NICHITA DANILOV. SIETE POEMAS
original en rumano y traducción al español
/ ȘAPTE POEME DE NICHITA DANILOV
Los poemas pertenecen al libro de Nichita Danilov:
Por encima de las cosas, la nada / Deasupra lucrurilor, neantul (2024, Ed. Junimea. Iași, Rumanía).
Traducción de los poemas al español: Simona Leonti.
Prefacio de Bogdan Crețu. (Traducción del prefacio: Felix Nicolau).
Al cuidado de la edición del libro: Simona Modreanu y Lucian Vasiliu.
Más información sobre el libro en editorial Junimea:
PRESENTACIÓN
“Por encima de las cosas, la nada” es una antología bilingüe en rumano y en español, de poemas de Nichita Danilov. Fue publicada por la editorial Junimea el pasado año, 2024, bajo los auspicios de la directora editorial Simona Modreanu. Las traducciones al español son de Simona Leonti, para los poemas, y del profesor Felix Nicolau para el texto del prefacio. Un lúcido texto prologal de Bogdan Crețu nos introduce en la obra y en la poética de Nikita Danilov.
Tuve el honor de conocer a Nichita Danilov y de escuchar sus poemas, primero en Bucarest y este año 2025 en Iași. Su persona es de aquellas que transmiten el sentir hondo de la poesía, y para ello basta solo con escucharle una sola palabra cualquiera en conversación, o incluso basta con observarlo en silencio, en ese silencio profundo que le envuelve como si llegara de otro mundo y tuviera prisa por volver a él. Cioran se autodefinía finalmente, en París, como un “exiliado metafísico”. Hay poetas -como es el caso de Danilov- que también nos producen, con su obra o con su figura humana, o con ambas, la inquietud y a la vez el goce sereno de encontrarnos ante unos raros y hermosos especímenes, unos exiliados metafísicos, vivan donde vivan, en su país o en tierra foránea.
Acierta a revelar Crețu (en unas palabras que extraemos del prólogo del libro, traducidas del rumano por mi amigo el profesor de la Universidad de Granada, Felix Nicolau) dos claves de la poética de Nikita Danilov. Las reproduzco por separado, abreviadas:
Desde su primer volumen, Fântâni carteziene (Pozos cartesianos), destaca su voz personalísima (…) La poesía de Nichita Danilov descubre una vena vigorosa en la exploración de una ansiedad, a veces recargada y teatral, de la aproximación de la divinidad por parte del ser humano; lo que no significa que ésta adquiera rasgos visionarios, místicos o de otra naturaleza, como superficialmente se ha observado a veces: su lirismo reside, de hecho, en la febrilidad de la búsqueda, del tanteo. La única certeza es el presentimiento de lo que la ausencia de lo trascendente significaría. «... Solos frente a la noche / ¡terriblemente solos / no nacemos, ni morimos!». No hay nada más angustioso que esta continua vacilación, que este estado incierto, sin solución posible.
(“El castigo”, de Nichita Danilov, p.9. op. cit.)
El pulso hacia lo trascendente es un componente esencial en los poemas de Danilov. Pero también lo es el sufrimiento y la memoria histórica, testimoniada personalmente. Hemos elegido (ya que el autor nos ha dado licencia para hacerlo) unos primeros poemas breves alusivos al primer asunto. Poemas sencillos, puros, se diría, pero de una contenida desesperación. Y los dos últimos, en nuestra selección, versan sobre el segundo motivo apuntado: “Azul” y “Réquiem por un país perdido”. Sencillamente, deslumbrantes, aun dolorosos, terribles. A pesar de su extensión, hemos creído que el lector español no podía dejar de encontrarse con estos poemas, si no los ha conocido hasta ahora.
Concluimos la presentación con unas palabras de nuevo de Bogdan Crețu:
La poesía de Nichita Danilov no es de ninguna forma explícita, ya que todo recae en los escenarios, que cultivan una ambigüedad seria, sin ser oscura (…)
Al preguntarse en un ensayo «¿Cuánta ficción existe en un texto poético?», el escritor llega a la conclusión, rigurosamente argumentada, de que el material que moldea no es de ningún modo un material neutro: «las palabras se rebelan en contra del que las emitió». «Al acercarte a la poesía, añade, tienes que tener el cuerpo y el alma limpios». ¿Será ingenuidad creer en el potencial mágico de la palabra? ¿Tendrá el lenguaje no solo la capacidad de nombrar el mundo, de describirlo, sino la de influenciarlo? Nichita Danilov cree definitivamente que sí: «Las palabras guardan adentro latencias ocultas y, mediante una determinada forma de enlazarlas, mediante un orden que el poeta intuye, pueden traer el bien o el mal». ¡Ojo! Se trata solamente de la palabra esencial, de la poesía auténtica. No sirve aquí el escepticismo: lo real se deja moldear por el texto y el poeta se convierte en una especie de taumaturgo. Se da aquí el signo de una religión de la poesía, de una creencia en el don propio, que ya no se deja explicar por el azar, sino que se convierte en una deuda que hay que respetar con máxima seriedad. Quien no lo crea no es poeta de verdad, sino un ingeniero concienzudo del texto, un artesano, un artífice que confecciona fríamente un objeto desprovisto de espiritualidad. No es el caso de Nichita Danilov, que afirma, en paz consigo mismo, que «no se puede alcanzar la esencia de las cosas sin sufrir el castigo»
(“El castigo”, de Nichita Danilov, pp. 11.12. op. cit.)
selección y presentación de Fulgencio Martínez para la revista Ágora
POEMAS DE NICHITA DANILOV
[1]
SIGLO XX
He muerto cuando Dios
aún no había nacido
y he nacido cuando Dios
¡ya estaba muerto!
El siglo XX se estaba acabando.
Márquez había escrito Cien años de soledad,
Nietzsche – Así habló Zaratustra.
El hombre había pisado la luna.
¡Desde el cielo se derrumbaban
los ángeles muertos!
En el horizonte asomaba
una tercera guerra mundial.
Einstein había fallecido
¡y Dios ya estaba muerto!
Era el fin del fin de un mundo
y el inicio del inicio de un hombre
en el que ya nadie creía.
En la calle soplaba un viento cada vez más oscuro,
en el cielo las águilas daban vueltas
cada vez más inquietantes.
Cada vez más fúnebre una campanada
pregonaba un nuevo comienzo.
¡Aleluya!
SECOLUL XX
Am murit când Dumnezeu
nu se născuse încă
şi m-am născut când Dumnezeu
era deja mort!
Secolul XX era pe sfârşite.
Marquez scrisese Un veac de singurătate,
Nietzsche – Aşa grăit-a Zarathustra.
Omul pusese pasul pe lună.
Din cer se prăbuşeau
îngerii morţi!
La orizont se vestea
un al treilea război mondial.
Einstein murise
şi Dumnezeu era deja mort!
Se sfârşea sfârşitul unei lumi
şi începea începutul unui om
în care nu mai credea nimeni.
Pe străzi bătea un vânt tot mai negru,
pe cer vulturii se roteau
tot mai neliniştitor.
Un dangăt tot mai funebru
vestea un nou început.
Alleluia!
[2]
SOMBRA
Mi rostro no podrás
ver jamás turbio como el agua,
tú que me llamas desde adentro
¡y me convidas hacia adentro!
Suaves vapores flotarán
como signo de interrogación
y en vez de respuesta
se esparcirá en el lago
una extraña bandada de cisnes por la tarde
enturbiándome el atardecer y el agua,
pero no el rostro. Pues mi rostro
¡jamás lo podrás enturbiar!
UMBRĂ
Chipul meu nu-l vei putea
vedea niciodată tulburat ca o apă,
tu cel care mă strigi din adâncuri
şi mă chemi în adâncuri!
Aburi uşori vor pluti
în semn de întrebare
şi în loc de răspuns
se va risipi peste lac
un stol ciudat de lebede seara
tulburându-mi amurgul şi apa,
nu chipul. Căci chipul meu
nu-l vei putea tulbura niciodată!
[3]
ESTACIÓN
Esta sagrada tristeza de las nubes
pintada en la ventana.
¡Este fin de siglo
salpicado en las paredes!
Espesa como un agua se derrite por las calles la tarde...
... ¿Quién nos abrió en la frente estas ventanas,
quién nos alzó en el pecho
estas menudas puertas?
Vagando por mí mismo voy como por una enfermiza estación.
Oigo la voz de mi madre tras la oscura muralla:
¿A qué viniste aquí,
por qué regresas?
Vete, sal mientras te quede tiempo aún.
Oigo la voz de mi hermano apagada, como a través del agua:
¡Sal cuanto antes de esta luz
y déjame a solas
a respirar en mi penumbra...!
¿De quién son los rostros que se guardan aquí,
en esta pútrida luz de la tarde?
Las mil cabezas cercenadas
¿qué estación aguardan?
¿Los brazos de quién se sembrarán en el campo,
los dientes de quién brotarán de la hierba?
Deambulando voy por mí mismo como por una extraña
estación.
Entre manos el cráneo de Yorick, me pregunto:
Si he segado
¿dónde y qué he segado?
Y si aúno, ¿cuándo y a quién aúno?
ANOTIMP
Această tristeţe sacră a norilor
zugrăvită pe fereastră.
Acest sfârşit de secol
împroşcat pe pereţi!
Ca o apă grea se scurge pe străzi seara...
... Cine ne-a deschis în frunte aceste ferestre,
cine ne-a zidit în piept
aceste scunde uşi?
Prin mine umblu ca printr-un anotimp bolnav.
Glasul mamei îl aud prin zidul întunecat:
De ce ai venit aici,
pentru ce te-ai întors?
Pleacă, ieşi cât mai ai timp.
Glasul fratelui îl aud stins, ca prin apă:
Ieşi cât mai repede din această lumină
şi lasă-mă singur
să respir în umbra mea...
Feţele cui se păstrează aici,
în această putredă lumină de seară?
O mie de capete retezate
aşteaptă ce anotimp?
Braţele cui vor fi semănate pe câmp,
dinţii cui vor răsări din iarbă?
Prin mine trec ca printr-un ciudat anotimp.
Cu ţeasta lui Yorick în mâini, mă întreb:
Dacă am secerat
unde şi ce am secerat?
Şi dacă adun, când şi pe cine adun?
[4]
PAISAJE CON MANOS Y ALAS
Detrás de cada hombre
vigila un ángel. El ángel
que hay detrás de mí ha caído
y sin embargo ¿cúyas son estas manos,
estas manos suaves como alas
que tan nostálgica, tan nostálgicamente
cubren mis ojos?
PEISAJ CU MÂINI ŞI ARIPI
În spatele fiecărui om
stă de veghe un înger. Îngerul
din spatele meu a căzut
şi totuşi ale cui sunt mâinile astea,
aceste mâini fine ca nişte aripi
ce atât de nostalgic, atât de nostalgic
îmi acoperă ochii.
[5]
POR ENCIMA DE LAS COSAS
No veréis mi cara, pues la mía
os es en demasía adelantada. El bien y el mal,
la parte y el todo, la luz y la oscuridad
y este infinito camino
que acaba en todo.
Y no veréis mi cara ni sentiréis mi sombra
ya que mi sombra está constantemente debajo de la vuestra:
el bien y el mal, la parte y el todo,
la luz y la oscuridad
y este infinito camino
que acaba en todo.
DEASUPRA LUCRURILOR
Nu-mi veţi vedea faţa, căci faţa mea
e mult prea-n faţa voastră. Binele şi răul,
partea şi întregul, lumina şi întunericul
şi acest drum nesfârşit
ce se sfârşeşte în toate.
Nu-mi veţi vedea faţa şi umbra nu-mi veţi simţi
căci umbra mea e permanent în umbra voastră:
binele şi răul, partea şi întregul,
lumina şi întunericul
şi acest drum nesfârşit
ce se sfârşeşte în toate...
[6]
AZUL
La moral de nuestras tropas dejaba mucho que desear:
cada soldado llenaba su cantimplora
del río que fluía a sus pies
la fortaleza que habíamos asediado no se
dejaba conquistar en vano
habíamos traído con nosotros máquinas de guerra
escalinatas torres de madera catapultas
subíamos dando gritos, llevando pendones en las murallas
nadie podía subir más de la mitad
de la muralla: el perfecto silencio de los de dentro
nos desanimaba más
y las risas y la bárbara alegría que reinaba entre nosotros
nos hacían rabiar simplemente
rabiar
impotentes impotentes agitábamos
los puños en el aire frente a las puertas grandes
frente a las murallas extremadamente blancas
que no podían macular
ni la sangre ni la piedra ni el plomo fundido
ni el alquitrán ardiente:
seguían estando igualmente blancas
más blancas que la primera nieve caída
más puras que la primera nevada de cerezos de mayo.
Impotentes frente a las murallas
nos preguntábamos qué fortaleza asediábamos y de quién
jugábamos al dado bajo sus puertas
¿qué fortaleza es esta y de quién?
gritábamos y nos quedaba el grito colgando en las manos
y la furia frente a las blancas murallas
extremadamente blancas y frente a las grandes puertas
inmaculadas
detrás de las cuales reinaba el silencio absoluto
y el grito ciego que no podíamos escuchar
estábamos aquí desde ya años
desde hace ya siglos: los soldados habían traído
a sus mujeres y habían empezado a construir
casas, a cuidar del ganado y a cultivar la tierra alrededor
elevaron altos palacios y altas ciudades fortificadas
y solo nosotros –dos, tres– permanecíamos frente a las
murallas
antiguas: por la noche caíamos de rodillas
nos postrábamos junto a las puertas grandes
frente a las inmaculadas e increíblemente
blancas murallas plenamente redondas
a las que no podías dar la vuelta
en toda una vida.
– Abrid las puertas
dejadnos entrar, gritábamos
no como vencedores, sino
como esclavos,
como vencidos.
Queremos ver con quién hemos combatido
y qué queríamos conquistar.
Adentro reinaba no obstante el mismo silencio inmutable
y solo por la noche el relinchar de los caballos
y el goteo del agua en el estanque o el ruido de alguien
arrastrando los pies
nos hacían sospechar que tal vez
allí dentro pasaban cosas extrañas:
nuestros viejos soldados ya se encargaban
del comercio de trigo;
se habían labrado casas grandes
fincas hermosas. La nueva ciudad fortificada
era cada vez más floreciente
cada vez más próspera
y solamente nosotros –dos, tres–
llenos de polvo y de sangre en los hombros
seguíamos frente a las puertas de la vieja Ciudad Fortificada
de la que apenas, vagamente,
si se acordaba alguien de vez en cuando
y la Ciudad disminuía, se encogía sobre sí misma
cada año: empequeñecía como un
viejecito pasado ya del último tramo de la vida
se hacía cada vez más nimia, más diminuta
llegando a ser como un huevo de paloma, casi nada, un grano
de arena
pero del cual surgía ahora una enorme algarabía:
el estertor de los caballos moribundos
y la tos de otoño
y unos dedos ennegrecidos o algún ojo
todavía vivo que el viento
depositaba a nuestros pies
nos hacía sospechar el haber asediado
un hospital o una ciudad devastada por la lepra…
AZUR
Moralul trupelor noastre lăsa de dorit:
fiecare soldat îşi umplea plosca
din râul ce curgea la picioarele lui
cetatea pe care o asediasem nu se
lăsa cucerită zadarnic
adusesem cu noi maşini de război
scări turnuri de lemn catapulte
ne căţăram cu urale şi steaguri pe ziduri
nimeni nu putea urca mai mult de jumătate
de zid: tăcerea desăvârşită a celor dinăuntru
ne descuraja şi mai mult
iar râsetele şi veselia barbară ce domneau printre noi
ne făceau să turbăm pur şi simplu
să turbăm de furie
neputincioşi neputincioşi agitam
pumnii în aer în faţa porţilor mari
în faţa zidurilor albe extrem de albe
pe care nu le puteau macula nici
sângele nici piatra nici plumbul topit
nici smoala fierbinte:
rămâneau la fel de albe
mai albe decât prima zăpadă
mai pure decât prima ninsoare de vişini în luna mai.
Nepuntincioşi în faţa zidurilor
ne întrebam ce cetate asediem şi a cui
jucam zaruri sub porţile ei
ce fel de cetate e asta şi-a cui?
strigam şi rămâneam cu strigătu-n mâini
şi cu furia în faţa zidurilor albe
extrem de albe şi în faţa porţilor mari imaculate
în spatele cărora domneau tăcerea desăvârşită
şi strigătul orb pe care nu-l puteam auzi
stăteam aici de câţiva ani buni
de câteva secole: soldaţii îşi aduseseră
cu ei nevestele se apucară să înalţe
case să crească vite şi să cultive pământul din jur
clădiră palate înalte şi alte cetăţi
şi doar noi – doi-trei – mai rămăsesem în faţa zidurilor
vechi: seara cădeam în genunchi
ne prosternam lângă porţile mari
în faţa zidurilor imaculate şi de neînchipuit
ziduri albe şi perfect circulare
pe care nu le puteai înconjura
nici într-o viaţă de om.
– Deschideţi-ne porţile
primiţi-ne înăuntru, strigam
nu ca pe nişte învingători, ci
ca pe nişte sclavi,
ca pe nişte învinşi.
Vrem să vedem cu cine-am luptat
şi ce am vrut să cucerim.
Înăuntru domnea însă aceeaşi tăcere desăvârşită
şi doar noaptea nechezatul de cai
şi picurul apei dintr-un havuz şi târşâitul unor paşi
ne făceau să bănuim că totuşi
acolo înăuntru se petrec lucruri ciudate:
ostaşii noştri bătrâni se ocupau
acum cu negoţul de grâne –
îşi clădiră case mari
vile frumoase. Cetatea cea nouă
devenea tot mai înfloritoare
din ce în ce mai prosperă
şi doar noi – doi-trei –
plini de praf şi de sânge pe umeri
mai stăteam în faţa porţilor vechii Cetăţi
de care vag foarte vag
îşi mai aducea câte unul aminte
şi care se micşora se strângea în ea însăşi
în fiecare an: se împuţina ca un
om bătrân trecut de mult de ultima vârstă
devenea tot mai mică tot mai măruntă
ajungând cât un ou de hulub aproape nimic, un fir de nisip
dar din care răzbătea acum o larmă îngrozitoare:
horcăitul de cai muribunzi
şi tusea de toamnă
şi nişte degete înnegrite sau câte un ochi
încă viu pe care vântul
ni le aduceau la picioare
ne făcea să bănuim c-am asediat
un spital sau o cetate cuprinsă de lepră...
[7]
RÉQUIEM POR EL PAÍS PERDIDO
Cargábamos puños de tierra de un país a otro,
los vertíamos en terrones más grandes o más chicos
en la plaza pública.
Con la mirada fija en el cielo, rezábamos frente a las banderas
siempre a media asta
que nuestros muertos perdidos en el cielo
bajen de nuevo a la tierra,
santificando la tierra que depositamos a sus pies.
Hurgábamos siempre bajo los troncos de los árboles
abetos blancos y rojos, y robles con el ramaje encendido:
palpábamos con la yema de los dedos sus raíces
como sogas, como arterias
(o como cuerdas de arpa en las que había que tocar)
aguzando el oído para captar el crujido de las hojas
y el canto de los pájaros escondidos en el ramaje;
mirábamos la luna y los signos del zodiaco,
la Vía Láctea incrustada
en nuestras manos encallecidas de tanto trabajo;
junto con la tierra traíamos
las briznas de hierba surgidas en el campo,
desplazábamos las nubes de un lado al otro, y el viento también
lo contábamos todo – cada puño de tierra
trasladado de un lado al otro de la frontera
lo apuntábamos escribiendo nítidamente en los renglones de un registro
abierto en una página muerta.
Los aduaneros nos miraban de paso
apuntando en sus registros
los sacos de tierra que cargábamos minuciosamente.
Columnas de cifras surgían en los registros
haciendo fila como soldados antes de la batalla;
perros adormecidos en el campo arado alzaban su hocico
husmeando desde lejos nuestra sombra,
un ladrido corto y lúgubre,
luego otra vez se dejaban ganar por el sueño
que parecía no tener ni principio ni fin.
Junto con la tierra cargábamos también las briznas de hierba,
pelos y colillas recogidos en la calle,
llevábamos de un lado al otro
las tumbas de nuestros muertos
para que bendigan nuestra tierra,
llevábamos las aguas y el viento también,
embaucábamos las nubes del cielo
y los pájaros que revoloteaban sus alas
por encima del alambre de púas;
adiestrábamos las palomas mensajeras para recorrer el camino
hasta allí y dar vuelta atrás; atábamos bajo sus alas la ceniza
de los ancestros recogida en urnas todavía humeando;
atábamos en sus garras pedazos de pendones y cruces
y las enviábamos como mensajeros,
como arcángeles resplandecientes
al país extranjero para luego hacerlas tornar.
Cargando los sacos de tierra de un lado
para el otro, rehacíamos nuestro país soñado,
nuestro país perdido, que nuestros enemigos
invisibles nos habían arrebatado de debajo de los pies
como si fuera una alfombra, convirtiendo nuestras espaldas
en trapo, en fregona para quitar lo soez y el polvo;
cargando tierra en sacos y entre las palmas
enseñábamos a nuestros hijos
a los nacidos y a los que estaban por nacer
el camino recto que lleva hacia la luz;
armados de fe y de paciencia
avanzando un paso, dando dos hacia atrás,
luego avanzando de nuevo,
habíamos logrado ablandar poco a poco
a nuestros enemigos
que se dejaban sentir en la penumbra...
Los únicos enemigos restantes éramos nosotros mismos,
pues lo que construíamos de día
de noche rompíamos, sonámbulos despiadados,
pisoteábamos la tierra minuciosamente cargada,
en los puños y en sacos al otro lado de la frontera,
recogiéndolo entre las palmas lo llevábamos atrás,
escurriendo nuestras sombras por el alambre de púas,
arrastrándonos, de rodillas,
siguiendo los rastros de nuestros antepasados cuya
tierra quitábamos, sin percatarnos,
tierra humeando debajo de los cráneos,
para llevarla al país extranjero
y depositarla frente a las banderas a media asta.
Venerando ídolos ajenos con pies de barro,
los llevábamos hacia atrás, bajo las miradas llenas de odio
de los perros que
vigilaban adormecidos el campo arado.
Los jóvenes se arrodillaban
frente a las urnas; sus rótulas palpitaban
como lámparas iluminadas por la luz
de la luna: alejándonos en la noche
les decíamos: «Para vosotros hemos traído
esta tierra, para vosotros hemos tragado
la humillación y el frío de una vida sin sentido,
para que tengáis una vida mejor...»
Y ellos, renunciando por un instante a los placeres,
a su juventud alborotada,
pensaban en nosotros, en las adversidades
que tuvimos que aguantar,
y rezaban por nosotros, por nuestra paz,
por la alegría que íbamos a sentir
antes que los granos de arena de la vida
se escurran del reloj de arena dibujado en las palmas;
su pelo, sus ojos iluminaban
como luces LED en la noche.
Cargábamos la tierra en los puños, llevándola de un país al otro
hallábamos algún brazo en alguna parte,
en otra, una clavícula encharretada
o una pierna con su galón;
en alguna parte encontrábamos una espada,
en otra, un cañón o un fusil;
las metíamos todas en sacos de rafia
que arrastrábamos al pasar la frontera
siguiendo el rastro de los caballos muertos
iluminados por los fríos rayos de la luna
que alargaba nuestras sombras
proyectándolas sobre el campo recientemente arado.
El tiempo parecía haberse detenido,
y el espacio se había derramado, escurriéndose
sigilosamente de un lado al otro del reloj de arena;
nos hallábamos aquí y allá,
partiendo permanecíamos en el mismo sitio;
volviendo, encontrábamos nuestras figuras
en cuclillas alrededor de los fuegos
parpadeando, silenciosas, en la plaza:
todo lo de aquí estaba también allí
en cierta medida alterado.
¿Quiénes somos? nos preguntábamos
y la pregunta quedaba
flotando en las palmas que nos cubrían
los rostros trastocados por el miedo.
Los anuncios publicitarios parpadeaban tímidamente
alumbrando la multitud, sus cabezas arrodilladas.
Con relucientes prendas
los ídolos con pies de barro
alzaban sus rostros de la ceniza.
Nos arrastrábamos aullando como perros
a sus pies envueltos
en banderas humeantes,
olvidando a nuestro buen Dios
desconociéndonos y olvidando el país,
mientras que la tierra cargada
se convertía en mugre pegajosa
con la que untábamos nuestros cuerpos
iniciando un baile alrededor
de los ídolos que velaban la fosa…
Al volver a cruzar con los puños cerrados
el borde, llegaban los buenos aduaneros
y desataban nuestros talegos,
hurgaban como perros la tierra
que llevábamos atrás (aquí y allá
era nuestra tierra prometida; aquí una mitad del paraíso,
allá la otra mitad)
llevada por las balanzas de una suerte
que no quería inclinarse
ni a izquierda, ni a derecha,
y el río como un brazo, como una balanza
destellaba bajo la serena luz de la luna
sacudiendo las cubas vacías;
desatábamos los sacos, los bolsos, las talegas ennegrecidas
y las alforjas repletas,
de huesos y los puños llenos de tierra.
Nos preguntaban qué llevábamos con nosotros,
y nosotros, balbuceando, respondíamos nada,
pero no se dejaban convencer fácilmente
y al deshacer nuestros apretados puños
hallaban algún ojo muerto, helado,
alguna oreja ensuciada, con rastros de cal o de tierra…
Oigan, decían,
con una risita siniestra,
¿por qué mentís?
Y mientras nosotros, tropezando, balbuceábamos algo
algún sinsentido, buscando una respuesta creíble
en silencio volvían a cerrar nuestros puños,
y junto al ojo muerto añadían uno de vidrio.
Id por vuestro camino, nos aconsejaban,
seguid forcejeando entre tinieblas,
pues el país que buscáis en ninguna parte lo encontraréis
no hallaréis vuestro país soñado, vuestro país eterno,
sin importar a donde iréis
en todas partes no habrá más que tinieblas...
Entre los ojos ciegos que aferrábamos entre manos
escondíamos también algún dado,
algún ojo que podía cambiar nuestro destino.
Agitábamos los dados en el hueco de las manos
y los tirábamos a los pies de los ídolos falsos,
a los pies de los maniquíes
agobiados por los anuncios publicitarios
renovando cada vez las esperanzas de que
del hueco de nuestras palmas
ruede el ojo ganador,
el ojo destinado a iluminar nuestra suerte;
sin embargo, cada vez, del hueco de las manos
rodaban con un sordo zumbido
los ojos ciegos, inmóviles, cubiertos por una película
blanquecina y opaca,
que nos miraban sin ver,
dentro de los cuales nuestro mundo patas arriba
se proyectaba en el mundo;
vivíamos una eterna y dulce ilusión.
Sin percatarnos
ignorábamos nuestro destino,
cargando tierra de un país a otro,
cavando de un lado
y del otro lado del río la fosa...
Los anuncios publicitarios parpadeaban tímidamente
alumbrando la multitud, sus cabezas arrodilladas.
Con relucientes prendas
los ídolos con pies de barro
alzaban sus rostros de la ceniza.
Nos arrastrábamos aullando como perros
a sus pies envueltos
en banderas humeantes,
olvidando a nuestro buen Dios
desconociéndonos y olvidando el país,
mientras que la tierra cargada
se convertía en mugre pegajosa
con la que untábamos nuestros cuerpos
iniciando un baile alrededor
los ídolos que velaban entre tinieblas.
Sin percatarnos
ignorábamos nuestro destino,
cargando tierra de un país a otro,
cavando de un lado
y del otro lado del río la fosa.
RECVIEM PENTRU ȚARA PIERDUTĂ
Căram pumni de pământ dintr-o țară în alta,
le vărsam în grămăjoare mai mari și mai mici în piața publică.
Cu ochii ațitiți la cer, ne rugam în fața steagurilor
mereu coborâte în bernă
la morții noștri rătăciți în cer
să coboare din nou pe pământ,
sfințind țărâna pe care le-o așterneam la picioare.
Scormoneam mereu sub trunchiurile copacilor,
brazi și molizi, și stejari cu coroana arzândă:
le pipăiam cu buricul degetelor rădăcinile
ca pe niște frânghii, ca pe niște artere
(sau ca pe niște corzi de harfă la care trebuia să cântăm)
stăteam cu urechea ciulită la foșnetul frunzelor
și la cântecul păsărilor pitulate printre crengi;
priveam luna și semnele zodiacale,
Calea lactee încrustată
în palmele noastre bătătorite de muncă;
odată cu pământul aduceam
și firele de iarbă răsărite pe câmp,
norii îi mutam dintr-un loc în altul, și vântul;
număram totul – fiecare pumn de pământ
trecut dintr-o parte în alta a graniței
îl consemnam aliniindu-l frumos în coloanele unui catastif
deschis la o pagină moartă.
Vameșii ne priveau în treacăt
consemnând în registrele lor
sacii de pământ cărați cu migală.
Coloane de cifre răsăreau în registre,
aliniindu-se ca niște soldați înainte de luptă;
câinii adormiți pe fâșia arată își ridicau botul
adulmecându-ne de departe umbra,
lătrau scurt și lugubru,
după care se cufundau din nou într-un somn
ce nu avea parcă nici început și nici sfârșit.
Odată cu pământul căram și firele de iarbă,
firele de păr și mucurile de țigări adunate de pe străzi,
duceam într-o parte și alta
mormintele morților noștri
ca să ne binecuvânteze țărâna,
duceam și apele, și vântul,
momeam norii de pe cer
și păsările ce-și fâlfâiau aripile
deasupra sârmei ghimpate;
dresam porumbeii călători să facă drumul
acolo și îndărăt; le legam sub aripi cenușa
străbunilor adunată în urne ce fumegau încă,
le legam de gheare bucăți de prapuri și cruci
și le trimiteam ca pe niște soli,
ca pe niște arhangheli luminosi
în țara străină și apoi îi chemam înapoi.
Cărând saci de pământ dintr-o parte
în alta, refăceam țara noastră din vis,
țara noastră pierdută, pe care dușmanii noștri
nevăzuți ne-o traseră de sub picioare
ca pe un preș, transformând spinările noastre
în cârpe, în mopuri de șters murdăria și praful;
cărând pământ cu sacii și pumnii,
le arătam copiilor noștri,
celor născuți și celor nenăscuți încă,
calea cea drepată ce duce spre lumină;
înarmați cu credință și răbdare,
înaintând un pas și făcând doi îndărăt,
apoi iarăși înaintând,
reușisem să-i îmblânzim încetul cu încetul
pe dușmanii noștri
ce-și făceau simțită prezența în umbră…
Singurii dușmani rămăserăm noi înșine,
căci ceea ce clădeam ziua
noaptea distrugeam, ca niște somnambuli, fără milă,
călcam în picioare pământul cărat,
adus cu trudă în saci și în pumni peste graniță,
adunându-l în căuș îl duceam îndărăt,
strecurându-ne umbrele prin sârma ghimpată;
târându-ne în genuchi
pe urmele strămoșilor cărora le
luam, fără să ne dăm seama,
pământul fumegând de sub creștet,
pentru a-l duce în țară străină
și-a-l așeza în fața steagurilor coborâte în bernă.
Închinându-ne la idoli străini cu picioare de lut,
îl duceam îndărăt sub privirile pline de ură
ale câinilor ce-și făceau
somnul de veci tolăniți pe fâșia arată.
Tinerii se lăsau în genunchi
în fața urnelor; rotulele lor pâlpâiau
ca niște candele aprinse de lumina
lunii: îndepărtându-ne în noapte,
le spuneam: „Pentru voi am adus
pământul acesta, pentru voi am îndurat
umilința și frigul unor vieți fără rost,
ca să aveți parte de o viața mai bună…”
Iar ei, renunțând o clipă la plăceri, la tinerețea lor zbuciumată,
se gândeau la noi, la vitregiile sorții
pe care le-am avut de îndurat,
și se rugam pentru noi, pentru liniștea noastră,
pentru bucuria pe care trebuia s-o simțim
înainte ca firele de nisip ale vieții
să ni se scurgă din clepsidra desenată în palmă;
părul lor, ochii lor luminau
ca niște leduri în noapte.
Căram pumni de pământ dintr-o țară în alta,
găseam într-o parte câte un braț,
în alta o claviculă cu epoleți
sau o gambă cu tot cu vipușcă;
într-o parte găseam o sabie,
în alta un tun sau o pușcă;
pe toate le înghesuiam în saci împletiți din rafie
le luam cu noi peste graniță
plecând pe urmele cailor morți
luminați de razele reci ale lunii
ce ne lungea umbrele
proiectându-le pe fâșia proaspăt arată.
Timpul părea că se oprise în loc,
iar spațiul se revărsase scurgându-se
tăcut dintr-o parte a clepsidrei în alta;
eram aici și dincolo,
plecând rămâneam pe loc;
întorcându-ne, ne regăseam siluetele
ghemuite în jurul focurilor
pâlpâind tăcut în piața publică:
tot ce era aici, se afla și dincolo
schimbat într-o oarecare formă.
Cine suntem noi, ne întrebam
și rămânem cu întrebările
în palmele răsfirate peste
chipurile noastre contorsionate de teamă.
Reclamele luceau stins
luminând capete îngenuncheate ale mulțimii.
Îmbrăcați în veșminte strălucitoare,
idolii cu picioare de lut
își ridicau fața din cenușă.
Ne târam scheunând ca niște câini
la picioarele lor înfășurate
în steaguri fumegânde,
uitând de Dumnezeul nostru bun,
uitând de noi și de țară,
în timp ce pământul cărat
se transforma într-o mâzgă cleioasă,
ne ungeam trupul cu el,
încingând un dans în jurul
idolilor ce vegheau groapa comună…
Când treceam înapoi cu pumnii strânși
granița veneau vameșii buni
și ne dezlegau desăgile,
scormoneau ca niște câini în pământul
pe care-l duceam îndărăt (aici și acolo
ne era țara promisă; aici o jumătate de rai,
dincolo altă jumătate)
purtată de balanțele unei sorți
ce nu voia să se încline
nici la stânga, nici la dreapta,
și râul ca un braț, ca o cumpănă
albea în lumina calmă a lunii,
scuturându-și ciuturele goale;
ne desfăceam sacii, traistele, sacoșele murdare, tăgârțele pline
de oseminte și pumnii plini de pământ.
Ne întrebau ce ducem cu noi,
iar noi, bâlbâindu-ne, răspundeam că nimic,
ei însă nu se lăsau convinși
cu una cu două și desfăcându-ne pumnii
găseau câte un ochi mort, înghețat,
câte ureche murdară de var sau țărână.
Ei, vedeți, ne spuneau
rânjind pe sub mustăți,
de ce ne mințiți, de ce vreți să ne duceți în eroare?!
Și în timp ce noi, poticnindu-ne, bâguiam cuvinte
fără sens, căutând în minte un răspuns cât de cât plauzibil,
ei ne închideau în tăcere pumnii la loc,
și lângă ochiul mort îndesau și unul de sticlă.
Să mergeți pe drumul vostru, ne îndemnau,
orbecăiți în continuare prin beznă,
nicăieri nu veți găsi țara pe care o căutați,
țara voastră din vis, țara voastră eternă,
peste tot pe unde veți duce,
veți da numai de beznă…
Printre ochii orbi strânși în pumni
noi ascundeam și câte un zar,
câte un ochi care ne putea schimba destinul.
Băteam zarurile în palmă
și le aruncam la picioarele idolilor falși,
la picioarele manechinelor
potopite de reclame,
sperând de fiecare dată
ca din cupa palmelor noastre
să se rostololească ochiul câștigător,
ochiul menit să ne lumineze destinul;
de fiecare dată însă din căuș
se rostoleau zornăind surd
ochii orbi, ochii nemișcați, acoperiți de-o peliculă albă, opacă,
care ne priveau fără să ne vadă
și înlăuntrul cărora imaginea noastră răsturnată
se proiecta peste lume;
trăiam o nesfârșită și dulce iluzie.
Fără să ne dăm seama,
noi singuri ne ignoram soarta,
cărând pământ dintr-o țară în alta,
ne săpam și într-o parte
și în cealaltă parte a râului groapa comună…
Reclamele luceau stins
luminând capete îngenuncheate ale mulțimii.
Îmbrăcați în veșminte strălucitoare,
idolii cu picioare de lut
își ridicau fața din cenușă.
Ne târam scheunând ca niște câini
la picioarele lor înfășurate
în steaguri fumegânde,
uitând de Dumnezeul nostru bun,
uitând de noi și de țară,
în timp ce pământul cărat
se transforma într-o mâzgă cleioasă,
ne ungeam trupul cu el,
încingând un dans în jurul
idolilor ce vegheau în beznă.
Fără să ne dăm seama,
noi singuri ne ignoram soarta,
cărând pământ dintr-o țară în alta,
ne săpam și într-o parte
și în cealaltă parte a râului groapa comuna.
Nichita DANILOV
Deasupra lucrurilor, neantul
Por encima de las cosas, la nada
ÍNDICE DE LOS POEMAS SELECCIONADOS PARA ÁGORA, CON SU NÚMERO DE PÁGINA CORRESPONDIENTE EN LA ANTOLOGÍA "POR ENCIMA DE LAS COSAS, LA NADA"/ Deasupra lucrurilor, neantul (Editura Junimea, Iasi, 2024)
Secolul XX ........................................................................................................22
Siglo XX .................................................................................................23
Umbră ................................................................................................................16
Sombra ...............................................................................................................17
Anotimp..............................................................................................................18
Estación .............................................................................................................19
Peisaj cu mâini şi aripi .......................................................................................30
Paisaje con manos y alas ....................................................................................31
Deasupra lucrurilor..............................................................................................38
Por encima de las cosas .............................................................................. 39
Azur ...................................................................................................... .............224
Azul......................................................................................................................225
Recviem pentru țara pierdută ............................................................................. 260
Réquiem por el país perdido .............................................................................. 261
NOTA BIO-BIBLIOGRÁFICA SOBRE NICHITA DANILOV

Nichita Danilov nace el 7 de abril de 1952 en Climăuţi, Suceava. Licenciado en Economía por la Universidad de Iasi. Es miembro de la Unión de Escritores de Rumanía, miembro del PEN Club Europeo y colaborador permanente del diario Ziarul de Iași. En 2004 fue condecorado con la Orden «Caballero de las Artes» Clase A, otorgada por la Presidencia de Rumanía. Ha sido incluido en numerosas antologías de poesía rumana y en revistas y publicaciones fuera de su país.
Entre sus obras publicadas se encuentran: Fântâni carteziene (1980, Premio USR); Arlechini la marginea câmpului (1984); Poezii, Junimea, 1987 (Premiul Asociaţiei Scriitorilor din Iaşi); Deasupra lucrurilor, neantul, poeme, Cartea Românească, 1990 (Premiul Asociaţiei Scriitorilor din Iaşi; Premiul revistei Cronica, Premiul revistei Poesis); Mirele orb (1995, Premio de Poesía de la USR, Premio de la Asociación de Escritores de Iași, Premio de la Unión de Escritores de la República de Moldavia); Centura de castitate (2007, Gran Premio de Poesía «Nichita Stănescu», Premio a la Excelencia de la Asociación de Escritores de Iași, Premio de la USR); Imagini de pe strada Kanta (2011, Premio de la revista Observator cultural); Retratos sin marco (2012, Premio al mejor libro del año otorgado por ARIEL); Réquiem por la patria perdida (2016, Premio de la USR – Filial de Iași); De Caragiale a Urmuz o la realidad en forma de conserva (2020). Del mismo autor, en la editorial Polirom: Nueve variaciones para órgano (1999, Premio de la Unión de Escritores de la República de Moldavia); Tălpi. Novela (2004, Premio de prosa de la Asociación de Escritores de Iași); La locomotora Noimann (2008, Gran Premio de la revista Poesis, Premio de Prosa de la revista Argeș, Premio de la Asociación de Escritores de Iași); El embajador invisible (2010, 2018); Omul din eprubetă / El hombre del tubo de ensayo. Novela (2021, Premio de Prosa de la revista Ateneu, Polirom, 2021); Peisaj cu îngeri la fereastră (Junimea, 2022) y Atelierele de pe Armeană (Junimea, 2024).
Fuentes: Editorial Polirom. Editorial JUNIMEA.
https://polirom.ro/autori/3-nichita-danilov
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Atelierele de pe Armeană


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