ARRORRÓ, UN MAPA DE TIEMPO Y UN LIBRO DE POEMAS DE CORIOLANO GONZÁLEZ MONTAÑEZ
Arrorró*, de Coriolano González Montañez, es más que un libro de poemas al uso. Podría decirse que es un canto general a las Islas Canarias. Mi experiencia, como lector de esta obra, me ha confirmado, por otra parte, en el extraordinario poeta que es Coriolano González Montañez (cuya poesía conocí en la primera década de este siglo, gracias a nuestro amigo, el recordado Joaquín Garrigós Bueno, que lo había invitado a Bucarest, en nombre del Instituto Cervantes, un año antes de que yo fuera también invitado). El de Tenerife me pareció ya en aquellas fechas uno de los mejores poetas españoles (desde luego, entre los tres o cuatro mejores poetas de su generación: los nacidos a finales de la década de los cincuenta y en la década de los sesenta del XX, la generación poética de los 90 o fin de siglo). Recogí una muestra de sus libros publicados (El viaje, luz, Mapa del exilio) en la antología La escritura plural (Ars poetica, Oviedo, 2019) y en el volumen extraordinario de Ágora "Un mundo fuera de lo común" (2020, Ars poetica) incluí sus poemas entre los textos magistrales elegidos.
El poeta ha publicado también Mapa de la nieve, en 2019, y más recientemente, Padre y El viaje II (continuación de la reunión anterior, con poemas escritos desde 2002).
Coriolano es un poeta de palabra que pesa y surge a la superficie con tersura y música del mejor castellano poético, el de Juan de la Cruz, Garcilaso o Luis de León. Ya es mérito destacar en la música y en la hondura y en el uso de un idioma como el español, que es por sí tan preciado y poético instrumento. Coriolano pertenece también a la mejor tradición de los escritores y poetas canarios, que nos dan el idioma español desde el sentimiento lingüístico propio (el poeta Tomás Morales, Galdós, por supuesto, y más acá, el escritor y también poeta Andrés Sánchez Robayna).
Coriolano González Montañez (1965) es de Santa Cruz de Tenerife, y de Tacoronte, su lugar chico abierto al océano y a la memoria. Presencias de su isla guanche y de las otras islas "afortunadas" (o también podría decir "desconocidas"), recorren su libro titulado como el canto de cuna y la letra tradicional de esas islas. "Arrorró, mi niño / arrorró". El libro está dedicado a la madre y a las abuelas del autor, "quienes hunden la memoria en la tierra".
El aporte antropológico, y sentimental, enriquece la poesía de Coriolano en esta obra. Son intercalados breves, que anotan la historia de las islas. Para este lector, lo reconozco, ha sido un verdadero descubrimiento cordial de Canarias, una parte de su propia nación y Estado, pero que, como ocurre con otras, desconocida sentimentalmente y en su legado étnico, histórico y lingüístico. La lectura del libro me ha llevado a consultar términos y hechos históricos, me ha dado un pasaporte (la poesía de Coriolano) a la verdad de las islas. (Ni sabía que su nombre, Canariae, venía de can, del latín canis: perro).
Centrándonos en los versos del libro "Arrorró", el lector que como yo disfrute de la lectura pausada, detenida a veces en pasajes donde se lee en voz alta para notar y sentir en los labios el acento y la pausa del verbo, gozará con este poema escrito como una suite, y podrá engolfarse en fragmentos como estos, donde el ritmo y la densidad del contenido poético se alían, se simbiotizan, por así decir, en una canción por momentos hipnótica:
"Un mapa para no perderse,
un mapa de tiempo,
que llega lejos, muy atrás.
Todo se susurra como una letanía
que se transmitiera de generaciones;
la carga de la herencia,
de perpetuar, de vencer el olvido"...
"En la silla columpio los pies
y susurro sin comprender las palabras"...
"La muerte llega sobre el mar
arrastrada por velas blancas"...
Los símbolos de la desmemoria: el mar, las olas, el agua que corre, también las velas... Símbolos que pueden revertirse en su contrario, el rescate del olvido, la memoria alcanzada primero por medio de la palabra oral, la música, el testimonio de las abuelas, y por fin gracias a la poesía, a la escritura.
"Jamás olvides que habitas una isla.
Si caminas ligero,
podrás atravesarla de norte a sur (...)
Siempre encontrarás el mar
sea cual sea la dirección en la que vayas.
No olvides que te trajeron en barcos
y que te abandonaron.
Tú no sabes navegar.
Te dejaron aquí con animales y semillas.
Volverán para saber qué has hecho,
para esclavizarte, para robarte.
Quizá dejes de recordar, quizá ellos también.
Pero tú seguirás aquí, en la isla que habitas.
Como hicieron otros antes que tú,
como harán otros después
porque la isla no se abandona".
Y la memoria del bisabuelo, en nombre de los antiguos canarios:
"El olvido y la sombra
te enseñan a morder otras palabras (...)
Ahora aprendes cómo llamar
a aquello que señalas con las manos,"
Ese olvido se vuelve también salvavidas, rescata y guarda en lo íntimo el sentimiento de aquellas palabras y seres vertidos en nuevo odre, otra lengua como la que el poeta usa magistralmente, en memoria de todos los olvidos.
"Cuando me nombro,
nombro a todos los que están conmigo,
a todos los que están en mí".
Celebramos la apuesta, original, nada baladí ni oportunista, de este libro de Coriolano González Montañez, Arrorró. El poeta se religa en sus versos con su infancia, su memoria y raíz, escribe desde el hondo ruego que es toda verdadera poesía: el ruego de que no se extinga nunca la gracia y el manantial de luz que conservan sus ojos, su memoria auditiva, sus manos. "¿Puede extinguirse, acaso, el eco / de estas voces? Podría / extinguirse el origen de toda claridad, / de donde toda luz procede?", ha escrito otro gran poeta canario. **
Fulgencio Martínez
Notas
* Arrorró, de Coriolano González Montáñez, ed. El sastre de Apollinaire, Poesía, 102. Madrid, 2025.
** Andrés Sánchez Robayna. Poema "A Thomas Tallis". Citado de la antología Las ínsulas extrañas (Galaxia Gutemberg).
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