SI HAY RAZONES
PARA CELEBRAR EL 14 DE ABRIL EN EL BARCO DEL CORONAVIRUS
Maese Tomás Santo,
despierte. Homero dijo que un médico vale por cinco hombres, ¿qué opináis vos?
Te dije que
me tutees, niño: ¿Ves por qué? Es absurdo que yo te corresponda en el
tratamiento formal, siendo tú una materia humana aún sin forma adulta, solo un
proyecto racional, mi joven y aventurado Odiseo. "Homero dijo",
¡tantas cosas dijo Homero!; recuérdame lo que...
Dile tiempo a mi
maestro a quitarse las lentes y a que se frotara los ojos, y, cuando me
disponía a repetirle el paso homérico, me señaló a una pantalla ante la cual
estaba hasta entonces tan abstraído que parecía dormitear.
Mira lo que he
encontrado pulsando en no sé qué letras mágicas.
Era la imagen de Boris
Johnson, el aún jefe del gobierno británico, celebrando en un tweet su victoria
sobre la muerte, después de pertenecerle en un 5o por ciento de su existencia al
coronavirus.
¿No te sorprende?,
ese orate que no ha sabido precaverse ni a sí mismo y ha puesto en peligro
alegremente a su nación…, ahora va de saberle a la muerte el “per-centum”, o
por ciento, como decís en vuestro romance. Siempre me ha llamado mucho la atención
que, a este lado del español, digáis por cien, y al otro, como en la Argentina
del Santo Padre (¡no me tires de la lengua por el epíteto!) por ciento. De
todos modos, se diga como se quiera en español, este orate da el cien por cien o
el ciento por ciento de porculero. Pero que lo sufran los que lo tengan que
sufrir.
No me interesa
mucho.
“The efforts of millions of people across this country
to stay home are worth it. Together we will overcome this challenge, as we have
overcome so many challenges in the past.” (12
de abril)
Dice haber
superado (overcome) un challenge, y alienta a los de su país a
superarlo juntos, como han superado ya otros muchos challenges in the past.
Esto es admirable,
fina inteligencia english, al final este orate se salvará ante su pueblo,
porque sabe decirle lo que quiere. Challenge. Fíjate qué habilidad de
comunicador, un reto, toda la pandemia es un reto, una especie de torneo
caballeresco contra un enemigo, en cierto sentido, un desafío medieval; o
simplemente, en mentes sencillas, un reto como un desafío de ingenio. Y
para las dos clases, para todos: un sport, un game que hay que
ganar.
Claro que al decir
in the past vienen, a la mente del británico, otros challenges, la
guerra, Winston Churchill, los bombardeos de Hitler, etc, pero eso lo dice
subliminarmente. Los sentimientos que unen se remueven así, tocándolos con una
leve y sutil alusión, que funciona mejor que una apelación directa. Boris les
toca las entretelas a todos los británicos, o eso pretende.
Parece, dije yo, que cada
gobierno, con su presidente al frente, ha presentado a su pueblo la lucha
contra el coronavirus bajo una imagen o metáfora…, poética, si me lo permites
decir… Y ya me doy cuenta, al llamarle “lucha”, que acabo de incurrir, como
español de nación que soy, en el error que me temo vas a criticar, maestro
Santo.
En Hispania,
precisamente, habláis todos mucho de guerra, héroes, soldados, generales, víctimas,
principalmente el gobierno, que da el parte bélico diario, pero incluso la
oposición de ese señor Casado incurren en esta falacia perniciosa. Y por
extensión, a lo que veo, todos: tú no estás libre de pecado. En mi opinión, eso
es no entender al pueblo español.
Eso es muy
germánico.
Y no es operativa
la imagen. Me explicaré, por partes, si me dejas. Aquí no estuvieron unidos los
españoles en una guerra sino muy desunidos, bastante enconados entre sí. Es más:
aún siguen guerreando...
¿En España, hoy, guerreando...?
Tal vez lo dices porque los jóvenes no somos ya afectos a la reconciliación que
supuso la Transición y porque las nuevas generaciones, de
las que dices son perfectos ignorantes que solo tienen un mediano conocimiento
de inglés y muy pocos rudimentos de alguna ciencia pero ignoran todo lo
demás, hemos sido movidas a una confrontación retórica guerracivilista
por intereses de poder de los partidos.
También, en otra
época, había jóvenes o viejos que sabían mucho latín pero eran unos perfectos
ignorantes. Mira lo que te digo, toma este libro ... de Historia de España. Le
puedes arrancar las páginas a partir del 34, de la “revolución de Asturias”. Se
repite lo mismo. Es la misma actitud de enfrentamiento, de cerrazón y sordera
ideologicista entre un bando y otro de los españoles. La izquierda llama revolución
a su violencia, y llama golpe a la violencia contraria. Como el golpe del 36. Bueno,
el alzamiento nacional, según los otros, o los unos, que ya me lío, entre
tantos “Hunos y Hotros”, que diría Unamuno. Unos y otros fueron violentos
golpistas contrarrepublicanos, no solo Franco. Traidores a la república
española proclamada el 14 de Abril del 31. Ambos bandos impostores se alzaron
contra las leyes, la Constitución, y la democracia. Dime si han reconocido
ambas partes sus errores, si han sentido vergüenza mutua y han dejado de
sembrar odio y separación en terceros, en los españoles que habéis nacido
después de aquellos polvos.
Pero, en el 78, se
volvió a la democracia, y se acordó la reconciliación nacional…
Me temo que ni
siquiera aquellos padres conscripti, como Fraga y Carrillo, que se
sentaron, con otros, para pactar un nuevo orden, renunciaron a sostener la razón de su
violencia sobre el otro. La izquierda (que yo llamaría en este punto la siniestra)
es al día de hoy la más contumaz en justificar su violencia, tergiversando la
historia, como durante cuarenta años antes de la democracia actual hizo el
cerril nacionalcatolicismo del dictador. Quizá fuera explicable esto porque aún
se siente víctima de esos cuarenta años de soledad. Pero han pasado otros
cuarenta, más o menos, hasta hoy…
O sea que cuarenta
años unos y otros cuarenta otros.
Sí, señor, con el
agravante de que a la izquierda desde el 78 se le sumaron los grupos de regionales
levantiscos que han existido más o menos siempre, los que se autodenominan
“nacionalistas” pero que no pasan de ser regionalistas, niños mimados y
malencarados con el Estado… Esos marginales, con el suyo propio, insuflan constantemente más victimismo en la izquierda. (Y quien no cesa de sentir motivos de victimismo no está en condiciones de reconocer su error y perdonar). Se retroalimentan, así, izquierda y nacionalismo con pretensiones nacionales aún en épocas de dominio izquierdista, y curiosamente, más en tiempos de hegemonía izquierdista y a causa de ella, siempre presentando un discurso que se postula como víctima de una derecha arquetípica maligna que los sojuzga, incluso aunque las fuerzas de izquierda estén en el poder, pues ellas, las izquierdas, lo merecerían siempre por substancia política y moral y no solo por razones coyunturales de haber ganado unas elecciones o pactado un gobierno, y porque, cuando llegan al poder, nunca puedan tomar todo el poder ni desarrollar todo su programa por culpa de ese mismo estorbo o coco de las derechas que también aspiran a robarle la tarta. Nosotros venimos a cambiar el mundo, la derecha, no. A traer progreso, la derecha, no. Victimismo y prejuicio de superioridad moral que son compatibles con el pragmatismo cuando llega una gran ocasión: El gran
consenso, previo a la Constitución del Estado en el 78, consistió en esto: La
derecha franquista, que tampoco había sido nunca demócrata, y la derecha
neodemocrática de Suárez y del Rey obtuvo la Monarquía. Entre aquella izquierda
socialistacomunista, históricamente antidemócratica y contrarepublicana, y los
llamados nacionalistas vascos y catalanes, históricamente también
antirepublicanos, conformaron una democracia a su gusto, con Constitución
abierta al progreso de las autonomías…
El único régimen
del mundo que en su Constitución decide y planifica disolverse; ¡vaya paradoja
española!
¿Régimen de las
autonomías? O no sabían nada de Kant los
Padres de la Constitución o lo hicieron a mala leche, contra la unidad del Estado.
No son santos Padres,
por lo que intuyo, para ti-. Bromeé.
Autonomía implica
independencia, a la larga, y a corto y medio plazo planificación de la
independencia, formarse en ella y para ella, en un proceso de tomarle competencias al Estado
padre. Asumir poder, responsabilidades. Eso en la vida civil es lo natural.
Mal hizo Kant
(o los malos intérpretes de Kant) con la falacia ética filial, que confunde educación con gobierno, pedagogía, más
o menos rousseauniana, con política y poder. Igual que a un hijo o a un aprendiz se le concede autonomía práctica poco a poco hasta que ya es libre e
independiente y, al final, sabe vivir él solo su vida, formar su propia familia
o hacer una mesa, y lo más importante: decidir qué quiere hacer con ella. Con la mesa y con su vida.
Regiones, partes
de un reino, hubiera sido lo propio, lo coherente con reino y monarquía.
Si no querían poner
lo de provincia, por sonar imperial a oídos tan delicados como os habíais vuelto.
Mira por donde, en
mi tierra somos Región de Murcia… Creo que somos la menor de las autonomías,
pero lo de región quizá alude al reino de Murcia, de cuando el rey Lobo, no al
reino de España actual… Pero tampoco se nos reconoce como una comunidad
histórica, como sí a Cat…
No entremos en la
letra pequeña. He oído todavía a
un senior y lúcido político como Santiago Carrillo (durante un debate en
televisión con el filósofo Gustavo Bueno sobre su libro "El mito de la izquierda", programa Negro sobre Blanco, 2003) justificar la revolución de Asturias,
con la que pretendió iniciar la izquierda sociocomunista un golpe de estado contra
la República, para evitar, según Carrillo confiesa sin rubor, que Gil Robles
ganara las elecciones. https://www.youtube.com/watch?v=_mzSFI3fG3E
Todo se justifica
para quitarle el poder a la derecha, y la derecha pensará igual. ¿Con qué
criterio ético luego cargar contra Franco?, ¿por qué levantarlo del Valle de los
caídos?
No lo sé. No hay ningún
criterio de valor, ni unos tienen mejor condición que otros, para confrontarse
solo pueden oponerse entre sí la fuerza del odio: odio y más odio, no lucha en
defensa de ninguna verdad o valor superior a ambos bandos. Entiendo, pues, que
una gran parte de españoles comencéis a desesperar de este país, viendo la
historia estúpidamente cainita, esas dos Españas tontamente siempre
enfrentadas. Ya vale de tanta literatura de las dos Españas. De derechas y de
izquierdas infantilmente escupiéndose en el recreo. España es una guardería rota, no
un país moderno, aquí Boris el Inglés no tendría ningún éxito con su llamada
subliminar a la unidad histórica, y tampoco el gobierno Sánchez va
a conseguir nada apelando al instinto de guerra para vencer al coronavirus. Los
españoles sienten, al oír guerra, que deben preparar un hacha para atacar al
que piensa distinto, al que no es de los suyos.
Hoy en día hay charlatanes hasta en el púlpito, que apoyan la república antiespañola, seccionada de su unidad, para sembrar el caos desde arriba hacia abajo. Son los herederos de los que traicionaron históricamente a la República del 14 de abril. Solo que ahora son anticuras y curas a la vez. Reaccionarios de izquierda, forman la falange necia, hoy se disfrazan de antimonárquicos, de antimilitaristas, y mañana de patriotas: de lo que sea, con tal de ganar baza entre los desencantados y descontentos, y siempre adulando a los indocumentados y a las juventudes de la educación obligatoria, mínima, ascender en alas de los captores del voto, los niños cantores de Viena, los amigos del mando de la televisión, al poder. Tienen la admiración de un periódico que en su cabecera se define de esta forma, inapreciablemente cursi: Ideología: socioliberalismo. ¡¡Socioliberalismo!! ¡Y pensar que el filósofo Aranguren le llamó a ese mismo diario, en la Transición, el intelectual colectivo! ¡Qué país de intelectos tenemos, a la de hoy!
A lo mejor, siendo prácticos, tienen razón los que dicen: virgencita que me quede como estaba, viendo al caballo de la Estupidez cabalgar de nuevo, con más aire de suficiencia, hacia nosotros. Hay una duda razonable sobre si fue la Constitución del 78 la única posible entre tantos tira y afloja de intereses. Por lo que.. en mi sospecha... sí, pudiera ser que el caballo apocalíptico trabaje para esto. Recuerda El gatopardo.
¿Cuál es en tu opinión la mejor metáfora aplicable a España para afrontar el coronavirus?
La que sea válida
hoy, sospecho que debería valer también para la historia de España. Los domingos
por la mañana, suelo leer L’osservatore Romano. Es una vieja costumbre que
adquirí cuando andaba por Roma, me sirve de alguna meditación a
veces, o las más, simplemente, es hija de un mórbido curioseo. A ver qué ocurrencia
tiene hoy que decir al mundo (“urbi et orbi”) el Vicario romano. O el contrario del Vicario Saboyano,
como hubiera escrito el pérfido Rousseau, que creía solo en las bondades de la religión
racional (Rousseau opuso un papa a otro antipapa, huelga decir cuál era el bueno para él...)
Desde que empezó
el confinamiento que me confinó en tu país, he aprendido a navegar en las
letras mágicas y he visto que el Papa pronto tenía una hoja de ruta metafórica.
Esta temporada bajo el coronavirus es como la temporada en un barco en medio de una imprevista y
terrible tempestad. Lee, lee, tolle estas letras mágicas:
El papa Francisco, en su homilía de un domingo
de marzo, nos alentaba a la humanidad a tener esperanza en medio de la
tempestad. Incluso aunque llegue un fin terrible, el naufragio, hay posibilidad
de salvarse, y salir vivo de él. Incluso, si no se sale vivo y se pierde esta
vida, nos espera la vida eterna. El pasaje del Evangelio que cita el Santísimo
Padre, presenta a Jesús recriminándole a los apóstoles: ¿Es que no tenéis fe?,
cuando estos le piden que haga algo, que deje de estar quieto, como ajeno y despreocupado en la otra parte de la embarcación mientras ellos están sufriendo aterrorizados al arreciar la tempestad.
“Nos dimos
cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados;
pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos,
todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos".
Son estas palabras
del Papa. Sacan una lección de la
incertidumbre. No esperan a ganar la batalla o la guerra, para sacar lecciones; y, por otro lado, como no es un juego, no hay posibilidad de perder. Solo de ganar.
Pero ganar aquí y ahora ya, en medio del momento, ganancia de nuestra verdadera condición,
trascendente a los momentos: la conciencia de que todos formamos parte del
mismo barco, la misma familia humana, como seres frágiles y necesitados de mutualidad.
Es el sentimiento trágico de la vida, en el fondo, que nos recomendó Unamuno
para darnos una esperanza activa, llena de energía que enfrente los peligros y
las certezas más terribles.
Ese sentimiento lo
abriría, pues, la llave de la metáfora náutica.
Creo que sí. Y sostengo que
especialmente valdría para la historia de España y para la España actualmente
golpeada por el vendaval del coronavirus.
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados...” ...Y peleados, como hermanos, los españoles, además.
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados...” ...Y peleados, como hermanos, los españoles, además.
La ausencia de Jesús, su falta de ayuda en un primer
momento nos abre al tiempo de la conciencia de nosotros mismos como conjunto,
tanto como conjunto de una misma humanidad como, individualmente, de mi persona,
ápice de todos mis momentos, mi yo (un yo, una humanidad que debe hacerse cargo de y hacer frente al peligro
de la muerte). Luego, aquella ausencia puede, en algunos, abrir a la fe: llenarse
con la fe. Y en otros, que son la mayoría…
Pero leo aquí
otras cosas que escribe el Papa, y que no resuenan a nada en mí.
Te refieres a
esto, a estas palabras que apelan a un consuelo -no para el creyente, fíjate-
sino para que el aún no tiene fe, para el que no tiene energía. Ese ¿aún no
tenéis fe? apela a la estrella virginal, a dejarnos en la Madre que guía. Es la
cualidad católica, más allá del Cristo luterano que nos increpaba al principio: ¿Es
que tenéis miedo, es que no tenéis fe?; más allá, también, del
héroe o del Caballero de la fe. La Madre es la que consuela al final, como el Hijo cuando nos dice: “No tengáis miedo”, da igual que tengáis fe o no, hallaréis consuelo, no tengáis
miedo, porque el miedo no es, sobre todo, a morir sino a no tener consuelo, a no
ser abrazados y consolados en la muerte.
Y «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de
Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la
intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso.
Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros,
como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da
salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor.
Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a
merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y
nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú
nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).
Amén. Pero volviendo, me
restregué los ojos, al mundo este… Tomás Santo, si te dijera, me dicen que hay muchos que
mueren en España sin poder ser despedidos por un ser querido, parece que
estuviera prohibido el duelo y la muerte oficialmente.
¿En un país de
toros, prohibida la muerte?, no me lo puedo creer. Saquemos lecciones prácticas.
Cuánto mejor sería que el Gobierno español saliera explicando los hechos con la
metáfora náutica. Hay que diagnosticar
con precisión el estado actual del barco y revisarlo todo: ante el peligro de
naufragio, hay que comprobar si el barco corre más peligro en algunos sitios,
si hay buen timonel, si hay buenos expertos en navegación (científicos) y, muy
importante esto, si hay buenos organizadores que sepan liderar en la mar, dirigir
una crisis…
Y si a fuerza el
barco desembocara en naufragio, aún más necesarios serían esos hombres.
Sí. Sin importar
su sexo.
Lo que importa es
su valor.
Un médico vale por
cinco hombres; lo acepto, lo acepto con Homero. Entonces,
un buen timonel, un buen presidente; un comité de científicos y un grupo de mentes
lúcidas con capacidad de liderazgo y organización valdrían por 15. Un gran político
valdría por 10, un científico por 30 y un organizador por 20. Por media, por
15 hombres valdría cada uno de aquellos en los que pondríamos toda nuestra fe,
toda nuestra confianza de ser liberados (pronto, por favor) del coronavirus.
No estoy conforme.
Como dijo Juan de Mairena: “Nadie es más que nadie”. Y “por mucho que un hombre
valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre".
Me temo, fili, que eres de lo que aún no tienen fe y
van buscando consuelo… como niños perdidos.
Puede… Por cierto, no hemos hecho hoy la pregunta.
¿Cuál podría ser, Ulises?
Si hay razones para celebrar el 14 de abril en el barco del
coronavirus…
14 DE ABRIL 2020
FULGENCIO MARTÍNEZ
REVISTA ÁGORA DIGITAL / ABRIL 2020
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