SOL DE LA INFANCIA
Estos días azules y este sol de la infancia.
ANTONIO MACHADO
Tenía doce años. Tal vez trece.
Y creo recordar que era feliz.
La vida transcurría
entre huertas y establos
y gentes labradoras.
En aquel escenario de miseria
el instituto era un oasis de luz.
Madrugada, mochila, compás y cartabón.
El olor de la tiza y de los libros
tenía algo de magia para mí.
Todavía recuerdo
a aquella profesora
que leía en voz alta
-labios rojos, zapatos de tacón,
cabellos como el trigo-
los versos de Machado
mientras se paseaba por el aula.
Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Y aquella transparencia heptasilábica,
el contoneo dulce de los versos,
se me iba metiendo
lentamente en el alma
sin que me diera cuenta.
El agua de la fuente,
resbala, corre y sueña.
Yo cerraba los ojos y dejaba
que el agua de Machado
corriera por los surcos
de mi imaginación
como un río de luz anaranjada.
Después del instituto,
otra vez el estiércol,
el trabajo en la huerta,
la lluvia de los días.
Pero en la soledad oscura de mi cuarto,
cuando me retiraba por las noches,
a la luz macilenta
de una pobre bombilla sin tulipa
yo leía los versos de Machado
una vez y otra vez,
en voz baja, lo mismo
que una extraña oración.
Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas.
Han pasado los años. No recuerdo
el día en que empecé
a escribir redondillas,
romances, serventesios,
proverbios y cantares.
Poemas que llevaban la semilla
-con permiso de Bécquer y de Hernández,
de Lorca y de Neruda- de un humilde
profesor de francés
que se llamaba Antonio Machado, un hombre bueno,
republicano y sabio.
Ya no soy aquel niño
que ordeñaba las vacas
y labraba la tierra.
El niño que miraba con ojos inocentes
la hermosura de un mundo sin confines
a la medida exacta de sus sueños.
Muchas veces me siento a meditar
en un banco cualquiera
de una plaza cualquiera,
a la sombra de un álamo
o a la orilla de un río.
Empiezo a comprender
que la vida de un hombre
se escribe con la tinta
de sus primeros años.
El aire que acaricia
las copas de los árboles
me trae en su monodia
el verso más hermoso, más sencillo, más triste
que escribiera Machado:
Estos días azules y este sol de la infancia.
A veces me pregunto
cómo puede caber en un alejandrino
el corazón de un hombre.
Juan Ramón Barat
Este poema obtuvo el Premio de Poesía “Villa de La Roda” (Albacete), 2017. Está incluido en el libro Si preguntan por mí, editorial Renacimiento (2021).
J.R. Barat (Valencia, 1959). Licenciado en Filología Clásica e Hispánica. Catedrático de Literatura Española. Como escritor cultiva todos los géneros y en todos ha cosechado importantes premios y reconocimientos. Ha publicado más de 50 libros, muchos de ellos en editoriales de prestigio como Hiperión, Pre-Textos, Renacimiento, Algaida, Bruño o Vicens-Vives, por ejemplo. Entre su obra poética, destaquemos Como todos ustedes, Piedra Primaria, Breve discurso sobre la infelicidad, Malas compañías, La brújula ciega o El héroe absurdo (antología). Su último poemario es Si preguntan por mí, editado por Renacimiento en 2021.
Sus obras se leen y estudian en centros escolares nacionales y extranjeros. Más información en www.jrbarat.es
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