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sábado, 27 de abril de 2013

La tierra de Aurora Saura. Comentario del libro "Si tocamos la tierra". El cazadero de los libros, cuaderno de crítica de Fulgencio Martínez/8


EL CAZADERO DE LOS LIBROS /8/ biblioteca grammatica/ poesía/ Ágora digital Abril 2013
                                  
Aurora Saura
Si tocamos la tierra
El Bardo colección de poesía
Los libros de la Frontera, Barcelona
Septiembre 2012



                        LA TIERRA DE AURORA SAURA

Si tocamos la tierra, el nuevo libro de poemas de Aurora Saura (Cartagena, 1949), publicado por Libros de la frontera en la colección El Bardo, nos vuelve a traer la lectura de una poeta exquisita, que labora y publica su obra a jornadas cumplidas, poco a poco, y con esmero. Decidió Aurora Saura, ya en sus inicios de escritora pública, construir, como su nombre indica, un dominio seguro del día. Para lo cual se ejercitó, desde el principio, en una elaboración lenta y cuidadosa de sus obras. Publicó su primer libro de poesía en 1986 (Las horas. Editora Regional, Murcia). A partir de ahí, de este primer libro -y como dos rasgos que caracterizarán su poética- mantiene la poesía de Aurora Saura una relación estrecha con el tiempo -el mismo sentido de aquella elaboración y gestación prolongadas de sus libros se descubre, a la larga, no como un rasgo casual en su escritura, sino como una marca de la casa-; y, por otro lado, apuesta por la expresión simbólica (que está insinuada en el mismo título de aquella opera prima) de lo temporal como espacio plural, múltiple, diferenciado y humanizado, lleno de vicisitudes y encuentros humanos y literarios, donde la vida y la lectura y la admiración del arte se corresponden, igual que en el poema de Baudelaire los perfumes, los colores, los sonidos. Un ámbito temporal en que ella sitúa su poética - como se confirma y aun se profundiza en sus siguientes libros-; tiempo en su poesía que no es el tiempo abstracto, descarnado, sino los mundos temporales del día, las horas - según reza el título de su libro primero-; esas horas que no son, como para Francisco Brines, brasas; sino, más bien, fuegos vivos y mundos vividos. 

La poesía de Aurora Saura tiene, pues, esa coherencia inicial, auroral, que pocos autores tienen. Es -por así decir- una poesía fenomenológica -que trata de lo que el maestro de Heidegger, Edmund Husserl llamó, con expresión tan afortunada, "mundo vivido" (Lebenwelt). Vida traspuntada en una conciencia, cosida puntada a puntada a una conciencia que es también corriente de vida significativa, intencional; y vida, a la vez, trascendida -en cuanto a su paso puntual y fugitivo- por unos signos dejados en el poema, los cuales, en muchas ocasiones, son comento admirativo de otros signos (literarios, artísticos), conversación continuada de la autora con la misma vida a través de esos signos que escribe y de esos otros signos que le han emocionado por su belleza o por su significado, con el que corresponde. "Correspondencias", como subtítula Aurora Saura un poema dedicado a Gonzalo Rojas, es la expresión cabal que encierra esa operación poética que aventura el libro que comentamos, y vale, más allá, para toda la obra de la poeta de Las horas, De qué árbol (1991), y Retratos de interior (1998), los tres libros publicados con anterioridad a éste, por Aurora Saura.

La fenomenología de esas correspondencias-poemas irán, a medida que se suceden los libros de Aurora Saura, recalando en el mundo histórico, en el presente vivido, y poniendo su foco poético en los seres del mundo. Estamos ya un poco de vuelta de la poesía elegíaca y de todo idilio triste, o sentimental, con el foco en el pasado; de tanta evasiva lección que despelecha, más cada día, hoy, la obra pasada de algunos poetas, incluso queridos maestros, sobrevalorados. Una voz viva que nos hable del presente vivo supone un riesgo, que asume Aurora Saura, con toda naturalidad, en este libro: Si tocamos la tierra.

¿El título del libro no encierra una consigna, aunque dicha en un tono educado, poético: sugerente? ¿Y no esconde cierta velada censura crítica a la escritura evasiva? 

"Toco la tierra. Miro. / Toco la tierra. Escucho." El libro se abre con esta cita de la poeta Ángela Figuera, una poeta perteneciente a aquella generación desarraigada a la que también perteneció su paisano bilbaíno Blas de Otero: dos poetas, Figuera y de Otero hoy defenestrados por la crítica miserable, textual: por tanto, dos poetas con futuro.

Si tocamos la tierra, aunque estructurado en seis secciones, presenta una continuidad de "suite" en su andadura poemática. Curiosamente, se abre con una sección y un poema donde comparece la palabra "Eternidad" -un término juanramoniano, sin duda, y en principio, extraño a la poética de Aurora, según hemos esbozado arriba. 

Sin embargo, la eternidad es, como en aquel cuento del monje y el pájaro, un instante... O, como mejor dice el primer poema del libro:

La eternidad sólo
podría ser ese instante
en el que - dicen -
el aire está tan quieto
que el agua se olvida de helarse.
                           ("Eternidad", p. 11)

No puede -creemos- ser dicho con más acierto (irónico) ese límite, ese no lugar, del cual se alejará esta poesía de Aurora Saura. Esa "inmovilidad sin aristas / para siempre... / ausencia / de los gestos,/ sentirse vivo/ en la parálisis del viento" equivale a una vida paralizada, a detener el tren que viene, a cada momento, a volcarnos las horas: las de ayer y las nuevas, las aún no vividas... Esa vida eterna, que no toca tierra, equivale, para nuestra poeta, a la inmovilidad. El cambio es sinónimo de tiempo vivido, de un forcejeo y acuerdo -o pacto- entre el ayer, el hoy y el futuro, para que el futuro valga las horas que esperamos, y lo pasado el tiempo que sentimos perdido. Sin cambio no hay -en definitiva- valor.

Hemos dicho antes que la poesía de Aurora es fenomenológica, histórica en su deriva y en muchos poemas de este libro que comentamos (histórica quiere decir que aborda al hombre situado en el presente histórico, y por eso puede hablar, desde ahí, del pasado; fíjense que hay mucha pseudoliteratura histórica que falla ya en esa premisa, o sea, que no es histórica y ni siquiera literatura). Ahora, apreciamos también, en Si tocamos la tierra, una poesía ética, un simbolismo poético abierto a subrayar el valor -o determinados valores- de la vida.

¿Poesía con mensaje? Dirían los incrédulos y algunos maliciosos.

Destacamos, en el libro, un poema como el dedicado a Primo Levi, escritor judío en lengua italiana, poeta y novelista que padeció y se suicidó de la inhumanidad de un campo de concentración nazi. "Lager (Primo Levi in memoriam)":

Quién volverá a decir con labios puros
la palabra lager.
Quién la salvará del horror (...)

Decidla ahora vosotros
la palabra lager.
Decidla despacio con voces generosas.
No olvidéis la desesperanza,
                                                             el dolor (...)

Que vuelva lager
a ser en vuestras bocas
una palabra humilde,
                                            y digna,
                                                           y verdadera.
                                                         ("Lager", p. 37).

El poema está dedicado a la hija de la poeta y a los jóvenes alemanes. 

Creemos que sobra el comentario: el lenguaje, sencillo y digno, de este poema es ya, por sí solo, una reivindicación de lo humano.

Queremos detenernos también en otro poema, que expresa otra vertiente del mismo accidente geográfico, temporal, de esta poesía. El poema se titula: "Mar aún de verano", está amparado en una cita del poeta Salvador Espriu. (p. 62). Dice la cita de este poema de Espriu, uno de los mejores del siglo XX, escrito en lengua catalana: "A la vora del mar. Tenia una casa,/ el meu somni. A la vora del mar."

Así debió de ser.
Eras paisaje de la infancia,
infancia pura. (...)

Eras una presencia
como de quien se ha muerto
pero nunca se ha ido.

Hoy eres más que estos días:
la vida de otro tiempo
delante
                     de los ojos.
                                ("Mar aún de verano").

La sencillez en el modo de comunicar y la concentración y pureza de los significantes se alían, en este libro de Aurora Saura, con la profundidad y la tensión en la palabras. Como en ese poema admirable, escrito en correspondencia con Espriu, de ahí - de esos mínimos y necesarios ingredientes - surge un acorde, algo inefable, que es la tierra de la poesía.

Merecerían más comentario otros registros de esta poesía, como el registro apuntado en el poema "A propósito de Juan"; o el registro, que señalamos al principio de esta reseña, donde se suma la poeta a la conversación con figuras artísticas o literarias, cuyos signos salvan una huella del tiempo: como los poemas dedicados a Rosalía de Castro, a Orfeo en los infiernos, o al cuadro de Vermeer Mujer leyendo junto a la ventana.

                                                  Fulgencio Martínez
                                                ÁGORA DIGITAL ABRIL 2013

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