Aurora Saura
Si tocamos la tierra
El Bardo colección de poesía
Los libros de la Frontera, Barcelona
Septiembre 2012
LA TIERRA DE AURORA SAURA
Si tocamos la tierra, el nuevo
libro de poemas de Aurora Saura (Cartagena, 1949), publicado por
Libros de la frontera en la colección El Bardo, nos vuelve a traer
la lectura de una poeta exquisita, que labora y publica su obra a
jornadas cumplidas, poco a poco, y con esmero. Decidió Aurora Saura,
ya en sus inicios de escritora pública, construir, como su nombre
indica, un dominio seguro del día. Para lo cual se ejercitó, desde
el principio, en una elaboración lenta y cuidadosa de sus obras.
Publicó su primer libro de poesía en 1986 (Las horas.
Editora Regional, Murcia). A partir de ahí, de este primer libro -y
como dos rasgos que caracterizarán su poética- mantiene la
poesía de Aurora Saura una relación estrecha con el tiempo
-el mismo sentido de aquella elaboración y gestación prolongadas de
sus libros se descubre, a la larga, no como un rasgo casual en su
escritura, sino como una marca de la casa-; y, por otro lado, apuesta
por la expresión simbólica (que está insinuada en el mismo título
de aquella opera prima) de lo temporal como espacio plural,
múltiple, diferenciado y humanizado, lleno de vicisitudes
y encuentros humanos y literarios, donde la vida y la lectura y la admiración del arte se corresponden, igual que en el poema de Baudelaire los perfumes, los colores, los sonidos. Un ámbito temporal en que ella sitúa su poética - como se confirma y aun se profundiza en sus
siguientes libros-; tiempo en su poesía que no es el tiempo abstracto, descarnado, sino
los mundos temporales del día, las horas - según
reza el título de su libro primero-; esas horas que no son,
como para Francisco Brines, brasas; sino, más bien, fuegos vivos y mundos
vividos.
La poesía de Aurora Saura tiene, pues,
esa coherencia inicial, auroral, que pocos autores tienen. Es -por
así decir- una poesía fenomenológica -que trata de lo que el
maestro de Heidegger, Edmund Husserl llamó, con expresión tan
afortunada, "mundo vivido" (Lebenwelt). Vida
traspuntada en una conciencia, cosida puntada a puntada a una conciencia que es también corriente de vida
significativa, intencional; y vida, a la vez, trascendida -en cuanto
a su paso puntual y fugitivo- por unos signos dejados en el poema, los
cuales, en muchas ocasiones, son comento admirativo de otros signos
(literarios, artísticos), conversación continuada de la autora con
la misma vida a través de esos signos que escribe y de esos otros
signos que le han emocionado por su belleza o por su significado, con
el que corresponde. "Correspondencias", como subtítula
Aurora Saura un poema dedicado a Gonzalo Rojas, es la expresión
cabal que encierra esa operación poética que aventura el libro que
comentamos, y vale, más allá, para toda la obra de la poeta de Las
horas, De qué árbol (1991), y Retratos de interior
(1998), los tres libros publicados con anterioridad a éste, por
Aurora Saura.
La fenomenología de esas
correspondencias-poemas irán, a medida que se suceden los libros de Aurora Saura,
recalando en el mundo histórico, en el presente vivido, y poniendo
su foco poético en los seres del mundo. Estamos ya un poco de vuelta
de la poesía elegíaca y de todo idilio triste, o sentimental, con
el foco en el pasado; de tanta evasiva lección que despelecha, más
cada día, hoy, la obra pasada de algunos poetas, incluso queridos
maestros, sobrevalorados. Una voz viva que nos hable del presente
vivo supone un riesgo, que asume Aurora Saura, con toda naturalidad,
en este libro: Si tocamos la tierra.
¿El título del libro no encierra una
consigna, aunque dicha en un tono educado, poético:
sugerente? ¿Y no esconde cierta velada censura
crítica a la escritura evasiva?
"Toco la tierra. Miro. / Toco la
tierra. Escucho." El libro se abre con esta cita de la poeta
Ángela Figuera, una poeta perteneciente a aquella generación
desarraigada a la que también perteneció su paisano bilbaíno Blas
de Otero: dos poetas, Figuera y de Otero hoy defenestrados por la
crítica miserable, textual: por tanto, dos poetas con futuro.
Si tocamos la tierra, aunque
estructurado en seis secciones, presenta una continuidad de "suite"
en su andadura poemática. Curiosamente, se abre con una sección y
un poema donde comparece la palabra "Eternidad" -un término
juanramoniano, sin duda, y en principio, extraño a la poética de
Aurora, según hemos esbozado arriba.
Sin
embargo, la eternidad es, como en aquel cuento del monje y el pájaro, un
instante... O, como mejor dice el primer poema del libro:
La
eternidad sólo
podría ser ese instante
en el que - dicen -
el aire está tan quieto
que el agua se olvida de helarse.
("Eternidad",
p. 11)
No
puede -creemos- ser dicho con más acierto (irónico) ese límite,
ese no lugar, del cual se alejará esta poesía de Aurora Saura. Esa
"inmovilidad sin aristas / para siempre... / ausencia
/ de los gestos,/ sentirse vivo/ en la parálisis del viento"
equivale a una vida paralizada, a detener el tren que viene, a cada
momento, a volcarnos las horas: las de ayer y las nuevas, las aún no
vividas... Esa vida eterna, que no toca tierra, equivale, para
nuestra poeta, a la inmovilidad. El cambio es sinónimo de tiempo
vivido, de un forcejeo y acuerdo -o pacto- entre el ayer, el hoy y el
futuro, para que el futuro valga
las horas que esperamos, y lo pasado el tiempo que sentimos perdido.
Sin cambio no hay -en definitiva- valor.
Hemos
dicho antes que la poesía de Aurora es fenomenológica, histórica
en su deriva y en muchos poemas de este libro que comentamos
(histórica quiere
decir que aborda al hombre situado en el presente histórico, y por
eso puede hablar, desde ahí, del pasado; fíjense que hay mucha
pseudoliteratura histórica que falla ya en esa premisa, o sea, que
no es histórica y ni siquiera literatura). Ahora, apreciamos
también, en Si tocamos la tierra,
una poesía ética, un simbolismo poético abierto a subrayar el
valor -o determinados valores- de la vida.
¿Poesía
con mensaje? Dirían los incrédulos y algunos maliciosos.
Destacamos,
en el libro, un poema como el dedicado a Primo Levi, escritor judío
en lengua italiana, poeta
y novelista que padeció y se suicidó de la inhumanidad de un campo de
concentración nazi. "Lager
(Primo Levi in memoriam)":
Quién
volverá a decir con labios puros
la
palabra lager.
Quién
la salvará del horror (...)
Decidla
ahora vosotros
la
palabra lager.
Decidla
despacio con voces generosas.
No
olvidéis la desesperanza,
el
dolor (...)
Que
vuelva lager
a
ser en vuestras bocas
una
palabra humilde,
y
digna,
y verdadera.
("Lager",
p. 37).
El
poema está dedicado a la hija de la poeta y a los jóvenes alemanes.
Creemos
que sobra el comentario: el lenguaje, sencillo y digno, de este poema
es ya, por sí solo, una reivindicación de lo humano.
Queremos
detenernos también en otro poema, que expresa otra vertiente del
mismo accidente geográfico, temporal, de esta poesía. El poema se
titula: "Mar aún de verano", está amparado en una cita
del poeta Salvador Espriu. (p. 62).
Dice la cita de este poema de Espriu, uno de los mejores del
siglo XX, escrito en lengua catalana: "A la vora del
mar. Tenia una casa,/ el meu somni. A la vora del mar."
Así debió de
ser.
Eras paisaje de la
infancia,
infancia pura. (...)
Eras una presencia
como de quien se ha muerto
pero nunca se ha ido.
Hoy eres más que estos
días:
la vida de otro tiempo
delante
de
los ojos.
("Mar aún de verano").
La sencillez en el modo de comunicar
y la concentración y pureza de los significantes se alían, en este
libro de Aurora Saura, con la profundidad y la tensión en la
palabras. Como en ese poema admirable, escrito en correspondencia con
Espriu, de ahí - de esos mínimos y necesarios ingredientes - surge
un acorde, algo inefable, que es la tierra de la poesía.
Merecerían más comentario otros
registros de esta poesía, como el registro apuntado en el poema "A
propósito de Juan"; o el registro, que señalamos al principio
de esta reseña, donde se suma la poeta a la conversación con
figuras artísticas o literarias, cuyos signos salvan una huella del
tiempo: como los poemas dedicados a Rosalía de Castro, a Orfeo en
los infiernos, o al cuadro de Vermeer Mujer leyendo junto a la
ventana.
Fulgencio Martínez
ÁGORA DIGITAL ABRIL 2013
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