SEPTIEMBRE Y EL SINDROME DE STENDHAL
El síndrome de Stendhal comienza
a diezmar la ciudad en septiembre.
Las muchachas detienen la calle,
vienen de frente por las aceras,
batiendo como alas sus piernas,
donde consagra el verano
una segunda estación
de regreso a los días de luz.
Ya los transeúntes que emigraron
a la aridez y hacia el desaliento,
se les ve palidecer
casi al borde del desmayo.
Oh morenas columnas de templo
que allá arriba terminan
en blancas olas o capiteles,
y no obstante se asientan en firmes
basas, sobre la tierra; oh piernas
templos de una religión
en la que oficia la vida,
teofanías de la diosa Belleza.
Stendhal traen a mi ciudad en septiembre,
cuando retornan sin prisa
de cálidas playas y, en bandadas,
interrumpen el calendario oficial,
deteniendo la llegada del otoño,
avanzando de frente por las aceras,
batiendo como alas
donde sigue la sensación del verano…
(Septiembre nos trae siempre ese regalo,
que no es consuelo, sino un reto al ánimo
para reemprender otra navegación,
sin sonda, a todo remo).
Las muchachas detienen la calle,
vienen de frente por las aceras,
batiendo como alas sus piernas,
donde consagra el verano
una segunda estación
de regreso a los días de luz.
Ya los transeúntes que emigraron
a la aridez y hacia el desaliento,
se les ve palidecer
casi al borde del desmayo.
Oh morenas columnas de templo
que allá arriba terminan
en blancas olas o capiteles,
y no obstante se asientan en firmes
basas, sobre la tierra; oh piernas
templos de una religión
en la que oficia la vida,
teofanías de la diosa Belleza.
Stendhal traen a mi ciudad en septiembre,
cuando retornan sin prisa
de cálidas playas y, en bandadas,
interrumpen el calendario oficial,
deteniendo la llegada del otoño,
avanzando de frente por las aceras,
batiendo como alas
donde sigue la sensación del verano…
(Septiembre nos trae siempre ese regalo,
que no es consuelo, sino un reto al ánimo
para reemprender otra navegación,
sin sonda, a todo remo).
FULGENCIO MARTÍNEZ. EL HURÓN Y LA GALERÍA
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