J.Habermas, filósofo que acuñó la expresión "linker Faschismus"
REARME DEL
FASCISMO DE IZQUIERDA EN ESPAÑA
Asistimos al rearme de una violencia que nos afecta cada día más y que se camufla, con buenismo de los testigos, de radicalidad. Es puro fascismo, una forma de fascismo que hábilmente ocultó su nombre, como los violentos dioses de las tribus ocultaban el suyo para no ser combatidos; pero que por fortuna en la filosofía del siglo XX lo tiene: fascismo de izquierda.
Fascismo de izquierda es una expresión acuñada por el filósofo Jürgen Habermas para referirse a esa modalidad de fascismo que, en la Alemania de su tiempo irrumpía, en la vida pública e institucional, y especialmente universitaria, con una violencia a veces de baja intensidad pero, otras, con resultados sangrientos pero siempre con el procedimiento terrorista de imponer, por coacción y terror, una opinión a la mayoría.
Lo puedes leer en la Wikipedia, en la entrada “fascismo de izquierda”: “El primero en usar el término «fascismo de izquierda» (linker Faschismus) fue Jürgen Habermas, un sociólogo y filósofo influenciado por la Escuela de Frankfurt. Utilizó el término en la década de 1960 para alejar a la Escuela de Frankfurt de la violencia y el autoritarismo de los terroristas de izquierda. Habermas, cuyo trabajo enfatiza la importancia del discurso racional, las instituciones democráticas y la oposición a la violencia, ha hecho contribuciones importantes a la teoría del conflicto.”
El fascismo, tradicionalmente asociado a la ideología de extrema derecha, mutó a mediados de los 60, fueron los teóricos de la acción directa, de la violencia y la agitación en la calle y en cualquier foro de la vida pública, en la opinión incluso en el arte, los que, adoptando técnicas ya usadas por nazis, fascistas italianos y por Stalin, de propaganda y de justificación de la violencia “buena” (la “revolucionaria”) frente a la mala (la de derecha, reaccionaria y golpista) sembraron una semilla que, con el tiempo, fue envenenando a parte de la opinión pública democrática, sobre todo, en la opinión de la izquierda y en ese público adolescente, cada vez más vasto y no ligado ya a una edad física: ese público que necesita, psicológicamente, la categorización bipolar, simplificadora del mundo, entre una zona de malos y otra de buenos.
Los ideólogos de aquellos grupúsculos violentos, terroristas, tuvieron el acierto propagandístico de infiltrarse en ese mundo adolescente, incluso actuar con el rostro y la figura de algunos de esos adolescentes airados contra la sociedad injusta, explotadora. El resultado es que la gente normal, los no violentos, las víctimas de ese terror, fueron vistas, por una buena parte de la juventud más activa e inquieta, como representantes de un orden caduco y de una generación mayor contra la cual se estaba justa y pacíficamente en desacuerdo en otras muchas cuestiones vitales.
El terrorismo de los 70, en España, tiene, además, como todos sabemos, otro contexto: el de la dictadura de Franco. Hay burros que justifican hoy cualquier asesinato, incluido el de un policía de 21 años, como el que cometió la banda del FRAP en 1973, porque esa violencia se perpetró en un contexto de dictadura, no equiparable a la violencia terrorista ejercida en un contexto de democracia. No han leído esos nada de la historia de Europa y no saben, o no quieren que se sepa, que Hitler y su partido cometieron muchos atentados y actos terroristas en un contexto democrático. También la violencia “revolucionaria” de grupos de fascistas de izquierda se hacían en un contexto democrático como era la Alemania Federal de la época de Habermas.
No solo la ETA, organizaciones como el FRAP, fueron organizaciones terroristas, que ejercieron la extorsión, el robo, además de la matanza, la tortura y el desollamiento en algunos casos de sus víctimas, en un contexto predemocrático, democrático o posdemocrático siempre serán eso: terrorismo, fascismo (llámase de izquierda, como otras organizaciones terroristas fueron fascismo de derecha).
Que no nos confundan a los que no somos fascistas. La ETA y el FRAP en absoluto lucharon por la democracia, ni por nada (básicamente ejercían el terror como profesionales del mismo), pusieron todos los obstáculos que pudieron al cierre de la dictadura de Franco (ellos sí que vivían bien contra Franco), pusieron trabas y asesinatos en la mesa contra la transición democrática, atentaron contra la democracia una vez ya instaurada en el 78. Aunque el FRAP acabara oficialmente disolviéndose ese mismo año, su relato, igual que el de ETA, continuó y ahora rebrota de nuevo, con oportunismo, aprovechando el chantaje que hacen los fascistas de izquierda al Gobierno.
La banda del FRAP, brazo armado del Partido Comunista marxista leninista, fue creada por el siniestro Julio Álvarez del Vayo, jefe de los sicarios comunistas durante la guerra de España, estalinista primero, luego maoísta y albanés, en la era post-Kruschev, en la que el comunismo soviético se quitó de encima el estalinismo (con sus armarios llenos de muertos, léase campos de concentración y genocidos incluidos, además de asesinatos selectivos de cualquier oposición, incluido el asesinato de uno de los líderes de la revolución de Octubre: Trosky). Esa purga antiestalinista propició el eurocomunismo de Carrillo y la apuesta del PCE por una transición democrática en España.
Contra este propósito del verdadero Partido Comunista español se oponían, entre otros, el Partido Comunista marxista y leninista (en mis tiempos mozos, mi generación descreída ya les decía: machistas leninistas), su brazo armado, la banda del FRAP.
Pablo Iglesias Turrión dijo, en el diario Público, que él era “hijo de un militante del FRAP”. Cosa diferente es que creamos que era hijo de un luchador por la democracia y las libertades. El padre de Pablo Iglesias Turrión estaba en la cárcel y se enteraría a posteriori de la tragedia. Pudo lamentar otra sangre derramada cuando dirigentes del FRAP se dirigieron con armas blancas a una concentración que celebraba un Primero de Mayo clandestino. Emboscaron y mataron a un joven policía de 21 años, hijo de mineros. Eso fue el inicio de una “carrera” gloriosa desde el 73 hasta la disolución del FRAP, en el 78. Algunos se escondieron durante unos años, otros se camuflaron y pasaron a organizaciones democráticas tanto del PSOE como del PP. Eran aún, a principios de los 80 en Madrid, conocidos algunos que habían salido de la clandestinidad.
Los tres fraperos condenados, que antes de morir el dictador fueron ejecutados, junto a otros asesinos de ETA, no debieron morir. La democracia hubiera debido tener la oportunidad de juzgarlos y condenarlos.
No fueron héroes de la democracia, sino sus enemigos. No. No les debemos nada, ni a fascistasunos ni a fraperos, ni a cuantos fascistas de izquierda pusieron palos en la rueda a la democracia, los que nunca han perdonado ni se han dado la oportunidad de perdonarse a sí mismos, ni se han arrepentido, quizá porque se sienten sobre todo modélicos fascistas de su causa y desprecian al que tienen en frente como desecho infrahumano.
También es buena ocasión para hacer memoria de las víctimas, y como la mejor manera de hacerlo es individualizar y nombrar a una, que representa a las víctimas del FRAP, en este caso; recordemos a aquel joven subinspector de policía, de 21 años, leonés, hijo de mineros: Juan Antonio Fernández Gutiérrez, primera víctima de la banda del FRAP; el suyo es un asesinato aún sin aclarar y del que no ha habido una condena ni un culpable; como con tantos crímenes de ETA, aún abiertos, o no sé si archivados hoy. Fue asesinado a puñaladas en la calle del Doctor Mata, cerca de la calle de Santa Isabel, próxima a la calle de Atocha en Madrid; en una emboscada premeditada, cuando atendía a la orden de dirigirse a dispersar la manifestación "ilegal", según el Régimen, del Primero de Mayo en la plaza de Antón Martín.
Leemos en un artículo titulado Una historia de la policía: “Don Juan Antonio Fernández Gutiérrez, Subinspector de segunda del Cuerpo General de Policía, moría asesinado a puñaladas en la calle del Doctor Mata, esquina a la de Santa Isabel, en las proximidades de la calle de Atocha, cuando, en acto de servicio, acudía con otros compañeros a desarticular a unos manifestantes que esgrimían banderas rojas, con la hoz y el martillo, el funcionario fue derribado al suelo y apuñalado con saña. Recibió varían cuchilladas, una de ellas mortal de necesidad”.
http://cnpjefb.blogspot.com/2016/11/1973-asesinato-del-subinspector-del.html
Quiero terminar este mío lanzando un aviso sobre la utilización de la historia de la violencia para la hora presente, y una llamada al estudio serio de la Historia. A los aficionados a leer y documentarse con más rigor y distancia académica, aconsejo el estudio de Ana Domínguez Rama, de la Universidad Complutense de Madrid: La violencia "revolucionaria" del F.R.A.P durante el tardofranquismo.
Observen, de entrada, en el título, cómo, a diferencia de los escritores de la historia superficiales, la autora no asume sino entre comillas el término revolucionaria. Porque es un término de parte, contaminado ya de ideología, no ciencia. Intenta ser una escritora de historia.
De ese estudio, extraigo el párrafo siguiente (que espero sirva para
introducirnos en una reflexión inagotable y apasionante, en beneficio de la
memoria, sin dogmatismos, pues nunca se llega a aprender nada): "De
todos los grupos que actuaron durante el franquismo puede decirse que sólo el
FRAP, con pretensiones de extensión estatal, llegaría a desplegar acciones de
"guerrilla urbana" asociadas al universo político de la Guerra Civil,
es decir, influenciado por el recuerdo histórico de la contienda y con
intenciones de establecer lazos de continuidad con la lucha antifascista de los
conflictivos años treinta. De este modo, el antifascismo, cuya expresión más
significativa de su dimensión internacional fue precisamente la Guerra Civil
española, hacía las veces de referencia identitaria entre la militancia del PCE
(m-l) y la del FRAP, una referencia que implicaba, asimismo, una especie de
legitimidad a la hora de ejercer lo que se concebía como una violencia de
respuesta, de "autodefensa" ". (LA VIOLENCIA
"REVOLUCIONARIA" DEL F.R.A.P. DURANTE EL TARDOFRANQUISMO.
p. 401. Ana Domínguez Rama. Puedes leerlo en internet:
https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&ved=2ahUKEwjn1JWb3dfpAhVvBGMBHT68B2gQFjACegQIAxAB&url=https%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fdescarga%2Farticulo%2F3313030.pdf&usg=AOvVaw3ikN4A6NugJ0-9yb6XvJkF.)
Filosóficamente, el fascismo de izquierda se diferencia del fascismo de derecha en que juega sin consecuencias, pero también sin complejos, con la contradicción. En caso de no alcanzar la “revolución” o la subversión del orden que quieren destruir, bien sea dictatorial o democrático, se camuflan y se reinventan bien como víctimas de dictadura, adalides de la democracia o, como ahora en España, víctimas de una democracia (la del 78) que en realidad es una dictadura según esos fascistas sin consecuencias. Es absurdo pero nada obsta querer controlar la libertad de opinión de la prensa y presentarse como los paladines de la libertad de expresión.
No importa esa otra contradicción, la de declararse enemigos del régimen democrático del 78 y afirmar que fueron sus muñidores; ellos los combatientes y gudaris antifascistas, quienes, con atentados y violencia autodefensiva, liberadora, cómo no, de los pueblos sujetos al fascismo (o que mañana, u hoy, pueden caer en sus manos) nos quitaron de encima a Franco y por eso tienen derecho a todo el poder. Esos neofascistas inconsecuentes solo triunfarían en caso de que consiguieran meternos en el coco su relato; no tienen ningún complejo ni escrúpulo en mentir. Bien que, si no triunfa su involucionaria subversión, pues qué más da, seguirán viviendo y cuidando sus bolsas, tan guay.
FULGENCIO MARTÍNEZ
ESCRITOR Y LECTOR
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