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martes, 2 de abril de 2013

SEIS DE LA MAÑANA. CANCIONERO DE ACEDO.






SEIS DE LA MAÑANA
POEMAS DE ANDRÉS ACEDO








UN FURTIVO DESEO


       Iguala con la vida el pensamiento,
      y no la pasarás de hoy a mañana (...)
             EL CAPITÁN DE DIFUNTOS
                  ("Epístola moral a Fabio")


A veces no me cabe más deseo 
en mi loca servilleta
que vivir, o eso que la gente llama vivir.
Así sordo como un pato,
se trata de seguir el estanque lleno de patos,
de horrísono cua-cua-cua, que ellos no oyen.

Prescindiré de mis expectativas,
me bajaré los humos, iré a clases de yoga:
o me haré católico, amoral, imbécil, poeta lírico;
o (y no es lo último ni más abyecto que estoy dispuesto a hacer)
me leeré un libro de Prada creyendo que es buena literatura.

A lo mejor, me debería detener antes
de hacer más concesiones,
pero estoy dispuesto a todo, a experimentarlo todo,
¿no dije que jamás me haría un tatuaje?
Mentí. ¿Prueba suficiente?

Se trata, más o menos, de no ser intolerante
con el prójimo, aun si el prójimo grita como yo
y es una bestia sucia que apenas puedo dominar.

En el fondo de mi resistencia, si la analizo,
hay algo de verdad ­- un poco
muy poco, reconozco,
una china en la cadena es suficiente
para detenerme en pleno vuelo de patito
y echar a pique mis ensayos llenos de buenos propósitos. 

Admitiré que es un error
mantenerse puro en el canto de una teja
(eso es filosofía de cisne, y no sabiduría
de gansos y de patos, mis semejantes).

Negaré lo que pienso por lo que deseo,
pues el deseo señala a aquello que nos falta
-como cantó Platón, antes que Freud supiera
que aflora nuestra auténtica verdad reprimida.

Platón lo absuelve cuando mendiga y cuando conquista.
Pero ustedes saben y yo sé... 
Me sumaré, en fin, al entusiasmo platónico y concederé,
patónico con los patos, que insisto en el error;

y volveré atrás, intentando convencerme
de que es una piscina
- no un estanque de patos- adonde voy.

Una piscina como aquella
donde nadamos desnudos, una noche
con los amigos, borrachos casi todos,
en la irrecuperable inocencia de la felicidad.



LA VELA

La cera de estos juramentos se ha podrido. 
Ve a darle brasa,
si no duermes todavía,
o párate un momento, por favor,
antes que asome
otra vez la tiniebla en tus palabras.
Cariño. Otra costumbre nuestra.
Amor. Acerca la llama a tu mano
sobre la mía; apenas si quema
el fuego de la vela en esta soledad
a las dos de la noche, de los dos.



ACTORES DE UN SUEÑO

A lo lejos, quedan países insometidos, 
dulces campos de fresa y ciertas ciudades
en las que nunca duermen los trenes. A lo lejos
la gente viaja sin tregua de una vida a otra,
de una amistad, de una sonrisa a otra. 
Hay líneas de trenes
toda la noche uniendo a uno con todos,
reuniendo a todos con alguien
recién llegado a la ciudad,
o que viene de cometer un crimen,
y está solo en su cuarto, y la cena se enfría.

Entonces, milagrosamente, llega
el ruido de invitados amistosos, joviales, jóvenes,
servidos a domicilio, con furia exprés,
por ese sistema de trenes que nunca duermen
en esas ciudades adonde tú
y yo, a menudo, soñamos ir;
y de pronto cesa la oscuridad.


POR UNA PENSIÓN

                A la guerra me lleva
                        mi necesidad:
                   si tuviera dineros,
                       no fuera en verdad.
                        MIGUEL DE CERVANTES

¡Quién fuera 
tan previsor!

Los años en que serví
las banderas del trabajo
codo a codo
con el ángel del Sudor
en la frente,
la Fatiga y el Dolor
de engendrarme cada día
saliendo a ganar el pan, 
no se perdieron;
                          ¿o sí?

Miro mi hoja de servicios:
cuelga de un clavo en el baño.
Hace ahí bien su papel
de rollo higiénico, sí.







MUJER DE ESPALDAS, Y NIÑO DE FRENTE

                     
Mujer a orilla del mar 
con junio entre sus cabellos,
la primavera azulada
como la flor de azafrán,

soñaba o solo miraba

el agua gorgotear
ola en un móvil espejo.

De espaldas a mí está,
tranquila, esbelta, de pie.
Mirando el juego del mar.

De pronto, la mujer tose.
Su vaho en un espejo y 
en otro, y en otro va...

De repente, llama a un
niño que, en algún lugar,
muy lejos, juega perdido
entre castillos de sal.

- Ve a la vida. Deja el juego.
Y el niño que estaba allá,
poco a poco, se le acerca,
y puedo verlo llegar.

Era yo.  
             La voz de espaldas
me recogía del mar.



Sigo viéndola, de espaldas,
pero ya
sé quién era
la mujer frente a la mar.

Sin rostro, su rostro era
cual masa buena de pan,
que adquiere forma en las
bocas que ha de alimentar.


Madre: eras la flor azul,
la primavera que se da
en sangre de vida, roja,
a sus hijos sin edad.

Eres tú aunque no te veo
la cara, al borde del mar,
la flor azul que guardaba
tres estigmas de azafrán.

Madre, madre, hoy también
mujer a orilla del mar.

Madre que siempre nos guardas
en la vida, y más allá
del naufragio de la muerte.
Recógenos de la mar.



LA POETRÍA. CANCIONES Y RIMAS DE ACEDO. (2013)

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