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TIEMPO EN EL ALMA
por Francisco Javier Díez de Revenga
Fulgencio Martínez (Murcia, 1960), continúa su venturosa trayectoria como escritor y editor al publicar en Oviedo (Ars Poetica, colección Non omnis moriar) un nuevo libro de poesía: Carta partida. Exposición temporal 2, una nueva revelación de su siempre inquietante universo poético. Una vez más comparte este volumen con su ortónimo Andrés Acedo, que se considera autor de la última parte del libro. Ortónimo que no heterónimo, como bien explica el profesor de Filosofía, cuando asegura que tal desdoblamiento de personalidad, el que supone la presencia de Acedo como autor de sus poemas, responde a una afirmación indudable de identidad, como ocurrió, en sus obras anteriores con otros ortónimos, Séptimo Alba y Sebastián Alfeo: «son mi propia persona real, pero perspectivas diversas de mi yo», tal como asegura el autor en una «nota crítica» que precede a los poemas del libro. En ella aclara Fulgencio pormenores que podrían explicar mejor la poesía que el lector conocerá a continuación, pero innecesariamente, porque como muy acertadamente señalaba su admirado Pedro Salinas, «la poesía se explica sola; si no, no se explica».
Y en estas palabras previas se habla de lo que en los poemas ocurre, se dice de lógica del corazón, y se alude al dolor y a la esperanza, a la fe, insegura y vacilante, y a la poesía, que puede llegar a revestirse de extraños ropajes, como la descubrió en algún momento Juan Ramón Jiménez, uno de los maestros de Fulgencio recordados y venerados en este libro, en alguno de sus poemas. La fe desnuda y la poesía desnuda, aunque los motivos sustanciales que conforman el libro son el tiempo y el amor, vivo desde el comienzo en los ecos de La voz a ti debida y más aún de Razón de amor de su bien amado Salinas.
El tiempo («un tema profundamente serio que no admite el toreo de espejo»), se asegura, es el argumento de todos los poemas del libro y no hay duda de que así sucede, en cada una de las tres secciones en que el libro se conforma, tras un introito inicial (Sabiduría del comienzo) para desarrollar, en Carta partida, intensas reflexiones sobre la vida y el tiempo, desde luego, como se ha adelantado. No es de extrañar que la presencia de un gozo de la naturaleza, de las estaciones, de los paisajes familiares añorados, quizá desde la distancia, supongan los escenarios de inquietudes que indagan convivencia, alma, huerta y primavera, aunque surja también el inevitable dolor del presente, la guerra, y en concreto la de Ucrania, como herida que surge en el camino de la vida y se espanta ante la ciudad arrasada. Pero también hay refugio y consuelo, regreso al hogar y detención en el amor para construir un destino que se muestra huidizo, imposible de contar con el agua de la palabra o el resplandor húmedo de las letras. Al ortónimo Acedo atribuye, como antología mínima, la tercera y última parte del libro Al sol que declina, en la que el tiempo y su trascurrir recuperan el protagonismo anunciado y proclamado desde el principio. Porque, en definitiva, como indica el autor, este libro trata «de la sobrevida en el recuerdo cordial de quienes pueden aún dar testimonio de nosotros, de aquel que aún somos cada uno en el presente, y aun del que, bajo cierta creencia ingenua en el lenguaje, seremos en el futuro, en el caso de que sigan vivas nuestras palabras».
Interesa detenerse en las numerosas reflexiones que contienen los poemas no solo sobre la poesía, sino sobre todo los que construye la poesía misma, desde la palabra al pensamiento, desde el alma que la sustenta al actor que la interpreta y que la convierte en un texto que refleja reflexión y complicidad con el lector. La autopoética de estas complejas composiciones de Fulgencio se va manifestando en las constantes reflexiones que sobre la poesía se van testimoniando en el libro: sobre la poesía y también sobre el poeta, al que atribuye la posibilidad de explorar lo ancho de la vida, superando prejuicios y procurando ser atrevido, veraz y honesto para conquistar la dura plaza de la poesía y para lograr el diáfano horizonte que supera errores y dudas.
Una vez más, la vigencia de la poesía de Fulgencio Martínez reside en la sinceridad de su palabra poética, que se intensifica en averiguar incertidumbres y sortear complejidades, para mostrar su fe en su fuerza para contener la autenticidad de una visión muy personal del mundo y de la vida, que en esta oportunidad se ha enfrentado, decididamente, a la reflexión del tiempo y a la indagación de su dominio sobre el mundo.
* El artículo de Francisco Javier Díez de Revenga se publicó el viernes 24 de enero de 2025 en el periódico La Opinión. Lo reproducimos por gentileza de su autor.
Francisco Javier Díez de Revenga (Murcia, 1946) es catedrático emérito de Literatura Española en la Universidad de Murcia. Es Académico de Número de la Real Academia Alfonso X el Sabio y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Recientemente ha publicado Carmen Conde en la luz de su palabra (2024). En su bibliografía se encuentran, entre otros libros, Gabriel Miró, maestro de la Modernidad (Mirto Academia, Granada); Azorín, entre los clásicos y con los modernos, Estudios sobre Miguel Hernández, y el volumen Miguel Hernández: En las lunas del perito.
Su vocación y curiosidad ininterrumpidas por la poesía más reciente se plasma en su columna "Entre letras", que publica semanalmente en el suplemento literario del diario La Opinión de Murcia, y en libros como Poetas españoles del siglo XXI (2015).
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