Artículo publicado en periódico LA OPINIÓN DE MURCIA: 26-11-2014
EL SOCIALISTA
Y LA DUQUESA
¿Creíamos que eran socialistas? Poco a poco vamos dándonos cuenta que no, o que sí pero no. Con la muerte de Cayetana algunos se destapan. "Una mujer muy libre y valiente", le ha llamado a la mona duquesa Alfonso Guerra, político que formó parte del Gobierno socialista de Felipe González. El azote socialista al parecer se olvidó de exigir a los ricos que cuidasen ellos a su costa su patrimonio, sin causar perjuicio a la riqueza de todos los ciudadanos del Estado. O se olvidó de que el Estado puede expropiar al rico no solo fincas sino también arte y palacios, cuando los plutócratas no atienden un patrimonio de interés nacional, por otra parte adquirido por medios indignos.
De aquel Gobierno de Felipe hoy algunos hacen ditirambos a propósito, por ejemplo, de haber generalizado la enseñanza pública obligatoria; sin dotarla de los recursos necesarios (casi siempre se olvida añadir) a la vez que subvencionaba la enseñanza privada concertada, que sigue siendo negocio y coto de los religiosos. O sea que puso una vela a Dios y otra al diablo, y lo mismo respecto a la economía y al fisco. Amagó con una fiscalidad igual para todos pero sentó la opinión de que el rico debe estar exento, o poco menos, de contribuir a la Hacienda pública por su patrimonio. Un patrimonio sobre el que el plutócrata tiene la propiedad que el Estado social le otorga a condición de encargarse de su mantenimiento. Se inventó el truco de las Fundaciones no tributarias a Hacienda, como un régimen fiscal extraordinario, en perjuicio de cualquier ciudadano que posea una casa u otro bien por el que tributa obligatoriamente al fisco y a la Administración local. La Iglesia y los superlativos ricos, los plutócratas, no pagan como tú y como yo; es más: no pagan. “El que más tiene, que menos contribuya”, esa sería la idea genial de Alfonso Guerra.
Con
esos socialistas no se necesitaban ladrones fuera de la ley; los metieron
dentro. Lo más risible y cínico es que la Duquesa mona recibió una Medalla al
mérito cultural. (Como diría el filósofo Gustavo
Bueno: cuantos crímenes se cometen en nombre de la Cultura).
La duquesa de Alba, recientemente fallecida (le deseo que en el otro mundo esté trabajando), era una persona muy libre, ha repetido hasta la saciedad la televisión española haciéndose eco de la oración hagiográfica pronunciada por Alfonso Guerra, amigo y servicial fámulo de los intereses de la Duquesa. Claro que con la renta que esta tenía, ¡así cualquiera! Lo malo es que, al igual que Roma, en el siglo XXI, y en un régimen llamado democrático, o sea, donde teóricamente gobierna el pueblo y la ley es igual para todos, en este país ella y su casta tenían el privilegio de no pagar por sus propiedades. Cayetana debía su nobleza y privilegios a un su antepasado que salió del pueblo castellano de Alba de Tormes; aquel lugar donde nació también el Lazarillo de Tormes, ejemplo de pícaro. Su antepasado adquirió por conquista de guerra media Andalucía, entre otros lugares, la Sevilla donde ahora es llorada, a su muerte. El pobre Lázaro tuvo una historia más triste, murió ajusticiado.1 (¿No sería bonito demostrar que la obra anónima que engendró la novela picaresca fue escrita por algún secretario de la casa de Alba, y que fue un divertimiento mandado hacer por el mismísimo duque; algo así, como la historia de la otra rama –pícara- de los Alba, pues al fin toda grandeza nobiliaria se remonta al origen de un barbero, un ladrón de lavandería, un matarife de ganado?).
NOTAS
1. Venancio Iglesias, escritor más docto, nos puntualiza en este punto: “Hay un error. Lázaro no muere ajusticiado: es la historia de un ascenso en lo social y una degradación moral en lo privado. Casa con la amante de un arcipreste, escondiendo así el tráfico indecente del cura. ¡Cornudo consentido, vaya!”
La duquesa de Alba, recientemente fallecida (le deseo que en el otro mundo esté trabajando), era una persona muy libre, ha repetido hasta la saciedad la televisión española haciéndose eco de la oración hagiográfica pronunciada por Alfonso Guerra, amigo y servicial fámulo de los intereses de la Duquesa. Claro que con la renta que esta tenía, ¡así cualquiera! Lo malo es que, al igual que Roma, en el siglo XXI, y en un régimen llamado democrático, o sea, donde teóricamente gobierna el pueblo y la ley es igual para todos, en este país ella y su casta tenían el privilegio de no pagar por sus propiedades. Cayetana debía su nobleza y privilegios a un su antepasado que salió del pueblo castellano de Alba de Tormes; aquel lugar donde nació también el Lazarillo de Tormes, ejemplo de pícaro. Su antepasado adquirió por conquista de guerra media Andalucía, entre otros lugares, la Sevilla donde ahora es llorada, a su muerte. El pobre Lázaro tuvo una historia más triste, murió ajusticiado.1 (¿No sería bonito demostrar que la obra anónima que engendró la novela picaresca fue escrita por algún secretario de la casa de Alba, y que fue un divertimiento mandado hacer por el mismísimo duque; algo así, como la historia de la otra rama –pícara- de los Alba, pues al fin toda grandeza nobiliaria se remonta al origen de un barbero, un ladrón de lavandería, un matarife de ganado?).
NOTAS
1. Venancio Iglesias, escritor más docto, nos puntualiza en este punto: “Hay un error. Lázaro no muere ajusticiado: es la historia de un ascenso en lo social y una degradación moral en lo privado. Casa con la amante de un arcipreste, escondiendo así el tráfico indecente del cura. ¡Cornudo consentido, vaya!”
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
Fulgencio. Hay un error. Lázaro no muere ajusticiado: es la historia de un ascenso en lo social y una degradación moral en lo privado. Casa con la amante de un arcipreste, escondiendo así el tráfico indecente del cura. ¡Cornudo consentido, vaya! Quizá sea un poco alambicado el paralelismo que propones aunque tiene gracia. Esta "pobre" mujer no deja de ser figura creada por los media. Momia, personaje de taxidermista en este museo español... Su aspecto público quizá nada dice de su intimidad. Por otra parte, teniendo en cuenta lo que la oficialidad define como cultura, la medalla está bien dada y es medalla para una vitrina o para colgársela de semejante parte... pública. No te enfades con los personajes que pasan a la historia, porque pasan a ella como personajes. El escenario y la puesta en escena es el principio esencial de la política y la cultura definida por la política.
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