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lunes, 1 de diciembre de 2025

EN LA FRENTE DEL AGUA, LA SED QUE NO SE APAGA. Sobre el libro de Antonio Carvajal "En la frente del agua" (Ed. Alhulia, 2024). Por Fulgencio Martínez / Dossier en homenaje al poeta Antonio Carvajal / Ágora n. 35. Nueva Col. Invierno 2025

 

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EN LA FRENTE DEL AGUA, LA SED QUE NO SE APAGA 

 

El 13 de junio de 2024, coincidiendo con la onamástica del poeta, la editorial Alhulia sacó de la imprenta este nuevo libro de Antonio Carvajal, que lleva el hermoso título de En la frente del agua. Antonio Carvajal nació en Albolote, Granada, en 1943, y nace en cada libro que escribe o tiene por escribir aún. Su vitalidad creadora no se agota en el dominio de la técnica del verso, ni en el manejo y descubrimiento de las posibilidades sorprendentes de la música del idioma castellano, que él ha cultivado y sigue explorando quizá como nadie entre los poetas vivos. 

    En la frente del agua es una muestra generosa, poliédrica, de la palabra de Carvajal siempre abierta, como antenas, a la captación de la poesía: la gran poesía que anuda cualidad sensorial, ritmo, y sentimiento y peso.

    Para vuestro inhábil comentarista se hace casi extraño comentar la poesía de Antonio Carvajal, por dos motivos: uno de ellos es que ha de preveniros para que no creáis su comentario una valoración (menos una tasación, ni siquiera un reconocimiento, tampoco un constatar la autenticidad de la apuesta insólita de esta poesía), sino que, amables lectores, le permitáis mostrar, un poquito, la joya, desde su mirada. El segundo motivo es la variedad y el multiforme, hondo venero de la maravilla que despliega en los poemas, y en cada libro, Antonio Carvajal.

 

                                                                                     Dionisia Pérez, Antonio Piedra y Antonio Carvajal (leyendo)
 

    Este libro del poeta andaluz nos viene lleno de nombres, nombres propios: de amigos, pintores, escritores, músicos y poetas. El libro es un testigo de una vocación de amistad, tan honda y duradera como la sed de la poesía y la belleza que él ha cultivado y que le persigue, para su suerte, al poeta Antonio Carvajal. Su palabra de alondra matinal pasa repitiendo y cantando nombres que suenan a grandes poetas por todos conocidos -Garcilaso, Pedro Espinosa, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Antonio Machado y Manuel Machado- o a poetas coetáneos nuestros: María Victoria Atencia, Jaime Siles, Antonio Praena, Javier Lostalé, Francisco Domene, Trina Mercader, Jenaro Talens, entre otros. Dedicatorias y versos prestados a esos amigos y poetas se incluyen en el libro, como, en cierto modo, un acompañamiento musical, coral, y desde luego un homenaje y testimonio de amistad.

    Y nombres geográficos: la peña de Arias Montano, Baeza, Belchite, Sacratif, el Guadalquivir, etc; o de cultura: Alhambra, Soneto, Cupido, Aurora, etc, que llevan consigo, como si una corriente de agua, el sentir del poeta.

      El agua, la música, la noche, el amor, la lluvia, y ese expresivo término "humuvia" (mezcla de tierra, humus, y lluvia, y tan cercano a humildad, otra palabra del universo carvajalesco, o carvajaliano -aunque puede haber matices entre ambos adjetivos) y aurora, alegría, amigo... son los nombres comunes que la poesía hace rodar desde su cima en este libro, En la frente del agua.

     Y sin duda agua es la idea-palabra imán, fetiche, del libro. Por un momento, creemos, como lectores, que es la misma poesía metaforizada, cifrada en ese término. Aigua, nombrada así, en catalán, en otro poema. ("Endecha sobre un motivo de Josep Piera", p 50.) donde se termina con esta estrofa, de dos versos: 

        ¿Poeta? Sí, si su palabra tiene

        rumor de madre.

 

    El agua puede ser, por lo que intuimos, el símbolo de la palabra-origen, de la palabra-madre, el verdadero hontanar del poeta. Y, concatenando una idea con otra, el agua alude a la madre, como en muchas culturas, y principalmente en la mediterránea y en las del Medio Oriente. La madre y por extensión, lo femenino, tiene su presencia callada y mágica en el poemario de Antonio Carvajal. En un poema como "Hazañas cotidianas" (pp. 63-64), uno de los mejores del libro, en nuestra opinión. 

    Pero es la lluvia (o el preferido a veces por el poeta, la humuvia) otra de las encarnaciones poéticas de la palabra agua. Una lluvia que por momentos también creemos que circula por la piedra (También la piedra siente, dice Antonio Carvajal, contradiciendo a Rubén Darío; p. 111, "A Manuel Ángel Vázquez Medel, sobre varias ruinas de mí mismo"), por la niebla y la noche, y aun por el "cielo eritreo", cubierto de rojez de desiertos (como en la deliciosa oda dedicada a Javier Lostalé, la cual recomiendo leer varias veces, con disfrute moroso); así comienza "Oda entre el viento del sudeste" (pp. 82-83):

        Se camufla de niebla la eritrina,

        de cúmulos de arcilla cae la lluvia

        y en polvo blando nos reboza opacos

        cielo eritreo;

 

    La música de la palabra (tal vez leída en un poema de Lostalé u oída por las ondas radiofónicas -Lostalé es poeta también de la palabra oral, en radio) como Orfeo calma los vientos iracundos. No es magia ni solo un ceder la bravura de los elementos a la ley de la naturaleza, que impone la calma tras la tempestad; es la voz de la poesía o del amor que pasa acariciando el cielo, como un labio.

    Termina la oda con estas dos estrofas: 

 

        Ábregos bramen, academias bufen;

        céfiro doma estridencias de cierzos

        si Javier Lostalé por raudas ondas

        viene volando. 

 

        Crudelísimo viento, ¿que lo callan

        y a su silencio llaman jubileo?

        A otro ve con el cuento, que en mi alma

        llevo sus labios. 

 

    Hay en el libro otros poemas excelentes, dedicados o alusivos a poetas, como ya hemos indicado: a Garcilaso, Miguel Hernández... Pero quisiéramos destacar dos: el primero ("Estampa antigua", p. 53) es un homenaje a Antonio Machado en Baeza y el segundo ("Fraternidades", pp. 56-57) una reivindicación tranquila de la fraternidad de los españoles a través de las figuras de tres de los hermanos Machado, José, Manuel y Antonio.


    Se puede ser hermano de un hermano que piensa

    de manera distinta sin perderle el cariño,

    sin faltarle el respeto, 

 

         (......)

                                            La tierra

      se maduró de espantos, los arrojó a caminos

      sin fondo y sin sosiego

       y alguien buscó las sangres para teñir banderas

       y separar amigos,

       enfrentados en muerte por los odios ajenos.       

 

    La reflexión poética, serena y afectuosa, sobre la historia contemporánea de España se vierte también en uno de los poemas más hondos y bellos del libro: "Diferencias sobre un motivo de Belchite". Belchite, el pueblecito aragonés, el pueblo-mártir, domeñado por uno y otro bando, y finalmente arrasado con saña por el bando franquista; símbolo (como otras ruinas, de pueblos, iglesias, cementerios) de un odio en las dos direcciones, que nunca debería repetirse. La poesía cumple, así, desde la belleza intrínseca al poema, una condición a la que no puede renunciar: ser una seña civil, una guía en el camino para futuros caminantes. ¿La verán? El poeta no elije su deber, escribe lo que le dicta el sentimiento y la razón cordial. De otros serán su palabra y su silencio (porque también el poeta habla por este).

    Junto a ese grupo de poemas, entre los cuales podrían citarse otros títulos, como, por ejemplo, "Lectura del pasado" (un poema espléndido en sus pliegues temporales, en su ritmo y en las temáticas que sugiere: la apertura al otro, la reconciliación con el otro, la juventud recuperada no como nostalgia sino como afirmación de vida soñada hacia futuro siempre...), el libro contiene poemas que consideramos en cierto modo cimas de la poesía madura de Antonio Carvajal. Esos poemas tienen un aire ciertamente clásico pero son neovanguardistas (de algún modo, a semejanza de lo que la vanguardia en torno al 27 hizo con la poesía popular, Antonio Carvajal lo hace con la poesía clásica española, tanto con la más discerniblemente barroca como con la renacentista). El resultado (aun corriendo el riesgo de no ser valorado a primeras o por algunos lectores) es, sencillamente, extraordinario, casi en todos los poemas pero en especial donde la voz personal se funde con la naturaleza. Así, por ejemplo, en "Laude" (p. 73), "Noche de lluvia" (p. 8o), "Oda casi horaciana" (p. 81).

            Me sé mantillo y soy semilla y doy

            a la felicidad nueva palabra,

            humuvia, hija del suelo y de la lluvia

            llena de gracia. 

 

    Los últimos poemas del libro recogen el tema de la senectud, tan caro también a la poesía clásica y a la filosofía latina. Magnífico, casi en el colofón de la obra, el poema "Variaciones sobre un lugar común". La repetición de muerte, nada, da un toque de réquiem al inicio del poema:

        Todo lo que he vivido y la memoria

        conserva y la esperanza me promete

        (si corta en días, larga en ilusiones)

        una palabra lo resume: muerte;

        otra palabra lo reduce: nada.

        Nací en la casa de mis padres: nada.

        Jugué en la casa de mis padres: nada.

        Miré los campos cultivados: nada.

 

    Antonio Carvajal es un poeta que abarca una gama amplísima de temas, formas y tonos, siempre con un gusto exquisito, por la palabra, no porque sea la palabra un dios sino por ser ella el modesto vestido, o lo más cercano al desnudo, de un sentir hondo, humano. Como dice Javier Lostalé: "la respiración más honda de la existencia". Por ello, quizá, como en el poema de Hölderlin se dice: "quien piensa hondo ama lo más vivo", Antonio Carvajal recurre en algunos otros poemas al cosquilleo verbal, a la malicia y el tono de juglar sabio y divertido. En este libro que comentamos, aunque no abundan como en otros anteriores -ver la antología de Antonio Carvajal en Cátedra, Letras Hispánicas: Nos diferencia el cuerpo- hay algunos poemas humorísticos, como el titulado "Las edades del hombre. Glosa a un motivo de Mario Hernández sobre nuestra sociedad pedagogizada: áptera, álala, ágrafa", p. 72, o "In Juaniti exitu", p. 68. El humor como perlas destilado está presente en muchos otros versos y tonos de los poemas, si bien en casi en ninguno de ellos predomina como en los citados.

 

            Bebiera de tus manos, Juanito, la cerveza

            sin alcohol (los calmantes la exigen: qué pereza

            si los mezclo), comiera con golosa avideza

            de tus manos tasajos de extremeño pernil

 

            y en las horas oblicuas de la aurora y la siesta

            y, Juanito, el ocaso que prepara la fiesta

            de la noche, con versos trenzados en recuesta

            diciéndonos verdades más lucidas que el sol,

 

            que nos diera lo mismo la luz que la tiniebla

            y oír las seguidillas del mar bajo la niebla,

            la sardana, el zortziko, la muñeira, la debla,

            a ti, Juanito amabilis, y a mí, viejo gandul.

 

                                        ("In Juaniti exitu").

 

 

Fulgencio Martínez

 

         

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