TRES POEMAS DE
JOSÉ LUIS MARTÍNEZ VALERO
LIBROS
Cada uno de los libros
que tengo en casa
algún día fueron ramas y hojas
de aquellos árboles,
que el viento mueve en mi cabeza,
donde el mar y el aire de nuestra historia
hace tiempo reposan.
EL PLANO DE ESTA CIUDAD
(poema con circunstancias)
Una ciudad nunca se acaba de conocer.
Sus muros siempre se levantan sobre otros muros.
Estamos en la glorieta del ayuntamiento,
bajo el toldo del café Tornasol
y es Murcia, sin duda, esta luz que todo lo arrasa,
junto al palacio del obispo.
Los molinos del río no muelen ya
el tiempo ni los granos de sus campos;
el mercado de ganados y las lavanderas,
han desaparecido,
tampoco el agua se mueve como antes.
Aquellos baños árabes fueron eliminados
por ser antihigiénicos, casi irónicamente
cuando esta ciudad dio la espalda a la historia.
El tranvía pasaba muy cerca
camino de la plaza de la Cruz.
Trapería, Platería.
Ay, si acertara,
me equivocaría.
Sobre sus calles
persisten los que aquí vivieron,
esos mismos habitaron durante unos años
otra ciudad, donde está el palacio del obispo
fue la Casa del pueblo;
el colegio de los maristas,
un Hospital de sangre,
el casino, que todos conocéis,
fue Casa de la Juventud,
y la Universidad acogió a los brigadistas.
El plano de una ciudad nunca perdura quieto,
bajo su superficie transparente
continuas se mueven, como algas, las calles.
En la iglesia de Verónicas las monjas
no asisten a la misa,
tampoco en San Esteban
están los jesuitas,
vecinos de aquel barrio musulmán,
cuyas ruinas con sudario se arruinan.
Tantas cosas en el tren de lo imposible
se nos están volviendo irrealizables
decía un amigo, poeta albaceteño,
en los sesenta,
qué diría ahora, cuando lo imposible
se está volviendo realizable.
Nuestros jóvenes vuelven a emigrar
tal como lo hicieron sus padres en los sesenta,
gracias a su formación no regresan.
Las calles de la ciudad son las mismas,
aunque a veces abren una Gran Vía
que demolerá su memoria
o se traga pequeñas plazas
donde nunca volveremos a vernos.
A veces en el aire subsisten suspendidos
balcones o ventanas
para siempre cerrados.
DISTOPÍA
¿Y si el viaje fuese de vuelta?
Si partiésemos desde esta arruinada
y vieja Europa,
hacia las secas tierras africanas.
Con que sed atravesaríamos su arena,
bajo un sol inclemente.
Puede que al borde del camino
Reposásemos bajo la sombra de una acacia
Para, agotados, aguardar
ya sabéis qué.
También sería probable
que aquellas tierras polvorientas,
cuarteadas por una sequedad casi infinita,
de repente, se hubiesen transformado
en valles fértiles, con aguas frescas.
Quizá este viaje de vuelta al Sur
fuese en una de aquellas pateras arruinadas,
que aún permanecen expuestas al sol,
semienterradas en la arena de nuestras playas.
Y con ellas arribáramos a campos
donde, efecto de los cambios climáticos,
ahora llueve, llueve continuo.
Por fin, algunos europeos han alcanzado estas
costas, cuya abundancia les recuerda el paraíso.
Por fin, podrán calmar la sed, aplacar el hambre.
El sol de nuevo inunda con su luz
estas tierras que fueron yermas.
Hoy son hermosos prados, ved
ved esas vacas que pastan tranquilas,
mientras los niños, que regresan de las escuelas,
entonan alegres canciones.
Las noticias de Europa
cada vez son más alarmantes,
miles de hombres y mujeres hambrientos
peregrinan hacia el Sur desesperadamente.
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