Fuente: sincomponendas.org
El hábito de la corrupción se ha hecho ley, pero tiene que haber una barrera, para que los chorizos no se conviertan en gánsteres y el tinglado no se derrumbe sobre culpables e inocentes. ¿Cuál sería esa barrera en el ámbito de la cultura? El artículo de García Viñó, creador de La fiera literaria, repasa algunas actuaciones de la que fue ministra de Cultura del anterior gobierno de España, Carmen Calvo. ¿Moraleja? ¿Todo sigue igual con el actual ministro de Educación y cultura, Ignacio Wert, aunque el favoritismo mira ahora para la acera contraria? ¿La cultura sigue siendo un negocio en manos de una casta con extensiones políticas, no importa de qué color sea el gobierno?
La corrupción sostenible
Artículo de MANUEL GARCÍA VIÑÓ
¿Dónde está el límite? ¿Qué frontera separa las
transgresiones que la escala de valores de este moralmente relajado momento
histórico considera veniales, y acepta como parte de la cotidianeidad
–amiguismo, nepotismo, favoritismo, nombramientos a dedo, concesiones al
poderoso, práctica del do ut des, hurtos legales, marketing basado
en una publicidad directa o (peor) subliminal para productos intelectuales
deleznables, premios literarios y concursos televisivos amañados, plagios, silenciamientos,
exclusiones, falsedades, etc -, qué frontera las separa, digo, de las que
constituyen auténticos atentados contra la igualdad de oportunidades de los
ciudadanos, por tanto, contra la justicia, o sea, verdaderos delitos? ¿Estamos
ya tan confortablemente instalados en la mentira que, como temía el profesor
Emilio Lledó, aceptamos convivir con la corrupción, como nuestros pulmones con
el aire que respiran? ¿Quién señala la divisoria entre lo que prácticamente
todos se permiten y permiten a otros sin remordimiento de conciencia ni
protesta, y una situación de inmoralidad que puede afectar al funcionamiento de
la sociedad y a la marcha del mundo, que ahora va directamente hacia el
despeñadero?
La sociedad actual vive inmersa en la mentira
absoluta, dejó dicho Derrida. Y es así, en efecto, y por eso nadie denuncia,
porque todos se saben carentes de autoridad moral para tirar la primera piedra.
Cualquier partido -lo vemos continuamente-, si hace una acusación, la hace
sabiendo que se va a encontrar con que el otro le puede replicar: “tú hiciste
igual” o incluso “tú, más y peor”. Pero no le importa. Son las reglas del
juego, de su juego. Lo que importa es salir del paso, en ese momento, ante
una masa manipulada por los medios, que se lo traga todo. De hecho, la sociedad
actual se ha acostumbrado a desenvolverse en la mentira como si ésta fuese la
verdad.
El hábito se ha hecho ley, pero es indudable que
tiene que haber una barrera. La barrera que impida que los chorizos se
conviertan en gansters y el tinglado se derrumbe sobre culpables e
inocentes. ¿Cuál sería esa barrera en el ámbito de la cultura? Temo que no se
pueda precisar y también que ya se haya sobrepasado. Las acciones oficiales y
oficiosas, y muchas particulares relacionadas con ellas, no sólo andan lejos de
la excelencia que debería presidirlas, sino que se vencen sin disimulo del lado
que, de no ser producto de un plan “consensuado” expresa o tácitamente, sería
de juzgado.
Para ejemplificar lo dicho, relaciono a
continuación algunas actuaciones de la
anterior ministra de Cultura, Carmen Calvo, así como del presidente y la vicepresidenta
del Gobierno en los comienzos de la etapa Zapatero, según las recogí en su
momento en La Fiera Literaria.
-La ministra gestionó la celebración del cuarto
centenario del Quijote , manejando muchísimos millones, como lo
hubiese hecho la sociedad formada por un comerciante y el director de un
colegio de los salesianos. Si de esta burda tacada no ha hecho aborrecer la
genial obra cervantina –“un libro que no nació / para ser manoseado”, en versos
memorables de don Álvaro Satén - y condenado a tres generaciones de jóvenes
españoles, tendríamos que alegrarnos. Y –lo que más importa aquí-, a través de
la Biblioteca
Nacional y otros centros dependientes del Ministerio, favoreció,
principal o exclusivamente, a los escritores afectos al grupo Prisa.
-La ministra (como, en ocasiones, el presidente
del Gobierno) ha presentado a menudo libros editados por Alfaguara, del grupo
Prisa.
-La ministra ha hecho nombramientos, como el de
Rosa Regás, que ha demostrado en sus novelas desconocer la lengua en que
escribe y el uso de la razón, para directora de la Biblioteca Nacional
, que sólo se pueden explicar por el amiguismo o el pago de favores. Recientes
encuestas demuestran que la BNE
empieza a no cumplir los “servicios mínimos” y está al borde del colapso.
-En la última Feria del Libro de Madrid, el
Ministerio de Cultura tenía dos casetas, una de ellas, exclusivamente dedicada
a vender el Quijote de Alfaguara(Prisa).
-La ministra se trasladó a Nueva York, a costa
del presupuesto, para presentar el Quijote de Alfaguara.
-La ministra propició que el Gobierno mexicano
comprase a Alfaguara un millón de ejemplares de su Quijote , para
regalarlos a los maestros, siendo así que otras seis editoriales españolas
habían hecho ediciones de la obra cervantina.
-La ministra, acompañada de la radio y la
televisión pública, ha presidido actos de promoción de empresas privadas de
edición, como Alfaguara y Planeta, agraviando comparativamente a otras
editoriales y utilizando dinero público para favorecer los intereses de
particulares.
-La ministra ha ignorado despectivamente tres
escritos que, proponiendo medios para arreglar la situación, sobre todo de los
premios literarios –todos amañados-, le ha dirigido un centenar de
intelectuales –escritores, periodistas, profesores, etc. – como Juan Goytisolo,
Ricardo Senabre (Universidad de Salamanca), Carlos Rojas (Emory University),
José María Martínez Cachero (Universidad de Oviedo), Ana María Navales (Universidad
de Zaragoza), Manuel Mantero (Universidad de Georgia), Yannia Suárez
(Universidad de la Habana
), María del Carmen Porrúa (Universidad de Buenos Aires), Juan Ignacio Ferreras
( La Sorbona
), Víctor Alperi, Jorge Grau, Víctor Moreno, etcétera, etc., mientras se codea
continuamente, en actos públicos, con auténticos payasos de la pseudocultura,
como Joaquín Sabina.
- El primer acto público en que intervino el
señor Rodríguez Zapatero, a los pocos días de su investidura, fue la
presentación, en el Círculo de Bellas Artes (feudo de Prisa), de una novela de
Luís Mateo Díez, editada por Alfaguara, y aun no hace un mes que se ha volcado,
acompañado de seis ministros, en el relanzamiento de El capitán Alatriste ,
de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara), y en el lanzamiento de la película en ella
basada, producida por una empresa cinematográfica de Polanco.
En el fondo de todo esto, se trataba de que un
gobierno que se decía de izquierdas favorecíam el neoliberalismo mediante su
apoyo al mayor grupo mediático que existe en España y, a través del ministerio
de Cultura, a la perniciosa industria cultural. El profesor José Vidal Beneyto
ha hablado en alguna ocasión de resistencia cultural, esto es, de favorecer una
situación en la que, aceptándose como mal menor las pautas del libre mercado en
otras áreas, se librase de ellas a la cultura. Pero él mismo, colaborador
conspicuo de El País, y que, cuando condena a los Lagardère, los
Murdock, los Berlusconi, los Endemol, etc., se olvida de Polanco, se suma a las
celebraciones de los “grandes logros”, al igual que hace continuamente la
ministra, que se comporta y se expresa con un triunfalismo que no se
corresponde con el presente desastroso de la cultura española, que todo el
mundo reconoce. Lo he señalado muchas veces. La última, en mi libro El
País: la cultura como negocio: si se consultan libros de filosofía, de
biología, de antropología, de estética, de ciencia de la literatura, de
sociología, de física teórica, etc., en su bibliografía no aparece un solo
nombre español. Según las encuestas de la
UE , los estudiantes españoles son los peores. Siendo esto
así, sólo a un ignorante se le podía ocurrir afirmar que “España va bien”. Los
políticos afirman, cada vez que les dejan, la importancia de las bases
culturales de un país. Pero está visto que, en el fondo, no se lo creen.
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M. García Viñó
REVISTA ÁGORA DIGITAL SEPTIEMBRE 2013
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