PRIMER DÍA DE CLASE
Se abre el DIARIO DE OBSESIONES DE UN PROFESOR CANSADO...
ALUMNOS DE
VALENTÍA
Ya sabéis
que yo os enseño Filosofía, pero quiero sobre todo que seáis alumnos de
valentía. Platón ponía esta virtud antes que la Sofía o sabiduría. Así que no
os consideréis nunca demasiado viejos ni demasiado jóvenes para ser valientes,
y, antes que otra cosa, valientes ante el tribunal de vosotros mismos.
Sabéis también la lección de Sócrates, en sus últimos días. Aceptó la
condena a muerte. Aún hay disputas sobre por qué: si era resignación, o una
broma que se gastaba a sí mismo el anciano ironista… Bien. Comprended, si
alguna vez os dicen que se puede llegar a ser filósofo en un curso de quince
lecciones, la dura y continuada prueba en la materia de valentía, que hay que
se cursar antes de ser filósofo.
Y aun el mayor sabio de los hombres tuvo que afrontar una última y
decisiva asignatura pendiente; la que nos espera a todos… lo más tarde posible
pido, para vosotros y para mí, que aún somos bisoños alumnos.
UN
RUIDO QUE ANDA POR AHÍ
Este verano me he dedicado a estudiar el tema del
solipsismo en Antonio Machado para despejarme un poco. Para desalojar mi cabeza
de todo ese ruido de corrupción y
palinodias judiciales que ha sido el runrún del curso anterior. Escucho ahora
decir a Mariano Rajoy que Mariano
Bárcenas, perdón, Luis Barcenas es
solo un ruido que no puede distraerle en sus altas tareas políticas. Le ha
pedido a su Partido, que, como Ulises ante el malicioso canto de las sirenas,
se tapen los oídos para no oír el ruido
de Bárcenas. A Odiseo-Ulises le fue bien en ese episodio de las sirenas con
semejante estratagema; aunque embarrancó unas páginas después, en otra aventura
y acabó, como náufrago, solo, sin compañeros, en la isla de Nausicaä. Los
dioses parece que, provisionalmente, le salvaron a cambio de que perecieran
todos sus amigos. Pero siempre hay que mirar hacia adelante, y no atender
tampoco al ruido de los cadáveres que quedan por el camino. Esto se llama
pragmatismo, craso, como cinismo es alegar el protocolo de destrucción de datos
informáticos para excusar formalmente la desaparición de los discos duros de
los ordenadores que usó su anterior hombre de confianza en las cuentas del
Partido, lo siento, lo diré bajo y sin mucho ruido: ese hombre era Luis
Bárcenas, Mariano. No quiero distraer al Presidente, mientras lleva el timón en
asuntos de más alto calado, pero ni siquiera en una organización deportiva o de
aficionados al pádel, y mucho menos en cualquier institución o partido
político, se destruyen los discos duros de los ordenadores que ha usado un
cargo (como tal pasajero), cuando entra uno nuevo. Es tanto como destruir la
memoria, la historia de esa institución o club de pádel. No me creo que hayan
sido destruidos, me creo que han desaparecido, ¿los han buscado bien? ¿No
tendrá alguien que pasó por ahí una copia de seguridad? El caso es que el mismo
abogado del señor –todavía- Bárcenas no se ha planteado una denuncia por la
destrucción-desaparición de los datos que pedía el juez Rus para la causa que
instruye. ¿Será que el abogado de
Bárcenas piensa que tampoco a su cliente le interesa ese ruido, que sería
aportar más pruebas inculpatorias de su defendido y a costa de hundir al
capitán del barco, hundir al barco también? Que Bárcenas era vehículo y una
nave estupenda cuando había bonanza y los dioses no estaban enfadados, y que
todo eso que ahora es un ruido molesto sonaba bien, a contante y sonante, como
los viejas monedas de oro, las de antes, incluso las de no hace mucho tiempo,
cuando éramos muy críos y nos contaban nuestros abuelos lo bien que sonaban los
reales y los duros.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor
REVISTA ÁGORA SEPTIEMBRE 2012
Querido Fulgencio:
ResponderEliminarDos asuntos bien tratas. Uno, interior y de sentirse sólo –y valiente- ante el espejo de uno mismo.
El otro, externo, -pero influyente total en cada una de las vidas particulares-, la maldición de la bien urdida mentira que se lleva el dinero, que tergiversa y malogra el sistema democrático, que al incrédulo llama “engañado y tonto”.
Ambos lados de este tejado de la intemperie están cogidos por el canto de las sirenas. En el peor de los casos.
Ser valiente está castigado: ese canto a la valentía, a muchos, a los que se rebelan contra el hecho de más horas y menos sueldo, y que sólo pueden cotizar –empresarios mandan- la cuarta parte de lo que trabajas y, si no,… hay muchos más esperando quizá por menos aún.
Ser valiente en el pensar y no poder o temer actuar conduce a la locura, a no saber, a desconfiar,…
Y negar es la verdad oficial, en las alturas empapeladas de billetes y de poder, que llega al suelo donde atónitos y desafinados estamos la gran mayoría.
Se ha llegado a vivir n la falacia: ¿para qué saber? ¡Para qué ser alumno en valentía y en sabiduría?
¿dónde está el camino itinerante de la esperanza?
Pero, aún así, queremos oír el canto de las sirenas y no regresar a Ítaca.
Gracias, maestro, por tu comentario. Hay gente despierta por aquí, por lo que se ve...
EliminarAmigo Fulgencio: el culebrón Bárcenas resulta ya tan cansino e inverosímil que uno, vencido por el sinsentido y la desvergüenza, lo deja fluir como un ruido mediático sin fin, o que lo tendrá si el, según unos, pacato juez Ruz, lo determina.
ResponderEliminarSaludos.
Querido poeta José María Piñeiro: muchas gracias por tu comentario. Yo aún tengo fe en que el culebrón Bárcenas se acabe y entren todos en las aulas de la cárcel. Junto a algún otro Eres tú, eres tú, de Mocedades. Les pondría a unos ese disco horrible sin parar, como castigo; y a otros, a oír El gato al agua hasta que escampe, también sin descanso.
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