BERNAL
EL EMPECINADO
El consejero Juan Bernal es un picha
aparte. Se ha negado él solito, como aquel guerrillero Juan el
Empecinado, a rendirse al invasor francés. Sólo que en este caso el
francés es la Asamblea Regional de Murcia, y su propio partido. Él
no quiere que le conozcamos las orlas de las puntillas de sus rentas
personales. Y se apoya en el argumento de que no hay ley humana ni
divina que le obligue a realizar tal striptease ante sus
señorías, los diputados y diputadas de la Asamblea. Vaya, que el
problema es de timidez.
Pero alguien a Bernal tendría que
decirle en qué país vivimos y cuál es la situación actual de desestructuración ética y
política. Que toda medida que vele por la transparencia debería ser
no solo acogida por oportuna frente a esta situación, sino
respaldada porque es un paso adelante de la democracia, y porque la
exigen los ciudadanos, muchos de ellos nacidos después de la
Constitución y que son el futuro de la democracia que tenemos en
España, supuesto que en el futuro siga habiendo un país llamado
España.
A Bernal habría que decirle que lea
la prensa; él es de números y no de letras, pero eso creo que no es impedimento para leer de vez en cuando. Habría que decirle que todo esto
de la exigencia a los políticos y servidores públicos de mostrar el
patrimonio personal viene porque hay una sospecha generalizada de
corrupción y trapicheo en la política; y que la medida no es un
capricho, ni una invitación a un guateque con fin de fiesta golfo:
Se trata de una medida excepcional a una situación excepcional, pues
es clara la vox populi que
desconfía de la honorabilidad de los políticos en general, y que,
aunque esta sospecha universal es sin duda injusta, expresa un
desencanto en la sociedad muy preocupante para la salud democrática.
Miren, si no, lo que está ocurriendo en Grecia, y lo que la Historia
enseña sobre cómo las sociedades desencantadas se dejan conducir
por los cantos de sirena de los totalitarismos.
Por
tanto, Bernal, lea usted un poco de Historia. Otro deber (lo siento).
A ver si ahora resulta que para ser consejero de Economía ha de
echarse uno tantas ocupaciones. No es el caso, yo se lo digo, y le
ahorro el viaje: sepa que para un político no basta ser
honrado, ha de parecerlo. Sepa que la palabra candidato viene
de candidus (latín), blanco, porque de este color era la
túnica con la que se vestía en Roma el aspirante a ser elegido en
los comicios de la plebe, y esa vestimenta blanca significaba
limpieza ética, honorabilidad y TRANSPARENCIA. Era, en fin, una
metáfora de que debajo de la toga cándida no ocultaba una aviesa
intención, ni otros intereses que los del bien de la res publica,
del Estado; no los propios. Pensaban y pensamos los romanos que
quien se propone a voluntad propia (motu propio, decimos) para
representar a otros conciudadanos, al pueblo; quien nos pide que
deleguemos en él nuestra voluntad política ha de ser honesto,
diligente, honrado, formado en muchas materias y estar también
dispuesto a mostrar su patrimonio a la asamblea del pueblo sin que
haga falta que ésta se lo "pida" con un pretoriano.
Abundando más, en asuntos
sociológicos: sepa que hay un clamor en la sociedad por la
transparencia; que, incluso, ha llegado a oírse -es un rumor, por
ahora- que hasta la Casa del Rey habría de estar sometida a esa
dichosa señora. A Ana Pastor, la ministra de Fomento, la hemos
escuchado decir a Pepa Bueno, en radio (4 de abril, "La mañana")
que "todos los servidores públicos queremos mucha
TRANSPARENCIA"; que ella misma lo pide, que como funcionaria es
servidor público (o servidora) desde hace cuarenta años. ¿Todos,
ministra? Todos, no. Hay una aldea irreductible, se llama Murcia,
donde un diputado y consejero "resiste siempre y todavía al
invasor".
Galdós noveló la figura de Juan
Martín Díez en uno de sus episodios nacionales: "Juan Martín
el Empecinado". Era un militar de carrera, que cuando la
invasión napoleónica se echó al monte y se hizo jefe de
guerrillas. Juan Bernal debería tener una novela (doy la idea a esos
buenos novelistas murcianos de hoy, como Pedro López; antes de que me la pida Eduardo
Mendoza), una de esas novelas de éxito, con intrigas de amor, sexo,
corrupción, finanzas etc, códigos secretos, cajas de ahorros en
crisis, etc, etc. Para hacer más interesante el guion, debería
Bernal echarse al monte, salirse de su partido y lanzarse solo a la
arena política.
publicado en el periódico LA OPINIÓN DE MURCIA, JUEVES 11-4-2013
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y
escritor
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