LA ESTRUCTURA NARRATIVA EN EL PERSILES, DE CERVANTES
La tragicomedia de
Persiles y Segismunda. Historia septentrional (novela conocida como El Persiles) fue la última obra escrita
por Cervantes, se publicó 1617, un año después de la muerte de su autor.
Esta novela es mucho
menos conocida y valorada que El Quijote, aunque sus méritos son muchos y muy
destacables. Tiene una estructura narrativa compleja, y especialmente es ejemplo
de novela de marco itinerante. Frente a su complejidad temática, la crítica ha preferido destacar sobre todo su estructura formal.
Este artículo
analiza la estructura narrativa de El Persiles y, al final, intenta sugerir por
qué es ejemplar, asunto para el que, según este
comentarista, sería imprescindible abordar la temática de la obra, y abordar
una tarea crítica más amplia.
La
estructura de esta obra consta de una división interna en cuatro “libros”, que,
a su vez, se ordenan claramente en dos partes: Parte I (que comprende los dos
primeros “libros”), en que la acción discurre en el septentrión boreal (Libro
I) y, luego, en lugares próximos a ese marco indefinido, cercanos a la Isla Bárbara;
y Parte II, donde el relato nos lleva, a través de tierras intermedias, a
Francia, Portugal, España (Libro III), y a Italia; hasta parar en el “centro”
simbólico y narrativo: Roma (Libro IV).
Tenemos,
pues, claramente, un “marco itinerante” en la novela; y dos grandes “topoi”
(lugares): el Septentrión, de la primera Parte, que da nombre, por cierto, ala
novela como “Historia septentrional” y que sirve de estructurador antecedente
de toda la historia; y el Mediodía o zona mediterránea de Europa, en la segunda
Parte.
Ambos
espacios representan, en el viaje de los personajes, respectivamente, el misterio
del origen natural del hombre y su estado cristiano (reconocido por sacramentos:
desde Bautismo a Matrimonio); y, por otro lado, narrativamente, la Tierra
incógnita y la civilización cotidiana.
La
trama del libro es muy sencilla; su fábula se reduce al viaje iniciático,
demorado por obstáculos, hasta alcanzar el fin; como en la novela de aventuras
(y ya en su origen épico, en el poema La Odisea) este hilo conduce a un rosario de episodios.
Sólo los aspectos simbólicos (y teológicos) complican la narración, que
precisa, por ello, de múltiples episodios, que a veces hacen monótona la obra (episodismo
o recarga de la narración episódica). La unidad, sin embargo, no se resiente
pues con habilidad el autor establece paralelismos, simetrías de todo tipo
entre las “historias” de las parejas de peregrinos, y entre una parte y otra
del conjunto de la obra.
Usa
Cervantes, como en El Quijote, de “novelas cortas” o historias secundarias
intercaladas, sobre todo, en el libro III.
El
uso de un narrador testigo alterna, en ocasiones, con las perspectivas de los
personajes, quienes narran o evocan sus historias.
La
novela comienza situándonos “in media res” (de nuevo, recuerda al modelo de La
Odisea). Su tiempo histórico se puede situar hacia 1558; no está claro. En
cuanto a su tiempo narrativo, la acción comienza (como dije) abruptamente y
posteriormente, de forma indirecta, a través del relato de las historias de
varios personajes, se nos presentan los antecedentes de la acción. A partir del
segundo libro, la cronología narrativa avanza -salvadas las interrupciones que
suponen las historias intercaladas en libro III)- hacia el fin, la anagnóresis
final, boda y cierre de la acción. La estructura se cierra, pues, habiendo
dejado ver, por dentro, todo un mundo abigarrado, fluido, con toques realistas
a veces, maravillosos y “novelescos” casi siempre.
“Decamerón
itinerante”, “novela de espacio” o de “marco dinámico” en ella se dan
arriesgados vuelos entre la suspensión de la verosimilitud y lo “extraordinario”
de un mundo nuevo -el del Barroco- que intenta meter Cervantes en una estructura
literaria, un orden de las palabras, como diría Michel Foucault.
Este aspecto, que no podemos desarrollar aquí, el porqué de la estructura de la
novela, nos llevaría muy lejos, a tratar la ideología de Cervantes y de la obra
que aquí se refiere, escrita bajo los “cielos tridentinos”, pero olfateando la
necesidad de un nuevo discurso ordenador (paso de la analogía a la
representación) y la “reforma” de las estructuras; tanto literarias como no
literarias, del saber.
FULGENCIO MARTÍNEZ
trabajo para la UNED (Madrid)
FEBRERO 2011
ÁGORA DIGITAL ABRIL 2020
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