GUIRNALDA CIVIL. JORGE GUILLÉN, 1970
Innúmeras son ya las vidas truncas.
Cadáveres sepultos no se sabe
dónde: no hay cementerios de vencidos.
Gente medio enterrada en sus prisiones.
Algunos huyen, otros se destierran
para no perecer de propia cólera.
Pero entre tantas muertes y catástrofes
algo subsiste sin cesar feroz,
el más feroz de todos los poderes:
vida, vida sin fin.
Y poco a poco,
y sin cesar, inexorablemente
se reanudan las formas cotidianas,
se inventan soluciones.
La vida es implacable.
(“Guirnalda civil”. Jorge Guillén. Y otros poemas, 1973)
por JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO
Jorge Guillén deja a un lado su Cántico, cesa su existencialismo jubiloso, aunque afirmativo, quizá sentado en el mismo beato sillón, extiende su mirada y, tras advertir de nuevo que los ojos no ven, sino que saben, decide analizar el mundo en el que vive, calzarse los zapatos de sus circunstancias y echarse a andar: Guerra Civil, lamentable Posguerra, Exilio, Guerra Mundial, Guerra Fría. Va a tratar la Historia, lo hace en la serie que llamará Clamor. Estamos a finales de los cincuenta, piensa, lee y escribe.
Recuérdese que, en 1959, EMECÉ, Buenos Aires, aparece Federico en Persona con el capítulo XV, que al margen titula Lamento, donde se dice:
Ahí yace el supremo Caído entre los más caídos, por los que no se reza. Cada vez que se nos muere Federico, cada vez que se piensa en aquel silencio, ¿cómo no sentirse desgarrado por el dolor más inconsolable y por la cólera?
Veamos: Potencia de Pérez (Maremágnum, 1957) y Dimisión de Sancho (A la altura de las circunstancias, 1963), pertenecen a Clamor. En todos ellos, Jorge Guillén, se posiciona ante la Historia, analiza, trata de poner orden en la maraña.
Para Guirnalda Civil son antecedentes los textos anteriores. El primero, porque Federico también fue asesinado. El segundo porque es una acusación. El tercero, porque Sancho es la representación de un pueblo que dimite de sus fantasías y recupera la verdad, ser quien es, que alguna vez resumió la anécdota de aquel parado andaluz cuando dijo: “en mi hambre mando yo”.
Potencia de Pérez, tiene su origen en una comedia de Arniches: El terrible Pérez, especie de valentón. En carta de Salinas a Jorge Guillén, Baltimore, 27 de febrero de 1941, dice así:
Que Hitler destroce el mundo, si le dejan, está en el orden del desorden de las cosas. Es su papel de <<terrible Pérez>>. Pero que los Pérez mansos le pongan la carambola a huevo, es mucho más desorden […]¿Por qué va a haber un loco de atar, y no un tonto de atar? El tonto humilde es adorable […] Pero cuando el tonto se pone toga, o uniforme, o ejerce mando, estoy convencido de que ese tonto es mucho más malo que el malo puro, porque no se le ve lo malo; sólo se le ve lo tonto, y parece inofensivo.
Lo que me hace pensar que, Pérez, debió ser una clave entre ambos. De la comedia se pasa a la tragedia, de tal modo que este otro Pérez, el dictador, anula toda disidencia:
Hay tanta patria reformada en tumba
Que puede proclamarse
La paz.
Culminó la Cruzada. ¡Viva el Jefe!
Poema extenso, explícito, directo, de clara posición ideológica, con métrica diversa que intensifican un clima caótico de repulsa, denuncia de una situación inaceptable, fomentada por una dictadura que cuenta con el apoyo de la iglesia, que aspira a controlar no sólo el cuerpo sino las almas:
Oh Jefe, nunca solo: Dios te encubre.
Con humor sarcástico:
Donde pone la bala está el error.
Apunten fuego.
¡Fuego!
Cuanto más resplandece la Verdad,
Más difuntos la cantan.
A veces irónico:
¿Disidentes? Ninguno
Que no sea culpable.
Tras la introducción a la que corresponden las citas anteriores, identifica los cuatro pilares sobre los que se asienta esta anomalía nacional: Coro de la burocracia, Coro de policía, Coro del partido y Coro de la clerecía.
Continúa el mismo tono sarcástico:
Un Pérez, ay, terriblemente Pérez,
El más terrible Pérez, que se llama
Pérez y que lo es.
Cierra el poema con estos versos:
Clamor con un furor
Que llenará de espanto
La escena de la farsa:
Muertos y muertos, muertos.
Si el 98 tuvo como modelo la figura de D. Quijote, en estos años de poesía social, comprometida, se elige a Sancho, como expresión del pueblo español, tal como lo define Guillén: conocedor de sus límites.
Ilustración de J.L. Martínez Valero
Asistimos a la Dimisión de Sancho, aquel divertimento de los Duques que coronan su sencillez y fidelidad, otorgándole el cargo de Gobernador en la imaginaria ínsula Barataria. Tras el asalto de los supuestos enemigos, atrapado por las burlas de que ha sido objeto, consciente de que ha perdido su identidad por ocupar un puesto para el que no se siente preparado, carente del disimulo y la hipocresía, asistimos al momento final en el que se dirige a las caballerizas, donde sucede el encuentro con su asno, momento en el que vuelve a ser quien es. Recobra su humilde oficio, asistimos a la reaparición del Sancho verdadero:
El Rucio, casi alegre,
Trota ya bajo un hombre,
A pesar de sus lágrimas dichoso.
Ilustración de J.L. Martínez Valero
Guirnalda civil es un homenaje a su amigo Leopoldo García-Alas García-Arguelles, rector de la Universidad de Oviedo, hijo del escritor Leopoldo Alas “Clarín”, fusilado por el bando sublevado en 1937.
A LA MEMORIA DE
LEOPOLDO ALAS
LEGALMENTE ASESINADO
EL 16 DE FEBRERO DE 1937
Aunque la fecha real en prensa, 19/02/12, con motivo del anuncio del 75 aniversario del fusilamiento figura el 20 de febrero.
Guirnalda civil, primera edición Halty Fergurson, Cambridge, 1970. Segunda edición, forma parte de: Y otros poemas, Muchnik Editores, Argentina, 1973 y tercera en: Aire nuestro y Otros poemas, Barral, Barcelona, 1979. Los dos últimos presentan algunas variaciones respecto a la editada en U.S.A.
Jorge Guillén
El texto comprende los últimos años de la República, la guerra y casi toda la dictadura. Contemplamos un país marcado por un terrible fátum: ¿Adónde va ese caos?
Uno de los soldados que formaban parte del pelotón de fusilamiento, que había sido alumno, se negó. Este es mi reconocimiento:
PELOTÓN DE FUSILAMIENTO
El soldado conoce
la pena,
sabe que será condenado,
se niega a participar
en el fusilamiento
del profesor.
Frente al pelotón recuerda que un día
don Leopoldo propuso
que la verdad
y la vida debieran ser
caminos paralelos.
Finalmente oye: ¡Fuego!
Se trata de un pensar sobre el ser patrio, la lucha fratricida, ¿Caín y Abel? Estamos ante un poema extenso compuesto por varias estrofas, algunas muy breves, aforísticas, cuya segunda parte, titula Arte Rupestre.
Con cita de León Felipe: Aquí el hacha es la ley…/ Y el hacha es la que triunfa. Continúa esa misma reflexión: Un hacha antigua. ¿Criminal? Sagrada. El hacha, refiere que preferimos cortar el nudo antes que tratar de resolverlo, se impide el análisis de los hechos y sus consecuencias, siempre quedan cosas y causas pendientes que, como fantasmas, pueblan nuestro realismo. El término medio, la razón, no dirigen el comportamiento, presencia constante del exabrupto y la oración, el extremo y la ceguera constituyen el carácter:
Hacha de Fundación, Cenit de Régimen,
Nuestra Señora de la Patria unida
Por santo fratricidio victorioso…
Esta visión polifémica, unilateral, le permite recuperar el tópico de las dos Españas, leamos:
¿Dos Españas? En efecto
Una asesinó a la otra,
Y el país quedó perfecto…
El poema 8 emplaza el comienzo de esta manera de resolver el problema, considera al siglo XIX como origen, las guerras entre carlistas y liberales, también guerras civiles, conflicto no resuelto:
Guerra cruel. Gran fracaso
Del país, gran confusión.
Dos señores dialogaban
Sufriendo común dolor.
-Hace mucho tiempo, mucho,
Que se nubló nuestro sol.
Todo va mal. - ¿Desde cuándo?
Oíd lo que respondió:
- Desde que Fernando VII
Juró la Constitución…
El texto siguiente enumera los repetidos fracasos: Monarquía, República, que dan paso a la dictadura.
Los dos últimos poemas de la primera parte configuran el resultado de este enfrentamiento, hora de hacer balance, el sueño de una España mejor, que estuvo a punto de convivir con su futuro, frente a un vergonzoso anacronismo. Ese parón histórico remite a un tiempo que, por lejano, se situó en la más oscura Edad Media. La guerra civil provocó una convulsión mundial en la: Atónica conciencia universal. Por su violencia, su duración, por la participación de fuerzas internacionales, nadie quedó al margen, ya como víctimas, cómplices o verdugos. Todos fueron conscientes de que el porvenir había sido colapsado. Los restos de aquella derrota no estaban localizados:
Cadáveres sepultos no se sabe
Dónde: no hay cementerios de vencidos.
Sin embargo, hay algo que pervive:
El más feroz de todos los poderes:
Vida, vida sin fin.
Y poco a poco
Y sin cesar, inexorablemente
Se reanudan las formas cotidianas,
Se inventan soluciones.
La vida es implacable. [1]
Este último verso resume el estado al que quedan reducidos tanto víctimas como verdugo. La vida implacable, la costumbre impone su rutina inexorable. Razón por la que Jorge Guillén se ve impelido a dejar su testimonio, el hombre es animal de memoria, lo que le convierte en animal de olvido.
La segunda parte: Arte Rupestre, acompañada por las fechas: 1939-1969. En el primer poema propone esta paradoja: quien fue Imperio, hoy es una colonia. El destino propicia estos reveses. Se sigue la reflexión con la que ha finalizado la primera parte: la vida, que sucede en el tiempo, se ha dicho que es implacable, así el tiempo ha trocado la suerte de un país cuyas rutas imperiales desaparecieron entre el humo del ocaso.
El segundo poema semeja una réplica del primero. El que fuera Jefe de los Miedos, sanguinario, vulgar, corruptor del país, déspota, llegó a creerse generoso abuelo de aquella patria a su rigor sumisa. Y él fue la suma víctima engañada. El relato que la censura hizo de los hechos, los años que la multitud ha vitoreado sus apariciones acompañado por clérigos, la falsificación de la historia, lo convierten en el hombre bueno, guardián de su ley, que cree salvar a todos aquellos apartados de la verdadera fe y sus descendientes engañados por falsas sirenas.
El poema termina con este verso:
¡Gloria a Velázquez y al bobo de Coria!
Epifonema en el que se alaba a Velázquez, el artista que mostró la calidad del Imperio, que captó el aire, la luz en la que vivieron y también retrató al bobo, bufón, enano en la corte, porque era parte del mismo. La grandeza y la miseria, la gloria y la picaresca.
Siguen varios poemas breves, que encierran con sarcasmo aforismos del poder:
El pueblo es siempre un niño
Que el Jefe salva.
Con mano amable queda
Como una malva.
Los niños de esos años desconocen el pasado inmediato. Ha habido un tiempo de silencio, todo ha sido borrado:
De la guerra civil no sabe nada.
Él era niño entonces inocente
Sin odio ni retórica de espada.
Ni heredero ni juez. - ¡Adán!- Presente.
La educación, la lectura censurada, la policía y sus colaboradores, el silencio en la familia. Guillén ahonda en la desorientación del adolescente, crecerá en un país cuyos modelos son héroes que están por encima de lo humano, conocidos sólo por sus gestos: Guzmán el Bueno, Isabel y Fernando, Boabdil, Ignacio de Loyola, Santa Teresa, carecen de un referente a la altura de las circunstancias. La información se trueca en doctrina, tanto religiosa como política. Se quiere lograr el perfecto acrítico, obediente a consignas, Adán habitante de un falso paraíso.
Los términos pierden su valor semántico, pueden ser manipulados, unos sustituyen a los otros. Un obrero/a se convierten en productor/ra. La información sobre el régimen y su partido se conoce como formación del espíritu nacional. Se sustituye el orden por la paz.
La libertad, La República laica, el divorcio, el acceso a los libros, el conocimiento del medio, quedan interrumpidos; de las misiones pedagógicas, pasamos a las “misiones” para convertir a un pueblo de infieles. La censura en el cine, los informativos que exaltan la figura del dictador, la dificultad de las comunicaciones, una escasa formación en idiomas. Todo un mundo que, el tiempo y las condiciones de vida, a partir de la salida de emigrantes en los últimos cincuenta, que buscan y encuentran trabajo en Europa, Francia, Inglaterra, Alemania, donde conocen otras costumbres, otro trato ciudadano, otros sindicatos, otras ideas, la democracia, la llegada de turistas y sus costumbres, poco a poco van alejando al país de aquel largo ensimismamiento en que ha vivido.
El poema 9 lleva por título, Primero de Abril (1969):
Son treinta años de paz –con su victoria
Sin cesar recordada: vencedores
Sobre vencidos, sobre asesinados,
Sobre opresos, continua tiranía.
<<Ahora sí que se acaban nuestras luchas.
Los delitos de guerra han caducado.>
¿Y los delitos de los gobernantes?
Esta última pregunta no es retórica, ¿a quién se refiere? A todos los que de un modo u otro han sostenido el régimen. El poema que comienza: Un alcalde del año 36, inicia la respuesta. El aparato del estado, el miedo a ser encarcelado o fusilado, durante treinta años ha convertido la casa de este alcalde en cárcel, Rincón de la Caverna, que justifica el título: ARTE RUPESTRE, de esta sección. El poema se cierra con otra pregunta: ¿También alcanzarán a tantos Jefes?
El poema número 11, primera edición, figura con un título: LEY DE SUCESIÓN, que desaparece en las siguientes. Estos son sus primeros versos:
Las tinieblas terminan en tinieblas
Que no terminan.
Los mismos versos que cierran el poema. La Cueva de ese arte rupestre está habitada por tinieblas. Ahora, si me gustaría que, al formularlo como pregunta, fuese sólo retórica: ¿Las tinieblas terminan en tinieblas, que no terminan?
El texto 12 concluye que, el poder absoluto convierte las cortes en farsa, la narración se expone en cuartetos alejandrinos: Y el dictador anuncia quien debe ser el rey…Suceden los trámites: Y todo se resuelve –mirad- en esperpento.
El siguiente poema sucede en endecasílabos. El tiempo ejerce su impasible tiranía, Pérez ya es un anciano:
Cuya noble fatiga extiende seda
Muy sutil y eficaz sobre los crímenes
Antiguos del ahora Rey de Reyes,
Allí de pie con su blanco uniforme.
Guirnalda civil concluye con un paisaje placentero que cambia, de modo rotundo, el caos primero, la oscuridad de la cueva, el lector se ve trasladado a una playa, cubierta de cuerpos femeninos, junto a construcciones que pronto desgarrarán terrenos vírgenes. Muestra con toda claridad que una cosa es la historia, la política y otra el consumo, el turismo: Ah, pero los negocios… El Imperio vuelve a ser colonia.
Sin embargo, aún permanece oculta la esperanza. Después de haber recorrido esta utopía fallida, historia no deseable, aparece el sí afirmativo que permanece en el fondo:
Bajo el ruido se ahondan los silencios.
Late aún, late, libre,
En potencia futura la Esperanza,
Ímpetu sin cesar hacia su atmósfera:
Aire claro del hombre,
Que jamás desespera.
[1] Las palabras subrayadas por el autor del artículo, en este y otros poemas citados, se presentan en negrita.
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO nació en Águilas, en 1941. Es catedrático emérito de Literatura. Ha publicado, entre otros libros: Poesía (1982), La puerta falsa (2002), La espalda del fotógrafo (2003), Tres actores y un escenario (2006), Tres monólogos (2007), Plaza de Belluga (2009), La isla (2013), El escritor y su paisaje (2009), Libro abierto (2010), Merced 22 (2013), Daniel en Auderghem (2015), Puerto de Sombra (2017), Sintaxis (2019) y Otoño en Babel (2022, ed. La fea burguesía, Murcia). Ha sido guionista en los documentales: Miguel Espinosa y Jorge Guillén en Murcia. También es un notable aguafuertista e ilustrador.
REVISTA ÁGORA DIGITAL / ENSAYO LITERARIO / MARZO 2023
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