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viernes, 5 de mayo de 2023

Crítica del crítico. Crítica de Platón. "Fedro" y "La farmacia de Platón", de Jacques Derrida. Por Fulgencio Martínez /Ágora-Papeles de Arte Gramático /Artículos

 


Este texto es continuación del artículo publicado anteriormente en este mismo blog: "Las torpezas de un libro excepcional: El infinito en un junco, de Irene Vallejo".

https://diariopoliticoyliterario.blogspot.com/2023/05/las-torpezas-de-un-libro-excepcional-el.html

 

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CODA Y CONTINUACIÓN:  CRÍTICA AL CRÍTICO. UNA CRÍTICA DE PLATÓN. “FEDRO” Y “LA FARMACIA DE PLATÓN”

Irene Vallejo, la autora de El infinito en un junco, mantiene el mismo estupor que yo tuve un día hacia Platón, después de leer su diálogo Leyes y dos textos de interpretación en apariencia contradictorios, en cuanto que uno, La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper (en especial, el capítulo dedicado a Platón como pensador autoritario) me pareció una reflexión imprescindible, sobre todo, a la altura de la historia en que el libro apareció (cuando los totalitarismos comunista, nazi y fascista estaban en auge; el libro denuncia la base teórica que tanto Marx como Platón, Hegel, pueden ofrecer a dichos regímenes y a otros peores, distópicos); y por otra parte, el otro libro, Teoría de la justicia, de John Rawls, aparecido a principios de los setenta del siglo pasado, libro que intenta conciliar la justicia, la libertad y la igualdad, el liberalismo y la filosofía política social; todos estos términos difícilmente dóciles a ensamblarse en una fórmula mecánica, y que requieren tener siempre en cuenta el ideal de justicia como marco utópico, la idea platónica de justicia, para un ajuste y reajuste continuo y contextualizado a cada sociedad y momento histórico; con lo cual, simplemente, Rawls se “cargó” las dicotomías irreconciliables en la teoría ética y política anterior, de modo que, indirectamente, críticamente, viene a darle valor a la libertad y a la posición de Popper, un imprescindible para el pensamiento desde entonces, si se lee, igual que a Hayek, en su contexto; de rebote, Popper, Rawls nos hacen volvernos a interesar por Hegel, Marx, Platón, desde una posición no dogmática, más atenta a sus “escritos”, donde (como hace ver otro ensayo fundamental, La farmacia de Platón, de Jacques Derrida), se nos muestra una diversidad de perspectivas, de sugerencias, muchos “Platón” casi inabarcables y cada uno de ellos fuente para toda una filosofía y generador de su propia historia de un estilo de pensamiento.[1]

 

Derrida ha dedicado excelentes estudios a Platón, como “Khora”, explorando la multiplicidad y riqueza del pensamiento platónico, irreductible a un sola versión o texto de Platón. Escritor cuyo discurso está, además, diseminado en las voces de los múltiples personajes de los diálogos: no sólo Sócrates, Protágoras, Gorgias, los sacerdotes egipcios, etc. Pero ahí en “La farmacia de Platón” el autor francés se centra en el diálogo “Fedro”.

Recogemos esta reflexión sobre el juego, del ensayo de Derrida (epígrafe 9, El juego, p. 237 y ss):

“Se ha podido creer que Platón simplemente condenaba el juego y con él el arte de la mímesis <una especie de juego, donde está incluida la escritura. Nota nuestra> (…) “Al juego y al arte Platón los pierde al salvarlos… Platón habla bien del juego, en el mejor sentido del juego, el vigilado y controlado por las balaustradas de la ética y por la política. Es el juego comprendido en la categoría inocente de lo divertido. Del divertimento.” <El juego (en abstracto) está implicado con la paideía, con la pedagogía. En ese contexto hay que entender la domesticación del juego en Platón y su crítica a las artes, de hecho, es así, en el contexto de un programa de estudios para niños y adolescentes, en Republica. Bien distintos son los juegos, en plural, donde se desarrolla un logos adulto (no comprender esto es lamentable para la educación). Nota nuestra.>.

Seguimos al filósofo francés:

“El juego se pierde siempre salvándose en los juegos. (…) esa desaparición del juego en los juegos. Esa (no) lógica del juego y de la escritura permite comprender algo ante lo que ha habido tanto asombro: ¿por qué, subordinando o condenando la escritura y el juego, ha escrito tanto Platón, presentando, a partir de la muerte de Sócrates, sus escritos como juego, y acusando a lo escrito en el escrito, presentando contra él esa acusación (grafe) que no ha dejado de resonar hasta nosotros”.  (p. 239-240. op. cit.). <Nota nuestra: Grafé (acusación) tiene la misma raíz que escritura-grafía como inscripción. Lo dicho en ella, la dicción, se diferencia de la inerte inscripción, de los signos mudos escritos. Ese juego de palabras y de sutil contradicción en la estructura misma de lo escrito, de los libros; la diferencia, en suma, entre pensamiento, palabra viva y sema-cápsula o tumba del pensamiento y de la palabra, es lo que genera modos como la ironía, la metáfora, y aquí el juego platónico contra/a favor de lo escrito>

Seguimos leyendo a Derrida:

“¿Qué ley rige esta “contradicción”, esta oposición consigo de lo dicho contra la escritura, dicho que se dice contra sí mismo desde el momento en que se escribe, que escribe su identidad y alza su propiedad contra ese fondo de escritura? Esa “contradicción” no es otra cosa que la relación consigo de la dicción que se opone a la inscripción, expulsándose a sí misma al perseguir a lo que es propiamente su añagaza, esa contradicción no es contingente.”

Esta sentencia definitiva de Derrida, y a través suyo, de Platón, nos muestra el dinamismo permanente de la escritura (y su vocación crítica y autocrítica, como uno más de sus juegos).

 

Ahora, regresamos unas páginas atrás en el ensayo de Derrida, para leer unas frases, en mejores condiciones de entender la relación entre Platón y la verdad. Dice Derrida:

“Hay que tener cuidado: En el momento en que Platón parece alzar a la escritura, haciendo del habla viva una especie de grafía psíquica, mantiene ese movimiento en el interior de una problemática de la verdad. La escritura en te psijé <en el alma> no es una escritura de desbroce, sino sólo de enseñanza, de transmisión, de demostración, todo lo más de descubrimiento, incluso de aleceia <verdad, aletheia>. Su orden es el de la didáctica o de la mayéutica, en cualquier caso, de la elocución. De la dialéctica. Esa escritura debe ser capaz de sostenerse a sí misma en el diálogo vivo y sobre todo de enseñar convenientemente lo verdadero, tal como está ya constituido.

Esa autoridad de la verdad, de la dialéctica, de lo serio, de la presencia, no se desmentirá (…) cuando Platón, al haberse de algún modo reapropiado de la escritura, lleva la ironía -y lo serio- hasta la rehabilitación de cierto juego. Comparada a otros juegos la escritura lúdica e hipomnésica <mera repetición de los signos mudos a cada lectura, imitación de la palabra viva sin introducir diferencia, de baja memoria, pues>- la escritura de segundo orden vale más”. <En ese segundo orden de escritura, gran parte de la literatura y de la poesía>.  “Hay cosas peores”. <Esa escritura hipomnésica vale>, continúa Derrida “si está al servicio de la dialéctica y para dejar una huella (ijnos) a quien quiera seguir su pista por el camino de la verdad”.

 

He traído esta larga cita sobre la verdad y la escritura para que nos hagamos una idea de la complejidad de Platón. Por un lado, una especie de primer gramático o un Wittgenstein avanzado que distingue entre géneros de escritura (en relación a la verdad), entre usos o juegos de lenguaje. Por otro lado, un Platón “inaceptable” para unos, estimulante para otros, tras el giro que presenta el adverbio ya, al referirse a una verdad ya constituida, que el dialéctico ha de buscar, encontrar. Tal como lo ha presentado Derrida. Así que, ahondando la complejidad: por un lado, la propensión al dogmatismo, por otro la denuncia del relativismo y del fácil escepticismo, como nos recordará el proverbio de A. Machado, platónico en este punto, respecto a una verdad por encontrar. Tu verdad, no; la verdad; / y ven conmigo a buscarla, / la tuya guárdatela. La verdad idealmente objetiva, como objetivo heurístico, como tarea en común, participativa del logos en diálogo, la verdad como fundamento del método, de cualquier método y reglas metódicas:  en este caso, de la dialéctica platónica que es el método de la filosofía viva. La verdad como aspiración a la verdad, que nos recuerda aquel pensamiento de Unamuno de que, para él, creer era querer creer. Y estos versos del poeta aragonés Ángel Guinda, con ellos dejamos al lector reflexionar:

 

     Bueno es saber sin saber que se sabe.

    Saber es la riqueza de lo que no se tiene.

 

(Aparición y otras desapariciones, p. 50. “Amanecer con lluvia”. Ed. Olifante, Litago, Zaragoza.)

 

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CONCLUSIONES I. LA INALCANZABLE REALIDAD Y EL IMPULSO DE LA VERDAD

 

Mantuve como Irene Vallejo un recelo hacia Platón (un Platón que como una mera repetición se daba y explicaba en los libros de texto de Filosofía, sin ver su fondo abrupto y erizado contra nuestros prejuicios democráticos, como si su diálogo República fuera un documento de pedagogía libertaria y una loa a la ética y a la política post-derechos humanos) hasta que me di cuenta de que al filósofo de la Academia le debemos, en nuestra cultura, y en la futura más aún le debieran, algo muy importante: el impulso de la verdad. Es otra forma de pasión, la pasión por la verdad, otra ilusión si queremos verlo así, tan ilusión y tan poderosa como la ficción. Hay gente apasionada por la ilusión de la verdad (y por distinguir lo real de lo no real, la inalcanzable realidad, que diría Caty García Cerdán, en un artículo sobre El Quijote). Pero, como Borges dice de la metafísica, que pertenece al género de la literatura de ficción, el afán por la verdad es otra pulsión literaria, otra obsesión metafísica, inseparable de la misma ficción literaria. ¡Qué sería de una cultura que admitiese que todo es ilusión e imágenes o palabras solamente, sin más! (A lo mejor, la budista: obsesionada por el vacío y la no realidad de todo).

Por otra parte, la filosofía es ante todo crítica de libros, de la cultura, de nuestra cultura donde gentes como Platón, Aristóteles etc, decidieron crear ese género literario que busca la verdad: la filosofía.

En cualquier caso, es un tema muy discutible e importante. Implica qué valor tiene esto de la cultura, de la literatura, la filosofía, la misma política (Platón inventó la "justicia" como ideal, diferente a las leyes concretas, que nunca llegan a él.) Pero ¿fue un antidemócrata? (¡Y son demócratas, quiénes: los de un partido solo! ¡Cómo se puede ser demócrata militando en un solo partido o secta! Contradicción de la democracia en sí misma, que acepta parceladas agrupaciones de dogmáticos disputándose ritualmente el poder cada cierto tiempo). Hay muchos "Platón", no es fácil quedarse con uno solo, o una simple caricatura de un tipo tan complejo.

 

 

 

 

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          CONCLUSIONES II. LA ESCRITURA NO ES LA REPETICIÓN VIVA DEL SER VIVO… LA POESÍA PUEDE SER.

 

Con Jacques Derrida en su lectura de “Fedro”, nos interesó seguir, las distinciones entre anámnesis (reminiscencia), memoria viva y hipomnesia. Es como una cadena, donde lo primero es la visión única, como primera y original; luego la repetición en la palabra viva de la memoria viva, y por último la repetición de la repetición, en la memoria hipomnésica (en la cual cae la escritura falta de otro impulso). La escritura hipomnésica, aclara Derrida en otro momento, es una escritura sin anámnesis. Es repetición de la repetición. Aunque toda verdad necesite la repetición, la memoria, cuando esta se convierte en algo inerte no produce revelación o recuerdo de la verdad. Platón siempre tiene ese trasfondo mistérico del conocimiento adquirido antes de la vida, y del mundo de las Ideas como la verdadera realidad. Su posición existencial es radicalmente paradójica, y no se puede olvidar esta “creencia” metafísica, o existencial, según nosotros, de Platón. Su alternativa del otro mundo, como bien vio Nietzsche, llamándole un alienado del trasmundo, es inseparable de cualquier pensamiento de Platón cuando este se sigue a sus consecuencias o se remota a sus premisas.

La hipomnesia (comenta Derrida) se convierte en cierto modo en contraria a la memoria, al hacer depender esta de ella. La escritura hipomnésica es repetición de la repetición, nunca repetición de la palabra viva, nunca verdadera memoria que en cierto modo se autoestimula y da el salto o genera ella misma el salto a la verdad.

La hipomnesia “repite la repetición”, “a diferencia de la “buena” repetición (la que presenta y reúne al ser en la memoria viva (…)  La escritura sería una pura repetición y por tanto una repetición muerta, que puede siempre no repetir nada (…) Repetición pura …repetición del significante, repetición nula, o anuladora, o repetición de muerte, es todo uno. La escritura no es la repetición viva del ser vivo.” (p. 205. op. cit).

La escritura no es la repetición viva del ser vivo. Sin embargo, la poesía… A veces un poema como este de José Luis Martínez Valero nos parece una negación de esa sentencia, una no-escritura y, por tanto, la escritura viva, natural. Reproduzco, con permiso de su autor, este poema inédito hasta el momento en que escribo estas líneas:

                   

Cada uno de los libros

que tengo en casa

algún día fueron ramas y hojas

de aquellos árboles,

que el viento mueve en mi cabeza,

donde el mar y el aire de nuestra historia

hace tiempo reposan.

         

                    (José Luis Martínez Valero, “Libros”).

 

Fulgencio Martínez López

1-Mayo, día del Trabajo, 2023- 5 DE MAYO 2023



[1] Derrida, Jacques: “La farmacia de Platón”, ensayo incluido en La diseminación  (Trad. al español en de José Martín Arancibia, editorial Fundamentos, Madrid, 1975). Citamos a partir de esta edición.

 

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