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miércoles, 15 de abril de 2020

LLanto de primavera. Poema de Maximiliano Hernández Marcos. Revista Ágora digital/Diario de la creación/Abril 2020




LLANTO DE PRIMAVERA


Días de sol tan poco luminosos
que nada es ya lo que parece.
Como genio maligno cartesiano,
la duda se instala en los sentidos
-nuestro sano radar de estar en casa-,
nos saca los tentáculos del miedo,
por doquier desordena los gestos cotidianos
y a distancia quedamos de todo lo que vive.
Los campos que levantan su verdor,
el revuelo jovial de los mirlos al amanecer,
la fragancia que de flor en flor se esparce,
¿quién puede hacerlos suyos,
tocarlos en su punto de afinado fulgor,
habitar con sosiego en su aroma,
si marzo ya no es marzo,
ni suena como gusta el sabor de las cosas,
ni huele a primavera detrás de los cristales?
Un turbio maleficio nos vuelve por sorpresa
sospechosos los unos de los otros
y confunde a voleo los papeles del alma.
Donde invita una mano tendida a la confianza,
la amenaza allí asoma, acecha el daño;
cuando el amor congrega,
cuando la libertad llena de luz la calle,
su alegría sacude las entrañas
como veneno lento, como letal delito,
y el apacible hogar
con inquietud se torna torva prisión del alba. 

Entretanto a lo lejos, en la aldea virtual,
las noticias proclaman su exacta polvareda
de imágenes dolientes,
curvas de infección o de aliento,
modelos reputables
que al vacío calculan el porvenir o el pánico.
Mas la verdad son los cuerpos que yacen
vulnerables, caídos o maltrechos,
no cifras complacientes,
no relatos de porte adecentado.
La verdad tiene el rostro de una mirada frágil,
lleva el blanco sudario de los que ya no están,
la angustia, el suspiro roto
de cuantos temen sin remedio su suerte,
las ojeras abiertas de quienes luchan
con desvelo y valor contra la precariedad,
temblando a tientas
por sentir el contagio ardiente de la vida. 

¡Días de silencio, de pesadilla,
tortuoso tiempo de indigencia!
Esta amarga ficción
que sobrecoge y quita el aire,
quiebra y desinfla, empero, la arrogancia
de ser materia inmune, sueño incorpóreo,
marcando en cada puerta
la soledad de la intemperie.
Esta historia irreal
que nos golpea sin decir palabra,
trae también, como para ensayar la huida,
moradas nuevas, reconforta la piel
con calurosos paños de ingenio compartido
y cuelga en los balcones cada tarde
un aplauso llamado esperanza,
que brilla eternamente en su belleza,
como estrella fugaz,
aunque deje flotando entre los ojos
la tristeza de un justo interrogante:
¿estaremos en paz con nuestros muertos?


Maximiliano Hernández Marcos



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Dejamos que la poesía hable por sí sola. Desea el autor de este poema (al que agradecemos que haya permitido su primera publicación en Ágora) que lo recibáis los lectores "sanos y salvos en estas circunstancias de amenaza a la salud y con el ánimo sereno".  

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Maximiliano Hernández Marcos es poeta y profesor de Filosofía en la Universidad de Salamanca: En poesía, uno de sus más destacados libros es La mirada mirífica (2018, ed. Camelot); y en Filosofía: La primera escuela de Salamanca (VV, AA) (2012 Ediciones Universidad de Salamanca). 
Su primer libro de poemas, Cadencia de lo urbano, lo publicó en Madrid en 1993. Colaborador habitual de la revista Ágora-Papeles de Arte Gramático, fue ganador del II Premio internacional de poesía Andrés Salom, organizado por esta revista y el Taller Ágora de Arte Gramático, con el libro La sobriedad y el tiempo (Murcia, 2008, ed. Nausícaa). En 2019 es incluido en La escritura plural. Antología actual de poesía española (Oviedo, Ed. Ars Poetica. Fulgencio Martínez/Luis Alberto de Cuenca).


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