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martes, 21 de enero de 2025

ANTONIO MACHADO: “¿SE VIVE DE HECHO O DE DERECHO?”. Por Francisco Zaragoza Such. Avance de Ágora N. 30. Nueva Col. Homenaje a los Machado. Retrato de una convivencia entre distintos / Artículos

 


 

ANTONIO MACHADO: “¿SE VIVE DE HECHO O DE DERECHO?”

 

 

                                                                                                             por Francisco Zaragoza Such

               

 

 

Cuando uno reflexiona sobre sí mismo repara en dos cuestiones diferentes: en primer lugar, uno es naturalmente de un modo, seguramente de un modo complejo, de un modo psico-físico, siempre el mismo, no varía, que se desarrolla en varios ejes o en varias vertientes: uno es tímido, poco hablador, pasivo, atrae algunas miradas, es interesante, es retraído, no se decide, o se decide en el pensamiento y no en la acción, soporta desde el nacimiento (y antes) hasta la muerte al yo que soy, y, en segundo lugar, por otra parte, el yo va mostrando cambios, cambios de ideas, de sentimientos, de percepciones, de tipos de estima, al principio le gustaban unas cosas y después le han gustado otras, o bien, no sabía lo que le gustaba y ahora lo sabe, ha variado el objeto del querer y, sobre todo, ha variado la comprensión del mundo. Este fondo es una cierta composición de lo que es caracterizado por Antonio Machado en esta pregunta que está en el entorno de Juan de Mairena: “¿Se vive de hecho o de derecho?” Tratar de deslindar y aclarar esta cuestión es una tarea básica para poder hablar de ética, de moral, piensa Machado. Parece fácil, elemental. Y seguramente lo es. Pero es necesario hacer alguna conexión que frecuentemente no se hace en absoluto. El desarrollo del conocimiento, del pensamiento, de la dimensión estética, de la dimensión moral, del valor de la percepción, de la reflexión sobre el gusto y sobre los sentimientos y sobre la voluntad, todo ello, se quiera o no, está mediatizado, cruzado, por la naturaleza del yo. Es decir, los datos que pertenecen al ámbito desarrollado por la libertad, diferentes en el tiempo, no son datos en el vacío, no lo son separados, autónomos, sino que están mediados por los datos naturales, permanentes, que no cambian y que caracterizan, de otro modo, al yo. Machado hace la pregunta, creo, con ironía, con la ironía habitual de Juan de Mairena, pero la ironía no es la entrada en el desinterés ni en la comicidad, la ironía es la introducción en la dialéctica posible, en la verdad que, más allá de la matemática, tiene varias caras, varios aspectos que es necesario desarrollar.

     Hay, creo yo, dos clases de escepticismo: aquel que, sin haber llegado a ninguna reflexión, dice que nada vale la pena, que todo lo que es cultural, social, humano, es producto del interés y, por lo tanto, todo es mentira, que todo da igual, y aquel otro que, ligado a la reflexión, llega a la conclusión provisional de que las cosas, cuyas ideas aparecen en la inteligencia, son complejas, que las cosas no son triángulos ni circunferencias, perfectamente inteligibles, sino que son, junto con todas las realidades cuyos desarrollos están en el mundo, objetos complejos cuyo conocimiento entero es imposible. La pregunta machadiana, que está en el centro de esta reflexión, muestra la necesidad de una respuesta como principio resolutivo de la posibilidad de la moral. La pregunta tiene este sentido: …”es éste el problema ético por excelencia, viejo como el mundo,” y “sólo después de resolverlo podremos pensar en una moral”. La pregunta “¿se vive de hecho o de derecho” la vuelve a repetir Machado cuando expone su discurso de ingreso en la Academia, no en relación con la vida, sino con la poesía: “Los filósofos nos dirán un día si existe, de hecho o de derecho, una poesía absoluta…” La poesía absoluta parece una idea platónica. No tiene existencia espacial ni temporal, no existe como realidad, sino como idea, esto es, como modelo. El bien, la idea motriz de la ética, no existe, como no existe la poesía absoluta, es también un modelo. Y es el modelo máximo, es el modelo que se identifica con el ser. Siendo el mal el no-ser. En Machado hay un escepticismo que entra en un cierto estoicismo. Lo que hacemos es bueno y malo al mismo tiempo, tratamos de que sea mejor que peor, pero no hay el bien absoluto, como no hay la poesía absoluta. Habrá versos mejores o peores, como habrá personas mejores o peores, actos, comportamientos mejores o peores.

     Hay una cuestión que me parece verdadera y muy importante: la implicación de las conexiones, de las que hemos hablado, entre las condiciones hereditarias (o datos naturales) de los individuos, condiciones psico-fisiológicas de unos, que comparten con otros anteriores, padres, tíos, abuelos, y las condiciones cambiantes que van viviendo los propios individuos. La ética se presenta, o debe presentarse, no como un compendio de deberes que determinan un tipo de comportamiento sin que se tenga en cuenta el conjunto de las condiciones naturales, sino que éstas deben ser reconocidas como parte significativa del sujeto moral. Por tanto, la persona, sujeto moral, debe ser valorado en su totalidad, es decir, con los dos componentes, hereditario (o no voluntario) y adquirido, que están interviniendo en cada persona. Además, hay vuelta de tuerca: el lado que podemos considerar libre en la vida de cada hombre está plagado de características hereditarias, en todo caso psico-físicas, es decir no hay una autodeterminación digamos libre, sino que hay un camino en cierto sentido condicionado. Siempre. Yo quiero ser justo, pero soy tímido. Se puede decir: no tiene que ver una cosa con la otra. Pero no es verdad. No es que la timidez haga imposible la justicia, pero sí la hace más difícil… Hay condiciones físico-psíquicas que dificultan la acción. Dificultan la justicia, como dificultan la sinceridad, o el amor. En general, si el juicio moral se hace desde fuera de uno, suele carecer del conocimiento global del individuo. Ese es uno de los mayores problemas de la comunicación interpersonal. Por lo tanto, yo diría que lo más relevante en términos de verdad y de realidad es que el juicio moral sea una competencia, sobre todo, del yo, del sujeto de la acción. Por otro lado, y esto es fundamental, como no hay, ni debe de haber, ningún juez ni ningún tribunal que dictamine la bondad o la maldad moral de las personas, el sujeto que juzga (moralmente) no debe ser otro que el propio sujeto que vive su vida y no la de los otros. Al final, el sujeto moral es el resultado de la suma de las características hereditarias y de aquellas que son determinadas por la libertad que va caracterizando a la persona que vive su vida. Y su juez es él mismo -no puede ser otro-.

     El comportamiento humano tiene, en términos generales, dos dimensiones: las podemos llamar individual, la primera, y social, la segunda. La ética se constituye, a mi modo de ver -y creo que al modo de ver de Antonio Machado- como un territorio principal en la primera dimensión, la dimensión individual, subjetiva, y como territorio añadido y, en cierto sentido, más complejo -con cierta influencia ajena (en la sociedad somos menos protagonistas que en el terreno subjetivo)- en la dimensión segunda, la dimensión social. En el campo de la subjetividad, como he dicho, en relación con mis normas morales y mi comportamiento, el juez soy yo. En el ámbito de la sociedad el juez, permítaseme decirlo así, es nadie, una cierta voz impersonal que moralmente no significa nada. Para el juicio social necesitamos el Derecho.

 

 

Francisco Zaragoza Such es filósofo y autor de un libro de referencia en la bibliografía sobre el pensamiento de Antonio Machado y sus apócrifos: Lectura ética de Antonio Machado (Murcia, 1982).

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