LA NOVELA
un relato de PAZ HINOJOSA
Es un poco incómodo escribir cuando continuamente se me caen los escasos jirones de piel que aún llevo adheridos a los huesos y que pronto comenzarán su proceso de putrefacción, pero los acontecimientos me han obligado a salir de mi tumba y a empezar una novela, porque sé que, en caso contrario, no me dejarán vivir en paz. Hasta mis compañeros del cementerio están un poco hartos del revuelo y del ruido de tantos doctorandos e investigadores que asaltan mi casa-cercana al camposanto- en busca de un manuscrito que no existe.
Al parecer, esta novela mía-que jamás escribí, ni tan siquiera me apeteció intentarlo- se cita incluso en monografías sobre mi obra. Me he sentido obligado a abandonar mi cómodo retiro, precisamente en esta noche de tormenta, digna de una novela gótica, para acometer la tarea de dar a luz un vasto volumen que satisfaga a la crítica.
¿Acaso no son suficientes mis cuentos, admirados e imitados por tantos lectores? ¿Necesitan una novela? ¿Y un cantar de gesta? ¿No quieren ustedes que escriba un cantar de gesta? Al parecer no es bastante. Mi amigo Medardo sufrió las mismas presiones impertinentes que yo y se resignó a ofrecer una obra de muchas páginas a sus lectores. - ¿Ven? Ahí la tienen. Ahora no me molesten más, ya puedo seguir con mis relatos.
Ojalá hubiera seguido su ejemplo, pero entre cuento y cuento llegó el fin de mis días y la novela, ni empezada. Cada vez que algún periodista o algún lector me preguntaba por ella, callaba por educación, pero rumiaba para mis adentros sobre la inutilidad haber dado a luz esos cuentos que todos calificaban de geniales si les sabían a poco. Que los escribieran ellos si se veían capaces, si tan menor les parecía el género.
Así que me toca ocuparme ahora de esa novela dichosa, justo en el peor momento, con lo desagradable que me resulta sentarme así, con los huesos al aire, sin el blando acomodo que los recubría antes. Y luego esos retazos de piel que van raleando, pero que resultan tan molestos, pese a que he me he colocado de bufanda la carne que me quedaba cerca del pecho, para que no me estorbara al escribir. Tampoco mi inventiva es la misma que antes, para qué vamos a engañarnos, pero con disciplina conseguiré llegar a las trescientas páginas, porque estoy seguro de que una novela corta tampoco será del agrado de estos señores.
Está ya amaneciendo y se asoma con timidez una mañana que bien merece una oda. No puedo dedicársela, sin embargo, porque debo continuar rellenando páginas y páginas de prosa. Si regreso al cementerio sin haber finalizado una obra voluminosa, mis compañeros no me permitirán el anhelado reposo. Sus voces se unirán al clamor de quienes solicitan, o más bien exigen, mi novela.
Por eso continúo aquí, tecleando con denuedo, para retirarme cuanto antes a mi añorada tumba y colocar en ella el cartel de “no molestar”. Me pondré tapones en los oídos para no oír las voces de todos esos críticos en los congresos sobre mi obra: - ¡La novela! ¡Él escribió una novela!
Triste vida. Triste muerte.
Paz Hinojosa Mellado es doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia y trabaja como profesora de Lengua en el IES Miguel de Cervantes. Es autora del libro de relatos Poetas como dioses, publicado por La Fea Burguesía. Algunos de sus cuentos y microrrelatos han aparecido en antologías colectivas y en varias revistas literarias. Ha obtenido distintos galardones en concursos literarios, entre los que destaca el III Premio Hucha de Oro en el año 2008.
ÁGORA DIGITAL / RELATOS / MARZO 2023
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