Monica Tarau y Joaquín Garrigós. Entrevista Radio Romania International 5-1-2018
PALABRAS DE RECUERDO
a mi amigo Joaquín Garrigós
Intento rescatar de mi memoria las últimas palabras que me transmitió por teléfono en una de las contadas ocasiones en que pudimos hablar largo y tendido, en el último año y medio de su vida. Las visitas a terapia le dejaban exhausto. Joaquín tenía siempre para mí una noticia, una precisión sobre algún autor rumano que estuviera yo leyendo. En septiembre me han invitado al Festival Internacional de Poesía de Bucarest y al Instituto Cervantes de la capital rumana, que él dirigió con tanta dedicación. Le comentaba al oriolano que, en preparación de mi viaje, estaba leyendo una novela histórica que versaba sobre Trajano y los dacios, entre otros temas... -"No me gusta la novela histórica -me precisaba Joaquín-, prefiero leer libros de Historia". Ahí dejé para otra ocasión Circo máximo, de Santiago Posteguillo; novela que a la sazón (a fecha del 22 de marzo de 2025) aún no he terminado de leer... Aunque, haciendo trampa, el lector se saltó "sienes y sienes" de páginas de narración indistinta para leer la documentación final que a modo de epílogo se incluye en dicha "novela". Sobre Rumanía, Decébalo, los dacios, incluso un vocabulario geto-dacio final... En otra ocasión, le comentaba a Joaquín, como si se tratara de un escolio fuera del libro, algunas de estas palabras leídas en la novela de marras, sin volver a pronunciar el mote de novela histórica ni mencionar su título ni a su autor. -"Esas palabras -me decía Joaquín- y todo el eslavo que incorporó la lengua rumana, fundamentalmente de tronco latino, eran palabras de campesinos. Recuerda que eslavo viene de esclavo. La gente culta, de ciudad, tenía a gala usar la lengua de la Romania, el latín, por eso quizá es por lo que Rumanía es el país con más orgullo de su lengua y de su cultura románicas. En este caso, a un cierto complejo de superioridad frente a lo eslavo y campesino, le debemos la conservación del gran legado de Roma en Rumanía. Un posible mal puede ocasionar un bien."
Estas conversaciones telefónicas me remontaban después -al meditar las palabras de Joaquín en mi soledad-, a los años en que tuve la suerte de conocerlo. Fue en Bucarest en noviembre de 2008. Aún recuerdo el primer encuentro en la antigua sede del Instituto Cervantes en Bucarest. (1)
Nos caímos bien enseguida. Recuerdo su camaradería y su sencillez. No conseguí sin embargo que en los tres o cuatro días en que compartimos mesa en la cena, tras los actos culturales del día, me invitara a una tuica (aguardiante típico rumano). Siempre que la pedía, me decía con una sonrisa, "no; mañana. Tienes otro recital mañana..." La última noche, antes de partir hacia España una vez acabados los "Diálogos", Joaquín, en nombre del Instituto, nos agasajó con una cena en un restaurante (por fin) rumano. Yo le había interrogado: "Joaquín, ¿por qué siempre nos llevas a italianos? Me han dicho que es notable algún plato rumano". "Siempre voy a restaurantes italianos. Desde que estoy aquí hace más de diez años, no me he acostumbrado a la cocina rumana, pero, mira..." (y Joaquín llamó al camarero y le pidió, en rumano, una comanda para mí...) Yo no sabía dónde meterme cuando vi aquello puesto en la mesa delante de mis ojos. Lo siento, por mis amigos rumanos. Joaquín, con sorna valenciana, me animó aún a comer (mientras los demás invitados devoraban su plato de pasta o lasaña): "...es polenta, el plato preferido de Ceauscescu, de origen campesino, y eso que lleva al lado y puedes mezclar con la masa es un yogur turco agrio... fermentado..." Como si estuviera oyendo a mi madre, cuando me decía irónica: "todos los asquerosos son marranos", siempre que yo ponía remilgos a una comida, Joaquín se cachondeaba de mí con la mejor de las bondades. Al final de aquella "última cena" le pedí con más insistencia que las anteriores veces un poco de tuica, ya que me iba a ir de Rumania sin probar ni la tuica (protestaba yo con cierto retintín, repuesto apenas de mis campos...) , "ni el caviar" (¡otra! Había leído, en mi guía Planet de bolsillo de Bucarest, que el caviar en ese país estaba tirado de precio, "se lo llevan todo los rusos", me dijo Joaquín, y ni probarlo pude). No obtuve mi premio de tuica, como era de esperar. (2) Pero, acabado el cenáculo, medio chispados de poesía y de otros licores, y sin cesar de dialogar en francés, a la poeta Denisa Comanescu y a mí, nos metió Joaquín en un taxi. Bajó primero Joaquín frente a su casa y pidió al taxista que esperara. Sonriendo, al poco, volvió Joaquín con una botella de tuica para mí, era mi regalo de vuelta a España. (La bebimos mi mujer Soledad y yo a tragos lentos, duró meses, pues aquella bebida era dura como el aguardiente de labriego, el aguardiente casero de las aldeas de Galicia, y lo peor, o lo mejor, hacía el efecto sedante de un porro).
Las distancias urbanas eran cortas en el centro de Bucarest pero la noche estaba reventada de perros callejeros, vagabundos y putas. Sobre esto también me alertó Joaquín: "si se dirigen a ti, di que eres "albanese", solo di: albanese, albanese, y las harás huir, como si tuvieras la peste... Te preguntarán si hablas francés, o inglés, o griego, o italiano, o quizá español, en todas estas lenguas te lo preguntarán, pero, recuerda la cautela: silencio, sólo respondas albanese". Firme en mi propósito, la primera ocasión que paseé solo por un bulevar del centro, próximo al Instituto Cervantes, me abordó una peripatética y le dije la frase mágica preventiva: soy albanese.... Error, decir "soy"... Ipso facto, me dijo la puta: eres español... El talismán de la palabra albanese también valía para alejar a los mendigos, casi todos de etnia gitana, que pululaban incluso en las plataformas de los trenes y que te impedían casi subir a los mismos o te retrasaban. Para aquellos pobres, nombrar incluso a los más pobres, a los albaneses, era como una contaminación. Cada país tiene su "sur", aquí tenemos a los "moros" y estos tienen a los "negritos". El país que esté libre de pecado....
Comentaba con Joaquín cuestiones literarias y semánticas. Él habituado, pienso ahora, a la jerga diplomática nombraba "Rumania" al país que le había casi adoptado y cuya lengua, literatura y cultura apreciaba y amaba con tanta pasión, hasta el punto de contagiar con el mismo aprecio y amor por Rumanía a cuantos le oían, y a mí, desde luego. "¡Pero, Joaquín, en español es Rumanía, no Rumania; por ahí no paso!", me ponía yo hosco, viniendo de aguantar la barbarie en nuestro propio país.
Visitamos varias iglesias ortodoxas del centro de Bucarest. Maravillas todas ellas. Pero, una en particular a la que me llevó Joaquín la recuerdo con más cariño. La principal iglesia armenia de Bucarest... Le noté a Joaquín un brillo especial en los ojos, una elocuencia y emoción más contenidas al llegar al atrio de dicha basílica, donde, en ese instante, se celebraba un oficio. La multitud nos impedía pasar dentro. Acabado este, esperamos en el mismo lugar y se dirigió a nosotros una señora, como la guía o conservadora de la iglesia que era también museo de la cultura armenia, esa otra cultura más invisible aún que la rumana para Occidente, perseguida históricamente por la bota turca.
Joaquín intercambió con esa mujer unas palabras en perfecto rumano, que yo, claro es, entendí como si hubiera sido en húngaro. "Le he dicho que tu madre era argentina hija de armenios emigrados y que, pese a ello, sólo hablabas en español pues aunque lo intentó tu madre no consiguió que hablaras dos palabras en el armenio familiar". Yo farfullé algo en español de excusa y Joaquín me tradujo al rumano: "Dice que le encantaría mucho conocer el Museo y la cultura de sus antepasados armenios". A la buena señora se le alegraron los ojos, nos invitó a conocer el Museo de la Basílica, que nos abrió expresamente para nosotros dos, y nos dio una larga y para mí inexcusable clase de arte armenio, en idioma rumano, que Joaquín hacía que me traducía mientras se aguantaba de reír y ponía cara de intérprete serio y yo, de Presidente de Estado extranjero.
Cuando tras conocer (gracias a Inés Mesonero) la noticia de la muerte de Joaquín, el 22 de mayo de 2024, le escribí a Monica Tarau, periodista y locutora en Bucarest de Radio Romania Internacional. (3) Monica había trabajado para el Instituto Cervantes cuando Joaquín fue director, le tenía admiración y afecto (lo pude comprobar cuando -volviendo a mi viaje al Festival de Poesía en septiembre de 2023- la reencontré, y recordamos juntos a Joaquín y el año de mi primera visita a Bucarest en 2008).
Monica Tarau me contestó a los pocos días, diciéndome que había ido a rezar por él y a ponerle una vela en su memoria a una basílica. Yo quise para mí que hubiera sido en esa armenia, que me evocaba el recuerdo, tan alegre y divertido, de ese Joaquín socarrón, alicantino, mediterráneo, tanto como de aquel tiempo que compartimos, y de ese país, de esa Rumania o Rumanía, acogedora con Joaquín y con nosotros y entrañable.
Dejo aquí estas palabras de recuerdo por Joaquín Garrigós. Ojalá pudiera rezar y reír como quisiera hacer, en lugar de esto.
Fulgencio Martínez
Editor de Ágora. Poeta y articulista. Ha publicado recientemente Carta partida.
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(1) Anuncio del acto en la web del Instituo Cervantes: Poetas en diálogo (Mesa redonda). De los tres participantes, anunciados como poetas, solo estuvimos presentes Berna Wang y yo.
https://bucarest.cervantes.es/FichasCultura/Ficha51239_10_1.htm
(2) Y dejo constancia, de paso, de que tampoco pude visitar el castillo de Bran que me caía a mano en Brasov. "¡Esos son tópicos: Drácula y eso; como la España típica y tópica!". A propósito, siempre que le preguntaba a Joaquín sobre España, torcía un poco el gesto, se ponía un poco tenso. "No quiero saber nada. Todos pelean". Me gustaría escribir más de este tema, pero sería otro el tono de estas palabras; en otra ocasión, escribiré sobre mis conversaciones con Joaquín sobre España, él fue uno de los primeros que me abrieron los ojos a la triste guerra civil que es la historia y el presente de esta nación desdichada y tan bella. Ningún bando ha pedido perdón al otro, ni han pedido perdón a los que nacimos después, y siguen dividiéndonos. "Eso es, más o menos").
(3) Entrevista de Monica Tarau, a Joaquín Garrigós, traductor. Radio Romania International 5-1-2018
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