RAJOY, EL ÚLTIMO INDIGNADO
“En España lo mejor es el pueblo... En los momentos duros los señoritos invocan a la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera pero la compra con sangre”. Estas palabras de Antonio Machado han vuelto a la actualidad la pasada semana, al anunciar en el Congreso el presidente Rajoy sus medidas contra la corrupción.
Del discurso del Presidente ha trascendido, por fin, una leve preocupación en su alma política por el asunto de la corrupción. Nunca es tarde si la dicha... Tenemos que celebrar, y celebramos, que el Presidente del país haya dado un paso adelante, dada la fama de impasible que le precede. Ha visto, por fin. Él ha visto con sus ojos y ha creído conveniente proponer medidas contra la plaga. Está en peligro el sistema, ha proferido; ojito con los “salvapatrias”, que es peor el remedio... Mejor moderar a los ladrones conocidos en casa. Moderémonos, amiguetes.
Contra la plaga en sí, ha anunciado más bien medidas preventivas y ad hominem, sin querer embarrancar en bajíos más bravos y ocultos; ha navegado, pues, de perfil, o en términos taurinos, ha propuesto medidas de toreo de salón. El sistema poroso que ha servido de caldo de cultivo a la corrupción, un sistema legal, político, administrativo, resobado a su gusto por los dos partidos, PP y PSOE, que se han repartido todos los resquicios del poder durante años; ese sistema no se toca. Los diputados y diputadas (es un ejemplo) seguirán con su estatus de aforados (privilegio a todas luces incompatible con el principio de igualdad ante la ley que debe regir el estado de derecho). La financiación de los partidos debe ser transparente, bueno, solo un poco, bueno (como ya ha dicho Aznar) no nos pasemos en esto, de algo tienen que vivir los partidos políticos. No bastan, pues, los dineros que reciben por voto en cualquier tipo de elecciones en España (y tenemos aquí unas cuantas, demasiadas, en todos los niveles de la gobernación; pues se confundió interesadamente, por los políticos que diseñaron el régimen, la descentralización administrativa del Estado con la fragmentación política; ¡pero eso es otro tema, otros polvos y otros lodos que nos llegan hoy!). No les bastan las aportaciones de los afiliados a través de sus cuotas. Son insaciables, y será muy duro y casi imposible para los partidos volver a la moderación, sencillamente porque nunca ha sido moderados. Mucho me temo que tampoco estén de acuerdo, en el fondo, con la moderación salarial en las retribuciones personales a los políticos; allá la moderación salarial para el trabajador y el autónomo; para el alcalde, concejal o senador como su nombre indica, que no falte de ná. Viva el vino.
Y sobre las líneas rojas o el ya está bien de tener cara que se ha de exigir a un político o a un candidato, tampoco Rajoy se ha pillado las manos. Cuando el imputado pase a ser sujeto del proceso oral, o sea, ad calendas griegas, dada la lentitud de la justicia en España: mal cuya solución está en manos de los propios partidos. Un círculo vicioso, donde se pierde el tiempo y se topan cola y cabeza. Los imputados aplauden porque mientras mantienen sus sueldos y prebendas. Vean en la Comunidad de Murcia. Hasta en mi pueblo, Alcantarilla, su alcalde Lázaro Mellado, aplaude, porque está imputado y a mucha honra, por muchos años... Y hasta el mismísimo y pasmadísimo delegado del Gobierno en la Comunidad, imputado en delitos de corrupción urbanística, sigue en el candelabro. Patética es su cara cuando sale en la tele diciendo que la policía ha detenido a un imputado... (se mira, tose, se palpa don Joaquín Bascuñana, tal vez piensa: ¿me tendré que detener un día a mí mismo?) Es ridículo que la ciudadanía no pueda confiar ni siquiera en el delegado del Gobierno, quien teóricamente coordina a las fuerzas y autoridades que velan por el orden público. ¿Hemos de confiar en quien vigila o desconfiar? ¿Cuándo los partidos políticos se tomarán en serio lo que significa el cheque de confianza que se les da?
Por último, no ha tocado el señor Rajoy en su diatriba contra la corrupción el tema que más interesa al pueblo: que los corruptos devuelvan el dinero robado y hasta el último euro. No se entiende que el Estado sea tan indulgente con los infractores y en cambio tan duro con los que en teoría ha de proteger: los menos favorecidos económicamente, los parados, los jóvenes, los que están formándose en los estudios, etc. Ni un euro robado, ningún céntimo enviado a Suiza o más allá sobra ante tanta necesidad del país. No le veo a Rajoy indignarse hasta el punto de rebuscar con afán ese dinero perdido. Quizá su humor flemático constitutivo no lo aparenta, pero creo que sí el Presidente en su fuero interno es un indignado más, uno de los muchísimos de este país, un indignado del 15 M. Aunque tarde, se ha sumado Rajoy a la indignación contra los robaperas. Bienvenido, Mr. Rajoy. Pronto lo veremos acampar en la Puerta del Sol y abanderar la Indignación. Démosle tiempo, ¿unas semanas?: no, unos meses; mejor, démosle un año, para cuando empiece la campaña de las próximas generales.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Profesor de Filosofía y escritor
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