Fulgencio Martínez: "El cuerpo del día"
Nuestro compañero profesor de Filosofía del IES Miguel de Cervantes ha editado este precioso libro de poesía.
El cuerpo del día es un libro que obliga al lector a implicarse ya desde el propio título, pues como metáfora nos puede hablar del presente, de un poema, de la poesía, o de la mañana que nos está tocando vivir, pero que el autor busca- hay bastante de lo oculto convertido en cotidiano- que sea el lector quien encuentre su propio cuerpo del día.
El cuerpo del día es un libro que obliga al lector a implicarse ya desde el propio título, pues como metáfora nos puede hablar del presente, de un poema, de la poesía, o de la mañana que nos está tocando vivir, pero que el autor busca- hay bastante de lo oculto convertido en cotidiano- que sea el lector quien encuentre su propio cuerpo del día.
No vamos a encontrar escapismo, eso es casi imposible en la poesía de Fulgencio Martínez, aunque él mismo se defina como poeta lírico. El autor se compromete con la llamada poesía cívica, y nos habla del mundo actual, imponiéndose el deber poético de hacerlo, comprometiéndose con los valores humanos.
Poemas donde lo oculto- ya lo apunté al principio- pasan al campo de lo habitual, de lo cotidiano, algo que incluso ocurre con la metapoética de este libro, en un giro hacia el lenguaje conversacional, el autor comparte con el lector su experiencia, su inquietud sobre lo que le está tocando vivir en el mundo actual. Y no sólo con la intención de dar testimonio, sino provocar expectación en aquel compromiso personal con los valores humanos.
Dividido en dos partes, Los grandes conciertos y Álbum de huellas, y un epílogo; en el llamado Libro II, Álbum de huellas, encontramos tres apartados, Homenaje y olvidos, El viaje a mi lugar y En la tormenta, los lectores se encontrarán con esos otras versiones de Fulgencio Martínez que llevan por nombre Sebastián Alfeo y Séptimo Alba, dejando para el epílogo a Andrés Acedo. Son versiones de él mismo, diferentes perspectivas sobre las experiencias que le ocurren al poeta, siempre bajo la égida de Andrés Acedo, como él dice, “es mi maestro de mí”. Claro que, después de este libro, les ha dejado definitivamente en evidencia y, si esas otras versiones de sí mismo deseaban, anhelaban permanecer ocultas, ya les va a ser prácticamente imposible.
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