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domingo, 19 de abril de 2020

REIVINDICAMOS EL 22 DE ABRIL, FECHA CERVANTINA PARA CELEBRAR LAS LETRAS EN ESPAÑOL. REVISTA ÁGORA DIGITAL/ abril 2020


REIVINDICAMOS EL 22 DE ABRIL, FECHA CERVANTINA PARA CELEBRAR LAS LETRAS EN ESPAÑOL


Recordamos el próximo 22 de abril la muerte de don Miguel de Cervantes, el mayor escritor de todos los tiempos. La literatura en inglés, con la complicidad de la Unesco, celebra el Día del Libro el 23 de abril, conmemorando a Cervantes y a Shakespeare, y a otros autores de menor importancia. Es cierto que Cervantes murió un 22 de abril de 1616, y también que a efectos de su registro funerario consta la fecha del 23; pero no comulgamos con la mentira ingeniosa de emparejar esta última fecha con la muerte del gran cisne inglés William Shakespeare, grande en todo, aunque a mucha distancia del triste caballero de la literatura. Tal mentira solo tiene una finalidad: la de honrar universalmente, por un día, a dos hitos de la literatura y, en sus nombres, a todos los ingenios habidos hasta el presente, y venideros, inclusive a estos malos o casi buenos escritores de hoy como nosotros. Y, sin embargo, el propósito de tal ficción no puede ocultar un hecho: Don Miguel de Cervantes es incomparable e irreductible a un conjunto (donde estuvieran Shakespeare, el Indio Garcilaso y otros autores y genios del "canon") porque él es el conjunto mismo de la literatura y abarca todos sus registros posibles, incluida la reflexión sobre la misma literatura. Nietzsche solía enfadarse con los alemanes por la "y" conjuntiva que acompaña al sintagma "Goethe y Schiller". (Es como nombrar un continente y un lugar más o menos pequeño aunque significativo del mismo -Europa y Valdeorras, por ejemplo-, poniéndolos al mismo nivel de valoración geográfica o histórica. Por cierto, en Valdeorras, provincia de Orense, se celebra una feria anual del vino, y son muy apreciados sus caldos por algunas partes del mundo). Los españoles ya ni siquiera levantamos una ceja cuando se pone a Shakespeare en la misma mesa que al gran artista del idioma, quizá porque el español que usó y recreó en sus obras don Miguel de Cervantes nos parezca estar a muchas leguas, en altura, profundidad o anchura, del usado por nosotros, la clase media culta de hoy. Alabando a Shakespeare no nos sentimos culpables de decadencia lingüística; rivalizamos en sentirnos acomplejados ante la lengua inglesa, pero ese acomplejamiento es un precio menor a pagar que el sentimiento de vacío de autocrítica, por no saber valorar lo excelente como se debe, cuando fuese en nuestra lengua común. 

¿Hay aquí un malentendido, en general, que nace de la corrección política, o más bien, de lo contrario a ésta, en mi caso? Expliquémonos.

Para una persona educada en la lengua inglesa, es entendible que pueda decir: Shakespeare y Cervantes; como para un griego de la época de Platón y Sócrates, le sería lícito decir: Homero y Hesíodo. Para un teutón, orgulloso como es de lo suyo: Goethe y Schiller (Ya sabemos que para Nietzsche no hay tal conjunción estelar que valga: en el cielo germánico brillaría solo Goethe).
Decir por un hablante inglés Shakespeare y Cervantes es un elogio hacia el primero. No ocurre lo mismo cuando un español o un hispanoamericano dice Cervantes y Shakespeare: 1, porque normalmente ese hablante español no ha leído a Cervantes, 2, porque casi con toda probabilidad haya leído un poco a Shakespeare pero no domina apenas el inglés de Shakespeare, por tanto, lo ha leído traducido... a un español moderno pobre, y 3, porque el hablante español no gana nada en esa ecuación igualitaria formada por Cervantes y Shakespeare. Y, en fin, la cuarta razón: porque no tenemos necesidad de ser vasallos del canon inglés, ni de ningún canon literario global, y es estúpido seguir siempre la corrección política: tanto como la incorrección política, por cierto; de ahí que cuando nosotros, lectores españoles, hispanoamericanos, yo mismo, decimos: Cervantes es la literatura, y los demás escritores le siguen a mucha distancia, estemos ensayando una interpretación alternativa, tan válida y tan subjetivizante, o tan falta de verdadera subjetividad, como la que sigue la moda correcta.

Proust reflexionó sobre la manía de sus tías abuelas de que leyera de niño solo obras clásicas. "Creían ellas que deben presentarse a los niños obras de arte de las que admiramos definitivamente cuando somos hombres maduros, y que los niños demuestran buen gusto si las encuentran agradables desde un principio". (Así Proust trae a su recuerdo el hecho, y lo seguimos por las palabras de Pedro Salinas, en español -en una traducción al español que es una obra de arte en sí misma, de Por el camino de Swann, el título 1 de En busca del tiempo perdido).
Y critica Proust con gran tino ese supuesto valor de una educación literaria enfocada directa y exclusivamente en los modelos del canon:
"Y es porque, sin duda, se representaban los méritos artísticos como objetos materiales que unos ojos abiertos no tienen más remedio que percibir, sin necesidad de haber ido madurando lentamente sus equivalentes dentro del propio corazón".
Se encuentra ahí, creemos, el fallo de todas las valoraciones canónicas convertidas en moda, por tanto, superficiales (no me refiero al canon o escrutinio crítico serio); esas valoraciones sociológicas que toman a las creaciones artísticas como objetos materiales, provistos de un quantum estético elevado y generalmente inalcanzable para el resto, no solo de las creaciones sino de los disfrutadores del arte.

Para poder decir Cervantes y Shakespeare tendríamos que acudir a cada uno de los dos con los equivalentes de nuestro propio corazón, con la historia de nuestra sensibilidad y nuestro gusto literario madurados al contacto con sus obras. Si únicamente pudiéramos hacerlo con uno solo, apreciándolo en el máximo de sus matices, yo me quedo con Cervantes. De ahí, ahora se me entenderá, que para mí, hablante español, de corazón y lengua hispana, solo y primero es Cervantes. 

Cervantes demostró que la literatura es una verdad y  una mentira ingeniosa, en todo caso una interpretación del mundo más rica y compleja que la visión científica o descriptiva,  y él, el maestro, enseñó también a los lectores ingleses a creer en la literatura como verdad y mentira ingeniosa, por tanto los predispuso a que, andando el tiempo, creyeran y nos hicieran creer a todo el mundo otra mentira ingeniosa, hija de la literatura cervantina: la de que Cervantes y Shakespeare son la expresión máxima de las letras universales.

En resumen, nuestra propuesta del 22 de abril es también un juego cervantino. Conmemoremos el 22 de abril la muerte de Don Miguel de Cervantes y reivindiquemos dicha fecha como la adecuada para celebrar las letras en español
En los próximos días publicaremos tres trabajos sobre don Miguel.


FULGENCIO MARTÍNEZ

  REVISTA ÁGORA DIGITAL/ CERVANTES 2020

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