¿DÓNDE HAY UN POLÍTICO DIGNO AL QUE PUEDA VOTAR?
Falta una semana para las elecciones municipales y autonómicas. Escribo desde mi circunstancia personal, para que usted compruebe de antemano mis cartas. Como no soy de una secta política -que eso son los partidos o asociaciones de dogmáticos-, no tengo que pagar peaje ni demostrar filias y fobias para merecimiento y medro presente o futuro. Tampoco pertenezco a la ley del grupo o los grupos de apoyo a los políticos que se presentan a competir, ni soy de aquellos del buen comer y satisfacerse en compañía de los suyos, de los compañeros de ideología o partido; generalmente a costa de los dineros de todos, de los que no y de los que sí comulgan juntos. Si no tuviera, aún, una preocupación por el devenir de mi país, de España, que es el nombre de este país, pues me retiraría al silencio y solo diría mi canción a quien conmigo va.
Me preocupa la falta de altura democrática de los políticos españoles de hoy en día. No voy a citar a fantoches, aunque podría, y podéis. Esas figuras de cera en que se han convertido aquellos que, más o menos preparados y vocados a la cosa pública hace unos diez años, han descubierto después las minas del rey Salomón en un escaño del Congreso, en un acta de la Asamblea o del Ayuntamiento. ¡Y a mí, Sabino, que los arrollo! (Creo que ese era el grito de la furia futbolística española, aunque ese grito tenía mejores piernas y cabeza que las de estos y estas palomas).
Los políticos actuales, en brega aún, por mantenerse o llegar al poder, utilizan toda la artillería mediática para suprimir, rebajar y lanzar de la arena al fondo del mar al político rival, preferentemente al cadáver del rival. Este no es, de comienzo, el político del partido rival, sino el socio y compañero de la misma asociación: recordemos, dogmática; donde está excluido el pluralismo interno, donde solo puedes pertenecer a un dueño. Curioso que la supuesta democracia moderna se base en la exigencia de jurar un dogma, y un solo dogma; una iglesia y solo una. No podría usted pertenecer a varias iglesias, como puede ser miembro de varias organizaciones civiles, lúdicas o deportivas. ¡No! La democracia, o esa cosa que llaman los partidos democracia, en realidad, partitocracia, no admite más que un género en política. A diferencia del espíritu original democrático; pues, como sabe, en la Atenas de Pericles no había partidos políticos sino electores libres y con derecho a la autorepresentación en la asamblea o ecclesía gracias al derecho básico democrático: el derecho a la isagoría, o sea, a que el ciudadano como tal pueda proponer leyes, vetar leyes, opinar y convencer a otros y, como contrapartida, si una de sus propuestas llevadas a ley se demostraba con el tiempo que era perjudicial para el Estado, sobre todo, si conllevaba de suyo un interés únicamente particular, entonces debía atenerse el ponente a una multa, al exilio o incluso a algún castigo mayor.
Pero, esos políticos de hogaño no solo te exigen una identidad política a prueba de algodón, sino que te obligan a definirte, bajo su mentirosa retórica, en un bloque contra otro. Lo último, que le he oído, en un programa de radio, al presidente de la Comunidad de Extremadura (y dice este en alto lo que piensan los actuales dirigentes del PSOE) es que, si en caso de necesitar el Presidente Sánchez el voto de Bildu para seguir mandando, tendría que hacerlo, porque, si no, ¿quién iba a gobernar? ¿La derecha? Es ese razonamiento lo que más me ha hecho pensar que la izquierda enloqueció hace tiempo, aspirada por el ansia de poder, si es que alguna vez en la supuesta izquierda entendieron que la democracia consiste en que la derecha, el centro, la izquierda, e incluso la extrema derecha o la extrema izquierda, tienen que disputarse el poder pacíficamente, sin recurrir a las pistolas, ni al chantaje o el secuestro de la imagen, y a veces, más que de la imagen, de la persona que milita en otro partido contrario. Y, por supuesto, creo yo, sin linchar ni al propio ni al extraño, como vi que hicieron los buitres de una televisión el otro día, y en hora punta de la tarde, con el Presidente de la Comunidad de Castilla La Mancha. No me cae simpático el tal, pero de censurarlo a utilizar su imagen y un comentario suyo para lincharlo públicamente hay, o debería haber, una diferencia. Los políticos, se me ha olvidado decir antes, no suelen ser peores que los periodistas de las cadenas públicas o privadas. Solo que terminan, unos en el poder, rescullando cuando les falta el papel y diciendo por su cuenta unas enormes gilipolleces; otros, en la sombra del poder, esperando a que aquellos se estrellen.
De todo ello se desprende que a los problemas que acusadamente se presentan en el día a día de este país (vengo de hacer la compra, mira, y vengo más pobre que ayer, pero menos que mañana), se suma el primero que he mencionado, el de la poca calidad de los políticos, un incordio que a mí (no sé si me hizo demasiado sensible Dios, o el demonio), no me deja ver el bosque. Otro día hablaré del odio a la cultura que tienen esos analfabetos con ínfulas de poder, que son incluso ministros de cultura, Universidad y Educación, y que tienen títulos de doctores. Hablaremos quizá alguna vez de los problemas reales. Por ahora, mi inquietud gira como noria sin agua. ¿Dónde hay un político digno al que pueda votar, dónde?
Fulgencio Martínez
19/ 5/2923
No es la calidad ni la dignidad de los políticos el problema (que también), es la nefasta calidad del sistema, continuista del franquismo, que nos vendieron y que en un primer momento pudo ser útil para evitar el golpismo y otros problemas, pero ya hace décadas que sólo es útil para la clase política.
ResponderEliminarVotamos para ratificar el humo que nos venden los partidos de la oligarquía política que realmente no se comprometen a nada ni se consideran forzados a cumplir nada puesto que el sistema de partidos no les obliga.
El sistema consiste en una estructura partidocrática estatal pagada con el impuesto de los ciudadanos, los políticos se adscriben a esa estructura, los jefes de partido crean sus listas, los elegidos para esas listas deben agradecimiento eterno a sus jefes y los ciudadanos los ratifican depositando su voto sin elegir realmente nada ni a nadie.
Votes lo que votes es un cheque en blanco por un tiempo para el que sea capaz de formar un gobierno que irá ampliando las cargas al ciudadano trabajador, y cercenando la libertad individual y la libertad política colectiva.
Es el mal, endémico ya, de nuestra falsa democracia, ausencia de representación, carencia de control por la nula separación de poderes, y sin independencia judicial, o sea, una tiranía asumida y aceptada por la oligarquía de todos los partidos, cuya principal finalidad es mantenerse en los sillones.