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lunes, 20 de enero de 2025

¡AH, ¿PERO MANUEL TENÍA UN HERMANO?! Artículo de David Pujante. Avance de Ágora N. 30. Nueva Col. Homenaje a los Machado. Retrato de una convivencia entre distintos. Co-lección Ágora / artículos

 

                                                    Manuel Machado, académico (febrero 1938). Fuente: Real Academia Española

 

 

                                                                   Poema dedicado a Francisco Franco. Por Manuel Machado

 

 

 

¡AH, ¿PERO MANUEL TENÍA UN HERMANO?!

   

POR DAVID PUJANTE

 

 

 

Hace muchos años conseguí la poesía de Manuel Machado, Opera Omnia Lyrica, que había editado en los años cuarenta del pasado siglo la Editora Nacional. Mi ejemplar pertenece a una segunda edición, de 1942. El libro lo encontré en el Barrio del Carmen de Murcia, en una tienda de chuches y periódicos que tenía una trastienda llena de libros viejos, maltratados y empolvados. Un lugar donde sólo se aventura cierto obsesivo tipo de buscador de libros. Yo, por ejemplo. El libro estaba completo, salvo las cubiertas, que habían desaparecido: lomo, trasera y delantera. 

 


 

 

            Desconocía por completo la existencia de esa edición y lo que me sorprendió (aunque quizás no debiera por la fecha) fue el marcado cariz político.  Los elogios a la obra, que hay al comienzo de la edición, los escriben varios intelectuales y poetas que apoyaban en aquel momento al régimen triunfante: Laín Entralgo escribe una palabras de pórtico y luego viene una serie de poesías debidas a la pluma de Rosales, Panero, Luis Felipe Vivanco, Gerardo Diego, Pemán y otros varios poetas hoy desconocidos, o casi, para la poesía española. El corpus del libro contenía todos los títulos que yo ya había estudiado y leído de Manuel Machado, pero al final aparecía lo que fue mi gran sorpresa, uno nuevo para mí, titulado Horas de oro, y dedicado a S. E. EL JEFE DEL ESTADO, GENERALÍSIMO DE LOS EJÉRCITOS ESPAÑOLES, DON FRANCISCO FRANCO BAHAMONDE. 

 

 
 

                                                                        "Horas de oro", poema de Manuel Machado.

 

Quiero hacer constar que mi encuentro con ese maltratado y olvidado libro fue en los años 80 del siglo pasado, década que pasé casi por entero viviendo entre Murcia y Cartagena; es decir que sucedió cuando todavía no podíamos disfrutar de las ediciones que dieron a conocer posteriormente este tipo de poesía circunstancial de Manuel Machado. Pienso en la Poesía de guerra y posguerra que publica D’Ors en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada en 1994. Y no será hasta 2019 cuando Renacimiento publique las verdaderamente completas poesías de Manuel Machado (pues había habido una edición previa, pero incompleta, en 1993). Durante las décadas anteriores tuvimos supuestas ediciones completas de obras de ambos hermanos. Por ejemplo, las Obras completas de Manuel y Antonio Machado que había sacado la Editorial Plenitud en 1973 y que, por supuesto, no contenía Horas de oro. Quiero creer que la viuda de Manuel Machado (o alguien de su confianza) estuvo al tanto de esta edición, pues en el volumen, al final de las poesías completas de Antonio Machado, se encuentran unas cuantas del archivo familiar, impresas por cortesía de doña Eulalia Cáceres, viuda de Manuel. ¿La desaparición de Horas de oro de estas poesías completas fue voluntad de su viuda y, quizás, previa voluntad de Manuel? Ella murió en 1974, un año después de la edición. En lo que respecta a Antonio Machado, en ese mismo volumen faltan también las poesías de guerra, como igualmente sucedía en las completas de Austral, que como escolar manejé y leí en los años 60.

          El encuentro con esa empolvada y desatendida joya de bibliófilo a la que me estoy refiriendo fue para mí de verdadero entusiasmo. Quiero poner el hallazgo en contexto para explicar mejor la razón de ese entusiasmo, quizás hoy menos comprensible. A la generación poética en la que me incluyo (aunque en mi caso ya de una manera epigonal), la de los llamados novísimos, interesó especialmente la poesía de Manuel Machado, incluso quitándole valor al omnipresente en todos los libros de texto del bachillerato y además considerado como el gran poeta de la Generación del 98, Antonio Machado. Nos sentíamos identificados con la anécdota malintencionada de Borges cuando le preguntaron por su poeta español favorito y dijo que era Manuel Machado, aunque en aquellos momentos no estuviera muy bien valorado. El entrevistador ingenuamente le comentó que eso se debía a la sombra que inevitablemente le hacía su hermano Antonio. A lo que Borges, con irónico y aparente desconocimiento, le contesta: ¡ah, ¿pero tenía un hermano?  

Manuel, en los comienzos, había sido más conocido y reconocido que Antonio. En libros como Alma o El mal poema se mostraba un poeta de magnífica factura, de singular voz, con una poesía simbolista a la que se unía el gracejo popular que luego dio tanto de sí con García Lorca. Una poesía sin duda llena de encanto y de fina melancolía. Así que durante muchos años Manuel fue el hermano mayor y el poeta mayor, y Antonio el hermano menor y el poeta menor, amparado por el otro. Pero la historia decidió que después Manuel habría de quedar durante mucho tiempo relegado, con el remoquete de simple poeta modernista, perteneciente a un modernismo esteticista, que siempre perdía frente a un noventayochismo comprometido con la perdedora y melancólica España del posimperio. Mi generación no creyó en esa separación entre modernismo y 98, nacida de la obcecación filológica de Salinas y compañía, y devolvió el interés poético que se merecía a Manuel, incluso, como ya he dicho, con cierto injusto desdoro del hermano. La verdad es que los dos son grandísimos poetas y es una torpeza infravalorar a uno a costa del otro.

          Hubo también importantes razones de sociología literaria para que le dieran la espalda a Manuel las generaciones poéticas después del 36. No tenía cabida su esteticismo descreído, su ideal tenderse sin ilusión ninguna, su gusto por la vida, por la fiesta, su carácter mujeriego y jaranero, en la vida grisácea que imponía la ejemplaridad del catecismo del padre Ripalda y el nacional catolicismo imperante; ni podía interesar tampoco a la siguiente generación de poetas sociales, combativos con el franquismo. Uniendo la lectura de los dos primeros libros de Manuel, con su educación en la Institución Libre de Enseñanza y con el pensamiento familiar desde su bisabuelo, su abuelo y su padre, y a pesar de los poemas de circunstancia de Horas de oro, no podemos saber el verdadero pensamiento político de Manuel Machado. ¿Qué pensaría realmente ese hombre que había quedado confinado en el Burgos del 36, que había sido incluso encarcelado y luego liberado por la intervención, al parecer, de la monja hermana de su mujer y a la que en aquellos días previos a la rebelión militar había ido a visitar el matrimonio? Posiblemente su gran pecado fue su ética laxa y acomodaticia, por pura supervivencia. Aunque a veces esas concesiones acaban pagándose tan caras como la permanencia en un ideal. La luminosidad aunque con trágico final de Antonio contrasta con la opacidad de los últimos años franquistas del académico y laureado Manuel.

De Antonio sabemos su fidelidad a la República, cómo viaja con otros intelectuales hacia Francia en los últimos días de la guerra. Lo acompaña su madre y hay testimonios que nos dicen que parecía un viejo, enfermo como estaba, aunque todavía tuviera 64 años. Su estado de ánimo es el que nos traslada el gran filólogo republicano Navarro Tomás, a quien le dice en aquel coincidente viaje al exilio: «Yo no debería salir de España. Sería mejor que me quedara a morir en una cuneta». Ian Gibson comenta al respecto que quizás estaba pensando en García Lorca. La llegada a la frontera fue tortuosa, temiendo constantemente un ataque de la aviación enemiga. Con un frío intenso, con lluvia, acaban siendo abandonados por los coches que los trasladan, quizás después de atravesar Port Bou. Los Machado tuvieron que dejar todo en el vehículo que los transportaba, incluso los documentos del poeta. Corpus Barga, que también iba con ellos, al llegar a la frontera explica a los gendarmes que Machado es un escritor muy conocido, y ni él ni su madre tienen problemas para pasarla. Con más dificultades, al final se juntan a ellos su hermano José y su mujer Matea. El mismo Corpus Barga les aconseja ir por el momento al cercano pueblo de Collioure. Se hospedan en el hotel Bougnol-Quintana, donde ya estaban hospedados varios refugiados. La dueña del hotel, simpatizante con la causa republicana, pone a disposición de la familia Machado dos habitaciones, una para Antonio y su madre, que constantemente desvaría, y otra para José, «el hermano inseparable de todas las horas», y su mujer. Antonio padece asma. Se nota que es una vida que se está acabando, pero aún tiene la esperanza de vivir de su trabajo en Francia o poder trasladarse a Rusia «donde encontraría amplia y favorable acogida», según le dice en carta a José Bergamín. Pero se encuentra tan enfermo que, a veces, desde su cama, se le oía despedirse de una madre que no podía oírle porque estaba sumida en un coma profundo. Machado murió el 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza. José Machado comunica a las autoridades republicanas de inmediato la muerte de su hermano. La noticia corre por todo el territorio español, también por la zona nacional. En Francia quieren honrarlo con un entierro en París, pero José declina la oferta y solicita permiso para enterrarlo en Collioure. A Collioure van llegando muchos españoles y franceses que quieren dar el pésame a la familia y estar presentes en el entierro. La madre fallece tres días después. 

 

 

Manuel en cambio ha vivido desde 1936 al amparo del bando nacional. Desde 1938 es miembro de la Real Academia Española. Se entera de la muerte de su hermano en Burgos, donde el Diario de Burgos da la noticia con el dato erróneo de que el fallecimiento ha sido en París, y al parecer, junto con su mujer, viaja a París y luego a Collioure en coche oficial. Es inevitable que nos preguntemos qué iría pensando ese hermano desgarrado y posiblemente lleno de remordimientos, en su camino a París, centro de sus más importantes vivencias poéticas, y luego al sur de Francia, a Collioure, donde acababa de morir Antonio y donde se iba a enterar igualmente de la muerte de su madre. ¿Qué conversación tensa y distante tendría con su otro hermano, José, declaradamente antifascista? Manuel habló después sobre estos días de una manera confusa, posiblemente con medias verdades. José ni menciona su llegada en Últimas soledades del poeta Antonio Machado.

Todavía hoy cuesta entender la historia de dos hermanos que habían incluso colaborado en su obra dramática con considerable éxito, acabando en ese distanciamiento político: uno exiliado en Francia, muriendo apenas llega al exilio; otro cantando en Burgos las glorias del franquismo. ¿Qué sucedió realmente en Burgos en 1936? ¿Qué pensamiento político tenía realmente aquel hombre que había quedado confinado en Burgos, que había incluso sido encarcelado, y que acaba colaborando intelectualmente con los rebeldes?

No podemos saber el verdadero pensamiento político de Manuel, pero sí sabemos que en años posteriores desaparecen de las ediciones de sus obras, como ya he comentado, los poemas más comprometidos con los rebeldes vencedores. Mientras, el hermano socialista y republicano es reivindicado, lavándole la cara de sus supuestos errores políticos de última hora (tampoco se publican sus poemas de la guerra en mucho tiempo), rescatándolo e incluso convirtiéndolo en el gran poeta cantor de Castilla, representante sumo de la poesía de la Generación del 98, dejando a un lado como menor su parte modernista. Hubo una confabulación de la intelectualidad fascista para quitarle importancia a su compromiso político, para dar una imagen de hombre ingenuo y de buena fe al que habían engañado. Su amada Guiomar contribuye a la idea diciendo que de haber estado a su lado, Antonio no habría publicado muchas de las cosas que publicó durante la guerra y no habría dado conferencias que no eran dignas de él. Dionisio Ridruejo, en un prólogo a la quinta edición de sus Poesías completas, en el año 40, insiste en la ingenuidad política de Antonio Machado. Su hermano Manuel tuvo acceso a todos los papeles que habían quedado en su casa de Madrid. ¿Qué rompió de todo aquello para preservar la falsa imagen del ingenuo engañado por el bando republicano? ¿Qué remordimientos y qué mala conciencia por la traición al hermano se unieron a los de antes en esos años 40 que no llegó a culminar porque murió en enero de 1947?

          ¡Mal uso de los dos hermanos, manipulados por igual por el régimen franquista! Siempre que rescato de mi biblioteca esta edición de la poesía completa de Manuel y releo algunos de esos últimos poemas del libro dedicados a Franco (al que llama «caudillo de la nueva Reconquista»), o a las piedras del Alcázar de Toledo, y el de la Pilarica, o el de Emilio Mola («alzado eternamente / a la gloria refulgente / de la Historia») y, por supuesto, al ineludible José Antonio («¿En qué lucero, / en qué sol, en qué estrella peregrina / montas guardia?»); no puedo por menos que pensar en la misteriosa disyuntiva, en la separación por causa de la guerra, de un Manuel encerrado en aquel Burgos nacional, mientras el hermano asumía el exilio de todos los vencidos defensores de la república. Pienso en aquel Manuel hermano mayor, extrovertido, amante de la vida, que fue amparo durante tantos años del pequeño, tímido Antonio, refugiado en la guía y en la capacidad social del otro; y quisiera imaginarme lo que pensaría realmente, en lo profundo de su ser, de su hermano, de su siempre tímido hermano, sólidamente defensor del bando republicano. Esa separación, sin duda, quiero creer que fue muy dolorosa para ambos, aunque no haya quedado constancia escrita. De su complementación humana durante años sí tenemos noticia, incluso en fotos muy reveladoras, y además fraguó en una muy fructífera colaboración literaria: toda su obra dramática, que sin duda fue la que les dio más fama, reconocimiento e incluso rentabilidad económica. Sin duda aquella separación del final debió ser desgarradora para ambos, especialmente para Manuel que fue el que sobrevivió.

          Manuel, en aquel Burgos de los inicios de la guerra, como hombre de fáciles recursos sociales, quiero pensar que lo que hizo fue adaptarse a la situación, por pura supervivencia, quizás también porque nunca había sido hombre de convicciones ideológicas profundas, desde luego no tan fuertes como las del tímido Antonio. Por eso pronto lo vemos colaborando con la prensa azul y empleando su facilidad poética en versos de vergonzante ideología fascista y casposo imperialismo. Nunca sabremos lo que en realidad pensó en esos años. Nunca sabremos lo que iría pensando en aquel penoso viaje a Francia tras la muerte de Antonio. En realidad Manuel Machado sobrevivió, pero podemos decir que poéticamente era un muerto en vida. Publicó muy poco después de la guerra y, cuando lo hizo, el tema era religioso. Su gran poesía hacía muchos años que estaba terminada. Tras Alma y El mal poema vino nueva poesía de fina factura, pero que nada aportó a su grandeza primera, y ese último libro profascista Horas de oro fue una losa muy pesada que acabó enterrando al poeta definitivamente. Murió en 1947 y se dice que en esos últimos años padeció «un estado de tristeza que mantuvo hasta la muerte». Su mujer, tras su muerte se retiró a un convento. A Ian Gibson este final le recuerda las Coplas por la muerte de don Guido, aquel señor de joven muy jaranero y de viejo gran rezador. Sin embargo yo lo veo en registro dramático, me recuerda más bien el Don Álvaro o la fuerza del sino. A estos españolitos que vinieron al mundo de una misma madre, tanto la una como la otra España les heló el corazón.

 

 

 


 

David Pujante es profesor universitario y poeta. Catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Valladolid y actualmente Profesor Honorífico. Además ha sido Profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en las universidades de Alicante y A Coruña. Ha participado en congresos y seminarios en universidades de Europa y Latinoamérica, y es autor de numerosos artículos y libros publicados en revistas y editoriales internacionales de prestigio. Ha sido galardonado por la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras con el Premio Dámaso Alonso 2018 a su trayectoria académica y poética. Su poemario El sueño de una sombra ha sido seleccionado para el Premio Nacional de Literatura el año 2020. Sus más recientes publicaciones son el libro de poemas 21 odas de invierno (Milenio, 2023) y el ensayo El mundo en la palabra. Retórica como antídoto de necedades (Ariel, 2024).

 

 

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