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miércoles, 18 de junio de 2025

Y EL AMOR, CUALQUIERA QUE HAYA SIDO, UNA INFECCIÓN (Comentario sobre "Prometieron morir", de Antonio Marín Albalate y Núria Marín Trillo. Ediciones Vitrubio, 1925). Por Fulgencio Martínez. Ágora N. 33. Nueva Col. Verano 2025 / Bibliotheca Grammatica / Poesía

 

 

Y EL AMOR, CUALQUIERA QUE HAYA SIDO, UNA INFECCIÓN  (Comentario sobre Prometieron morir, de Antonio Marín Albalate y Núria Marín Trillo. Ediciones Vitrubio, 1925)

 

 

                                  Anne Sexton

 

 Es un gran mérito del poemario resaltar en un primer plano la relación entre la poesía y la muerte, a través de los desenlaces trágicos de algunas de las mejores escritoras y poetas de la primera Modernidad hasta casi ayer mismo. Ese resalte hace que el libro no quede en un mero traslado de un asunto que puede ser incluso morboso.

 

Prometieron morir, poemas textuales de Antonio Marín Albalate y galería gráfica de Núria Marín Trillo, es un poemario atípico por varios motivos.  Uno: por el tema poetizado: los desenlaces trágicos de 17 poetas que abarcan todo el periodo de la Modernidad, desde el primer romanticismo alemán, de finales del XVIII, con la poeta Karoline von Günderrode, que se quitó la vida a los veintiséis años, en 1806, hasta Nika Turbiná ("Lolita") poeta de origen ucraniano que a los diez años había publicado ya un libro (Primer borrador) y que se quitó la vida en 2002 con apenas 27 años, casi a la misma edad que la suicida romántica. 

 


 

    El abanico de las poetas suicidas, que trae a recuerdo el poemario de Marín Albalate, abarca por tanto no solo un arco temporal longíncuo, sino también -al inciarse con una poeta en la secuela de la moda del suicidio romántico, que se propagó a partir del libro de Goethe, Las penas del joven Werther (1774), Die Leiden des jungen Werther, y extenderse al siglo XX e incluso a los comienzos del siglo actual-, nos presenta momentos culturales muy diferentes y contextos sociales e históricos también diferenciados (Romanticismo, burguesía ilustrada, aristocracia, ambiente de la mujer intelectualmente aristocrática, como es el caso de Karoline von Günderrode, quien también se anticipó a declarar su amor a una mujer; significación del medio literario, incluso de la epístola y el diario romántico; hasta las circunstancias del mundo contemporáneo: dictadura estalinista y del Partido comunista en la Unión Soviética, represión y persecución de las escritoras, caso de Marina Tsvietáieva, o de utilización de una escritora niña como propaganda -Nika Turbiná-; y por otro lado, la soledad y el absurdo, la deshumanización denunciadas por la sensibilidad de las poetas que vivían en regímenes de libertad). Además, por supuesto, de diferentes contextos personales, e incluso, el modo operandi, tan diverso en cada una, del acto suicida -detalle que el poeta incluye en la narración contenida en cada uno de los poemas de Prometieron morir mediante una certera alusión-. Destacaría el hecho de que a medida que llegamos a nuestra época (queramos o no, es inevitable representarse lo más cercano con más viveza), sentimos que el acto del suicidio se vuelve más interno, más solitario y fruto de una desesperación larvada durante tiempo y que se ha topado con un muro de hielo insuperable. Ya no es la moda romántica wertheriana, donde por cierto hubo también muchos ejemplos de grandes poetas masculinos (como fue el caso de uno de los más importantes poetas alemanes, Heinrich von Kleist, suicidado a los 34 años); y ya no es tanto el tema del amor no correspondido la causa inmediata que mueve al suicidio. La cita de Anne Sexton, inquietante, que hemos tomado del libro para título de este comentario, profundiza en un vértigo innombrable.

    Centrándonos en el libro de Marín Albalate (y entrando en el segundo de los motivos por los que destacamos el poemario) es un gran mérito del mismo resaltar en un primer plano la relación entre la poesía y la muerte, a través de los desenlaces trágicos de algunas de las mejores escritoras y poetas de la primera Modernidad hasta casi ayer mismo. Ese resalte hace que el libro no quede en un mero traslado de un asunto que puede ser incluso morboso. Conmueven los poemas de Marín Albalate porque en todos ellos se presenta una historia de dolor y se nos presenta un estado de ánimo terrible, sin salida. También remueven nuestra sensibilidad el momento fatal, la pulsión o arrebato de autodestruirse, u otras veces, el plan, la decisión premeditada y elaborada con exactitud, como en Anne Sexton. Y las composiciones del libro, en breves rasgos, perfilan, nos cuentan en apenas una alusión el modo de ejecutarlo y la pasión del alma -como diría René Descartes-, que actúa.  La piedra de la locura, en expresión hermética, o la desesperación kierkegardiana, existencial, pueden ponernos en la pista de los pasos trágicos que tuvieron que recorrer algunas de las biografías poetizadas en Prometieron morir, otras veces es el sentimiento de vacío, soledad, desamparo y, en algunos casos, de no encontrar sentido a la vida misma de la poeta como mujer. Corremos dos riesgos, uno: incluirlas en una nueva moda neorromántica, deudora del atractivo del malditismo residual que colea desde los 70 del pasado siglo (drogas, rock, vivir de prisa, a tope, morir joven y dejar un cadáver bello, lo cual es una cursilada que sin duda enriqueció a muchos managers) o, por otro lado, deshumanizarlas, instrumentalizarlas, a las poetas y mujeres que vertieron su sufrimiento en su obra y se quitaron la vida, para convertirlas en mártires y motivos de cierta propaganda política e ideológica que hoy parasita la emancipación de la mujer con nombre de feminismo.

     Los textos de Prometieron morir nos dicen, mejor que cualquier propaganda, lo que fueron esas poetas y mujeres de carne y hueso. 

    La escritura poética en sí es una pulsión de muerte, de morir en el poema como modo de permanecer indemne, protegida la sensibilidad que no tiene cabida en el mundo real. Por eso hemos de fijarnos que todos estos casos son de escritoras, de poetas, que dejaron previamente testimonios (tanto en poemas, como en otro tipo de textos íntimos, como cartas) de su paso por la existencia y de su dolor mundi. Eso que nuestros ilustrados y primeros románticos (Cadalso, Meléndez, Jovellanos) llamaron el Fastidio universal, y más tarde Larra, otro suicida de marca, el Desengaño (que es también una calle de Madrid, donde yo he vivido). 

    Si de Prometieron morir tuviera que elegir un poema y una poeta (son muy particulares mis preferencias) me quedaría con este texto de Antonio Marín Albalate (luego, volveré a otro también preferido en relación con las ilustraciones que acompañan a los textos, en la sección "Galería de sombras", de la artista plástica Núria Marín Trillo):

 

            Once de febrero

 

        Siempre hay más de una manera buena de ahogarse.

                Sylvia Plath

 

Oscura estrella de muy cegadora 

belleza eras,  incendíándolo todo

-infierno y firmamento-

con tu brillante paso. 


Así diste luz a Benidorm el día

que pisaste sus calles

en luna de miel con Ted

pálida y poseída.

 

Algunas lunas después,

muy desengañada, lo dejarías 

junto a su amante Assia.

 

Ya muy rota y con tus hijos enfermos

fuiste a refugiarte en el frío piso

que años atrás habitara Yeats.

 

Tus dedos ateridos escribieron

con furia sus postreros poemas.

 

Y llegó la hora del gas,

la despedida de tus pequeños

-madre misericordia-,

poniéndolos a salvo,

minutos antes de abandonar

la nube sombría de tu cabeza

en el claustro del horno.

 

                                                      (Prometieron morir. pp. 30-31. Vitrubio, 2025)

 

    Un gran poema, sin duda. Terrible su contenido. "Y llegó la hora del gas"... Y esa estrofa final estremecedora y por otra parte tan bellamente escrita. "...Antes de abandonar / la nube sombría de tu cabeza / en el claustro del horno". A diferencia de otras suicidas que se lleva por delante a sus hijos, Sylvia Plath muestra un doble dolor, doble despedida de sus hijos y de su propio ser, la lucidez y desgarro estremecen aún más con ese gesto humano de piedad y amor materno.

 

El libro Prometieron morir incluye, tras los textos poéticos, una "Galería de sombras", ilustraciones de la artista gráfica, hija del poeta, Núria Marín Trillo. Son exquisitas e inquietantes a la vez. No sabría cuál me gusta más. Si tuviera que elegir una, me quedaría con la dedicada a Anne Sexton, un coche, un garaje, sugieren el modo premeditado y ciertamente original de la gran poeta (una mujer bellísima, por otra parte). El dibujo de Núria Marín tiene un halo pop, de estética de garaje, a la vez que algo misterioso y luminoso (en los faros del vehículo, un precioso modelo de coche de época, y en las dos nubes o columnas detrás de la figura que se adivina en el interior). 


    Un vodka en el garaje

 

        Balancéandose allí, a veces se encuentran los suicidas,

        Rabiosos ante el fruto, una luna inflada,

        Dejando el pan que confundieron con un beso

        Dejando la página del libro abierto descuidadamente

        Algo sin decir; el teléfono descolgado

        Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

                    Anne Sexton 


Desolación y melancolía

en tus ojos sumergidos y llenos

de luna bajo oceánicas mareas.

 

La extensión de tu angustia era

un lago negro imposible de medir.

 

Decidiste salir de ti un viernes

en el garaje aquel de tu murienda


Tras servirte un buen vaso de vodka,

entraste en tu Cougar rojo para oír

-perdiéndote con él-

el rugido último de su motor.

 

Dulce viaje el tuyo amada Sexton.

  

                                                           (Prometieron morir. p. 29.  Vitrubio, 2025)

     

     De Anne Sexton, procede por cierto, una inspiración para el título del libro: "¡No saben / que prometí morir! / Mantengo la práctica. / Me limito a estar en forma. / Las pastillas son como una madre, pero mejor" (recogido de la cita que abre Prometieron morir).                                                        

    Por partida doble, o triple, merecería este libro, Prometieron morir, ser al menos candidato a algún Premio nacional. Por la temática elegida (insisto, la relación poesía y muerte, que supera al mismo tema del suicidio), por los poemas de Antonio Marín Albalate y por los bellísimos comentarios gráficos de la artista joven Núria Marín Trillo. Seguro que algún crítico, algún connaisseur de la poesía y el arte gráfico, cae. 


Fulgencio Martínez

Huesca, 18 de junio 2025

 

 

                                 

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