, ciencia en sentido cartesiano) y la episteme (o sea, ciencia, que para Platón es la filosofía: la dialéctica y la metafísica. La ciencia tal como hoy la entendemos le hurtó el término "ciencia" a la filosofía y se lo adueñó a partir del positivismo decimonónico. Yo solía decir a mis alumnos, cuando era profesor de COU: "los de la Ciencia para acá, venid conmigo: busquemos el saber y un aula libre lejos de la dianoia"; la filosofía era ya una optativa y cabíamos en un aula más pequeña).

     Me perdonará el lector el preámbulo. Cada lector tiene sus entenderas y cada escribano sus explicaderas, y este lector que escribe tuvo hace un tiempo algo de noticia de los filósofos. Solo pretendo ponerle en aviso, y si pudiera, contagiarle con una hermosa dosis de asombro ante el poema de Jorge Guillén que llama a la puerta, como una delicada visita.

 

2. "Salvación de la primavera" de Jorge Guillén. Glosa de este poema por Francisco Javier Díez de Revenga

 


 

La Real Academia Alfonso X el Sabio ha encargado al académico de la misma Francisco Javier Díez de Revenga el Discurso de Apertura del Curso Académico 2025. Con ocasión de cumplirse el 50 aniversario de su ingreso en la citada Institución el Catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia ha glosado el poema "Salvación de la Primavera" de Jorge Guillén. El acto tuvo lugar el 20 de febrero de 2025 en la sede de la Academia que tiene entrada por la Plaza Preciosa en Murcia.

     La misma Academia Alfonso X el Sabio ha editado el texto del Discurso. No pretendo resumirlo sino compartir la maravilla del encanto del poema de Guillén (encanto que sigue dándose en acto, como he comprobado en la lectura a que invita el profesor en su Discurso).

      Tampoco es mi intención dar retales o retazos de la exégesis que el Catedrático Díez Revenga hace del poema; primero, ahondando en su sentido unitario, y después, comentando estancia a estancia, en una muestra magistral (así creo sinceramente) de "lectura" de un poema: La atención al todo, y a cada parte, a las partes en progresión, hilando esa progresión (ya que no son compartimentos estancos sino pasarelas las partes del poema), resaltando a los ojos del lector esa progresión del poema hasta su sutil apoteosis en la novena estancia final.

              

        "Ajustada a la sola

        Desnudez de tu cuerpo,

        Entre el aire y la luz

        Eres puro elemento.

 

        ¡Eres!  Y tan desnuda,

        Tan continua, tan simple

        Que el mundo vuelve a ser

        Fábula irresistible."

 

        Así arranca la primera de las nueve "estancias"  que componen este poema extraordinario, la más lograda "representación del amor" (Díez de Revenga) en la poesía guilleniana.

    El profesor murciano repasa, en su estudio crítico textual, los orígenes del poema, desde las variantes textuales hasta llegar a la expresión nítida; desde el testimonio -valiosísimo- de los epistolarios de Guillén, en especial, con la destinataria del poema, su mujer Germaine (francesa), las notas que el propio Guillén toma en los lugares donde fue componiendo el poema (Sevilla, Valladolid, Madrid, Cádiz, Valladolid, Sevilla) para recordarnos el íter del poema en construcción, su cronotopo. En resumen: 1931-1934, iniciado en Sevilla en octubre de 1932 y terminado en Sevilla en 1934; a pesar de que hubo una primera publicación del mismo en la Revista de Occidente, de don José Ortega y Gasset, en 1932 (3);  que el autor revisó y culminó en la capital hispalense, en febrero de 1934. El poema "habría de figurar en Cántico, a partir de la edición de 1936" (Díez de Revenga, F. J. "Un poema de Jorge Guillén: "Salvación de la Primavera" (1931-1934), p. 33).

    El profesor Díez de Revenga nos adelanta la estructura casi more geometrico del poema, que consta de 220 versos, divididos en 9 estancias numeradas en romanos, formando serie progresiva; ocho estancias de 5 estrofas (de cuatro versos) y la central, la V, de 15 estrofas y 60 versos. De siete sílabas, con tendencia a ser leídos rítmicamente de dos en dos, como alejandrinos franceses; asonantados los pares, y con rima asonante diferente -no encadenada- en cada cuarteta heptasílaba.(4)

    Díez de Revenga no solo aporta su interpretación del poema, recupera las importantes miradas sobre el mismo de lectores tan inteligentes como el poeta Jaime Gil de Biedma, de los maestros Dámaso Alonso, Casalduero, Blecua. Establece comparativa con otro de los grandes poetas de amor del siglo XX en español, amigo de Guillén y compañero de la Generación del 27, Pedro Salinas (Este lector se queda con ganas de oír más sobre ese tema al profesor Díez de Revenga; hay unas coincidencias -tú esencial- y unas profundas diferencias entre el tratamiento del amor y la óptica sobre la amada en ambos poetas, subraya el profesor murciano).

   Este lector no puede olvidar versos como estos:

    III

....

 ¡Amor! Ni tú ni yo,

Nosotros,  y por él

Todas las maravillas

En que el ser llega a ser.

 ....

¡Oh realidad, por fin

Real en su aparición!

¿Qué universo me nace

Sin velar a su dios?

 

Pesa, pesa en mis brazos,

Alma, fiel a un volumen.

Dobla con abandono,

Alma, tu pesadumbre.

 

        Así termina la tercera estancia, donde nos producen un escalofrío de belleza los versos -en su pura sonoridad y en su contenido mistérico, además del contenido "pictórico-erótico narrativo" del poema-. "¿Qué universo me nace / Sin velar a su dios?".

    Como si se tratara de un poema a lo Baudelaire, el poeta juega a pintar en su memoria (es una pistis en ausencia de la amada) el cuerpo desnudo de la amada. No se trata, como en Baudelaire, de una Musa maldecida luego de gozarla, decadente. No. Se trata de la Mujer y Esposa real. Tan real, entendámoslo, como es la Esposa mística. En la segunda estancia el poeta ve "paisaje" en el cuerpo imaginado de la amada. Pero es a partir de la tercera estancia citada, y precisamente de esas tres estrofas traídas a colación, donde el cuerpo amado es realzado hasta manifestarse como alma que pesa, intermediaria del amor. Un amor, un dios, que toma ya posesión de un mundo nuevo, maravilloso (antes, estancia I, los prodigios, y no mágicos, eran las cosas de ese mundo, separadas, tomadas una a una; pero ahora se revelan como parte de un universo, obra de un dios que establece simpatías, y el alma amada, aquí y ahora, pesa, pesa en los brazos del poeta -que ya no solo tiene en imaginación su cuerpo-: el "alma, fiel a un volumen", es la clave que va descubriendo y uniendo los cuerpos que se aman). El poema deja de ser extático y contemplativo, en sentido unilateral, y llega a ser una participación, una mezcla, metexis platónica (idea y cosa transformada por la idea mantienen un vínculo esencial, indeleble, como en el poema los amantes).

    Amar en sentido platónico no es otra cosa que aspirar a la belleza del cuerpo y del alma del otro (del eroumenos), el amor lo hace el que ama, el erastés (dice Platón en Banquete). Si has sido amado mucho pero nos ha amado un ápice, has perdido el tiempo. Solo quien ama experimenta el amor, le aporta esa experiencia; a veces sufridora, casi siempre desasosegante, desestabilizadora; pues, como bien dice Abel Martín, otro de la factoría de Antonio Machado, el ser es esencialmente otro, está afectado por la extraña maldición de la alteridad o heterogeneidad del ser; es decir, que para ser uno he de realizarme en el cuidado de otro, y el amor-eros de otro es una de las más transitadas y difíciles vías de realización (otros caminos son la ciencia, la belleza, el arte, el conocimiento del Bien, la filosofía; pero el amor es la más profunda vía de realización, emocional y radical necesidad de la naturaleza humana).

    No puedo sino citar la última estancia completa del poema "Salvación de la primavera",(5) donde, como en Baudelaire, en sus poemas "religiosos" malditos, satánicos, o en otros puros, a la Virgen María, doncella hermosísima (panis salsus / mollis esca (pan sabroso / manjar delicado), se nos ofrece una letanía (como bien señala el profesor Díez de Revenga), letanía que es el canto a la amada transformada. 


    IX

 

 ¡Tú, tú, tú, mi incesante

Primavera profunda,

Mi río de verdor

Agudo y aventura!

 

¡Tú, ventana a lo diáfano,

Desenlace de aurora,

Modelación del día:

Mediodía en su rosa,

 

Tranquiidad de lumbre:

Siesta del horizonte,

Lumbres de lucha y coro:

Poniente contra noche,

 

Constelación de campo,

Fabulosa, precisa,

Trémula hermosamente,

Universal y mía!

 

¡Tú, más aún: tú como

Tú, sin palabras toda

Singular, desnudez

Única, tú, tú sola!

     

        Y como señala el mismo profesor, aquí ya no hay verbos, ni acciones. El poema se consuma en el hálito ante el "eres" eterno de la amada, "Tú, sin palabras, toda / Singular, desnudez / Única, tú, tú sola!". Recordemos que el poema, en su estancia I, enfatizaba el "Eres" continuo de la amada, un "Eres", como nunca se ha dicho en ningún poema en castellano, donde el tiempo verbal, en segunda persona del presente del verbo ser, adquiere una cualidad temporal, de sustancia temporal, no sustantivo o nombre, sino algo más, que no puede expresarse en nuestro idioma sino en lenguas como las de los iroqueses o las de los esquimales donde no hay montes (nombres sustantivos) sino sucesos (algo así como "montear"). En fin, de ese "Eres" el poema ha llegado a hacer una pura exclamación y un florilegio de epítetos en letanía. Sin embargo, como advierte el profesor (y nos compara de paso el tratamiento del de la amada en Pedro Salinas y en este poema de Jorge Guillén), esa volatización, esa especie de alquimia ha sido necesaria para afirmar, rotundamente, con más pertinencia, el tú -el tú, único, desnudo, de la amada. Del cuerpo contemplado, pintado, recreado por la pistis in absentia (en la realidad del cronotopo de la escritura de "Salvación de la Primavera", el poeta escribe, solo, el poema; en Sevilla, donde llega como profesor de su Universidad, y en las otras ciudades citadas) al Tú, que afirma la totalidad de la persona amada y el perfecto (aunque a Guillén no le satisfizo ese adjetivo(6)) gozo del amor realizado y expresado.

 

Fulgencio Martínez

Lunes, 17 de Marzo 2025, Huesca.

_________

 NOTAS

(1) 

EL MILAGRO


En Segovia, una tarde, de paseo
por la alameda que el Eresma baña,
para leer mi Biblia
eché mano al estuche de las gafas
en busca de ese andamio de mis ojos,
mi volado balcón de la mirada.
Abrí el estuche con el gesto firme
y doctoral de quien se dice: Aguarda,
y ahora verás si veo…
Abrí el estuche pero dentro: nada;
point de lunettes… ¿Huyeron? Juraría
que algo brilló cuando la negra tapa
abrí del diminuto
ataúd de bolsillo, y que volaban,
huyendo de su encierro,
cual mariposa de cristal, mis gafas.
 
El libro bajo el brazo,
la orfandad de mis ojos paseaba
pensando: hasta las cosas que dejamos
muertas de risa en casa
tienen su doble donde estar debieran
o es un acto de fe toda mirada.
 
  Antonio Machado. Cancionero apócrifo 
 
 
(2) 
 

MÁS ALLÁ 

     IV

El balcón, los cristales
Unos libros, la mesa.
¿Nada más esto? Sí,
Maravillas concretas.

Material jubiloso
Convierte en superficie
Manifiesta a sus átomos
Tristes, siempre invisibles.

Y por un filo escueto,
O al amor de una curva
De asa, la energía
De plenitud actúa.

¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce
Sin escándalo dentro
De lo tan real, hoy lunes.

Y ágil, humildemente,
La materia apercibe
Gracia de Aparición:
Esto es cal, esto es mimbre.

 

  Jorge Guillén. Cántico 

 

(3) "En el número 113". (Díez de Revenga, F. J. "Un poema de Jorge Guillén: "Salvación de la Primavera" (1931-1934), p. 6). 

(4)  El ritmo se entrecorta abruptamente en algunos versos, con una coma o punto, pausa breve o larga que supone siempre una ruptura, y produce sorpresa y el efecto estético consiguiente. Especialmente bellas son las rupturas en el comienzo del segundo verso, que hacen volver a este sobre el primero, y producirse como un retardo: "El planeta invisible / Gira. (VI)" "Mi atención, ampliada, / Columbra. (II). O a veces es en el verso cuarto donde se produce retardo con el tercero y aun con el fragmento desgajado del verso precedente al anterior, el segundo: así en esa misma estrofa y estancia II: "Por tu carne / La atmósfera reúne / Términos. Hay paisaje." Un retardo que produce como un efecto de galope, de balancín, de impulso y retroceso, y velocidad, a partir del sutil efecto producido por la ruptura: por el punto tras "Términos", y por la cláusula brevísima que le sigue: "Hay paisaje". 

Lo más destacable, en fin, es el juego de, por un lado, la "lección" de los versos 1 y 2 a modo de un solo alejandrino de catorce sílabas con pausa o cesura en medio de ambos hemistiquios (alterada a veces por las rupturas que hemos señalado) y por otro, de la rima asonante, diferente, en los versos pares (2-4); juego que sugiere un efecto como de vuelo progresivo, de giro ascendente, a la vez que de trabazón constructiva.

(5) El propio Guillén fluctúa entre poner en mayúscula o en minúscula "Primavera". No es esto baladí tratándose del título del poema. En sus primeros momentos, en el epistolario dirigido a Germaine, que cita Díez de Revenga, se le dice al poema "Salvación de la primavera"; es en el contexto en que surge el mismo, y cuando, con él, el poeta se dirige a la amada ausente: "¡Salvaremos la primavera!" (Sevilla, 5 de marzo 1932), quizá prefigurando un inminente encuentro de ambos esposos. Pero ya en carta a la misma, de 30 de junio de 1932, se lee: "Sigo salvando la Primavera. Sigo perdiéndote. ¿Perdiéndote? Es la pose más larga de la Historia -en materia de desnudos. Hay para coger una pulmonía...  (citado en Díez en Revenga, op. cit. p. 14).

El tránsito (en ambas direcciones) de la primavera (con minúscula, atmosférica) a la Primavera (con mayúscula, que invoca a una diosa mítica) tiene que ver (intuimos) con el propósito-clave del poema (inicial o quizá desvelado durante su realización), la apoteosis de la amada y su identificación con la Primavera. "Claridad / primaveral" (II), "Primavera profunda" (IX) son los dos hitos de esa metaforización. Paso de lo temporal-cíclico a lo temporal-eterno (incesante).

"Es tuyo el resplandor

De una tarde perpetua.

¡Qué cerrado equilibrio

dorado, qué alameda!

                                (Final de II)

 

 ¡Tú, tú, tú, mi incesante

Primavera profunda,

Mi río de verdor

Agudo y aventura!

                            (Comienzo de IX)

 Reparemos, de paso, en la música de este poema: desde su estancia I y primera estrofa, "Ajustada a la sola / Desnudez de tu cuerpo, / Entre el aire y la luz...; hasta en aquellos estancias citadas, se percibe cristalino el timbre de la vocal U, que Guillén convierte en dominante, estilizado, brillante y rico en matices. (En combinación con posición -inicial, media o final- en la palabra -o incluso en la secuencia anterior a una pausa, sea dicha secuencia un verso o una frase- o con posición tónica, como en agudo, aventura, profunda, con preferencia a átona; posibilidades que hacen que la "U" pueda emitirse más o menos aguda y clara, con más o menos textura y timbre). Por lo general, la U es la vocal menos clara y la que menos aparece en la inmensa mayoría de poemas de cualquier escritor; salvo aquí. El poema elige siempre las ocasiones en que pueda brillar mejor el sonido vocálico U.

(6) Desechó un primer título del poema: "Perfecto amor" (op. cit. p.12). Sin embargo, un verso central del poema, donde llega el amor-pasión a su entrega (estancia V, estrofa 13) dice, tras llegar la paz de los cuerpos: "Perfecto es el amor: Se extasía en los límites".

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