RESURRECCIÓN POÉTICA
DEL UNAMUNO ESENCIAL
La Vinculación del
Unamuno poeta con el Modernismo hispanoamericano
Fragmentos –capítulos II, III, IV y V- de la introducción a la “Antología
poética del Unamuno esencial”,recogida en el volumen homenaje Di tú que he sido.
POR ALFREDO
PÉREZ ALENCART, POETA PERUANO-ESPAÑOL. PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE
SALAMANCA
Hacerme, al
fin, el que soñé, poeta
M.
de U.
Dedico esta Antología a Pilar
Fernández Labrador
y
a Alfonso Ortega Carmona, tan queridos para mí.
.
Cap. II
Un simple ejercicio de búsqueda del propio sentir de Unamuno respecto a su
creación poética, nos lleva, invariablemente a la América hispana. En su
epistolario, el grueso de manifestaciones más profundas en torno a sus
poemarios y a su propia forma de entender la poesía y de escribirla, se
encuentra en las cartas que escribiera a sus amigos y corresponsales americanos.
Veamos
solo algunos ejemplos. Al escritor boliviano Alcides Arguedas, le
dice en 1911: “Mi poesía entra más lentamente que mi prosa, pero entrará,
¡vaya si entrará!”, comentándole también que todavía no había podido
cubrir el gasto que le supuso publicarse sus dos primeros poemarios (Poesías y Rosario de sonetos líricos). Parece increíble, cuando ya entonces Unamuno era
urgido por los impresores para publicarle lo que sea, pero en prosa. Pero todo
poeta sabe que no importa el desdén o el desvalor que den a sus textos, y sigue
con su escritura, y costea su edición si es necesario, aunque
no logre recuperar la inversión material, como el vasco de Salamanca
confiesa a Arguedas, “y eso que son mis obras favoritas”.
¿Pensar
el sentimiento y sentir el pensamiento? Pues claro, y para la parte
del sentir tuvo cierto asidero en la obra del cubano José Martí, especialmente
con su libro Versos sencillos, como le reconoce en 1928 al escritor
puertorriqueño Artemio
Precioso: “Y cuando pienso en Martí, que tanto me ha enseñado a sentir”.
Antes,
en octubre de 1909, le escribe al poeta chileno Ernesto A. Guzmán,
la primera voz de hermandad poética que escribió sobre sus poemas
(luego sería Darío, con
un texto publicado en La Nación de Buenos
Aires, y que el poeta pondría de prólogo a su libro Teresa):
“Y de
eso otro de que sea la nuestra poesía cerebral y no cardial, de ideas y
no de sentimientos, de eso he de escribir de largo. Hay pobres gentes que
no sienten las ideas. Ignoran, además, que el sentimiento es cerebral.
Para
ellos pasión se reduce a pasión de carne, pasión animal. No
comprenden que en una sentencia de Spinoza hay más sentimiento, más
pasión, más poesía que en cientos de insípidos madrigales a la novia.
La sensualidad es con la artificiosidad otra plaga de la verdadera poesía”.
……….
Cap.
III
Hablando
del nicaragüense Rubén Darío,
de un linaje poético diferente al de Unamuno, verdad es que fue uno de los principales introductores del rector
en la prensa argentina y del resto del continente. En un lejano 1899 escribe
don Miguel: “Usted sabe bien, amigo Darío, cuánto ensancha el pecho del alma el
sentirse escuchado y comprendido y el recibir el eco de nuestra voz,
enriquecida y transformada al sernos devuelto por otro espíritu”.
Ahora
bien, y a pesar de las diferencias, lo importante es que Darío fue el
primero que supo entender que Unamuno fue, es y será esencialmente Poeta,
aunque escriba en prosa. Y lo hizo en círculos donde, entonces como hasta hoy,
poco se ha valorado su obra poética; personas especialmente desdeñosas ante un
intelectual que, a los 43 años, también quería ser poeta. Extraigo del citado
artículo: “Y cuando manifesté delante de algunos que, a mi entender, Miguel de
Unamuno es ante todo un poeta, y quizá sólo eso, se me miró con extrañeza y
creyeron encontrar en mi parecer una ironía… Si poeta es asomarse a las puertas
del misterio y volver con, en los ojos, un vislumbre de lo desconocido. Y pocos
como ese vasco mete su alma en lo más hondo del corazón de la vida y de la
muerte. Su mística está llena de poesía, como la de Novalis.
Su
pegaso, gima o relinche, no anda entre lo miserable cotidiano, sino que anda
siempre en vuelo de trascendencia. Sed de principios supremos, exaltación de lo
absoluto, hambre de Dios, desmelenamiento del espíritu sobre lo insondable,
tenéis razón si me decís que todo eso está muy lejos de las mandolinas. Pero
las mandolinas no son toda la poesía”.
……
Cap.
IV
Poeta
de lo trascendente, poeta del paisaje del alma, poeta agónico con Dios hasta en el hueso… Poeta que ha sido y que será. Extraña que algún compilador
actual de su obra poética completa no mencione, entre la temática de su poesía,
esa bús- queda y entrega a Dios. Suena a chiste, si es que no fuera esperpéntico.
Tanta erudición para obviar lo más evidente de la obra del poeta. Los eruditos
de hoy ni siquiera llegan a los talones de esos eruditos con los que no
congeniaba Unamuno: “Nunca acabo de hacerme a estos eruditos por buenos que
ellos sean. Parece como que los grandes escritores no han nacido sino para que
aquellos investiguen su vida y les saquen todos los trapitos a relucir. Y hay
mucho de infantil en el ahínco que ponen en atrapar verdaderas minucias”, le
dice a su amigo Ernesto A.
Guzmán, en 1913.
Volvamos
a Darío, quien ahondó de forma inmejorable sobre el anclaje final de la poesía del vasco de Salamanca: “Unamuno sabe bien que el verso,
por la virtud demiúrgica, tiene algo de nuestra alma al salir de ella, que es
uno de los grandes misterios del espíritu, que un rito mortal para la cual la
iniciación viene de una voluntad divina… El canto quizá duro de Unamuno me
place tras tanta meliflua lira que acabo de escuchar, que todavía no acabo de
escuchar. Y ciertos versos que suenan a martillazos, me hacen pensar en el buen
obrero del pensamiento que, con la fragua encendida, el pecho desnudo y
transparente el alma, lanza su himno, o su plegaria, a buscar a Dios en lo
infinito”.
No
hay más que decir, salvo dejar que el propio poeta se nos despida.
En
carta de 1906, dirigida al escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, aclaraba Unamuno: “Yo no siento la poesía
sino poéticamente ni la poesía sino filosóficamente. Y ante todo y sobre todo
religiosamente… Lo que sobre todo gusto es de la filosofía poética o de la
poesía filosófica, no de la mezcla de la poesía y filosofía, no de versos
conceptuales en que el esqueleto lógico su apófisis y costillas por entre la
flaca carne poética, no, sino de aquellos otros en que poesía y filosofía se
funden en uno como en compuesto químico”.
Cap.
V
Cada
encuentro pergeño algún texto para dedicárselo al poeta homenajeado. El hecho de no participar como poeta invitado me abre este resquicio. Así queda
una expresión de mis afectos.
UNAMUNO
Oh señor de
Libreros, señor de Unamuno,
el mío corazón
comparece ante su creencia
sin estatuas,
quijotesca teología del ejemplo
dinamitando
religiones ¡Evangelíceme, hágalo
sin estampitas ni
mentecatadas! ¿Qué habrá
excomunión?
Gracias a Dios, gracias al aletazo
de las cigüeñas
sobre la calva del obispo,
gracias a Lázaro
de Tejares, por donde duermo.
Ahora le atiendo,
profesor sin páginas en blanco,
señor del
rectorado para travesías lejos del griego.
Anote el número
del móvil que me niego a tener.
¡Llámeme con su
voz que despierta Españas!
¡Persevere, señor
de Jugo! Vine de la otra orilla
pero quédome donde
se cobijan sus Palabras.
(para
Miguel Elías)
ALFREDO PÉREZ ALENCART
revista ágora digital diciembre 2013 HOMENAJE A MIGUEL DE UNAMUNO
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