LOS SALZILLOS Y EL TEMPLO DE POSEIDÓN
UNA REFLEXIÓN SOBRE EL ARTE COMO CREADOR DE ESPACIO DE TOLERANCIA.
a Francisco Javier Díez de Revenga, por su libro Salzillo, la procesión y los escritores
Debería ser obligatorio visitar al menos una vez en la vida el templo de Poseidón (o lo que queda de él), en el cabo Sunion. Elevado junto a la costa, salido momentáneamente del mar, como no queriendo perder su condición de isla, respira sobre el azul hacia Atenas, guardando la entrada a su puerto. De esta construcción dijo el filósofo Heidegger que era la esencia de lo sagrado del arte. Aún hoy, un observador atento puede captar, ante su imagen, la simbiosis ideal entre el lugar, el aire y la arquitectura, de modo que hasta en las ruinas actuales (quedan unas columnas y poco más) se nos hace presente la huella de los dioses olímpicos.
Hay una conexión siempre asombrosa entre las grandes obras de arte y el espacio. Se diría que es el arte quien inaugura el espacio, como morada de los hombres o, en su más alto sentido, como morada de los dioses. Entre el templo del dios del mar y las esculturas de Francisco Salzillo hay precisamente eso en común: la genialidad de inventar el espacio. Me llama la atención que yo mismo relacione el Ángel de Salzillo con el paso de la Oración en el huerto, y llame a ese Ángel perteneciente al paso... como si la escultura en sí fuera solo parte del paso (y no solo de este, sino del cielo de Murcia, azul, o un poco más gris, según el día, según la luz y hasta la hora de la procesión). Pero, en fin, es que es arte (el de Salzillo y el del templo griego) cuadrimensional y, mejor aún, casi efímero y dependiente del instante eterno y sucesivo. Uno, es algo más que escultura, por mucho que lo sea. Y es algo más que arquitectura, el otro. Es lo que me recordó a Heidegger y a su reflexión sobre el arte clásico.
A las dos chicas que echaron sopa de tomate sobre los Girasoles, no se les puede culpar de ignorancia. A otros, sí. Ellas al menos no han destruido nada, y sin que ellas lo sepan, son malas copias de Platón. Bueno, han dejado una pregunta, heideggeriana o nietzcheana, ¿para qué el arte en tiempos de miseria? (eso es casi lo que dijo Hölderlin, ¿para qué poetas en tiempos de miseria?). Así a bote pronto, las imágenes del templo de Neptuno o del ángel de Salzillo no son imágenes triviales (habría que decirles), sí son imágenes que pueden grabarse en la cabeza como recordatorio de algo que no puede morir en el ser humano, algo valioso en sí mismo, que da sentido a la misma naturaleza (para qué querríamos un mundo limpio y puro sin el ser humano o sin lo que hay de valioso en lo humano y ha creado la cultura). El mismo Platón, que comenzó renegando del arte por ser meras imágenes, acabaría endiosándolo, cuando el arte es capaz de estimular hacia lo ideal.
Hace unos días fue presentado el libro de Francisco Javier Díez de Revenga Salzillo, la procesión y los escritores, que recoge más de una veintena de artículos donde el profesor y polígrafo murciano trae a lección de hoy lo que han dejado escrito sobre Salzillo insignes literatos y algunos políticos. Asistí a la presentación, que tuvo lugar en la Iglesia de Jesús, sede de los Salzillos murcianos. Con encantadora ironía contó el profesor la visita de la condesa de Pardo Bazán a Murcia, para ver las esculturas de nuestro imaginero barroco. Recordó también el sabio murciano los textos juveniles de Mariano Ruiz-Funes, ministro de la República, y de Fernando Piñuela, quien fue alcalde republicano de Murcia, fusilado por Alonso Vega tras tomar este la ciudad en nombre de Franco. Dos nombres de profesores y políticos de la izquierda española cuyo ejemplo de saber y tolerancia no debemos dejar caer en olvido. Fernando Piñuela fue fusilado ante las tapias del cementerio de Nuestro Padre Jesús de Murcia. El ministro y catedrático Mariano Ruiz-Funes marchó al exilio de México. Sin embargo, quedaron aquí sus textos sobre Salzillo, que junto a los de otra pléyade de escritores (como Gabriel Miró) recupera el libro de Díez de Revenga publicado por la Real Academia Alfonso X el Sabio. Oyendo la evocación emocionada que hizo Díez de Revenga de aquellas dos figuras mencionadas, pensé en otra España posible, tolerante, distinta a la de aquel ayer y a la de hoy, en que se vuelve a la memoria envenenada y en vez de fomentarse el encuentro se abona la venganza de una u otra parte. Le comenté a mi mujer, cartagenera de cuna, que quizá había Salzillos en Cartagena. Vimos por internet que casi todos los originales se destruyeron por la violencia de quienes amparándose en el nombre de la República cometían extremismos y asesinatos tan bárbaros como sus adversarios. Cuánta tristeza, la historia de España, cuántos desmanes por unos y otros y qué vergüenza de todos.
Fulgencio Martínez
Murcia, 27 de octubre 2022
Ágora/ DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE FM / OCTUBRE 2022
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