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viernes, 24 de marzo de 2023

Dos retratos rubendarianos de Antonio Machado. Artículo de Fulgencio Martínez. Estudios de poesía española. Avance de Revista Ágora-Papeles de Arte Gramático (Marzo 2023)

 

 


 

DOS RETRATOS RUBENDARIANOS DE A. MACHADO

 

 

CARACOL


           
                                                                           
A Antonio Machado


En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.

 

He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas,
le acerqué a mis oídos y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

 

Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;

 

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento...
(El caracol la forma tiene de un corazón).

 

                                             Rubén Darío 

 

(Cantos de vida y esperanza. Los cisnes y otros poemas. En la Edición conmemorativa "Rubén Darío. Del símbolo a la realidad. Obra selecta, p. 145)

 

 

 


1. En 2016, para conmemorar el centenario de la muerte del poeta (en León, de Nicaragua, el año 1916, un 6 de febrero), la asociación de Academias de la Lengua Española publicó una edición conmemorativa de la obra del genial renovador panhispánico. El volumen-antología lleva el título: Rubén Darío. Del símbolo a la realidad. Se han escogido tres libros, dos en verso: Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza, junto con un tercero, en prosa: Tierras solares, un poco conocido y maravilloso texto de apuntes de viaje y recreaciones poéticas de las ciudades que visitó y amó el poeta: Granada, Sevilla, Málaga, Barcelona, Madrid, Venecia, Florencia, Berlín, Budapest, etc. El libro incluye estudios sobre el poeta nicaragüense, entre los que destacamos los ensayos de Sergio Ramírez y de Pere Gimferrer.

 

En el libro se recoge el poema titulado “Caracol”  dedicado a Antonio Machado, que consideramos uno de los retratos del poeta sevillano. Un retrato rubendariano, menos conocido que el otro que compuso también Rubén Dario sobre Machado y que este puso en el pórtico de sus Poesías Completas: “Misterioso y silencioso…”

 El retrato por mano ajena nos da una zona del personaje que, al menos en este caso, es tan profunda y verdadera como los autorretratos del propio Machado contenidos en sus poemas. Concurre aquí en este caso la circunstancia (o afinidad espiritual) de que “Caracol” está escrito por otra valiosa mano que latía en la misma sintonía que nuestro poeta.

           La amistad de Antonio Machado con el genial poeta nicaragüense no necesitó un trato continuado. La describe con acierto Aurora de Albornoz:

 

"Tenemos constancia de que Rubén Darío admiró y valoró la persona y la obra del joven poeta, desde muy pronto. En 1903 le dedica un poema, Caracol, que recogerá en Cantos de vida y esperanza, en 1905. Parece que en aquel mismo año —1905— escribe Darío esa semblanza lírica, de tono tan machadiano que casi casi podría ser un poema de Machado: «Misterioso y silencioso / iba una y otra vez”. El poema está recogido en El canto errante (y el retratado lo hizo figurar como pórtico a sus Poesías Completas). Además de estos homenajes poéticos, Rubén Darío comentó, en su prosa crítica, la poesía del joven Machado, al menos en dos ocasiones. En una crónica de 1906 se refiere a Antonio como «quizás el más intenso» entre los poetas jóvenes de España; poeta que «sabe decir los ensueños en frases hondas»; que «se interna en la existencia de las cosas”...Tres años más tarde —1909— en un artículo titulado Los hermanos Machado, insiste Darío en señalar algunos rasgos que ya había advertido en la poesía de Antonio: «ensueño”, «amor al misterio”, intimismo que le lleva a vislumbrar «el oculto idioma de las cosas”... Mas también señala ciertos aspectos de la personalidad del joven en los que tal vez nadie había reparado: por ejemplo, su cualidad de «conversador gentil y chispeante” (¿como el futuro Juan de Mairena, tan lejano aún?) (…)

 

Los homenajes poéticos que Antonio Machado consagra a Rubén Darío son varios; los conocemos bien. En 1903, en Soledades, hay un poema titulado Los cantos de los niños, cuya dedicatoria dice: «A Rubén Darío”. Con gran cantidad de variantes el texto pasa, sin título, a Soledades. Galerías. Otros poemas (1907), en la versión que todos conocemos: «Yo escucho los cantos! de viejas cadencias / que los niños cantan / cuando al coro juegan»... Curiosamente, también desaparece la dedicatoria. No sabemos el porqué, aunque sí sabemos que en el mismo año —1907— en la revista «Renacimiento» aparece el nombre de Darío no en la dedicatoria, sino en el título de un poema, fechado en 1904, lleno de intencionados ecos rubendarianos: «Al maestro Rubén Darío». Finalmente, en la memoria de todos está el homenaje que, en 1916, un Antonio Machado lleno de profunda emoción, con tono apasionadamente rubendariano expresa su sentir ante la muerte de aquel cuyo verso era «la armonía del mundo”.

 

Texto recogido de Aurora de Albornoz: “Rubén Darío en el último verso de Antonio Machado”

Fuente:  file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/ecob,+ALHI8686110247A.PDF.pdf

 

 

2.  Como antes recordamos, Rubén Darío dedicó a nuestro autor este poema: Oración por Antonio Machado.

Misterioso y silencioso
iba una y otra vez.
Su mirada era tan profunda
que apenas se podía ver.
Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y de altivez.
Y la luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder.
Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe.
Fuera pastor de mil leones
y de corderos a la vez.
Conduciría tempestades
o traería un panal de miel.
Las maravillas de la vida
y del amor y del placer,
cantaba en versos profundos
cuyo secreto era de él.
Montado en un raro Pegaso,
un día al imposible fue.
Ruego por Antonio a mis dioses,
ellos le salven siempre. Amén
.

 

Lo escribió Rubén inspirado en Machado, cuando Machado era un joven de treinta, en 1905. ¡Asombroso! Por más que uno lo lea no encuentra explicación a tanto acierto poético y psicológico, pero, más allá aún, de comunicación.          

 El poema no es una elegía fúnebre, tampoco entona un modo de “despedida” pero sí tiene del topos elegíaco funeral, dos rasgos importantes: el retrato de la persona destinataria del poema, y el elogio -en este caso, del retratado. Además, el poema adopta el tono de aquel a quien se dirige (este tercer rasgo parece propio de la elegía modernista, pues, como advierte Aurora de Albornoz, Machado también incorpora esa afinidad tonal con el sujeto de su pooema en la elegía que dedica a la muerte de Rubén Darío).

Enrique Baltanás, en Antonio Machado: poeta de todas las Españas (2023, ed. Rialp, p. 38), dice de este poema: “Rubén Darío ha escrito el mejor retrato poético de Antonio Machado”. Y, a continuación, dicho escritor y catedrático sevillano da más referencias valiosas sobre la consideración que Machado despertaba en Rubén Darío:

"Rubén Darío nos ha dejado otras sagaces observaciones sobre la personalidad poética de Machado. En un artículo titulado Nuevos poetas españoles escribía: “Antonio Machado es quizá el más intenso de todos. La música de su verso va en su pensamiento. Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de un filósofo estoico. Sabe decir sus enseñanzas en frases hondas. Se interna en la naturaleza de las cosas, en la naturaleza… Algunos críticos han visto en él un continuador de la tradición castiza, de la tradición lírica nacional. A mí me parece, al contrario, uno de los más cosmopolitas, uno de los más generales, por lo mismo que lo considero uno de los más humanos”. Un juicio, el de Rubén Darío, que el tiempo no haría sino confirmar”.

(Recogido de Enrique Baltanás, Antonio Machado: poeta de todas las Españas. pp. 38-39, Rialp, Madrid, 2023).

 

3. La admiración mutua entre ambos poetas se mantuvo en el tiempo, lo cual no solo dejó en Machado una huella emocional expresa en un poema escrito a raíz de la muerte de Rubén Darío el 6 de febrero de 1916, sino que asentó en el poeta sevillano de sus años últimos una figura de responsabilidad de la transmisión hispánica que representaba Rubén Darío y que Machado asimiló, llegando a aflorar nada menos que en su discurso de clausura del II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura celebrado en Valencia (en un contexto donde no se esperaba, se reclamó un español consciente de su hispanidad.) Terrible que esos pasos se perdieran en la barahúnda de la intelectualidad “comprometida” española, vuelta de espaldas y con los ojos tapados a su responsabilidad de transmisión cultural y lingüística.

Rubén Darío muere el 6 de febrero de 1916. Machado le dedica el poema “A la muerte de Rubén Darío”. Este sí es una elegía fúnebre escrita tras la muerte, no en vida del destinatario, como era la oración rubendariana, en romance lírico, dedicada a Antonio. El poema se publicó en la revista España.

 

A la muerte de Rubén Darío

 

Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,

¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfantes volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?

Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.

Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

 

                                 A, Machado

 


Corazones de todas las Españas, llorad. Este verso (al que alude el título del libro de Enrique Baltanás que hemos citado, tan de actualidad) nos transmite el sentimiento de pérdida de un amigo pero también la celebración de un amor común y de una tarea compartida, que se expresa en “esta” misma “lengua madre”.

Aún el Machado casi último dice ser “un español consciente de su hispanidad”.  Lo dirá  en Valencia, el 10 de julio de 1937, en el discurso de clausura del II Congreso de Escritores para la Defensa de la Cultura, organizado  por la Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura (¿quién ponía esos títulos tan guay?); un texto que se recogió inmediatamente en la revista Hora de España (N. 8. agosto 1937), como si fueran las habituales notas de Juan de Mairena:

 

“Cuando alguien me preguntó, hace ya muchos años, ¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil –era el tópico al uso de aquellos días– consagrado a una actividad aristocrática, en esferas de la cultura sólo accesibles a una minoría selecta?, yo contesté con estas palabras, que a muchos parecieron un tanto evasivas o ingenuas: «Escribir para el pueblo –decía mi maestro– ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos –claro está– de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, es escribir también para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España, Shakespeare, en Inglaterra, Tolstoi, en Rusia (…)

Mi respuesta era la de un español consciente de su hispanidad, que sabe, que necesita saber cómo en España casi todo lo grande es obra del pueblo o para el pueblo, cómo en España lo esencialmente aristocrático, en cierto modo, es lo popular. (…)”

                              A. Machado (fragmento de "Sobre la defensa y la difusión de la cultura")

 

“La historia de Occidente es la historia del olvido del ser”, dijo Heidegger.

La historia de España es la historia de muchos olvidos.

 

 

Fulgencio Martínez

24 de Marzo, 2023 

 

 

Fulgencio Martínez López (Murcia, 1960). Estudió Filosofía y Filología Hispánica. Dirige la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático. Ha publicado libros de poemas como Cosas que quedaron en la sombra (Ópera plúrima), León busca gacela (ed. Renacimiento), El cuerpo del día (con prólogo de Luis Alberto de Cuenca), Prueba de sabor (Prólogo de Maximiliano Hernández Marcos), Cancionero y rimas burlescas (con poemas visuales de Agustín Calvo Galán), El año de la lentitud (con ilustración de portada de José Aledo), ambos libros con paratextos del autor y de José Ángel Cilleruelo; Línea de cumbres (con portada de José Augusto Fernández), La segunda persona (con prólogo de Venancio Iglesias), y un ensayo sobre la poesía y la filosofía de Machado (en la revista "Symposium", de la Universidad Católica de Pernambuco, Recife, Brasil). Ha publicado el libro de relatos El taxidermista y otros del estilo (ilustraciones de Agustín Calvo Galán), así como la antología de poesía española actual La escritura plural (Ars Poetica, Oviedo, 2019. Prólogo de Luis Alberto de Cuenca). Algunos de sus poemas han sido traducidos a la lengua rumana (por traductores como Dinu Flamand, en la revista "Poesie" o "Lettre International"). Y ha publicado poemas en revistas españolas y americanas, a las que siempre guarda agradecimiento. 


REVISTA ÁGORA DIGITAL / ESTUDIOS DE POESÍA ESPAÑOLA / MARZO 2023

 

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