Friedrich Christian Delius |
ÁGORA DIGITAL /BIBLIOTHECA GRAMMATICA/ La crítica de Anna Rossell/ Nueva narrativa alemana
NAZISMO CON PIEL DE DEMOCRACIA
Friedrich Christian Delius, Mi
año de asesino
Traducción de Lidia Álvarez
Grifoll,
Sajalín Editores, Barcelona, 2013,
330 págs.
No defrauda esta novela del autor alemán Friedrich Christian
Delius (Roma, 1943) –galardonado en 2011 con el prestigioso premio Georg
Büchner-, la última traducción de este escritor, a quien sigue de cerca el
sello editorial Sajalín, que también ha publicado El paseo de Rostock a Siracusa (2010) y Retrato de la madre de joven (2011). Como las anteriores, también
ésta aborda un tema histórico que, más allá del interés que suscita su glosa,
trasciende el marco concreto de los acontecimientos narrados y plantea
cuestiones universales fundamentales.
Delius sabe bien de lo que habla: publicada en Alemania en 2004, Mi año de asesino es una novela de
impronta autobiográfica, que narra los sucesos en torno al grupo “Unión
Europea”, en el que se constituyeron un puñado de resistentes contra Hitler,
cuyos nombres más conocidos fueron Robert Havemann, Paul Rentsch, Herbert
Richter y Georg Groscurth con la idea de combatir el totalitarismo en Europa a
favor de la verdadera democracia. Consecuentes con su ideal, sus componentes arriesgaron
su vida ayudando a perseguidos en los terribles años del nazismo.
El eje central de la acción se
sitúa en 1968, cuando se da a conocer la noticia real de la absolución de R.
(Hans-Joachim Rehse), un ex juez nazi responsable de doscientas treinta
condenas a muerte, entre ellas la del padre de un amigo de infancia de Delius, Georg
Groscurth, guillotinado en 1944. De la mano de un personaje ficticio con quien
el autor empatiza -un joven estudiante de filosofía de su propia generación,
que indignado por la noticia se propone asesinar al liberado y escribir un
libro que será su confesión-, Delius desvela pormenorizadamente los entresijos de
la guerra fría y el calvario que habrá de soportar la viuda, Anneliese
Groscurth, quien, terminada la guerra, se ha propuesto reparar la memoria de su
marido. Si bien el grueso de la novela focaliza con mayor intensidad la época
de la posguerra inmediata hasta los años setenta, la narración imbrica, en
retrospectiva y avanzando, tres momentos temporales: de la posguerra en
adelante, los años de nazismo y resistencia, y el presente desde el que narra
el protagonista.
La verdadera heroína de la novela
es Anneliese Groscurth, que por su honradez, su humanidad, su valentía, su consecuencia
y su perseverancia merece la simpatía del autor. Ella, que, como su marido,
actuó contra el nazismo no por razones políticas sino por principios
humanitarios; ella, que sigue fiel a los mismos principios, se encuentra
después de la guerra tan fuera de lugar como durante los años del
nacionalsocialismo. Su historia de larga resistencia en la posguerra pone de
relieve que el fin de la contienda bélica no supuso el comienzo de la
democracia en el oeste -defender los valores
del humanismo democrático y actuar según ellos suponía en aquellos años ser
acusada de comunista y de poner en peligro la convivencia constitucional- ni la
justicia igualitaria en el este, y que quien no hiciera el juego al discurso de
uno u otro lado quedaba fuera del mundo y sin lugar. Pero la narración de
Delius incide sobre todo en la República Federal Alemana y no tanto en la
República Democrática. El estudio histórico de Delius nos recuerda hasta qué
punto en Alemania occidental altos cargos nazis, muchos, siguieron en sus
puestos y hasta prosperaron, sobre todo en el ámbito de la aplicación del
derecho, y que no es lo mismo aplicar el derecho vigente que administrar
justicia. Por ello mismo el libro plantea también la cuestión fundamental de si
es lícito condenar a alguien que aplica la ley, incluso cuando ésta vulnera los
derechos humanos.
Delius, que se documentó con
entrevistas y estudió a fondo las actas de los procesos en los que se vio
envuelta Anneliese Groscurth, rehúye las ideologías y las tomas de partido
interesadas, no elude temas espinosos que en su país aún levantan ampollas y le
han valido críticas negativas ajenas a criterios literarios, como la
caracterización del carismático Robert Havemann o la de la generación del 68 a la que él mismo pertenece,
pero lo hace sin ira, sopesando sus afirmaciones y sólo en la medida en que el
contexto lo requiere.
Sin duda una novela muy
recomendable, tanto para amantes de la historia como de la literatura.
Anna Rossell
REVISTA ÁGORA DIGITAL SEPTIEMBRE 2013
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