Leire Díez, "la fontanera". Fuente El diario. es
EL PSOE DE SÁNCHEZ Y LOS HIJOS DE LA GRAN FONTANERA
Escrito contra los gañanes y desinformadores, contra los apañadores de subterfugios y evasivas y contra los acomodados y cómplices de la mafia que desgobierna y roba este país.
Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, publicado en 1944 dio un giro a la poesía española de su época. Surgió a su toque de carga "la poesía desarraigada", José Hierro, Blas de Otero, Victoriano Crémer y Eugenio de Nora (en León) dijeron, con ciertas segundas, aquello de "Es tiempo / de no plantar rosales. Acordaos". (1) Posiblemente, rosales hacía referencia a la generación falangista y/o garcilasista que dominaba en la poesía oficial, José García Nieto, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero (padre) y Luis Rosales, el gran poeta granadino, cuya familia trató de proteger en su casa a Federico García Lorca. En un programa de televisión emitido después de llegar la Democracia (creo que en La Clave, de José Luis Balbín), dijo el entonces ya anciano Luis Rosales, unos versos del poema de Federico "Fábula y rueda de tres amigos": "...el mar recordó ¡de pronto! / el nombre de todos sus ahogados". "¡A galopar, / a galopar, / hasta enterrarlos en el mar", cantaba en tono épico-cómico (si no trágico) Rafael Alberti, pidiendo que una España enterrara a la otra en el abismo salado. No valía a ninguno de los bandos cainitas, mancilladores de la noble tierra que pisaban, el entierro tradicional: la inhumación. Era mayor prueba de ardor y de belicosidad contra el adversario (más aún si éste era español y un paisano) meterlo, o vivo o cadáver, bajo cien metros de agua y que sirviera de cena a los tiburones.
Quiero aquí decir, muchachos y muchachas, aquello de ¡qué país! De parte de unos: no bastaba con quemar iglesias, conventos y asesinar y violar a monjas, había que desenterrar las calaveras en los camposantos (campo-santos, ¡ah por eso mismo!, para dar prueba de ateísmo militante y anticlericalismo exagerado). De parte de otros, había que bombardear sobre la población civil, incluso a las filas de gentes, niños y familias y animales que huían por la carretera de Málaga, o en Guernica, o Madrid (pero el barrio de Salamanca, donde vivían los quintacolumnistas, no; eso se llama racionalizar el crimen, planificar el exterminio de tus propios compatriotas). No bastaba tampoco a estos "nacionales" destruir la línea del Ebro, Belchite, había que perseguir a los que huían en retirada a Francia (entre ellos, el poeta Antonio Machado, su madre y su hermano José Machado y la familia de este, además de otros cientos de miles de despatriados). No valía a los matones de la CNT ni a los comunistas de Santiago Carrillo, luego demócrata por amnesia, arrestar y conducir a Paracuellos a cientos de personas sin cargos ni juicio, solo por no ser de un sindicato o partido republicano (o sea, cuando dices republicano di de la extrema izquierda). Y no bastaban las checas en Madrid y Barcelona, el desollamiento -literal- de sacerdotes en plazas públicas, como ocurrió en Murcia; había que quemar el arte, los Salzillos del escultor murciano (desaparecieron algunos en incendios en Cartagena, por suerte se mantuvieron a salvo otros más en una capilla particular de Murcia). Había que pasar a fuego monasterios aragoneses, como el de Sijena, por las brigadas anarquistas pero con gran hipocresía había la "Generalitat" de mandar un propio para que arrancara las pinturas murales, las pinturas valiosísimas de los cruzados y santos, y llevárselas a Cataluña "por amor al arte". Leo hace unos días esta noticia: "El Tribunal Supremo confirma el regreso de las pinturas murales de Sijena desde Cataluña a Aragón". "Espera sentado", ha dicho ya el taimado Salva Illa.
Y así, muchachas y muchachos, podríamos seguir. En el 34 el PSOE, con su dirigente Francisco Largo Caballero al frente, organizó un golpe de Estado contra el orden republicano para imponer una dictadura socialista, al estilo de su admirado Josep Stalin, dictador de las Rusias y uno de los grandes asesinos en serie de la Historia. Hubo una sublevación contra la República y su Constitución, y hubo muertes, represión, encarcelamientos, sin embargo la "lucha", la "revolución", como dice la propaganda de izquierdas aún en día, no se extendió al resto del país. Sin embargo, en poco tiempo el débil gobierno republicano indultó a los golpistas, volvió a darles también ejemplo de sublevación a los líderes independentistas catalanes, que también se ciscaron en la Constitución republicana por aquellas fechas. En el 36, lo sabéis bien, el militar Francisco Franco, primero peón de Mola ("el mulo Mola", Neruda dixit), luego "caudillo" de los rebeldes "nacionales", dio otro golpe que triunfó en Salamanca, Burgos y otras ciudades del Norte y poco a poco se fue extendiendo, fueron necesarios tres años de cruenta guerra civil, a toda la espaciosa y triste España, como diría Fray Luis de León.
Por si no teníamos bastante con esas mochilas, con esos polvos de la Historia contemporánea, cuando se consigue pasar página de la dictadura a la democracia, en el 77-78, los españoles despertamos con un caballo de Troya, ante los ojos; que nos habían "colado" los propios "actores", como se decía entonces, de la Transición y de la vida política. Bien, estábamos en el país de la Democracia, recuperada o más bien, como creo, establecida por primera vez en este país, pero estaban dentro de la fortaleza democrática, y preparados a ocupar sus mandos, los viejos partidos que nos llevaron a la guerra. Y no se han pedido perdón hasta la fecha, ni nos han pedido perdón a las generaciones que vivieron en la dura posguerra, la de mis padres, ni a los que nacimos después. Esos partidos nunca debieron ser admitidos en democracia, al menos sin haber abjurado de su odio antidemocrático y de su instinto criminal. (¡Qué inocencia pensar que sin Partidos comunistas no podía haber democracia!, ellos que no renunciaron, más que simuladamente, a la dictadura del proletariado, o sea, del Partido y el Líder).
Ahora estamos en una situación (2025) en que ni los aragoneses tienen sus pinturas robadas por Cataluña en la década de los treinta de la pasada centuria (¡y han corrido años!) ni tampoco van a organizar cuadrillas de mozos con trabucos al hombro, para ir adonde las tienen (supuestamente "en depósito", vale que hasta la Democracia, en 1978, ¿o no vale? Ni unos han pedido perdón y se han reconciliado, ni esas minorías antiespañolas han dejado de considerar a España una sinrazón, una cosa fétida y una tierra a esquilmar).
Ahora han surgido, dicen que de las "cloacas", los hijos de la gran Fontanera; cualquier futuro empieza a estar pendiente, si no lo estuvo ya, de que ellos y ellas "ganen" o que los españoles les manden adonde deben ir, a los banquillos de los juzgados, a devolver la pasta apestillada y/ o a la cárcel. Confiemos en los jueces (antes que en la Oposición acomodaticia, tampoco en la renovación y catarsis de los partidos ni, he decirlo, en nuestros compatriotas, perdón, en la ciudadanía). Qué lucha, dios mío.
Fulgencio Martínez
Jueves, 5 de Junio 2025
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Verso de Eugenio de Nora, "España, pasión de vida".
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