LOS BUENOS AÑOS DE VALCÁRCEL
En las malas
circunstancias generales es cuando surgen las mejores oportunidades
individuales para unos pocos, obviamente. Según la más reciente
estadística, en España hay, actualmente, más de seis millones de
parados, o, para ser más exactos, de personas que declaran no
percibir ningún sueldo o renta al mes. Más de un sesenta y cinco
por ciento de los españoles considera que ha empeorado su vida; el
resto no tiene vida, o no contesta, o es de esa porción elitista de
los recalzados en la crisis, de los que siguen consumiendo bienes de
lujo, muy costosos, mientras que el 75 % de la España de a pie sufre
recortes, paro, corrupción institucional y política, mengua de su
bienestar físico y moral.
Esa mínima porción no
solo consume –marcas extranjeras, y a ser posible, en el
extranjero-, sino que tiene sus dineros a buen recaudo y lejos de la
curiosidad de Hacienda; sino es que, además, invierte, aumenta su
patrimonio en época de ruina colectiva.
Véanse, si no, los
casos, que se han vuelto ya moda, por desgracia, del Presidente de la
Comunidad de Madrid, Ignacio González González, que compró
grandeza y solar en Marbella, últimamente. Ya se le puede llamar, si
no jeque, jeta, su excelencia el jeta marbellí de la Comunidad
madrileña, con piso lujoso vecino a la jet. Entre jetas, jeques y
jet, se resuelven los negocios importantes. Es así la cosa.
Pero ahora nos enteramos
de que Ramón Luis Valcárcel también ha entrado en el club
de los privilegiados inversores de bienes inmuebles de oportunidad en
época de la gran crisis y cabreo nacional. Como un ingenuo (y no
creo que sea eso, dicho de paso) el Presidente y jefe de gobierno de
la Comunidad de Murcia ha declarado (véase el artículo de Ángel
Montiel, "122 euros", La Opinión,
11-4-2013) que en su cuenta tenía ¿cuántos?, ¿122 euros de
saldo?, cuando hubo de hacer declaración de sus cuentas a la
Asamblea de diputados de la Región de la que él es Presidente desde
hace cuántos años…¿22?, no: 18 (desde 1995 hasta hoy).
Ha justificado tan irrisoria cantidad, que a priori dice poco de su capacidad de gestión, argumentando –no excluyo que con ingenuidad- que ha comprado recientemente un piso en la capital murciana, céntrico, faltaría más, y que está pagando crédito bancario. (Lo hemos sabido por una entrevista en la tele murciana, con vomitivo sahumerio por parte de la profesional (seguramente) periodista, y menos mal que la pantalla de mi televisor no llega para transmitir olores, aún no; porque de todas todas olía aquello, apestaba a caradurismo del entrevistado, manipulando un medio pagado por todos los murcianos en crisis, y a butifarra periodística).
Ha justificado tan irrisoria cantidad, que a priori dice poco de su capacidad de gestión, argumentando –no excluyo que con ingenuidad- que ha comprado recientemente un piso en la capital murciana, céntrico, faltaría más, y que está pagando crédito bancario. (Lo hemos sabido por una entrevista en la tele murciana, con vomitivo sahumerio por parte de la profesional (seguramente) periodista, y menos mal que la pantalla de mi televisor no llega para transmitir olores, aún no; porque de todas todas olía aquello, apestaba a caradurismo del entrevistado, manipulando un medio pagado por todos los murcianos en crisis, y a butifarra periodística).
Suerte que tiene él. De
poder tener un crédito, de poder invertir en patrimonio, cuando a
muchos murcianos y españoles echan de su casa de malas maneras
legales, suerte tiene, en fin, él, de que le creamos.
Pero, como hay que ser
justos y ecuánimes con todos, también hemos de creer a los
desahuciados y a los que se manifiestan en los escraches: su
desesperación, esa sí, tiene mi crédito, aunque ni los políticos
ni sus banqueros se lo dén. Yo creo, sí, estoy con ellos,
con los de los escraches, y "me cago" en quien vaya
a echar a una sola familia de su casa, porque hay niños, menores,
mujeres, seres humanos que sufren las consecuencias y que no tienen
culpa, ¿no?
Fulgencio Martínez (17-4-2013). Publicado en el periódico LA OPINIÓN, de Murcia. (18-4-2013)
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