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sábado, 12 de julio de 2014

Hora de España. Por José Luis Martínez Valero. Homenaje a Antonio Machado/ Revista Ágora-Ágora Papeles de Arte Gramático

Antonio Machado por Leandro Oroz (1925).jpg
Homenaje a Antonio Machado




                                       HORA DE ESPAÑA[1]





                                                          Por José Luis Martínez Valero

                                                          Catedrático de Literatura. Poeta.





En Valencia, enero de 1937, aparece la revista mensual Hora de España, quizá la mejor, la más completa publicación republicana, y acaba en  Barcelona, número 23, noviembre de 1938, que, aunque no llegó a manos de sus lectores, algunos ejemplares fueron salvados de la destrucción.   Impulsada por Antonio Sánchez Barbudo, Rafael Dieste, Juan Gil-Albert y Ramón Gaya, la impresión está al cuidado del editor e impresor de la Generación del Veintisiete, Manuel Altolaguirre. 

Tras el prólogo del primer número,  al que llaman Propósito, con el  que se justifica el título: una hora de España de trascendencia incalculable. Acaso su hora más importante. En su página siete, figura Consejos, Sentencias y Donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín, colaboración que se repite hasta el último número, donde se reúnen de modo  asistemático y fragmentario, tal  como la vida, las ideas de Antonio Machado sobre pedagogía, filosofía, retórica, política, poética, dramática,…,que hoy conocemos como Juan de Mairena.  

El destino hizo que lo dicho en esos días, alcanzase un sentido profético que supera al mismo decir. Convendría revisar el primer aforismo con el que abre una colaboración que se corta, pero no termina, porque su palabra sigue viva.

He aquí el texto: 

Nunca peguéis con lacre las hojas secas de los árboles para fatigar al viento. Porque el viento no se fatiga, sino que se enfada, y se lleva las hojas secas y las verdes. 

La página se completa con una viñeta del pintor Ramón Gaya, que  muestra un jardín destruido. En primer plano, el árbol desgarrado, sin duda por una explosión, enmarca una fuente que mana continua, al fondo lo que parece una tapia derruida. No son ruinas nobles, en las que crece el jaramago, inspiración para poetas, sino producto de la violencia. La silueta de un pájaro acude a la fuente, como si la naturaleza fuese superior a aquella historia. 

Recorramos el texto, la primera palabra: nunca, semeja un no, que se hiciese eterno. Nunca peguéis con lacre. El lacre, que sella, para utilizarlo es preciso servirse del fuego, ¿se trata de una alusión al momento presente?... ¿A quién va dirigido? Especie de prohibición, destinada a los que tratan de rescatar lo inservible. 

¿Qué es lo que no debe ser unido? Las hojas secas, aquellas que ya no forman parte de la vida del árbol, pues su misión ha concluido. Es preciso dejar ciertas cosas, que lo viejo no lastre el presente. 

¿Qué rechaza? España no sólo es un campo de batalla, también es revolución, de ahí que establezca este principio: no queráis retener lo que la vida ha abandonado, porque con ello conseguiréis fatigar al viento. ¿A qué viento se refiere? Quizá al de la historia, que siempre erosiona, quizá a su otra versión, el olvido. Para inmediatamente decir que: el viento no se fatiga, es imposible, nunca se cansa, aunque algunos interpreten las calmas como esa humana necesidad de reponer fuerzas, cuando en realidad el viento sólo se enfada, y, si lo hace, aumenta su potencia, ocurre cuando el vendaval de la historia arrasa todo lo que encuentra, las hojas verdes junto a las hojas secas, coloca en el mismo plano lo inútil y lo útil, lo bueno y lo malo. 

El texto podríamos entender que se formula como un consejo, aunque su contenido, si atendemos a un plano simbólico, lo clasificaríamos como sentencia, que aún no ha alcanzado el carácter lapidario, circunstancia que lo aproxima al donaire, por la gracia del viento. 

Estas páginas heterogéneas continúan el Juan de Mairena, publicado en 1936, muestran la complejidad de la existencia, esa neblina en que se mueve quien piensa y que, como el humo de un cigarro, envuelve la cabeza de Pablo Serrano, en este paseo de Baeza,  desde donde Machado contempla el alfanje roto del Guadalquivir, que ahí abajo reluce y espejea.

  
                                                                                   José Luis Martínez Valero

REVISTA ÁGORA DIGITAL JULIO 2014



[1] El texto fue publicado en folleto para celebrar  la VIII semana machadiana, del 27 de Febrero de 2014, Baeza, 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado

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