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domingo, 5 de marzo de 2023

La guerra de los nombres. Diario político y literario de Fulgencio Martínez / Marzo 2023

 El poema de Luis García Montero, viudo de Almudena Grandes

          Almudena Grandes, Luis G. Montero. Fuente- RTVE

 

LA GUERRA DE LOS NOMBRES

 

En un programa de tertulia deportiva, un exfutbolista, aficionado visceral al Barça y por ello contrario neto del Madrid, aprovecha que Messi brilló en la final del último Campeonato del Mundo para reivindicar que la sala donde vio y celebró el triunfo de Argentina se llame en adelante "Sala sagrada de Messi". Es un ejemplo trivial, si usted quiere, pero indicador del intento de matar simbólicamente al contrario. Claro que el objetivo no es convenir juntos, los unos y los otros, un nombre, un hecho o cualquier cosa de por sí digna de valor; sino achantar al contrario, achicarle y dominar complemente el espacio simbólico con nombres y cosas afines a tu bandera. 

Esta falta de estética se extendía antiguamente a raíz de una guerra. Hasta en el pueblo más pequeño había de levantarse una plaza con el nombre del caudillo vencedor. Los vencedores ponían nombres a avenidas, erigían estatuas, fusilaban a los disidentes. En democracia, los ganadores de unas elecciones, bien por mayoría propia o prestada, tienen derecho al gobierno, no a las tres cosas anteriormente dichas.

Es casi ya un mal hábito adquirido, en estos cinco años últimos, que se renombres calles, plazas, estaciones de trenes y hasta premios y chanchullos oficiales con nombres de afines. 

Pareciera que, para quienes ganan las elecciones, lo importante no es el día a día del gobierno (cuyo ejercicio es, reconozco, tan difícil) sino batirse con la Oposición y ganarle en el terreno de los símbolos. Nombres de personas, después de fallecidas, como pasa en este país necrofílico, son usadas como munición en esta guerra simbólica entre partidos en el poder, entre derechas e izquierdas. Sin duda, aquellas personas hicieron méritos en su campo (méritos literarios, artísticos, sociales, o de cualquier tipo), pero, indudablemente, también se merecieron y se merecen un mejor trato. En general, podría valer la máxima (que es todo lo contrario a lo que ocurre con los vocales del Poder Judicial): si un nombre es propuesto por un partido político, es que ahí hay gato encerrado.

Lo peor del caso es que esos renombramientos o inauguraciones partidocráticas cuestan dinero a todos los contribuyentes. Y aunque siempre son en beneficio del grupito que detenta el poder, no se ve en ello cohecho ni mala práctica. ¿Estamos ciegos?

Yo creo que no. Solo que estamos en otras cosas, en llevar nuestros asuntos y a no hacerles caso a estos bandarras.

Posdata: Cuanto más restringido es el ámbito de poder del partido gobernante, más proclive a declarar la guerra de los nombres. Eso es observable en el ámbito autonómico desde que sobrepasaron estos poderes regionales la Constitución del 78. Ridículamente, han rebautizado en catalán la Universidad de Valencia, y hasta la misma Valencia ya es València oficialmente (como si allí no hubiera o no debería haber ningún usuario del español). Lo de LLeida y A Coruña dicho así, sin dolor de idioma, por un castellanohablante incluso con título universitario en una conversación en español, es ya de llanto, o risa. Como esa guerra la perdieron los partidos de ámbito nacional, andan ahora más listos en tirarse nombres afines a la cabeza.

 

Fulgencio Martínez López

 

ÁGORA DIGITAL / DIARIO POLÍTICO Y LITERARIO DE F.M / 2023

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