DOS POEMAS DEDICADOS A FRANCISCO DE QUEVEDO
A FRANCISCO DE QUEVEDO
Padre nuestro, Francisco de Quevedo,
te pido permiso para mentir en tus brazos.
Leen tus versos los ruiseñores
y los atardeceres. De tu Bruto
aprenden los infantes en España,
en tu Infierno viven contentos,
desalfabetizados, jóvenes y viejos…
(no le llaman infierno sino políticos),
alguno si escucha un rumor de que recitan tus versos
se persigna como ante la puta del diablo.
…Y ¿qué más podría decirte en esta hora?
Mi lengua, cuando silabea la nostalgia
de una Edad de Oro, al punto sabe
callarse y tragar su melancolía.
HE VISTO UN CAMPO
He visto un campo cubierto, buena parte del año,
de una única espiga amarilla,
que quedó de la anterior temporada,
o de una verde que se anticipa a la nueva
y sola es indicio de primavera fecunda.
He visto campos de labor, cubiertos
de amapolas y cardenillo,
y he visto esos campos descombrarse
con una palabra que los renueva.
He visto campos de niebla
y polvo y sangre seca:
y he visto esos campos renovados
tras llegarles la luz de la mañana.
Los he visto en todas las épocas del año
y nunca faltaba en ellos una apetencia
de altura.
Es el poeta el campo, y la espiga, la poesía.
Cuando se le arrincona o entierra,
su apetencia siempre vive en algunos:
un solo grano da abundante fruto,
una única espiga joven es indicio
de primavera fecunda.
Fulgencio Martínez López
Nuevas versiones (actualizadas el 3 de marzo de 2023, en Tarazona)
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