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miércoles, 15 de abril de 2020

SI HAY RAZONES PARA CELEBRAR EL 14 DE ABRIL EN EL BARCO DEL CORONAVIRUS. QUAESTIONES QUODLIBETALES II. DIÁLOGOS ENTRE TOMÁS SANTO Y ULISES MARTÍNEZ. REVISTA ÁGORA DIGITAL. POR FULGENCIO MARTÍNEZ





SI HAY RAZONES PARA CELEBRAR EL 14 DE ABRIL EN EL BARCO DEL CORONAVIRUS


Maese Tomás Santo, despierte. Homero dijo que un médico vale por cinco hombres, ¿qué opináis vos? 

Te dije que me tutees, niño: ¿Ves por qué? Es absurdo que yo te corresponda en el tratamiento formal, siendo tú una materia humana aún sin forma adulta, solo un proyecto racional, mi joven y aventurado Odiseo. "Homero dijo", ¡tantas cosas dijo Homero!; recuérdame lo que...

Dile tiempo a mi maestro a quitarse las lentes y a que se frotara los ojos, y, cuando me disponía a repetirle el paso homérico, me señaló a una pantalla ante la cual estaba hasta entonces tan abstraído que parecía dormitear. 

Mira lo que he encontrado pulsando en no sé qué letras mágicas.

Era la imagen de Boris Johnson, el aún jefe del gobierno británico, celebrando en un tweet su victoria sobre la muerte, después de pertenecerle en un 5o por ciento de su existencia al coronavirus. 

¿No te sorprende?, ese orate que no ha sabido precaverse ni a sí mismo y ha puesto en peligro alegremente a su nación…, ahora va de saberle a la muerte el “per-centum”, o por ciento, como decís en vuestro romance. Siempre me ha llamado mucho la atención que, a este lado del español, digáis por cien, y al otro, como en la Argentina del Santo Padre (¡no me tires de la lengua por el epíteto!) por ciento. De todos modos, se diga como se quiera en español, este orate da el cien por cien o el ciento por ciento de porculero. Pero que lo sufran los que lo tengan que sufrir.

No me interesa mucho. 

Mira lo que dice: https://twitter.com/borisjohnson 
 “The efforts of millions of people across this country to stay home are worth it. Together we will overcome this challenge, as we have overcome so many challenges in the past.” (12 de abril)
Dice haber superado (overcome) un challenge, y alienta a los de su país a superarlo juntos, como han superado ya otros muchos challenges in the past.
Esto es admirable, fina inteligencia english, al final este orate se salvará ante su pueblo, porque sabe decirle lo que quiere. Challenge. Fíjate qué habilidad de comunicador, un reto, toda la pandemia es un reto, una especie de torneo caballeresco contra un enemigo, en cierto sentido, un desafío medieval; o simplemente, en mentes sencillas, un reto como un desafío de ingenio.  Y para las dos clases, para todos: un sport, un game que hay que ganar.
Claro que al decir in the past vienen, a la mente del británico, otros challenges, la guerra, Winston Churchill, los bombardeos de Hitler, etc, pero eso lo dice subliminarmente. Los sentimientos que unen se remueven así, tocándolos con una leve y sutil alusión, que funciona mejor que una apelación directa. Boris les toca las entretelas a todos los británicos, o eso pretende. 

Parece, dije yo, que cada gobierno, con su presidente al frente, ha presentado a su pueblo la lucha contra el coronavirus bajo una imagen o metáfora…, poética, si me lo permites decir… Y ya me doy cuenta, al llamarle “lucha”, que acabo de incurrir, como español de nación que soy, en el error que me temo vas a criticar, maestro Santo.

En Hispania, precisamente, habláis todos mucho de guerra, héroes, soldados, generales, víctimas, principalmente el gobierno, que da el parte bélico diario, pero incluso la oposición de ese señor Casado incurren en esta falacia perniciosa. Y por extensión, a lo que veo, todos: tú no estás libre de pecado. En mi opinión, eso es no entender al pueblo español. 

Eso es muy germánico.

Y no es operativa la imagen. Me explicaré, por partes, si me dejas. Aquí no estuvieron unidos los españoles en una guerra sino muy desunidos, bastante enconados entre sí. Es más: aún siguen guerreando... 

¿En España, hoy, guerreando...? Tal vez lo dices porque los jóvenes no somos ya afectos a la reconciliación que supuso la Transición y porque las nuevas generaciones, de las que dices son perfectos ignorantes que solo tienen un mediano conocimiento de inglés y muy pocos rudimentos de alguna ciencia pero ignoran todo lo demás, hemos sido movidas a una confrontación retórica guerracivilista por intereses de poder de los partidos.

También, en otra época, había jóvenes o viejos que sabían mucho latín pero eran unos perfectos ignorantes. Mira lo que te digo, toma este libro ... de Historia de España. Le puedes arrancar las páginas a partir del 34, de la “revolución de Asturias”. Se repite lo mismo. Es la misma actitud de enfrentamiento, de cerrazón y sordera ideologicista entre un bando y otro de los españoles. La izquierda llama revolución a su violencia, y llama golpe a la violencia contraria. Como el golpe del 36. Bueno, el alzamiento nacional, según los otros, o los unos, que ya me lío, entre tantos “Hunos y Hotros”, que diría Unamuno. Unos y otros fueron violentos golpistas contrarrepublicanos, no solo Franco. Traidores a la república española proclamada el 14 de Abril del 31. Ambos bandos impostores se alzaron contra las leyes, la Constitución, y la democracia. Dime si han reconocido ambas partes sus errores, si han sentido vergüenza mutua y han dejado de sembrar odio y separación en terceros, en los españoles que habéis nacido después de aquellos polvos. 

Pero, en el 78, se volvió a la democracia, y se acordó la reconciliación nacional…

Me temo que ni siquiera aquellos padres conscripti, como Fraga y Carrillo, que se sentaron, con otros, para pactar un nuevo orden, renunciaron a sostener la razón de su violencia sobre el otro. La izquierda (que yo llamaría en este punto la siniestra) es al día de hoy la más contumaz en justificar su violencia, tergiversando la historia, como durante cuarenta años antes de la democracia actual hizo el cerril nacionalcatolicismo del dictador. Quizá fuera explicable esto porque aún se siente víctima de esos cuarenta años de soledad. Pero han pasado otros cuarenta, más o menos, hasta hoy…

O sea que cuarenta años unos y otros cuarenta otros. 

Sí, señor, con el agravante de que a la izquierda desde el 78 se le sumaron los grupos de regionales levantiscos que han existido más o menos siempre, los que se autodenominan “nacionalistas” pero que no pasan de ser regionalistas, niños mimados y malencarados con el Estado…  Esos marginales, con el suyo propio, insuflan constantemente más victimismo en la izquierda. (Y quien no cesa de sentir motivos de victimismo no está en condiciones de reconocer su error y perdonar). Se retroalimentan, así, izquierda y nacionalismo con pretensiones nacionales aún en épocas de dominio izquierdista, y curiosamente, más en tiempos de hegemonía izquierdista y a causa de ella, siempre presentando un discurso que se postula como víctima de una derecha arquetípica maligna que los sojuzga, incluso aunque  las fuerzas de izquierda estén en el poder, pues ellas, las izquierdas, lo merecerían siempre por substancia política y moral y no solo por razones coyunturales de haber ganado unas elecciones o pactado un gobierno, y porque, cuando llegan al poder, nunca puedan tomar todo el poder ni desarrollar todo su programa por culpa de ese mismo estorbo o coco de las derechas que también aspiran a robarle la tarta. Nosotros venimos a cambiar el mundo, la derecha, no. A traer progreso, la derecha, no. Victimismo y prejuicio de superioridad moral  que son compatibles con el pragmatismo cuando llega una gran ocasión: El gran consenso, previo a la Constitución del Estado en el 78, consistió en esto: La derecha franquista, que tampoco había sido nunca demócrata, y la derecha neodemocrática de Suárez y del Rey obtuvo la Monarquía. Entre aquella izquierda socialistacomunista, históricamente antidemócratica y contrarepublicana, y los llamados nacionalistas vascos y catalanes, históricamente también antirepublicanos, conformaron una democracia a su gusto, con Constitución abierta al progreso de las autonomías…

El único régimen del mundo que en su Constitución decide y planifica disolverse; ¡vaya paradoja española!
  
¿Régimen de las autonomías?  O no sabían nada de Kant los Padres de la Constitución o lo hicieron a mala leche, contra la unidad del Estado.

No son santos Padres, por lo que intuyo, para ti-. Bromeé. 

Autonomía implica independencia, a la larga, y a corto y medio plazo planificación de la independencia, formarse en ella y para ella,  en un proceso de tomarle competencias al Estado padre. Asumir poder, responsabilidades. Eso en la vida civil es lo natural.
Mal hizo Kant (o los malos intérpretes de Kant) con la falacia ética filial, que confunde educación con gobierno, pedagogía, más o menos rousseauniana, con política y poder. Igual que a un hijo o a un aprendiz se le concede autonomía práctica poco a poco hasta que ya es libre e independiente y, al final, sabe vivir él solo su vida, formar su propia familia o hacer una mesa, y lo más importante: decidir qué quiere hacer con ella. Con la mesa y con su vida.

Regiones, partes de un reino, hubiera sido lo propio, lo coherente con reino y monarquía. 

Si no querían poner lo de provincia, por sonar imperial a oídos tan delicados como os habíais vuelto.

Mira por donde, en mi tierra somos Región de Murcia… Creo que somos la menor de las autonomías, pero lo de región quizá alude al reino de Murcia, de cuando el rey Lobo, no al reino de España actual… Pero tampoco se nos reconoce como una comunidad histórica, como sí a Cat… 

No entremos en la letra pequeña. He oído todavía a un senior y lúcido político como Santiago Carrillo (durante un debate en televisión con el filósofo Gustavo Bueno sobre su libro "El mito de la izquierda", programa Negro sobre Blanco, 2003) justificar la revolución de Asturias, con la que pretendió iniciar la izquierda sociocomunista un golpe de estado contra la República, para evitar, según Carrillo confiesa sin rubor, que Gil Robles ganara las elecciones.  https://www.youtube.com/watch?v=_mzSFI3fG3E


Todo se justifica para quitarle el poder a la derecha, y la derecha pensará igual. ¿Con qué criterio ético luego cargar contra Franco?, ¿por qué levantarlo del Valle de los caídos?

No lo sé. No hay ningún criterio de valor, ni unos tienen mejor condición que otros, para confrontarse solo pueden oponerse entre sí la fuerza del odio: odio y más odio, no lucha en defensa de ninguna verdad o valor superior a ambos bandos. Entiendo, pues, que una gran parte de españoles comencéis a desesperar de este país, viendo la historia estúpidamente cainita, esas dos Españas tontamente siempre enfrentadas. Ya vale de tanta literatura de las dos Españas. De derechas y de izquierdas infantilmente escupiéndose en el recreo. España es una guardería rota, no un país moderno, aquí Boris el Inglés no tendría ningún éxito con su llamada subliminar a la unidad histórica, y tampoco el gobierno Sánchez va a conseguir nada apelando al instinto de guerra para vencer al coronavirus. Los españoles sienten, al oír guerra, que deben preparar un hacha para atacar al que piensa distinto, al que no es de los suyos.

Hoy en día hay charlatanes hasta en el púlpito, que apoyan la república antiespañola, seccionada de su unidad, para sembrar el caos desde arriba hacia abajo. Son los herederos de los que traicionaron históricamente a la República del 14 de abril. Solo que ahora son anticuras y curas a la vez. Reaccionarios de izquierda, forman la falange necia, hoy se disfrazan de antimonárquicos, de antimilitaristas, y mañana de patriotas: de lo que sea, con tal de ganar baza entre los desencantados y descontentos, y siempre adulando a los indocumentados y a las juventudes de la educación obligatoria, mínima, ascender en alas de los captores del voto, los niños cantores de Viena, los amigos del mando de la televisión, al poder. Tienen la admiración de un periódico que en su cabecera se define de esta forma, inapreciablemente cursi: Ideología: socioliberalismo. ¡¡Socioliberalismo!! ¡Y pensar que el filósofo Aranguren  le llamó a ese mismo diario, en la Transición, el intelectual colectivo! ¡Qué país de intelectos tenemos, a la de hoy!

A lo mejor, siendo prácticos, tienen razón los que dicen: virgencita que me quede como estaba, viendo al caballo de la Estupidez cabalgar de nuevo, con más aire de  suficiencia, hacia nosotros. Hay una duda razonable sobre si fue la Constitución del 78 la única posible entre tantos tira y afloja de intereses. Por lo que.. en mi sospecha... sí, pudiera ser que el caballo apocalíptico trabaje para esto. Recuerda El gatopardo.

¿Cuál es en tu opinión la mejor metáfora aplicable a España para afrontar el coronavirus?

La que sea válida hoy, sospecho que debería valer también para la historia de España. Los domingos por la mañana, suelo leer L’osservatore Romano. Es una vieja costumbre que adquirí cuando andaba por Roma, me sirve de alguna meditación a veces, o las más, simplemente, es hija de un mórbido curioseo. A ver qué ocurrencia tiene hoy que decir al mundo (“urbi et orbi”) el Vicario romano. O el contrario del Vicario Saboyano, como hubiera escrito el pérfido Rousseau, que creía solo en las bondades de la religión racional (Rousseau opuso un papa a otro antipapa, huelga decir cuál era el bueno para él...) 
Desde que empezó el confinamiento que me confinó en tu país, he aprendido a navegar en las letras mágicas y he visto que el Papa pronto tenía una hoja de ruta metafórica. Esta temporada bajo el coronavirus es como la temporada en un barco en medio de una imprevista y terrible tempestad. Lee, lee, tolle estas letras mágicas:

El papa Francisco, en su homilía de un domingo de marzo, nos alentaba a la humanidad a tener esperanza en medio de la tempestad. Incluso aunque llegue un fin terrible, el naufragio, hay posibilidad de salvarse, y salir vivo de él. Incluso, si no se sale vivo y se pierde esta vida, nos espera la vida eterna. El pasaje del Evangelio que cita el Santísimo Padre, presenta a Jesús recriminándole a los apóstoles: ¿Es que no tenéis fe?, cuando estos le piden que haga algo, que deje de estar quieto, como ajeno y despreocupado en la otra parte de la embarcación mientras ellos están sufriendo aterrorizados al arreciar la tempestad.

“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos".
Son estas palabras del Papa.  Sacan una lección de la incertidumbre. No esperan a ganar la batalla o la guerra, para sacar lecciones; y, por otro lado, como no es un juego, no hay posibilidad de perder. Solo de ganar. Pero ganar aquí y ahora ya, en medio del momento, ganancia de nuestra verdadera condición, trascendente a los momentos: la conciencia de que todos formamos parte del mismo barco, la misma familia humana, como seres frágiles y necesitados de mutualidad. Es el sentimiento trágico de la vida, en el fondo, que nos recomendó Unamuno para darnos una esperanza activa, llena de energía que enfrente los peligros y las certezas más terribles. 

Ese sentimiento lo abriría, pues, la llave de la metáfora náutica.

Creo que sí. Y sostengo que especialmente valdría para la historia de España y para la España actualmente golpeada por el vendaval del coronavirus.
“Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados...” ...Y peleados, como hermanos, los españoles, además.
La ausencia de Jesús, su falta de ayuda en un primer momento nos abre al tiempo de la conciencia de nosotros mismos como conjunto, tanto como conjunto de una misma humanidad como, individualmente, de mi persona, ápice de todos mis momentos, mi yo (un yo, una humanidad que debe hacerse cargo de y hacer frente al peligro de la muerte). Luego, aquella ausencia puede, en algunos, abrir a la fe: llenarse con la fe. Y en otros, que son la mayoría…

Pero leo aquí otras cosas que escribe el Papa, y que no resuenan a nada en mí.
 
Te refieres a esto, a estas palabras que apelan a un consuelo -no para el creyente, fíjate- sino para que el aún no tiene fe, para el que no tiene energía. Ese ¿aún no tenéis fe? apela a la estrella virginal, a dejarnos en la Madre que guía. Es la cualidad católica, más allá del Cristo luterano que nos increpaba al principio: ¿Es que tenéis miedo, es que no tenéis fe?;  más allá, también, del héroe o del Caballero de la fe. La Madre es la que consuela al final, como el Hijo cuando nos dice: “No tengáis miedo”, da igual que tengáis fe o no, hallaréis consuelo, no tengáis miedo, porque el miedo no es, sobre todo,  a morir sino a no tener consuelo, a no ser abrazados y consolados en la muerte. 

Y «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios. Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas” (cf. 1 P 5,7).

Amén. Pero volviendo, me restregué los ojos, al mundo este… Tomás Santo, si te dijera, me dicen que hay muchos que mueren en España sin poder ser despedidos por un ser querido, parece que estuviera prohibido el duelo y la muerte oficialmente.

¿En un país de toros, prohibida la muerte?, no me lo puedo creer. Saquemos lecciones prácticas. Cuánto mejor sería que el Gobierno español saliera explicando los hechos con la metáfora náutica.  Hay que diagnosticar con precisión el estado actual del barco y revisarlo todo: ante el peligro de naufragio, hay que comprobar si el barco corre más peligro en algunos sitios, si hay buen timonel, si hay buenos expertos en navegación (científicos) y, muy importante esto, si hay buenos organizadores que sepan liderar en la mar, dirigir una crisis… 

Y si a fuerza el barco desembocara en naufragio, aún más necesarios serían esos hombres.

Sí. Sin importar su sexo. 

Lo que importa es su valor.

Un médico vale por cinco hombres; lo acepto, lo acepto con Homero.  Entonces, un buen timonel, un buen presidente; un comité de científicos y un grupo de mentes lúcidas con capacidad de liderazgo y organización valdrían por 15. Un gran político valdría por 10, un científico por 30 y un organizador por 20.  Por media, por 15 hombres valdría cada uno de aquellos en los que pondríamos toda nuestra fe, toda nuestra confianza de ser liberados (pronto, por favor) del coronavirus. 

No estoy conforme. Como dijo Juan de Mairena: “Nadie es más que nadie”. Y “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre". 

Me temo, fili, que eres de lo que aún no tienen fe y van buscando consuelo… como niños perdidos.

Puede… Por cierto, no hemos hecho hoy la pregunta. 

¿Cuál podría ser, Ulises?

Si hay razones para celebrar el 14 de abril en el barco del coronavirus…


14 DE ABRIL 2020 

FULGENCIO MARTÍNEZ

              
                 REVISTA ÁGORA DIGITAL / ABRIL 2020

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