EL HUMORISMO DE DIOS
Artículo publicado en LA FIERA LITERARIA
Existe una pintura denominada Las
caras de Dios (Faces of God). Esta pintura de McDermontt es una de las
obras de arte conceptual más célebres del siglo XX, y representa series de
números que, al parecer, forman un código secreto divino. Los pitagóricos
pensaron que todas las cosas son número; no sabemos si creerían que la
Divinidad era también un número perfecto, la clave numérica última y primera, o
el señor de los números.
Hoy en día en que la cibernética nos
ha familiarizado con el mundo de los códigos numéricos, podríamos creer que si
encontráramos el código de Dios acaso podríamos, marcándolo, tener acceso a su
Presencia, o al menos a su buzón de voz,
a su perfil y a sus datos secretos. Dios, en su actual e infinito buen humor,
ríe y comprende con tolerancia que cada época pretenda conocerle de la manera
más propia a su mentalidad (la nuestra, de ese modo cibernético-numérico). Dios, en su infinito buen humor y tolerancia,
comprende también que los hombres primitivos se lo representaran bajo formas
animales o, más adelante, bajo forma humana. Y comprende también, con humor, la
primera crítica religiosa, la de Jenófanes de Colofón, al antropomorfismo: si
las ranas tuvieran dioses se los imaginarían bajo figura de rana, y los
etíopes, que son de piel negra y nariz chata, se representan a sus dioses con
ese color de piel y esa nariz chata.
Dios ríe y en su inmensa tolerancia
ve las razones de unos y otros, comprende la ingenuidad de unos, la crítica de
otros, y hasta la burla y la ironía sobre él las entiende y disfruta de ellas
con regocijo divino. Sobre todo, se divierte Dios con las representaciones que
le damos, y las caricaturas de esas representaciones le
producen un eterno y momentáneo pasatiempo. No ve Dios como bueno que se le prive de ese pasatiempo por
culpa del celo intransigente y violento de unos, o por los miedos a la libertad
de expresión de otros; como es el caso, nada menos, que del actual secretario
de las Naciones Unidas.
Antes de pronunciarse contra los límites de la
libertad de expresión en materia religiosa, debía este señor haber reflexionado
sobre este punto de un Dios humorista, y por tanto, haber reflexionado si, en
nombre de Dios o de sus Imágenes y Enviados, no se le estaba privando a su
misma Divinidad de un pacífico y ordenado placer al limitar o prevenir contra
las ironías, burlas, caricaturas, paradojas y otros juegos lógicos y humanos de
que tanto Dios suele disfrutar en su tiempo infinito.
Fulgencio Martínez
Profesor de Filosofía y escritor
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