ANTOLOGÍA POÉTICA DE DAVID PUJANTE
Antología actual de poesía española/La escritura plural/16
[OTRO CUERPO EN MI CAMA]
Otro cuerpo
en mi cama,
producto del asedio y de
las horas.
Y al fugarse el deseo,
sólo siento repudio a la
pieza cobrada,
sobre el lecho tendida,
dejándose aplastar,
dejándose morder,
dejándose besar,
en silencio, distante.
No es fácil
alcanzar la comprensión
de qué es lo que te ha
hecho
dejarte poseer, si
estaba claro
en tu rostro que no
ansiabas mi cuerpo
ni había urgencia en tu
piel.
En cuanto a
mí, concluido
el momento de duda,
la conquista en la mano,
ni el tacto que alabé me
satisface
ni la entrega indolente
me seduce,
y tampoco comprendo
por qué continuar con la
mecánica
del acto, hasta un final
sin grandes sensaciones.
Todo esto he
conocido acostado a tu lado.
Y el saber con tu cuerpo
Me devuelve virtuoso al
cuerpo del amor,
de las caricias
convencidas,
de los labios sedientos.
(De Con el cuerpo del deseo, 1990)
EL MAR NO ES MÁS QUE GOTAS
UNIDAS
A
José Javier Martínez Moreno
Si en el camino lento de
los años
no damos unos pasos por amor,
si en esta orilla calma no sabemos
prender su fuego un día,
habremos transitado por el mundo
sin comprender el vuelo de los
pájaros,
sin oír el saludo de los árboles,
sin entender la esencia de la vida.
Pero qué sea el amor,
¿acaso lo sabemos?
En tanto que se muestra adolescente,
se nos revela como un fogonazo,
una luz que ilumina nuestra vida
con tornasol de Paraíso. Pronto,
en cambio, lo solemos confundir
con un deseo insaciable de turgencias
que habita y tiraniza nuestro cuerpo,
con la inquietud oscura
por tocar humedades aún incógnitas,
que nos embotan, que nos enloquecen,
cuando llega una tarde la primera
ocasión.
¡Qué fácil el amor se
muestra entonces,
y qué pronto culmina y decepciona
ese anhelo, ese celo natural!
Y después pasa el
tiempo.
Bajo las canas, bajo las arrugas,
lo rodeamos de un extraño halo,
para no darle el nombre
fatídico de frustración.
Decimos
que el amor, cuando vino, fue un
misterio;
y, en cambio, el desear, fácil
fisiología.
El hombre que desgrana
su vida en mil impulsos
contrapuestos,
o el hombre que asesina
la original pasión
con el áureo puñal del egoísmo,
o el que se ata a una carne y a una
sangre
para acunarse en el aburrimiento
que a la vez que lo sacia lo
envenena,
siempre se justifica
con el misterio oscuro del amor.
Pero, aunque lo
empleemos de coartada
para la intemperancia, para la
cobardía,
en realidad todos lo concebimos
como tenue imposible,
como pura palabra
que, no obstante, hace mella en quien
la empuña.
Y el amor que tocamos,
el amor de la historia cotidiana,
es tan sólo la concha
de alguna esencia huida
—hace mucho— hacia el mundo de los
dioses;
es un caparazón abandonado
por un mar de deseos en la orilla
limosa del lenguaje
y convertido en obsesión del mundo.
(De Estación marítima, 1996)
LEVE DON
I
¡Un extraño misterio son los dioses!
Conocemos sus hechos: sus dones y también cuanto
nos niegan.
No entendemos ni lo uno ni lo otro.
Te han dado la hermosura:
una piel tersa y blanca como la alta lujuria de los
sueños.
Te han concedido hablar en varias lenguas
casi perfectamente.
Y te niegan lo más habitual
entre las concesiones de los cielos.
Te niegan el lenguaje sencillo de las pieles.
Te envaran el espíritu en la noche del cuerpo.
II
Cuando la suave mano que pide la caricia
pasa del justo punto del pudor (invento ajeno
a la verdad del cuerpo),
una oscura serpiente en tu interior
se retuerce y se anuda
y te cierras sobre tu oscuridad.
¿Por qué (pero los dioses no contestan)
no puedo acariciar tu joven cuerpo,
hablar con él la lengua del afecto?
III
Lentamente, en silencio, se conocen los hombres;
avanzando con paso, si cauto, decidido.
No me niegues la dicha de este nuevo diálogo:
Transitar por tu alma, por tu cuerpo y mi ensueño.
IV
En la profundidad de tu mirada
(dos negras insolencias),
las edades se agolpan.
¿Qué hiciste en otras vidas para sufrir ahora este
castigo?
¿Qué no hice yo contigo, cuando nos conocimos, para
este desamparo?
Llegaste un día a mi casa y te colaste
en mi coto cerrado, en mi amable reducto.
Nos miramos, nos dimos las manos y quedaron
un tiempo entrelazadas,
como cediendo al tacto ese decir
que aún no era de la boca.
¿Qué me engañó de ti, qué gesto,
qué intención aparente
que luego me negaste?
V
Como ocurre a menudo en el amor (palabra grande,
difícil de sostener, casi siempre más allá de lo
oportuno),
los afectos encuentran a sus dueños
cuando no esperan nada,
cuando van descreyendo de que un regalo nuevo les
aguarde.
Gran parte de la fuerza del amor suele ser la
sorpresa.
VI
Nada tiene futuro en esta vida, y menos esto
nuestro.
Así que no pregunto, me entretengo
en mirarte a los ojos, en pasar
la mano con la mente por tus sienes,
en todo lo que sé que he de perder un día,
sin pensar nada.
Como en la vida. Sin planes.
¡Qué digo como en la vida! ¡Estúpido lenguaje!
Nada de como,
es la vida
que de nuevo me sorprende
inoculándome su fuerza
tras años de espectador ansioso por tocarla.
VII
No estás entre mis brazos
y me parece, en cambio, que quieras formar parte de
mí mismo.
Pero lo que te asombra y lo que te divierte,
lo que te gusta y te hace sonreír ¡me es tan ajeno!
Vive tu vida en gozo
y yo estaré en mi sitio.
Los días que la vida nos une
son un portento inexplicable.
VIII
No puedo cometer el error de cerrarte el círculo
sobre mí mismo y asfixiar tus años.
La inteligencia también vale en el amor
y debe ser una especia que bien sazone
los ingredientes de la locura.
(De
Animales despiertos, 2013)
EL MISTERIO
(Una carta apócrifa de Luis Cernuda)
Te miro, y ¡qué belleza!
Los antiguos dirían que un dios te habita. Yo te he visto y, ahora que la vida
ya no me apetece como antes, he sentido correr como un torrente ascendiéndome,
queriendo apuntalarme, anclarme al vivir en esta silenciosa mañana de verano,
en la que has pasado por la calle, y me has adelantado sin mirar, sin darte
cuenta de que yo estoy aquí y ahora tu espalda ilumina mi mirada.
Pero
el misterio no es tu belleza que me deslumbra como a los clásicos deslumbró tu
antepasado bello. El misterio es que tus piernas (asentadas en la perfección de
tu espalda, en la redondez de tu culo), que tu cuello, que tu cabeza rotunda
como el dibujo mejor pergeñado, consigan devolverme el gusto por vivir, y den
sentido a todo lo que hace unos momentos no tenía sentido; que me eleven a la
luminosidad, mayor que la del sol que comienza a calentar demasiado ya tan
pronto.
¿Cómo
es posible que unas piernas tan bien entroncadas en la delicia, unas poderosas
espaldas, unos hombros anchos como el deseo, una figura humana joven y hermosa,
pero al fin solo eso, cumplan el milagro de mi querer permanecer en el mundo,
la alegría suma y las gracias infinitas por conocer esta maravilla de una
mañana más?
(De
La piedra de hoy, inédito, 2013)
David Pujante nació en Cartagena (1953). La propia vida (1986) fue su primer
libro de poemas, considerado por L. A. de Villena como perteneciente a la
tradición clásica que resurge "a caballo entre la última tensión de la
Generación del 70 y las primeras apariciones de la Generación del 80". El
siguiente libro fue Con el cuerpo del
deseo (1990). Pedro J. de la Peña dijo en "La Esfera" (El Mundo):
"En la sobriedad y en la depuración del texto se encuentran los requisitos
más auténticos". El tercero fue Estación
marítima (1996) donde se "ofrece una estación del exilio en la que
confluyen sentimientos de distancia, soledad y desarraigo" (Javier Díez de
Revenga, La Opinión). Para un selecto
recuento poético-crítico de 1996, Idoia Ariznabarreta (El Correo) eligió a "David Pujante, como cartagenero que
cautiva con su Estación Marítima."
Uno de sus libros publicados, La isla (2002), según el crítico Soren Peñalver, fue
“uno de los más bellos libros de poesía aparecidos ese año.” (La Opinión de Murcia).
Con el título de Itinerario (2003) salió publicada, bajo
los auspicios del crítico y director entonces de la Editora Regional de Murcia, Ramón
Jiménez Madrid, una amplia antología de toda su poesía hasta la fecha. Tras un largo silencio de diez años, Renacimiento editó un nuevo libro de
poemas de David Pujante titulado Animales
despiertos (2013).
BIBLIOGRAFÍA DE DAVID PUJANTE
Libros de poesía: La propia vida (1986), Con el cuerpo
del deseo (1990), Estación marítima (1996), La Isla (2002), Itinerario
(2003), Animales despiertos (Ed. Renacimiento, Col. Calle del Aire,
Sevilla, 2013), La piedra de hoy (inédito).
Traducciones: Fernando Pessoa, Antinoo (1985); August von
Platen, Sonetos venecianos y otros poemas (1999); Luis Antonio de
Villena (compilador), Amores iguales (2002).
Libros teórico-críticos: De lo literario a lo poético en Juan
Ramón Jiménez (1988), Mímesis y
siglo XX (1992), El hijo de la
persuasión (1996 y 1999), Un vino generoso (1997), Manual de
retórica (2003 y 2006), Belleza mojada. La escritura poética de
Francisco Brines (2004).
Numerosos artículos en revistas nacionales e
internacionales.
REVISTA ÁGORA DIGITAL DICIEMBRE 2013
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